Creando Empleos en un “Tercer País Seguro”
Si quiere ser exitoso, debe ser más agresivo que lo que se ha realizado en las últimas dos décadas.
Ganó Trump, es hora de empezar las discusiones sobre cómo crear 200 000 empleos formales por año siendo un “Tercer País Seguro”.
En agosto escribí sobre los tres escenarios migratorios que anticipaba frente a las elecciones norteamericanas (aquí). Hoy, que sabemos los resultados de la elección y las primeras decisiones del Gabinete de Trump, el que tiene la mayor probabilidad de materializarse es el primer escenario:
“El primer escenario es la materialización de la promesa electoral del expresidente Trump de sacar millones de inmigrantes ilegales de Estados Unidos. Se ha hablado entre 15 y 20 millones.
Claro, este tipo de promesas electorales no son sencillas de cumplir. El muro fronterizo es un buen ejemplo. Sin embargo, dio paso a un cambio importante en la política hacia los vecinos del sur: la firma de los convenios de tercer país seguro. Guatemala, único país de la región para quien el convenio fue efectivo, aceptó 700 migrantes salvadoreños y hondureños. Con la llegada de Biden al poder, el convenio perdió vigencia.
Lo que probablemente ocurriría en este escenario es que el Gobierno estadounidense presionaría a la región para firmar nuevamente los convenios de tercer país seguro. Una posibilidad es que el plan fuese similar a lo que los tories británicos intentaron con Ruanda: a cambio de USD 150 millones, se trasladarían hasta unos 52 000 inmigrantes ilegales en un plazo de 5 años. Otra posibilidad sería que, a cambio de los fondos ya destinados vía agencias de cooperación (ni un centavo adicional), se trasladen 100 000, o aún más, inmigrantes ilegales, no solo de la región, sino también de Sudamérica, África y Asia.
En este primer escenario, el reto laboral de Guatemala sería la creación masiva de empleos para poder evitar problemas de criminalidad”.
Tres anotaciones. Primero, me quedé corto. Ya Trump ha anunciado que espera sacar a más de 11 millones de migrantes ilegales, así que Guatemala puede terminar frente a la expectativa de recibir dos a cuatro veces más retornados nacionales e internacionales de lo que pensé. Segundo, que el plan del gobierno actual no está listo para esta eventualidad (así como tampoco lo habría estado el plan de gobierno de cualquiera de los otros candidatos), —el número de empleos formales que proponen crear no sería suficiente para evitar una oleada criminal generada por el desempleo y subempleo—. Y, tercero, que tenemos que iniciar una discusión seria sobre el reto que esto representa si queremos ser proactivos frente a esta nueva realidad.
Con este contexto podemos entender mejor el tamaño del reto guatemalteco. No propongo en esta columna explorar cómo se vería un plan agresivo para crear empleos frente a la realidad de convertirnos nuevamente en un Tercer País Seguro. Mi único objetivo hoy es levantar la alarma de que es necesario generar la discusión y que, si quiere ser exitoso, debe ser más agresivo que lo que se ha realizado en las últimas dos décadas.
Crear buenos empleos no es fácil. Para Estados Unidos ha sido un reto importante. Discutir este contexto puede ayudarnos a comprender mejor nuestros propios retos.
Estados Unidos perdió 7 millones de empleos en manufactura entre 1999 y 2011. La Gráfica 1 muestra bien a qué estoy haciendo referencia. En espacio de una década, Estados Unidos perdió un empleo esencial para la generación de productividad en la economía, buenos salarios y, sobre todo, un empleo que es la principal escalera de movilidad social. El impacto es tal que, incluso, se ha considerado que el surgimiento de una derecha radical en Norteamérica y Europa se debe a la pérdida de oportunidades económicas que ha ocurrido en dichas regiones por la pérdida de empleos en manufactura. ¿Pero, qué pasó?
La pérdida de esta escalera de movilidad social en Estados Unidos se ha explicado principalmente por la competencia de China, quien logró el acceso a la Organización Mundial de Comercio en el 2001. China hizo perder a Estados Unidos, según el otro galardonado de este año, Daron Acemoğlu, hasta 2.4 millones de empleos, entre 1999 y 2011, especialmente en manufactura. Esto permite explicar hasta el 34 % de la pérdida total de empleos en dicho período. Probablemente, la cifra subestima el impacto completo, pero cabe señalar que otra economía importante, Vietnam, logró acceso a la Organización Mundial de Comercio en el 2007.
Hoy, ambos países exportan desde vehículos eléctricos hasta teléfonos inteligentes, productos que pudieron ser producidos y exportados desde Estados Unidos. Los resultados desastrosos de los norteamericanos y europeos en el mercado de paneles solares, por ejemplo, muestran claramente la fuerza china y su capacidad para perturbar mercados a nivel mundial y la posibilidad de empleos en los países desarrollados. Tal es la capacidad china que dichos países han debido recurrir a implementar una guerra comercial para defender a sus empresas domésticas (ver aquí un ejemplo).
Ni el impacto de Japón fue tan duro en el empleo en la manufactura norteamericana como el impacto de China en Estados Unidos. Y eso que ambos países constituyeron graves preocupaciones e implicaron una serie de medidas orientadas a debilitar al país asiático, como lo fue el Acuerdo de Plaza, que llevó a la destrucción del crecimiento económico japonés por una década al obligar al gobierno nipón a apreciar su tipo de cambio frente al dólar.
Gráfica 1. Empleo en manufactura en Estados Unidos (1940-2024)
Con este contexto podemos entender mejor el tamaño del reto guatemalteco. No propongo en esta columna explorar cómo se vería un plan agresivo para crear empleos frente a la realidad de convertirnos nuevamente en un Tercer País Seguro. Mi único objetivo hoy es levantar la alarma de que es necesario generar la discusión y que, si quiere ser exitoso, debe ser más agresivo que lo que se ha realizado en las últimas dos décadas.
Creando Empleos en un “Tercer País Seguro”
Si quiere ser exitoso, debe ser más agresivo que lo que se ha realizado en las últimas dos décadas.
Ganó Trump, es hora de empezar las discusiones sobre cómo crear 200 000 empleos formales por año siendo un “Tercer País Seguro”.
En agosto escribí sobre los tres escenarios migratorios que anticipaba frente a las elecciones norteamericanas (aquí). Hoy, que sabemos los resultados de la elección y las primeras decisiones del Gabinete de Trump, el que tiene la mayor probabilidad de materializarse es el primer escenario:
“El primer escenario es la materialización de la promesa electoral del expresidente Trump de sacar millones de inmigrantes ilegales de Estados Unidos. Se ha hablado entre 15 y 20 millones.
Claro, este tipo de promesas electorales no son sencillas de cumplir. El muro fronterizo es un buen ejemplo. Sin embargo, dio paso a un cambio importante en la política hacia los vecinos del sur: la firma de los convenios de tercer país seguro. Guatemala, único país de la región para quien el convenio fue efectivo, aceptó 700 migrantes salvadoreños y hondureños. Con la llegada de Biden al poder, el convenio perdió vigencia.
Lo que probablemente ocurriría en este escenario es que el Gobierno estadounidense presionaría a la región para firmar nuevamente los convenios de tercer país seguro. Una posibilidad es que el plan fuese similar a lo que los tories británicos intentaron con Ruanda: a cambio de USD 150 millones, se trasladarían hasta unos 52 000 inmigrantes ilegales en un plazo de 5 años. Otra posibilidad sería que, a cambio de los fondos ya destinados vía agencias de cooperación (ni un centavo adicional), se trasladen 100 000, o aún más, inmigrantes ilegales, no solo de la región, sino también de Sudamérica, África y Asia.
En este primer escenario, el reto laboral de Guatemala sería la creación masiva de empleos para poder evitar problemas de criminalidad”.
Tres anotaciones. Primero, me quedé corto. Ya Trump ha anunciado que espera sacar a más de 11 millones de migrantes ilegales, así que Guatemala puede terminar frente a la expectativa de recibir dos a cuatro veces más retornados nacionales e internacionales de lo que pensé. Segundo, que el plan del gobierno actual no está listo para esta eventualidad (así como tampoco lo habría estado el plan de gobierno de cualquiera de los otros candidatos), —el número de empleos formales que proponen crear no sería suficiente para evitar una oleada criminal generada por el desempleo y subempleo—. Y, tercero, que tenemos que iniciar una discusión seria sobre el reto que esto representa si queremos ser proactivos frente a esta nueva realidad.
Con este contexto podemos entender mejor el tamaño del reto guatemalteco. No propongo en esta columna explorar cómo se vería un plan agresivo para crear empleos frente a la realidad de convertirnos nuevamente en un Tercer País Seguro. Mi único objetivo hoy es levantar la alarma de que es necesario generar la discusión y que, si quiere ser exitoso, debe ser más agresivo que lo que se ha realizado en las últimas dos décadas.
Crear buenos empleos no es fácil. Para Estados Unidos ha sido un reto importante. Discutir este contexto puede ayudarnos a comprender mejor nuestros propios retos.
Estados Unidos perdió 7 millones de empleos en manufactura entre 1999 y 2011. La Gráfica 1 muestra bien a qué estoy haciendo referencia. En espacio de una década, Estados Unidos perdió un empleo esencial para la generación de productividad en la economía, buenos salarios y, sobre todo, un empleo que es la principal escalera de movilidad social. El impacto es tal que, incluso, se ha considerado que el surgimiento de una derecha radical en Norteamérica y Europa se debe a la pérdida de oportunidades económicas que ha ocurrido en dichas regiones por la pérdida de empleos en manufactura. ¿Pero, qué pasó?
La pérdida de esta escalera de movilidad social en Estados Unidos se ha explicado principalmente por la competencia de China, quien logró el acceso a la Organización Mundial de Comercio en el 2001. China hizo perder a Estados Unidos, según el otro galardonado de este año, Daron Acemoğlu, hasta 2.4 millones de empleos, entre 1999 y 2011, especialmente en manufactura. Esto permite explicar hasta el 34 % de la pérdida total de empleos en dicho período. Probablemente, la cifra subestima el impacto completo, pero cabe señalar que otra economía importante, Vietnam, logró acceso a la Organización Mundial de Comercio en el 2007.
Hoy, ambos países exportan desde vehículos eléctricos hasta teléfonos inteligentes, productos que pudieron ser producidos y exportados desde Estados Unidos. Los resultados desastrosos de los norteamericanos y europeos en el mercado de paneles solares, por ejemplo, muestran claramente la fuerza china y su capacidad para perturbar mercados a nivel mundial y la posibilidad de empleos en los países desarrollados. Tal es la capacidad china que dichos países han debido recurrir a implementar una guerra comercial para defender a sus empresas domésticas (ver aquí un ejemplo).
Ni el impacto de Japón fue tan duro en el empleo en la manufactura norteamericana como el impacto de China en Estados Unidos. Y eso que ambos países constituyeron graves preocupaciones e implicaron una serie de medidas orientadas a debilitar al país asiático, como lo fue el Acuerdo de Plaza, que llevó a la destrucción del crecimiento económico japonés por una década al obligar al gobierno nipón a apreciar su tipo de cambio frente al dólar.
Gráfica 1. Empleo en manufactura en Estados Unidos (1940-2024)
Con este contexto podemos entender mejor el tamaño del reto guatemalteco. No propongo en esta columna explorar cómo se vería un plan agresivo para crear empleos frente a la realidad de convertirnos nuevamente en un Tercer País Seguro. Mi único objetivo hoy es levantar la alarma de que es necesario generar la discusión y que, si quiere ser exitoso, debe ser más agresivo que lo que se ha realizado en las últimas dos décadas.