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Cultivar y observar la virtud: una necesidad pública de todos

El sistema democrático republicano está en crisis. Nos centramos en las elecciones, pero es la virtud del pueblo y del gobernante el antídoto para reducir el conflicto y mantener la unión de un país.

Ilustración por Gabo®
Dr. Ramiro Bolaños |
08 de julio, 2024

Algunos amigos me han sugerido que no solo hablemos de la virtud sino de la importancia de que los virtuosos participen en la vida pública, tomando los destinos de la nación entre sus manos. Así que esta semana hablaremos sobre la virtud y su relación con el gobierno de la república.

Otros me preguntan por qué tanta referencia a los romanos. La respuesta no es solo porque me gustan los estoicos, sino porque ellos lograron relacionar la virtud del individuo con la forma práctica de gobierno. Transformaron su monarquía en una república que duró cinco siglos y luego en un imperio de igual duración en occidente y casi milenio y medio en oriente. Sin duda, podemos tomarlos de ejemplo.

Nuestra República, fundada en 1847 por Rafael Carrera, tiene tan solo 167 años. Para aspirar a una república longeva, vale la pena evaluar los ejemplos de aquellos estados duraderos. Los romanos, especialmente los estoicos como Marco Aurelio, Séneca y Cicerón relacionaban la virtud con una vida plena y la república con un sistema de gobierno ideal. Su sistema permitía la convivencia de la nobleza, la élite y el pueblo mediante un equilibrio que promovía la paz y la prosperidad.

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Charles Louis de Montesquieu, en su obra "El espíritu de las leyes", identificó tres formas de gobierno: despotismo, monarquía y república. Según Montesquieu, el principio del despotismo es el miedo, el de la monarquía es el honor y el de la república es la virtud. En un país en crisis, un dictador puede centralizar el poder para "salvar" la nación, pero esto se basa en el miedo y la represión. Un ejemplo es el expresidente guatemalteco Manuel Lisandro Barillas, exiliado y asesinado en México por orden del dictador Manuel Estrada Cabrera en 1907.

La virtud no es solo una cualidad personal, sino una necesidad pública. En nuestro día a día, hagamos de la virtud un hábito, pues hoy más que nunca, nuestro país sufre una crisis existencial de valores y liderazgo.

En una monarquía, el honor sostiene la unidad del gobierno. Una ruptura monárquica memorable fue cuando Eduardo VIII del Reino Unido abdicó en 1936 por querer casarse con una mujer divorciada, lo que generó una crisis constitucional y su renuncia.

En una república, se trata de respetar la voluntad del pueblo y mantener la lealtad de todos los sectores. Cuando el presidente lleva una vida proba guiada por la virtud, el respeto es duradero y el país se une. Un ejemplo es el uruguayo José Mujica, admirado por su humildad y transparencia, que trascendió ideologías políticas. Margaret Thatcher, con su liderazgo firme y congruente, también mostró cómo la virtud puede fortalecer una república.

El sistema democrático republicano está en crisis. Nos centramos en las elecciones, pero es la virtud del pueblo y del gobernante el antídoto para reducir el conflicto y mantener la unión de un país. Querido lector, al elegir cultivar y poner de moda la virtud, tanto individuos como gobernantes, podemos transformar nuestro país en uno de unidad, libertad, paz y prosperidad.

Esta reflexión nos invita a mirar más allá de los procesos electorales y centrarnos en los valores que sostienen nuestra sociedad. La virtud no es solo una cualidad personal, sino una necesidad pública. En nuestro día a día, hagamos de la virtud un hábito, pues hoy más que nunca, nuestro país sufre una crisis existencial de valores y liderazgo. Solo así, abrazando la virtud en cada acción, aseguramos un futuro lleno de esperanza, justicia y grandeza para todos.

PhD. José Ramiro Bolaños

Cultivar y observar la virtud: una necesidad pública de todos

El sistema democrático republicano está en crisis. Nos centramos en las elecciones, pero es la virtud del pueblo y del gobernante el antídoto para reducir el conflicto y mantener la unión de un país.

Dr. Ramiro Bolaños |
08 de julio, 2024
Ilustración por Gabo®

Algunos amigos me han sugerido que no solo hablemos de la virtud sino de la importancia de que los virtuosos participen en la vida pública, tomando los destinos de la nación entre sus manos. Así que esta semana hablaremos sobre la virtud y su relación con el gobierno de la república.

Otros me preguntan por qué tanta referencia a los romanos. La respuesta no es solo porque me gustan los estoicos, sino porque ellos lograron relacionar la virtud del individuo con la forma práctica de gobierno. Transformaron su monarquía en una república que duró cinco siglos y luego en un imperio de igual duración en occidente y casi milenio y medio en oriente. Sin duda, podemos tomarlos de ejemplo.

Nuestra República, fundada en 1847 por Rafael Carrera, tiene tan solo 167 años. Para aspirar a una república longeva, vale la pena evaluar los ejemplos de aquellos estados duraderos. Los romanos, especialmente los estoicos como Marco Aurelio, Séneca y Cicerón relacionaban la virtud con una vida plena y la república con un sistema de gobierno ideal. Su sistema permitía la convivencia de la nobleza, la élite y el pueblo mediante un equilibrio que promovía la paz y la prosperidad.

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Charles Louis de Montesquieu, en su obra "El espíritu de las leyes", identificó tres formas de gobierno: despotismo, monarquía y república. Según Montesquieu, el principio del despotismo es el miedo, el de la monarquía es el honor y el de la república es la virtud. En un país en crisis, un dictador puede centralizar el poder para "salvar" la nación, pero esto se basa en el miedo y la represión. Un ejemplo es el expresidente guatemalteco Manuel Lisandro Barillas, exiliado y asesinado en México por orden del dictador Manuel Estrada Cabrera en 1907.

La virtud no es solo una cualidad personal, sino una necesidad pública. En nuestro día a día, hagamos de la virtud un hábito, pues hoy más que nunca, nuestro país sufre una crisis existencial de valores y liderazgo.

En una monarquía, el honor sostiene la unidad del gobierno. Una ruptura monárquica memorable fue cuando Eduardo VIII del Reino Unido abdicó en 1936 por querer casarse con una mujer divorciada, lo que generó una crisis constitucional y su renuncia.

En una república, se trata de respetar la voluntad del pueblo y mantener la lealtad de todos los sectores. Cuando el presidente lleva una vida proba guiada por la virtud, el respeto es duradero y el país se une. Un ejemplo es el uruguayo José Mujica, admirado por su humildad y transparencia, que trascendió ideologías políticas. Margaret Thatcher, con su liderazgo firme y congruente, también mostró cómo la virtud puede fortalecer una república.

El sistema democrático republicano está en crisis. Nos centramos en las elecciones, pero es la virtud del pueblo y del gobernante el antídoto para reducir el conflicto y mantener la unión de un país. Querido lector, al elegir cultivar y poner de moda la virtud, tanto individuos como gobernantes, podemos transformar nuestro país en uno de unidad, libertad, paz y prosperidad.

Esta reflexión nos invita a mirar más allá de los procesos electorales y centrarnos en los valores que sostienen nuestra sociedad. La virtud no es solo una cualidad personal, sino una necesidad pública. En nuestro día a día, hagamos de la virtud un hábito, pues hoy más que nunca, nuestro país sufre una crisis existencial de valores y liderazgo. Solo así, abrazando la virtud en cada acción, aseguramos un futuro lleno de esperanza, justicia y grandeza para todos.

PhD. José Ramiro Bolaños

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