El 26 de noviembre, Carroll Ríos publicó un artículo sobre monopolios en el Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES). Este fue compartido en X en un post que decía “Adiós competitividad: más regulaciones, menos oportunidades. ¡No al decreto 32-2024!”, en referencia a la recién aprobada ley de competencia (LDC).
No tardaron los comentarios arguyendo que se estaba confundiendo dos conceptos no relacionados, la competencia y la competitividad, acusando a la autora, y la comunidad liberal, de ser ignorante y arrogante.
La verdad es que la ignorancia arrogante fue externada en esos mismos insultos baratos. La competitividad y la competencia son dos temas estrechamente relacionados, algo que reconocen los mismos proponentes de la LDC en Guatemala.
El Congreso celebró su aprobación de la LDC con argumentos sobre que fortalecería la competitividad de la economía guatemalteca. El presidente de Guatemala publicó en X el 20 de noviembre el mensaje: “¡Precios justos y mercados competitivos para Guatemala!”
La competitividad económica es la capacidad de producir bienes y servicios de manera eficiente. Incluye factores como productividad, innovación, calidad, costos y un marco regulatorio claro y acertado. Cuando se comparan diferentes economías, la competitividad se mide a través de indicadores como el Índice de Competitividad Global. (Banco Mundial, BM)
El Foro Económico Mundial (FEM) define la competitividad como el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país. Según el gobierno de EE. UU., que apoyó fuertemente la aprobación de la LDC en Guatemala, los mercados competitivos son más eficiente porque las empresas tienen que competir entre sí para clientes y factores de producción.
La microeconomía clásica que se suele enseñar en las universidades del mundo pone al tipo ideal de Competencia Perfecta (CP) como el ejemplo de mercados que operan al nivel óptimo de eficiencia productiva y asignativa. Según la Universidad Estatal de Pensilvania, la CP se da cuando aplican las siguientes condiciones:
1. hay muchos compradores y vendedores disponibles
2. Las empresas producen y venden productos idénticos, por lo que compiten por precio
3. Los decisores tienen información perfecta, o sea el conocimiento completo e inmediato de los precios, costos y utilidad que les permite tomar decisiones racionales de compra y venta
4. hay libre entrada y salida de los mercados, sin barreras
Las condiciones de la CP hacen que las empresas sean todas tomadoras de precios y las ganancias económicas para las empresas tiendan a cero. O sea, no existen rentas para invertir en innovación y desarrollo, por ejemplo.
Parece ser que la llamada teoría de la "competencia perfecta" proporciona el modelo adecuado para juzgar la eficacia de la competencia en la vida real y que, en la medida en que la competencia real difiere de ese modelo, es indeseable e incluso perjudicial.
La CP es un modelo sin respaldo empírico, no es una descripción realista de mercados competitivos (Budzinski y Stöhr). Según la Escuela de Negocios de Harvard: “uno de los ejemplos más citados de ilusiones en economía es el modelo de competencia perfecta.” Asimismo, el premio Nobel en Economía, G.J. Stigler dijo: "La crítica más común e importante a la competencia perfecta... [es] que no es realista".
El más citado premio Nobel en Economía Friedrich Hayekdijo:
“Parece ser que la llamada teoría de la "competencia perfecta" proporciona el modelo adecuado para juzgar la eficacia de la competencia en la vida real y que, en la medida en que la competencia real difiere de ese modelo, es indeseable e incluso perjudicial.”
Harvard Business School justifica la enseñanza de la CP como modelo de la siguiente manera:
“la competencia perfecta no es importante porque sea común (hay pocos o ninguno de esos mercados en la vida real). Su verdadera importancia radica en la observación de que las desviaciones de la competencia perfecta son lo que subyace a las altas ganancias y a las ventajas competitivas de las empresas”.
Muchos toman el modelo ficticio de CP como el tipo ideal al que deben de apuntar los mercados. Es curioso que muchos que no creen en la microeconomía clásica usan sus preceptos, lógica y conclusiones para señalar las presuntas pérdidas bajo oligopolios y monopolios. Esto, como mínimo, es académicamente deshonesto.
El principal propósito de una LDC es maximizar el bienestar del consumidor. Para este fin, es crucial lograr la eficiencia económica, aun cuando la eficiencia se alcanza por medio de mayor concentración de mercados. Si bien una LDC apunta a proteger y promover la competencia en los mercados y asegurar que los mercados funcionen de manera eficiente en beneficio del consumidor, se debe entender que esto puede aplicar aun en casos de mayor concentración de mercados particulares.
Contrario a los argumentos de los críticos de los “libertarados”, la escuela económica liberal no está unida en contra de una LDC, en teoría. El liberal premio Nobel en economía, James Buchanan, criticó:
"el error libertario de extender la defensa de las libertades de los individuos para celebrar intercambios voluntarios ordinarios a una defensa de las libertades de los individuos para celebrar acuerdos voluntarios en restricción del comercio."
Con la LDC el reto para los liberales será muy similar al reto inherente que existe con la creación del Estado mismo. Si bien, Mises y Hayek rechazaron tajantemente al anarquismo, y creían en la necesidad del Estado delimitado para un mercado funcional, también reconocían que la creación del Estado permitía a la vez la sociedad libre, pero que al mismo tiempo que se creaba con el Estado una gran amenaza para la libertad.
Desde la perspectiva liberal, no queda más opción que estar eternamente vigilantes del funcionamiento estatal y exigir cada vez más rendición de cuentas. Los abusos estatales siempre vendrán.
El 26 de noviembre, Carroll Ríos publicó un artículo sobre monopolios en el Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES). Este fue compartido en X en un post que decía “Adiós competitividad: más regulaciones, menos oportunidades. ¡No al decreto 32-2024!”, en referencia a la recién aprobada ley de competencia (LDC).
No tardaron los comentarios arguyendo que se estaba confundiendo dos conceptos no relacionados, la competencia y la competitividad, acusando a la autora, y la comunidad liberal, de ser ignorante y arrogante.
La verdad es que la ignorancia arrogante fue externada en esos mismos insultos baratos. La competitividad y la competencia son dos temas estrechamente relacionados, algo que reconocen los mismos proponentes de la LDC en Guatemala.
El Congreso celebró su aprobación de la LDC con argumentos sobre que fortalecería la competitividad de la economía guatemalteca. El presidente de Guatemala publicó en X el 20 de noviembre el mensaje: “¡Precios justos y mercados competitivos para Guatemala!”
La competitividad económica es la capacidad de producir bienes y servicios de manera eficiente. Incluye factores como productividad, innovación, calidad, costos y un marco regulatorio claro y acertado. Cuando se comparan diferentes economías, la competitividad se mide a través de indicadores como el Índice de Competitividad Global. (Banco Mundial, BM)
El Foro Económico Mundial (FEM) define la competitividad como el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país. Según el gobierno de EE. UU., que apoyó fuertemente la aprobación de la LDC en Guatemala, los mercados competitivos son más eficiente porque las empresas tienen que competir entre sí para clientes y factores de producción.
La microeconomía clásica que se suele enseñar en las universidades del mundo pone al tipo ideal de Competencia Perfecta (CP) como el ejemplo de mercados que operan al nivel óptimo de eficiencia productiva y asignativa. Según la Universidad Estatal de Pensilvania, la CP se da cuando aplican las siguientes condiciones:
1. hay muchos compradores y vendedores disponibles
2. Las empresas producen y venden productos idénticos, por lo que compiten por precio
3. Los decisores tienen información perfecta, o sea el conocimiento completo e inmediato de los precios, costos y utilidad que les permite tomar decisiones racionales de compra y venta
4. hay libre entrada y salida de los mercados, sin barreras
Las condiciones de la CP hacen que las empresas sean todas tomadoras de precios y las ganancias económicas para las empresas tiendan a cero. O sea, no existen rentas para invertir en innovación y desarrollo, por ejemplo.
Parece ser que la llamada teoría de la "competencia perfecta" proporciona el modelo adecuado para juzgar la eficacia de la competencia en la vida real y que, en la medida en que la competencia real difiere de ese modelo, es indeseable e incluso perjudicial.
La CP es un modelo sin respaldo empírico, no es una descripción realista de mercados competitivos (Budzinski y Stöhr). Según la Escuela de Negocios de Harvard: “uno de los ejemplos más citados de ilusiones en economía es el modelo de competencia perfecta.” Asimismo, el premio Nobel en Economía, G.J. Stigler dijo: "La crítica más común e importante a la competencia perfecta... [es] que no es realista".
El más citado premio Nobel en Economía Friedrich Hayekdijo:
“Parece ser que la llamada teoría de la "competencia perfecta" proporciona el modelo adecuado para juzgar la eficacia de la competencia en la vida real y que, en la medida en que la competencia real difiere de ese modelo, es indeseable e incluso perjudicial.”
Harvard Business School justifica la enseñanza de la CP como modelo de la siguiente manera:
“la competencia perfecta no es importante porque sea común (hay pocos o ninguno de esos mercados en la vida real). Su verdadera importancia radica en la observación de que las desviaciones de la competencia perfecta son lo que subyace a las altas ganancias y a las ventajas competitivas de las empresas”.
Muchos toman el modelo ficticio de CP como el tipo ideal al que deben de apuntar los mercados. Es curioso que muchos que no creen en la microeconomía clásica usan sus preceptos, lógica y conclusiones para señalar las presuntas pérdidas bajo oligopolios y monopolios. Esto, como mínimo, es académicamente deshonesto.
El principal propósito de una LDC es maximizar el bienestar del consumidor. Para este fin, es crucial lograr la eficiencia económica, aun cuando la eficiencia se alcanza por medio de mayor concentración de mercados. Si bien una LDC apunta a proteger y promover la competencia en los mercados y asegurar que los mercados funcionen de manera eficiente en beneficio del consumidor, se debe entender que esto puede aplicar aun en casos de mayor concentración de mercados particulares.
Contrario a los argumentos de los críticos de los “libertarados”, la escuela económica liberal no está unida en contra de una LDC, en teoría. El liberal premio Nobel en economía, James Buchanan, criticó:
"el error libertario de extender la defensa de las libertades de los individuos para celebrar intercambios voluntarios ordinarios a una defensa de las libertades de los individuos para celebrar acuerdos voluntarios en restricción del comercio."
Con la LDC el reto para los liberales será muy similar al reto inherente que existe con la creación del Estado mismo. Si bien, Mises y Hayek rechazaron tajantemente al anarquismo, y creían en la necesidad del Estado delimitado para un mercado funcional, también reconocían que la creación del Estado permitía a la vez la sociedad libre, pero que al mismo tiempo que se creaba con el Estado una gran amenaza para la libertad.
Desde la perspectiva liberal, no queda más opción que estar eternamente vigilantes del funcionamiento estatal y exigir cada vez más rendición de cuentas. Los abusos estatales siempre vendrán.