Política
Política
Empresa
Empresa
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial
Videos
Videos

Calcetines para Navidad

Si tu abuela te da de comer un plato, aun después de haber comido a saciedad, ¿por qué te lo comerías? Únicamente, por amor.

.
Reynaldo Rodríguez |
28 de febrero, 2025

Es común creer que aquellos que propugnan el mantenimiento de las tradiciones lo hacen por una reticencia al futuro. Existe un común entendimiento sobre el devenir del después. El futuro siempre nos depara algo mejor: el Sol de mañana brillará más fervientemente que el de hoy. La Tradición es un grillete, manteniéndonos en la oscuridad del ayer, tapándonos los ojos a la luz del Progreso. La Tradición no es más que un puñado de cenizas, cada día filtrándose más y más entre los dedos.

Hay quienes creen que la Tradición es necesaria únicamente por su valor utilitario. La Tradición nos mantiene en un camino conocido con una brújula que, aunque erre, nos ha llevado hasta donde estamos. Ahora bien, retener la Tradición por esa razón tampoco es correcto.

Si tu abuela te da de comer un plato, aun después de haber comido a saciedad, ¿por qué te lo comerías? Únicamente, por amor.

SUSCRÍBASE A NUESTRO NEWSLETTER

La Tradición se recibe de la misma manera. Recibimos una tradición en el lenguaje, en las formas de vestir, en las canciones que escuchamos y las mores que practicamos. Es probable que, por ejemplo, tengamos en nuestros hogares prácticas como la sobremesa. Probablemente, estudiar es un uso del tiempo más “eficiente” que sentarse a conversar. Sin embargo, pensar sobre la eficiencia o la optimización es pensar inadecuadamente sobre la Tradición.

Olvidar la Tradición nos ha hecho infelices. Nos hemos rodeado de olvido, pues se nos ha olvidado que todo lo nuevo siempre es viejo: el Cristo de Dalí ya ha sido dibujado miles de veces, él solo lo dibujó de nuevo.

La sobremesa es una práctica que se ha hecho para saber amarse: te ha sido regalada. Es como el par de calcetines que se regalan en Navidad, un regalo que no nos gusta particularmente, pero ha nacido del corazón. Caminamos en ellos no por su comodidad ni estilo, pero por amor a lo que se nos ha dado.

Olvidar la Tradición nos ha hecho infelices. Nos hemos rodeado de olvido, pues se nos ha olvidado que todo lo nuevo siempre es viejo: el Cristo de Dalí ya ha sido dibujado miles de veces, él solo lo dibujó de nuevo. La Modernidad nos ha vendido el desprecio a la Tradición por ser un ancla, un yugo para bueyes y salvajes, no para hombres libres y pensantes. ¡Terrible la obsesión en pensar que todo lo que nazca de la razón hará el jardín siempre más verde!

Sabato lo decía, criticando a Le Corbusier y el vaciado esencial de lo moderno, vivimos en junglas de concreto, en Torres de Babel, sin forma, con ideologías que hablan sobre las cosas más grandes y nobles. No hablamos el lenguaje de nuestros padres y no seguimos las costumbres que se nos han dado.  Las cosas más bellas de la vida se han escapado de nuestras manos. La forma sigue a la función y, no obstante, ¿dónde están las formas en esta vida? ¿Acaso sabemos hacer un tamal con la habilidad de nuestras manos? ¿Por qué vivimos en lugares fríos y amorfos? ¿Por qué ver nacer a nuestros perros solo es posible en los libros y no en el seno de Hestia? ¿Dónde se ha ido la belleza en este mundo?

Sí. Nos han dado calcetines para Navidad. Entonces, ¿por qué andamos descalzos? Hemos muerto al amor.

Calcetines para Navidad

Si tu abuela te da de comer un plato, aun después de haber comido a saciedad, ¿por qué te lo comerías? Únicamente, por amor.

Reynaldo Rodríguez |
28 de febrero, 2025
.

Es común creer que aquellos que propugnan el mantenimiento de las tradiciones lo hacen por una reticencia al futuro. Existe un común entendimiento sobre el devenir del después. El futuro siempre nos depara algo mejor: el Sol de mañana brillará más fervientemente que el de hoy. La Tradición es un grillete, manteniéndonos en la oscuridad del ayer, tapándonos los ojos a la luz del Progreso. La Tradición no es más que un puñado de cenizas, cada día filtrándose más y más entre los dedos.

Hay quienes creen que la Tradición es necesaria únicamente por su valor utilitario. La Tradición nos mantiene en un camino conocido con una brújula que, aunque erre, nos ha llevado hasta donde estamos. Ahora bien, retener la Tradición por esa razón tampoco es correcto.

Si tu abuela te da de comer un plato, aun después de haber comido a saciedad, ¿por qué te lo comerías? Únicamente, por amor.

SUSCRÍBASE A NUESTRO NEWSLETTER

La Tradición se recibe de la misma manera. Recibimos una tradición en el lenguaje, en las formas de vestir, en las canciones que escuchamos y las mores que practicamos. Es probable que, por ejemplo, tengamos en nuestros hogares prácticas como la sobremesa. Probablemente, estudiar es un uso del tiempo más “eficiente” que sentarse a conversar. Sin embargo, pensar sobre la eficiencia o la optimización es pensar inadecuadamente sobre la Tradición.

Olvidar la Tradición nos ha hecho infelices. Nos hemos rodeado de olvido, pues se nos ha olvidado que todo lo nuevo siempre es viejo: el Cristo de Dalí ya ha sido dibujado miles de veces, él solo lo dibujó de nuevo.

La sobremesa es una práctica que se ha hecho para saber amarse: te ha sido regalada. Es como el par de calcetines que se regalan en Navidad, un regalo que no nos gusta particularmente, pero ha nacido del corazón. Caminamos en ellos no por su comodidad ni estilo, pero por amor a lo que se nos ha dado.

Olvidar la Tradición nos ha hecho infelices. Nos hemos rodeado de olvido, pues se nos ha olvidado que todo lo nuevo siempre es viejo: el Cristo de Dalí ya ha sido dibujado miles de veces, él solo lo dibujó de nuevo. La Modernidad nos ha vendido el desprecio a la Tradición por ser un ancla, un yugo para bueyes y salvajes, no para hombres libres y pensantes. ¡Terrible la obsesión en pensar que todo lo que nazca de la razón hará el jardín siempre más verde!

Sabato lo decía, criticando a Le Corbusier y el vaciado esencial de lo moderno, vivimos en junglas de concreto, en Torres de Babel, sin forma, con ideologías que hablan sobre las cosas más grandes y nobles. No hablamos el lenguaje de nuestros padres y no seguimos las costumbres que se nos han dado.  Las cosas más bellas de la vida se han escapado de nuestras manos. La forma sigue a la función y, no obstante, ¿dónde están las formas en esta vida? ¿Acaso sabemos hacer un tamal con la habilidad de nuestras manos? ¿Por qué vivimos en lugares fríos y amorfos? ¿Por qué ver nacer a nuestros perros solo es posible en los libros y no en el seno de Hestia? ¿Dónde se ha ido la belleza en este mundo?

Sí. Nos han dado calcetines para Navidad. Entonces, ¿por qué andamos descalzos? Hemos muerto al amor.

¿Quiere recibir notificaciones de alertas?