Competitividad en jaque: ¿Por qué Guatemala no está en el Business Ready del Banco Mundial?
A lo largo de varias columnas, he insistido en la urgencia de un cambio radical para Guatemala. Mientras el gobierno y algunos medios celebran que el país mantiene una tendencia de crecimiento macroeconómico o que las remesas aumentaron en enero —pese a la dramática caída en diciembre— la realidad es menos alentadora. Si medimos el crecimiento per cápita en 2023, Guatemala apenas alcanzó el 1.9 %, ubicándose en la posición 104 a nivel mundial en velocidad de crecimiento económico por persona, según el Banco Mundial.
Mientras tanto, nuestros vecinos crecen a pasos más acelerados. Nicaragua (3.1 %) y El Salvador (3.0 %) se posicionaron en los puestos 72 y 73, respectivamente. A simple vista, un 1 % de diferencia podría parecer insignificante, pero en términos de velocidad de crecimiento, hace una enorme diferencia. A mayor velocidad de crecimiento, mayor es la proporción del excedente económico que llega a los sectores más pobres y necesitados. Por eso he sostenido que el problema de Guatemala no es de pobreza, sino de riqueza.
Pero no solo nuestros vecinos están creciendo más rápido. Si miramos el panorama global, encontramos casos sorprendentes. Georgia (7.7 %) y Armenia (7.5 %) han logrado crecimientos impresionantes entre 2022 y 2023. En nuestra región, Panamá creció un 6 % y Costa Rica un 4.6 %, mientras que economías africanas como Ruanda (5.9 %) están avanzando a paso firme gracias a reformas estructurales y apertura a la inversión. ¿Quién hubiera imaginado hace una década que Ruanda crecería más rápido que Guatemala?
¿Cuál es el factor común?
En muchos de estos casos, la clave ha sido una amplia desregulación, libertad económica y un entorno favorable para los negocios. Esto ha hecho que la inversión extranjera fluya con fuerza. Singapur, por ejemplo, recibió en 2023 inversión extranjera equivalente al 34.9 % de su PIB, es decir, más de una tercera parte de su economía. Estonia recibió un sólido 12.9 %, consolidándose como un país altamente atractivo para los negocios.
El contraste con Guatemala es abismal. Mientras Singapur, Estonia y otros países han apostado por integrarse al mundo, Guatemala sigue atrapada en regulaciones innecesarias y políticas erráticas. Apenas el 1.5 % del PIB del país provino de inversión extranjera en 2023, colocándonos en la posición 97 del mundo. Y nuevamente, nuestros vecinos lo están haciendo mucho mejor: Panamá (2.8 %), República Dominicana (3.9 %) y Costa Rica (5.4 %) están atrayendo mucho más capital y creciendo más rápido.
Y si queremos entender qué significa realmente atraer inversión, basta con mirar a Namibia. En 2021, este país africano recibió el 6.7 % del PIB en inversión extranjera. Al año siguiente, aumentó a 8.4 % y en 2023, alcanzó un impresionante 18.6 %. Es decir, en solo tres años, Namibia recibió la misma proporción de inversión extranjera que Guatemala en los últimos 16.
Es inaceptable que Guatemala siga estancada, mientras otros países, como Ruanda y Namibia, que antes ni siquiera figuraban en la discusión sobre competitividad global, hoy son ejemplos de crecimiento y atracción de capitales.
¿Por qué nadie quiere invertir en Guatemala?
Las razones son claras. Guatemala arrastra marcos regulatorios hostiles, incertidumbre jurídica y un historial de corrupción en los grandes negocios. Los casos de Celgusa, Ferrovías, la Terminal de Contenedores Quetzal, Perenco o SabiaPharma han dejado una mancha en nuestra reputación. Las reglas del juego cambian constantemente de un gobierno a otro, las condiciones legales se modifican sin aviso y las protecciones obtenidas en una administración pueden desmoronarse con la siguiente. ¿Quién querría invertir en un país donde el futuro de su empresa depende del humor político del momento?
Para atraer inversión y generar oportunidades, necesitamos un diseño fiscal atractivo, regulaciones más ágiles, menos burocracia, mejores servicios públicos y una mayor eficiencia en el sector público y privado.
Los inversionistas pueden elegir entre más de 200 países en el mundo para colocar su capital. En esa feroz competencia, Guatemala ni siquiera es considerada. Mientras aquí se demoniza a los empresarios y se complica cada vez más la actividad productiva, en el resto del mundo los gobiernos facilitan la inversión.
Guatemala ni siquiera está en el mapa
Aquí es donde surge mi mayor preocupación. Si un inversionista busca información sobre dónde colocar su dinero, una de sus principales referencias será el Banco Mundial. Hasta 2020, esta institución publicaba el informe Doing Business, en el que Guatemala ocupaba la posición 97. No era un gran puesto, pero al menos estábamos presentes.
En 2024, el Banco Mundial lanzó Business Ready, el nuevo estándar para evaluar qué países están listos para hacer negocios con el mundo. Guatemala ni siquiera fue incluida en la lista inicial de 50 países evaluados. Entre los mejor posicionados figuran Singapur, Estonia, Georgia y Ruanda, países que han apostado por desregular sus economías, mejorar la eficiencia gubernamental y atraer inversión.
Y la mala noticia no termina ahí. No solo quedamos fuera en 2024, sino que tampoco estamos en la ampliación de 58 países para 2025. Mientras El Salvador y Costa Rica sí aparecen en la primera lista, Panamá y República Dominicana serán evaluados en la segunda. Guatemala tendrá que esperar hasta 2026 —si es que nos incluyen—, lo cual no está garantizado.
La exclusión de Guatemala en el Business Ready del Banco Mundial no es solo un dato técnico. Es una advertencia de que nuestro país está perdiendo visibilidad en el mapa global de negocios. No figurar en estos rankings durante al menos dos o tres años significa que los inversionistas ni siquiera voltearán a vernos. Mientras tanto, nuestros pares regionales seguirán avanzando, captando inversión, generando empleo y mejorando su calidad de vida.
Es momento de actuar para cambiar el rumbo. Guatemala no puede permitirse seguir perdiendo oportunidades mientras el mundo avanza. No estar en el Business Ready no es un accidente ni un descuido, es el resultado directo de la falta de visión y las políticas económicas obsoletas que han frenado nuestro potencial durante años.
Ha llegado la hora de exigir un cambio real. ¿Estamos dispuestos a seguir rezagados o vamos a reclamar nuestro lugar en el escenario global? Para atraer inversión y generar oportunidades, necesitamos un diseño fiscal atractivo, regulaciones más ágiles, menos burocracia, mejores servicios públicos y una mayor eficiencia en el sector público y privado.
El futuro no espera. Nuestros hijos tampoco. Pongamos a Guatemala en el mapa.
PhD. Ramiro Bolaños
Competitividad en jaque: ¿Por qué Guatemala no está en el Business Ready del Banco Mundial?
A lo largo de varias columnas, he insistido en la urgencia de un cambio radical para Guatemala. Mientras el gobierno y algunos medios celebran que el país mantiene una tendencia de crecimiento macroeconómico o que las remesas aumentaron en enero —pese a la dramática caída en diciembre— la realidad es menos alentadora. Si medimos el crecimiento per cápita en 2023, Guatemala apenas alcanzó el 1.9 %, ubicándose en la posición 104 a nivel mundial en velocidad de crecimiento económico por persona, según el Banco Mundial.
Mientras tanto, nuestros vecinos crecen a pasos más acelerados. Nicaragua (3.1 %) y El Salvador (3.0 %) se posicionaron en los puestos 72 y 73, respectivamente. A simple vista, un 1 % de diferencia podría parecer insignificante, pero en términos de velocidad de crecimiento, hace una enorme diferencia. A mayor velocidad de crecimiento, mayor es la proporción del excedente económico que llega a los sectores más pobres y necesitados. Por eso he sostenido que el problema de Guatemala no es de pobreza, sino de riqueza.
Pero no solo nuestros vecinos están creciendo más rápido. Si miramos el panorama global, encontramos casos sorprendentes. Georgia (7.7 %) y Armenia (7.5 %) han logrado crecimientos impresionantes entre 2022 y 2023. En nuestra región, Panamá creció un 6 % y Costa Rica un 4.6 %, mientras que economías africanas como Ruanda (5.9 %) están avanzando a paso firme gracias a reformas estructurales y apertura a la inversión. ¿Quién hubiera imaginado hace una década que Ruanda crecería más rápido que Guatemala?
¿Cuál es el factor común?
En muchos de estos casos, la clave ha sido una amplia desregulación, libertad económica y un entorno favorable para los negocios. Esto ha hecho que la inversión extranjera fluya con fuerza. Singapur, por ejemplo, recibió en 2023 inversión extranjera equivalente al 34.9 % de su PIB, es decir, más de una tercera parte de su economía. Estonia recibió un sólido 12.9 %, consolidándose como un país altamente atractivo para los negocios.
El contraste con Guatemala es abismal. Mientras Singapur, Estonia y otros países han apostado por integrarse al mundo, Guatemala sigue atrapada en regulaciones innecesarias y políticas erráticas. Apenas el 1.5 % del PIB del país provino de inversión extranjera en 2023, colocándonos en la posición 97 del mundo. Y nuevamente, nuestros vecinos lo están haciendo mucho mejor: Panamá (2.8 %), República Dominicana (3.9 %) y Costa Rica (5.4 %) están atrayendo mucho más capital y creciendo más rápido.
Y si queremos entender qué significa realmente atraer inversión, basta con mirar a Namibia. En 2021, este país africano recibió el 6.7 % del PIB en inversión extranjera. Al año siguiente, aumentó a 8.4 % y en 2023, alcanzó un impresionante 18.6 %. Es decir, en solo tres años, Namibia recibió la misma proporción de inversión extranjera que Guatemala en los últimos 16.
Es inaceptable que Guatemala siga estancada, mientras otros países, como Ruanda y Namibia, que antes ni siquiera figuraban en la discusión sobre competitividad global, hoy son ejemplos de crecimiento y atracción de capitales.
¿Por qué nadie quiere invertir en Guatemala?
Las razones son claras. Guatemala arrastra marcos regulatorios hostiles, incertidumbre jurídica y un historial de corrupción en los grandes negocios. Los casos de Celgusa, Ferrovías, la Terminal de Contenedores Quetzal, Perenco o SabiaPharma han dejado una mancha en nuestra reputación. Las reglas del juego cambian constantemente de un gobierno a otro, las condiciones legales se modifican sin aviso y las protecciones obtenidas en una administración pueden desmoronarse con la siguiente. ¿Quién querría invertir en un país donde el futuro de su empresa depende del humor político del momento?
Para atraer inversión y generar oportunidades, necesitamos un diseño fiscal atractivo, regulaciones más ágiles, menos burocracia, mejores servicios públicos y una mayor eficiencia en el sector público y privado.
Los inversionistas pueden elegir entre más de 200 países en el mundo para colocar su capital. En esa feroz competencia, Guatemala ni siquiera es considerada. Mientras aquí se demoniza a los empresarios y se complica cada vez más la actividad productiva, en el resto del mundo los gobiernos facilitan la inversión.
Guatemala ni siquiera está en el mapa
Aquí es donde surge mi mayor preocupación. Si un inversionista busca información sobre dónde colocar su dinero, una de sus principales referencias será el Banco Mundial. Hasta 2020, esta institución publicaba el informe Doing Business, en el que Guatemala ocupaba la posición 97. No era un gran puesto, pero al menos estábamos presentes.
En 2024, el Banco Mundial lanzó Business Ready, el nuevo estándar para evaluar qué países están listos para hacer negocios con el mundo. Guatemala ni siquiera fue incluida en la lista inicial de 50 países evaluados. Entre los mejor posicionados figuran Singapur, Estonia, Georgia y Ruanda, países que han apostado por desregular sus economías, mejorar la eficiencia gubernamental y atraer inversión.
Y la mala noticia no termina ahí. No solo quedamos fuera en 2024, sino que tampoco estamos en la ampliación de 58 países para 2025. Mientras El Salvador y Costa Rica sí aparecen en la primera lista, Panamá y República Dominicana serán evaluados en la segunda. Guatemala tendrá que esperar hasta 2026 —si es que nos incluyen—, lo cual no está garantizado.
La exclusión de Guatemala en el Business Ready del Banco Mundial no es solo un dato técnico. Es una advertencia de que nuestro país está perdiendo visibilidad en el mapa global de negocios. No figurar en estos rankings durante al menos dos o tres años significa que los inversionistas ni siquiera voltearán a vernos. Mientras tanto, nuestros pares regionales seguirán avanzando, captando inversión, generando empleo y mejorando su calidad de vida.
Es momento de actuar para cambiar el rumbo. Guatemala no puede permitirse seguir perdiendo oportunidades mientras el mundo avanza. No estar en el Business Ready no es un accidente ni un descuido, es el resultado directo de la falta de visión y las políticas económicas obsoletas que han frenado nuestro potencial durante años.
Ha llegado la hora de exigir un cambio real. ¿Estamos dispuestos a seguir rezagados o vamos a reclamar nuestro lugar en el escenario global? Para atraer inversión y generar oportunidades, necesitamos un diseño fiscal atractivo, regulaciones más ágiles, menos burocracia, mejores servicios públicos y una mayor eficiencia en el sector público y privado.
El futuro no espera. Nuestros hijos tampoco. Pongamos a Guatemala en el mapa.
PhD. Ramiro Bolaños