El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.
Como conciencia se define el conocimiento que un individuo tiene de sus pensamientos, sus sentimientos y sus actos. Es la capacidad propia de los seres humanos de reconocerse a sí mismos, de tener conocimiento y percepción de su propia existencia y de su entorno.
En este sentido, la conciencia está asociada a la actividad mental que implica un dominio por parte del propio individuo sobre sus sentidos. Así, una persona consciente es aquella que tiene conocimiento de lo que ocurre consigo y en su entorno, mientras que la inconsciencia supone que la persona es capaz de percibir lo que le sucede a su alrededor.
Conciencia también tiene una connotación en cuanto sentido del deber, como reflexión sobre la conducta y sobre los propios actos. De allí que también tenga un carácter ético, pues permite distinguir al individuo entre aquello que está bien y lo que está mal, de modo que a la hora de obrar pueda conducirse de acuerdo a sus valores morales.
En el artículo de la semana pasada, bajo el título “Revolución” apunte lo siguiente: “El sistema capitalista y la economía de mercado están colapsando sin que podamos hacer nada al respecto.
“…somos testigos del cada vez más acentuado alejamiento de los valores tradicionales a todo nivel: Honestidad, responsabilidad, respeto, integridad, tolerancia, compromiso, confianza. Y es que con esto, dicen los jóvenes ejecutivos de hoy y sus respectivas esposas, no me venden nada en el supermercado. ¡Qué tal!.
Se afinca la idea de nuestra sociedad liquida y transparente – perdida de la intimidad y privacidad. De la misma manera se pierde el valor de la vida, de la otredad y el secularismo avanza reduciendo a las comunidades de fe a pequeños guetos desde donde espero, tendrán que salir a dar la batalla.
¿ Es necesario todo lo que está sucediendo?
Seguro que sí. Así vamos a despertar y evolucionar nuestra conciencia. Venimos asistiendo a un proceso de transformaciones en el sistema de gobernanza de nuestras democracias. Todo lo que considerábamos “normal” deja de serlo, empezando por la corrupción, la impunidad, la injusticia e incompetencias a nivel público y privado.
Esperemos estar queriendo vivir ya un parte aguas, un antes y después, que con energía impone la búsqueda de ese nuevo comienzo en nuestras mentes, en nuestras ideas, en lentes nuevos para ver el futuro.
Algo debe quedarnos claro, después de estar viviendo lo procesos nacionales e internacionales que venimos viviendo. Nada volverá a ser como antes. Es un hecho que un nuevo escenario mundial se plantea si Donal Trump ganara las elecciones en Estados Unidos como muchos lo ven. Un escenario en el que algunos opinan puede propiciar un clima de conflagración mundial que amenazaría con una tercera guerra mundial, hoy latente por las tensas relaciones de las grandes potencias, la emergencia de nuevos bloques y por supuesto el crecimiento del clima bélico en el planeta.
Me viene al pensamiento una palabra que cobra total vigencia en este momento: RESILIENCIA: La resiliencia se refiere a la capacidad de sobreponerse a momentos críticos y adaptarse luego de experimentar alguna situación inusual e inesperada. Es la aptitud y también actitud, que tiene una persona o un grupo de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro. En ocasiones, las circunstancias difíciles o los traumas permiten desarrollar recursos que se encontraban latentes y que el individuo desconocía hasta el momento.
En Guatemala, hemos venido pasando por un proceso que se antoja puede ser de “parto” para producir una Democracia Republicana y Constitucional de verdad, en la que el liderazgo de todos los estamentos de la sociedad bien podría trabajar para provocar un salto cuántico que nos permita avanzar más allá de lo progresivo.
Concretamente, ¿Qué podemos hacer en nuestra calidad de ciudadanos ahora que logramos rescatar el proceso democrático y regresamos a nuestras actividades cotidianas?, ¿Qué podemos hacer cuando cobremos conciencia que el gobierno solo, ni los empresarios solos, ni las organizaciones campesinas, grupos étnicos y un largo etcétera, podrán con los problemas que seguiremos teniendo de no enfrentar la cruda realidad de que hemos de ser actores y no espectadores en las soluciones?
Dejemos de preguntemos ¿Por qué ocurrió todo esto si no para qué ocurrió?. Ensayemos una respuesta simple: Para crecer, para evolucionar. Nada cambia hasta que deviene lo insoportable y sin duda, ya hemos pasado esta etapa.
La invitación es: miremos hacia adentro de nosotros mismos. Conozcamos nuestro yo individual, familiar y comunitario interior; sanemos nuestras heridas, cuestionemos nuestras creencias y avancemos con soluciones a estos tres niveles: personal, familiar y comunitario.
Dejemos de identificarnos con el EGO, con el cuerpo físico y reconectemos con el “Ser” - nuestra esencia como personas, amor -. Somos seres espirituales pasando por una experiencia terrenal. Es vital entenderlo de una vez por todas.
Desarrollemos la autoestima y la confianza. Tenemos una infinidad de recursos que no utilizamos y ahora es cuando más los vamos a necesitar.
El autor de esta columna es Juan Callejas
El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.
Como conciencia se define el conocimiento que un individuo tiene de sus pensamientos, sus sentimientos y sus actos. Es la capacidad propia de los seres humanos de reconocerse a sí mismos, de tener conocimiento y percepción de su propia existencia y de su entorno.
En este sentido, la conciencia está asociada a la actividad mental que implica un dominio por parte del propio individuo sobre sus sentidos. Así, una persona consciente es aquella que tiene conocimiento de lo que ocurre consigo y en su entorno, mientras que la inconsciencia supone que la persona es capaz de percibir lo que le sucede a su alrededor.
Conciencia también tiene una connotación en cuanto sentido del deber, como reflexión sobre la conducta y sobre los propios actos. De allí que también tenga un carácter ético, pues permite distinguir al individuo entre aquello que está bien y lo que está mal, de modo que a la hora de obrar pueda conducirse de acuerdo a sus valores morales.
En el artículo de la semana pasada, bajo el título “Revolución” apunte lo siguiente: “El sistema capitalista y la economía de mercado están colapsando sin que podamos hacer nada al respecto.
“…somos testigos del cada vez más acentuado alejamiento de los valores tradicionales a todo nivel: Honestidad, responsabilidad, respeto, integridad, tolerancia, compromiso, confianza. Y es que con esto, dicen los jóvenes ejecutivos de hoy y sus respectivas esposas, no me venden nada en el supermercado. ¡Qué tal!.
Se afinca la idea de nuestra sociedad liquida y transparente – perdida de la intimidad y privacidad. De la misma manera se pierde el valor de la vida, de la otredad y el secularismo avanza reduciendo a las comunidades de fe a pequeños guetos desde donde espero, tendrán que salir a dar la batalla.
¿ Es necesario todo lo que está sucediendo?
Seguro que sí. Así vamos a despertar y evolucionar nuestra conciencia. Venimos asistiendo a un proceso de transformaciones en el sistema de gobernanza de nuestras democracias. Todo lo que considerábamos “normal” deja de serlo, empezando por la corrupción, la impunidad, la injusticia e incompetencias a nivel público y privado.
Esperemos estar queriendo vivir ya un parte aguas, un antes y después, que con energía impone la búsqueda de ese nuevo comienzo en nuestras mentes, en nuestras ideas, en lentes nuevos para ver el futuro.
Algo debe quedarnos claro, después de estar viviendo lo procesos nacionales e internacionales que venimos viviendo. Nada volverá a ser como antes. Es un hecho que un nuevo escenario mundial se plantea si Donal Trump ganara las elecciones en Estados Unidos como muchos lo ven. Un escenario en el que algunos opinan puede propiciar un clima de conflagración mundial que amenazaría con una tercera guerra mundial, hoy latente por las tensas relaciones de las grandes potencias, la emergencia de nuevos bloques y por supuesto el crecimiento del clima bélico en el planeta.
Me viene al pensamiento una palabra que cobra total vigencia en este momento: RESILIENCIA: La resiliencia se refiere a la capacidad de sobreponerse a momentos críticos y adaptarse luego de experimentar alguna situación inusual e inesperada. Es la aptitud y también actitud, que tiene una persona o un grupo de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro. En ocasiones, las circunstancias difíciles o los traumas permiten desarrollar recursos que se encontraban latentes y que el individuo desconocía hasta el momento.
En Guatemala, hemos venido pasando por un proceso que se antoja puede ser de “parto” para producir una Democracia Republicana y Constitucional de verdad, en la que el liderazgo de todos los estamentos de la sociedad bien podría trabajar para provocar un salto cuántico que nos permita avanzar más allá de lo progresivo.
Concretamente, ¿Qué podemos hacer en nuestra calidad de ciudadanos ahora que logramos rescatar el proceso democrático y regresamos a nuestras actividades cotidianas?, ¿Qué podemos hacer cuando cobremos conciencia que el gobierno solo, ni los empresarios solos, ni las organizaciones campesinas, grupos étnicos y un largo etcétera, podrán con los problemas que seguiremos teniendo de no enfrentar la cruda realidad de que hemos de ser actores y no espectadores en las soluciones?
Dejemos de preguntemos ¿Por qué ocurrió todo esto si no para qué ocurrió?. Ensayemos una respuesta simple: Para crecer, para evolucionar. Nada cambia hasta que deviene lo insoportable y sin duda, ya hemos pasado esta etapa.
La invitación es: miremos hacia adentro de nosotros mismos. Conozcamos nuestro yo individual, familiar y comunitario interior; sanemos nuestras heridas, cuestionemos nuestras creencias y avancemos con soluciones a estos tres niveles: personal, familiar y comunitario.
Dejemos de identificarnos con el EGO, con el cuerpo físico y reconectemos con el “Ser” - nuestra esencia como personas, amor -. Somos seres espirituales pasando por una experiencia terrenal. Es vital entenderlo de una vez por todas.
Desarrollemos la autoestima y la confianza. Tenemos una infinidad de recursos que no utilizamos y ahora es cuando más los vamos a necesitar.
El autor de esta columna es Juan Callejas