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Cicerón y su legado. Mártir de la libertad, inspiración para los defensores de la república libertaria

Ilustración por Gabo® / República
Dr. Ramiro Bolaños |
13 de enero, 2025

En Guatemala, a pesar de nuestras dificultades, gozamos de libertades que en otros países son privilegios o incluso sueños inalcanzables. ¿Qué significa poder opinar sin temor, emprender sin el control absoluto del Estado o profesar cualquier religión sin persecución? Estas libertades, que a veces damos por sentadas, son el fruto de generaciones que han luchado por defender la esencia de la república. Hace unas décadas, estas libertades eran impensables. Hoy, vivimos una realidad distinta, pero no debemos olvidar que estas libertades no son eternas ni invulnerables.

Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.) fue uno de los más grandes defensores de la república romana. Nacido en una familia plebeya, su talento lo llevó a destacar como abogado, filósofo y político. Durante su consulado desmanteló la conspiración de Catilina, un intento de golpe que amenazaba con destruir la república. Cicerón no solo era un hombre de acción, sino también un pensador profundo. En obras como De Re Publica y De Legibus, articuló una visión de la república basada en la virtud, el imperio de la ley y los pesos y contrapesos. Sostenía que el poder debía limitarse para garantizar la libertad de los ciudadanos.

Tras el asesinato de Julio César, Cicerón se convirtió en el enemigo principal de Marco Antonio, a quien consideraba una amenaza para la república. En sus Filípicas, denunció los abusos de Marco Antonio con una oratoria tan poderosa como peligrosa. El precio de su resistencia fue su vida. En el año 43 a. C., incluido en la lista de proscripción del Segundo Triunvirato, Cicerón fue capturado mientras intentaba huir. Fue ejecutado, y como escarmiento, su cabeza y su mano derecha fueron clavadas en el Foro Romano. Este gesto brutal lo convirtió en un símbolo eterno de la lucha por la libertad.

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Al reflexionar sobre la vida de Cicerón, surge una pregunta inevitable: ¿Cuánto estamos dispuestos a arriesgar por defender nuestras libertades?

Líderes como Isabel Díaz Ayuso en España, quien defiende la libertad económica y personal, reflejan la importancia de mantener un equilibrio de poderes, tal como lo proponía Cicerón en su concepto de una «constitución mixta» que combine monarquía, aristocracia y democracia para lograr estabilidad.

También en España, Cayetana Álvarez de Toledo es una voz poderosa en la defensa de la libertad de expresión y el debate abierto. Desde el Parlamento y los medios, ha denunciado las amenazas del populismo y los nacionalismos que fragmentan la cohesión social. Como Cicerón, Cayetana utiliza su elocuencia para oponerse al autoritarismo, destacando la importancia de «trabajar juntos los distintos, libres e iguales» en defensa de la república.

En Italia, Giorgia Meloni ha demostrado que es posible liderar un gobierno basado en la soberanía nacional y la defensa de las libertades individuales. Su administración equilibra la tradición con la innovación, impulsando políticas que priorizan el bienestar ciudadano y combaten el intervencionismo. Como Cicerón, Meloni busca preservar los valores fundamentales de su nación mientras enfrenta los desafíos del presente.

En Venezuela, María Corina Machado encarna la resistencia frente a un régimen que ha destruido la economía y pisoteado las libertades civiles. Desde la clandestinidad, sigue liderando una oposición que busca devolverles a los venezolanos la posibilidad de vivir en libertad. Su lucha recuerda el sacrificio de Cicerón, enfrentándose a un poder tiránico con la convicción de que la libertad vale cualquier riesgo.

La libertad exige más que palabras. Exige acción, coraje y el compromiso de enfrentar la tiranía, venga de donde venga. Si la damos por sentada, no habrá legado, mártir ni idea que la salve.

 

Hoy, mujeres fuertes como Cayetana Álvarez de Toledo, Isabel Díaz Ayuso, Giorgia Meloni o María Corina Machado lideran la defensa de la libertad y los derechos del individuo en el mundo. Pero no son solo ellas. También hay hombres que están dejando su marca en defensa de la república libertaria, como lo hizo Cicerón en su tiempo.

En Argentina, Javier Milei lidera una revolución libertaria en un país asfixiado por décadas de estatismo y corrupción. Su gobierno ha puesto sobre la mesa ideas radicales como la eliminación de ministerios innecesarios y la eliminación del déficit, todo en defensa de la libertad individual, la empresa y la propiedad privada. Su postura desafía estructuras arraigadas, y su mensaje, al igual que Cicerón, pone al ciudadano en el centro del sistema, alejando al Estado del control absoluto.

En Canadá, Jordan Peterson ha emergido como un defensor destacado de las libertades individuales frente a políticas autoritarias bajo el gobierno de Justin Trudeau. Su oposición a leyes que imponen el uso obligatorio de pronombres ha iniciado un debate global sobre los límites de la intervención estatal. Como Cicerón, Peterson argumenta que la libertad no solo reside en la ausencia de coerción física, sino también en la autonomía de pensamiento y expresión.

La libertad que disfrutamos en Guatemala no es un regalo; es un legado construido con sangre, ideas y sacrificios. Es el eco de miles de voces que, como la de Cicerón, eligieron enfrentar el poder absoluto en lugar de rendirse al silencio. Pero la libertad nunca está garantizada. Siempre hay quienes buscan arrebatárnosla, disfrazando su ambición de autoridad en promesas de seguridad o igualdad.

Cicerón lo entendió, y por ello eligió el riesgo, la resistencia y, finalmente, el martirio. Su cabeza y su mano, clavadas en el Foro Romano, no fueron el final de su lucha, sino el comienzo de su inmortalidad como símbolo de la libertad. ¿Podremos nosotros, ante los desafíos de nuestro tiempo, estar a la altura de su sacrificio?

Hoy, la responsabilidad de defender esta libertad recae sobre nosotros. No podemos mirar hacia otro lado ni esperar que otros luchen nuestras batallas. Como dijo Cicerón: «El bien supremo de la república es la libertad; todo aquel que se atreva a atentar contra ella debe ser resistido sin tregua, sin descanso, sin miedo».

La libertad exige más que palabras. Exige acción, coraje y el compromiso de enfrentar la tiranía, venga de donde venga. Si la damos por sentada, no habrá legado, mártir ni idea que la salve.

¿Estamos dispuestos a ser los guardianes de esta libertad, como lo fue Cicerón? La historia nos da la respuesta: la libertad no se regala, la libertad se defiende con valentía, hasta el último aliento.

PhD. Ramiro Bolaños

Cicerón y su legado. Mártir de la libertad, inspiración para los defensores de la república libertaria

Dr. Ramiro Bolaños |
13 de enero, 2025
Ilustración por Gabo® / República

En Guatemala, a pesar de nuestras dificultades, gozamos de libertades que en otros países son privilegios o incluso sueños inalcanzables. ¿Qué significa poder opinar sin temor, emprender sin el control absoluto del Estado o profesar cualquier religión sin persecución? Estas libertades, que a veces damos por sentadas, son el fruto de generaciones que han luchado por defender la esencia de la república. Hace unas décadas, estas libertades eran impensables. Hoy, vivimos una realidad distinta, pero no debemos olvidar que estas libertades no son eternas ni invulnerables.

Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.) fue uno de los más grandes defensores de la república romana. Nacido en una familia plebeya, su talento lo llevó a destacar como abogado, filósofo y político. Durante su consulado desmanteló la conspiración de Catilina, un intento de golpe que amenazaba con destruir la república. Cicerón no solo era un hombre de acción, sino también un pensador profundo. En obras como De Re Publica y De Legibus, articuló una visión de la república basada en la virtud, el imperio de la ley y los pesos y contrapesos. Sostenía que el poder debía limitarse para garantizar la libertad de los ciudadanos.

Tras el asesinato de Julio César, Cicerón se convirtió en el enemigo principal de Marco Antonio, a quien consideraba una amenaza para la república. En sus Filípicas, denunció los abusos de Marco Antonio con una oratoria tan poderosa como peligrosa. El precio de su resistencia fue su vida. En el año 43 a. C., incluido en la lista de proscripción del Segundo Triunvirato, Cicerón fue capturado mientras intentaba huir. Fue ejecutado, y como escarmiento, su cabeza y su mano derecha fueron clavadas en el Foro Romano. Este gesto brutal lo convirtió en un símbolo eterno de la lucha por la libertad.

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Al reflexionar sobre la vida de Cicerón, surge una pregunta inevitable: ¿Cuánto estamos dispuestos a arriesgar por defender nuestras libertades?

Líderes como Isabel Díaz Ayuso en España, quien defiende la libertad económica y personal, reflejan la importancia de mantener un equilibrio de poderes, tal como lo proponía Cicerón en su concepto de una «constitución mixta» que combine monarquía, aristocracia y democracia para lograr estabilidad.

También en España, Cayetana Álvarez de Toledo es una voz poderosa en la defensa de la libertad de expresión y el debate abierto. Desde el Parlamento y los medios, ha denunciado las amenazas del populismo y los nacionalismos que fragmentan la cohesión social. Como Cicerón, Cayetana utiliza su elocuencia para oponerse al autoritarismo, destacando la importancia de «trabajar juntos los distintos, libres e iguales» en defensa de la república.

En Italia, Giorgia Meloni ha demostrado que es posible liderar un gobierno basado en la soberanía nacional y la defensa de las libertades individuales. Su administración equilibra la tradición con la innovación, impulsando políticas que priorizan el bienestar ciudadano y combaten el intervencionismo. Como Cicerón, Meloni busca preservar los valores fundamentales de su nación mientras enfrenta los desafíos del presente.

En Venezuela, María Corina Machado encarna la resistencia frente a un régimen que ha destruido la economía y pisoteado las libertades civiles. Desde la clandestinidad, sigue liderando una oposición que busca devolverles a los venezolanos la posibilidad de vivir en libertad. Su lucha recuerda el sacrificio de Cicerón, enfrentándose a un poder tiránico con la convicción de que la libertad vale cualquier riesgo.

La libertad exige más que palabras. Exige acción, coraje y el compromiso de enfrentar la tiranía, venga de donde venga. Si la damos por sentada, no habrá legado, mártir ni idea que la salve.

 

Hoy, mujeres fuertes como Cayetana Álvarez de Toledo, Isabel Díaz Ayuso, Giorgia Meloni o María Corina Machado lideran la defensa de la libertad y los derechos del individuo en el mundo. Pero no son solo ellas. También hay hombres que están dejando su marca en defensa de la república libertaria, como lo hizo Cicerón en su tiempo.

En Argentina, Javier Milei lidera una revolución libertaria en un país asfixiado por décadas de estatismo y corrupción. Su gobierno ha puesto sobre la mesa ideas radicales como la eliminación de ministerios innecesarios y la eliminación del déficit, todo en defensa de la libertad individual, la empresa y la propiedad privada. Su postura desafía estructuras arraigadas, y su mensaje, al igual que Cicerón, pone al ciudadano en el centro del sistema, alejando al Estado del control absoluto.

En Canadá, Jordan Peterson ha emergido como un defensor destacado de las libertades individuales frente a políticas autoritarias bajo el gobierno de Justin Trudeau. Su oposición a leyes que imponen el uso obligatorio de pronombres ha iniciado un debate global sobre los límites de la intervención estatal. Como Cicerón, Peterson argumenta que la libertad no solo reside en la ausencia de coerción física, sino también en la autonomía de pensamiento y expresión.

La libertad que disfrutamos en Guatemala no es un regalo; es un legado construido con sangre, ideas y sacrificios. Es el eco de miles de voces que, como la de Cicerón, eligieron enfrentar el poder absoluto en lugar de rendirse al silencio. Pero la libertad nunca está garantizada. Siempre hay quienes buscan arrebatárnosla, disfrazando su ambición de autoridad en promesas de seguridad o igualdad.

Cicerón lo entendió, y por ello eligió el riesgo, la resistencia y, finalmente, el martirio. Su cabeza y su mano, clavadas en el Foro Romano, no fueron el final de su lucha, sino el comienzo de su inmortalidad como símbolo de la libertad. ¿Podremos nosotros, ante los desafíos de nuestro tiempo, estar a la altura de su sacrificio?

Hoy, la responsabilidad de defender esta libertad recae sobre nosotros. No podemos mirar hacia otro lado ni esperar que otros luchen nuestras batallas. Como dijo Cicerón: «El bien supremo de la república es la libertad; todo aquel que se atreva a atentar contra ella debe ser resistido sin tregua, sin descanso, sin miedo».

La libertad exige más que palabras. Exige acción, coraje y el compromiso de enfrentar la tiranía, venga de donde venga. Si la damos por sentada, no habrá legado, mártir ni idea que la salve.

¿Estamos dispuestos a ser los guardianes de esta libertad, como lo fue Cicerón? La historia nos da la respuesta: la libertad no se regala, la libertad se defiende con valentía, hasta el último aliento.

PhD. Ramiro Bolaños

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