Cultivar la justicia y la prudencia: Dos virtudes cardinales para una sociedad mejor
Empujemos con nuestros actos virtuosos la construcción de una sociedad libre y capaz de un autogobierno efectivo. De nosotros depende.
Luego de hablar sobre la virtud, es útil explorar su significado práctico. La ética de Aristóteles se centra en la búsqueda de la felicidad ligada a la virtud y la vida ética. Esto requiere buscar permanentemente la excelencia y aplicar el intelecto para elegir el punto medio en nuestras decisiones diarias.
Aristóteles presenta cuatro virtudes cardinales en su "Ética a Nicómaco": justicia, prudencia, templanza y valentía. Cada una implica buscar el punto medio entre extremos. La justicia, por ejemplo, es actuar correctamente en relación con los demás. Adam Smith en su "Teoría de los sentimientos morales" la describe como hacer lo correcto. Tomemos a Atticus Finch en "Matar a un ruiseñor" de Harper Lee, quien defiende a un hombre negro injustamente acusado, mientras enseña a sus hijos la importancia de defender lo justo, incluso cuando es impopular y peligroso.
Ser justo significa actuar en beneficio propio considerando el impacto en los demás. Ejemplos prácticos incluyen no saltarse la cola, no mentir, respetar los límites de velocidad, no emborracharse y no robar. Ser justo es visitar a los enfermos, apoyar a los amigos en la cárcel, cumplir con las responsabilidades familiares sin requerimientos y acelerar el pago para un proveedor en necesidad. Para el empleado, es dar el máximo en su trabajo, y para el empleador, es crear oportunidades de crecimiento y prosperidad.
En posiciones de poder, ser justo es no abusar de la autoridad y denunciar la corrupción. La justicia empieza en casa, en la escuela, en el trabajo y en cada acto cotidiano.
La prudencia guía entre lo verdadero y lo práctico. Un ejemplo de prudencia es Jean Valjean en "Los miserables" de Víctor Hugo, cuando el obispo miente para salvarlo, transformando su vida. Para el ciudadano común, ser prudente es no emitir juicios sin investigar. Para un gobernante, significa no establecer normas dañinas. Para un maestro, es evaluar con cuidado al alumno, y para un empresario, ser cauto en los despidos.
Como decía un admirable capitalista libertario, Benjamín Franklin: «Solo un pueblo virtuoso es capaz de ser libre. A medida que las naciones se vuelven corruptas y viciosas, necesitan más amos que las dirijan».
Ser prudente es tener una fiesta sin que el volumen moleste a los demás. Ceder el paso, darle el lugar a una mujer embarazada o una persona en dificultad. Ser cortés con los empleados y con quienes sirven. Ser honesto pero delicado. Es informarse antes de tomar decisiones y evaluar las opciones cuidadosamente. Ser prudente es evitar la procrastinación que desperdicia el tiempo de todos, mantener la discreción con información sensible y resolver conflictos con calma. Ser imprudente es revelar secretos o hablar mal de los amigos a sus espaldas, y en las redes sociales, difundir rumores, ser grosero o generar conflictos.
Aristóteles nos dice que solo utilizando el intelecto podemos evaluar nuestras acciones y sus efectos en nosotros y en los demás. Esta costumbre nos hace virtuosos y ayuda a construir una mejor sociedad.
En la próxima columna hablaremos sobre la templanza y la valentía. Mientras tanto, querido lector, acordemos que la justicia y la prudencia son esenciales para una mejor sociedad. Evaluemos nuestros actos desde cómo benefician o dañan a otros. Si buscamos la justicia en nuestras acciones, será menos necesaria la intervención estatal. La libertad y la justicia son propias de un sistema donde todos buscan voluntariamente la virtud en relación consigo mismos y con los demás. Y si es con prudencia, tanto mejor.
Como decía un admirable capitalista libertario, Benjamín Franklin: «Solo un pueblo virtuoso es capaz de ser libre. A medida que las naciones se vuelven corruptas y viciosas, necesitan más amos que las dirijan». Empujemos con nuestros actos virtuosos la construcción de una sociedad libre y capaz de un autogobierno efectivo. De nosotros depende.
PhD. José Ramiro Bolaños
Cultivar la justicia y la prudencia: Dos virtudes cardinales para una sociedad mejor
Empujemos con nuestros actos virtuosos la construcción de una sociedad libre y capaz de un autogobierno efectivo. De nosotros depende.
Luego de hablar sobre la virtud, es útil explorar su significado práctico. La ética de Aristóteles se centra en la búsqueda de la felicidad ligada a la virtud y la vida ética. Esto requiere buscar permanentemente la excelencia y aplicar el intelecto para elegir el punto medio en nuestras decisiones diarias.
Aristóteles presenta cuatro virtudes cardinales en su "Ética a Nicómaco": justicia, prudencia, templanza y valentía. Cada una implica buscar el punto medio entre extremos. La justicia, por ejemplo, es actuar correctamente en relación con los demás. Adam Smith en su "Teoría de los sentimientos morales" la describe como hacer lo correcto. Tomemos a Atticus Finch en "Matar a un ruiseñor" de Harper Lee, quien defiende a un hombre negro injustamente acusado, mientras enseña a sus hijos la importancia de defender lo justo, incluso cuando es impopular y peligroso.
Ser justo significa actuar en beneficio propio considerando el impacto en los demás. Ejemplos prácticos incluyen no saltarse la cola, no mentir, respetar los límites de velocidad, no emborracharse y no robar. Ser justo es visitar a los enfermos, apoyar a los amigos en la cárcel, cumplir con las responsabilidades familiares sin requerimientos y acelerar el pago para un proveedor en necesidad. Para el empleado, es dar el máximo en su trabajo, y para el empleador, es crear oportunidades de crecimiento y prosperidad.
En posiciones de poder, ser justo es no abusar de la autoridad y denunciar la corrupción. La justicia empieza en casa, en la escuela, en el trabajo y en cada acto cotidiano.
La prudencia guía entre lo verdadero y lo práctico. Un ejemplo de prudencia es Jean Valjean en "Los miserables" de Víctor Hugo, cuando el obispo miente para salvarlo, transformando su vida. Para el ciudadano común, ser prudente es no emitir juicios sin investigar. Para un gobernante, significa no establecer normas dañinas. Para un maestro, es evaluar con cuidado al alumno, y para un empresario, ser cauto en los despidos.
Como decía un admirable capitalista libertario, Benjamín Franklin: «Solo un pueblo virtuoso es capaz de ser libre. A medida que las naciones se vuelven corruptas y viciosas, necesitan más amos que las dirijan».
Ser prudente es tener una fiesta sin que el volumen moleste a los demás. Ceder el paso, darle el lugar a una mujer embarazada o una persona en dificultad. Ser cortés con los empleados y con quienes sirven. Ser honesto pero delicado. Es informarse antes de tomar decisiones y evaluar las opciones cuidadosamente. Ser prudente es evitar la procrastinación que desperdicia el tiempo de todos, mantener la discreción con información sensible y resolver conflictos con calma. Ser imprudente es revelar secretos o hablar mal de los amigos a sus espaldas, y en las redes sociales, difundir rumores, ser grosero o generar conflictos.
Aristóteles nos dice que solo utilizando el intelecto podemos evaluar nuestras acciones y sus efectos en nosotros y en los demás. Esta costumbre nos hace virtuosos y ayuda a construir una mejor sociedad.
En la próxima columna hablaremos sobre la templanza y la valentía. Mientras tanto, querido lector, acordemos que la justicia y la prudencia son esenciales para una mejor sociedad. Evaluemos nuestros actos desde cómo benefician o dañan a otros. Si buscamos la justicia en nuestras acciones, será menos necesaria la intervención estatal. La libertad y la justicia son propias de un sistema donde todos buscan voluntariamente la virtud en relación consigo mismos y con los demás. Y si es con prudencia, tanto mejor.
Como decía un admirable capitalista libertario, Benjamín Franklin: «Solo un pueblo virtuoso es capaz de ser libre. A medida que las naciones se vuelven corruptas y viciosas, necesitan más amos que las dirijan». Empujemos con nuestros actos virtuosos la construcción de una sociedad libre y capaz de un autogobierno efectivo. De nosotros depende.
PhD. José Ramiro Bolaños