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Arquitectura: la forma sigue el propósito

.
Warren Orbaugh |
16 de febrero, 2025

La arquitectura es el arte Eikónico tetra dimensional que utiliza la edificación o tectónica como medio de expresión. El arte Eikónico es la excelencia en la técnica de producir imágenes miméticas sensibles, bellas, con sentido, aplicando con lógica y maestría el respectivo conocimiento teórico.

La arquitectura pretende hacer visible los principios universales de la existencia, traducir y proyectar la imagen de nuestras funciones y acciones humanas a un lenguaje tectónico, es decir transcribirlos en términos de la disposición de los elementos constructivos en la estructura de un edificio.

Uno de estos principios es que en la realidad todo lo que existe es algo específico con características y atributos específicos. Toda entidad es identidad. Toda identidad tiene una estructura que la hace ser lo que es. Esta estructura es tan inherente a la identidad que si cambia la estructura cambia la identidad.

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Pitágoras fue el primero en describir el universo visible como un sistema estructurado, llamándolo cosmos. Los pitagóricos creían que todo lo existente podía reducirse a proporciones matemáticas armónicas, ya que el número (arithmos) es el principio (arche) de todas las cosas.

Aristocles Podros, conocido como Platón, en su teoría de las Formas (eide), sostiene que estas no existen en ningún lugar específico, sino que representan configuraciones posibles del espacio. El universo visible (kosmos aisthetos) es una imagen (eikon) que refleja una configuración particular o forma del universo inteligible (kósmos noetos).

La estructura de un ente, su cosmos o configuración natural, define su identidad y determina sus capacidades. Esta estructura establece su potencial (dynamis), a través de su límite (péras), como el principio último de su realidad ontológica, que se actualiza en la acción. Por ejemplo, si se introduce una barra de hierro en el agua, esta se hundirá debido a las propiedades inherentes a su naturaleza. Si se coloca un trozo de madera en el agua, este flotará, conforme a sus características naturales. Al arrojar una persona al agua, esta puede decidir entre flotar o sumergirse y nadar o bucear, ya que su naturaleza es la de un ser volitivo.

Este “microcosmos” artificial, conformado según nuestros valores, constituye un escenario que le permite al hombre vivir por un tiempo en un mundo extraordinario, ideal, humanizado, lleno de significado.

La idea de que la capacidad de una cosa para realizar algo está determinada por su configuración natural o cosmos, y que funciona por necesidad (ananke), es decir, sin diseño inteligente (techne), lleva al ser humano a imitar esa relación de estructura y potencial. Sin embargo, lo hace de manera inversa, comenzando con el propósito deseado para determinar la forma adecuada. Si la configuración natural es cosmos, la configuración artificial es orden (taxis). El orden es el arreglo o disposición o configuración sistemática de componentes de acuerdo con un propósito que sirve de principio generador. La forma arquitectónica, en este caso, es el orden que la configura hecho visible. Al igual que el cosmos, el orden es tan consustancial a la identidad del edificio, que, si cambia el orden, cambia la identidad. Por eso Louis Kahn, el famoso arquitecto de Filadelfia, cuando le preguntaban qué es orden, respondía simplemente: orden es.

Un edificio que ilustra los principios universales de la existencia o cosmos mediante un orden tectónico es la Galería Nacional de Berlín, diseñada por el arquitecto alemán Mies van der Rohe. Comienza con el tipo esencial que define la identidad del edificio por su esencia, la cual revela su propósito y actividad. El tipo de edificio es una abstracción, el concepto de un orden formal, un principio lógico cuya esencia cumple el propósito de una determinada acción humana, expresada en forma de ideograma. El edificio concreto se genera a partir del tipo, que en esta ocasión es el tipo tholos, el cual implica la acción de marcar un punto para resguardar algo valioso, en este caso, obras de arte. Se materializa en una planta cuadrada organizada según una retícula tripartita de cuadrado y cruz, dividida en nueve segmentos, identificados como A B A en los bordes verticales y horizontales, y como C el cuadrado central. Esta matriz enfatiza el principio identificado por Aristóteles de que todo cuanto existe tiene bordes y una parte media. Su configuración proporcional es de cuatro cuadrados A de cinco por cinco módulos en las cuatro esquinas de la matriz; cuatro rectángulos áureos B de cinco por ocho módulos flanqueados por los cuadrados A, y un cuadrado central C de ocho por ocho módulos.

El principio de tripartición se manifiesta también en elevación por una base con estilobato, un cuerpo medio compuesto por los pilares cruciformes, y un remate con la cubierta. La proporción del pilar es de ocho diámetros de altura. El jambaje de las ventanas, cuyo ancho corresponde al módulo del artesonado de la cubierta, está dividido en tres rectángulos de sección áurea. Uno mayor de cinco diámetros de pilar de altura y dos menores que le sirven de base de tres diámetros de altura. La división de los dinteles entre jambas es la relación tres, cinco, ocho, o sea, áurea. En elevación, el edificio tiene la proporción de un rectángulo compuesto de un cuadrado de tres por tres módulos y un rectángulo áureo de tres por cinco módulos, flanqueado por dos rectángulos áureos de tres por cinco módulos. El piso de la base está dividido en losetas de medio módulo, haciendo coincidir sus juntas con las jambas del ventanaje y los centros de los pilares.

El edificio es una representación mimética del cosmos. Como un “microcosmos” que revela su identidad y propósito, está estructurado de manera que su orden es perfecto. No admite alteraciones; cualquier adición o sustracción deterioraría su armonía. Este “microcosmos” artificial, conformado según nuestros valores, constituye un escenario que le permite al hombre vivir por un tiempo en un mundo extraordinario, ideal, humanizado, lleno de significado.

Arquitectura: la forma sigue el propósito

Warren Orbaugh |
16 de febrero, 2025
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La arquitectura es el arte Eikónico tetra dimensional que utiliza la edificación o tectónica como medio de expresión. El arte Eikónico es la excelencia en la técnica de producir imágenes miméticas sensibles, bellas, con sentido, aplicando con lógica y maestría el respectivo conocimiento teórico.

La arquitectura pretende hacer visible los principios universales de la existencia, traducir y proyectar la imagen de nuestras funciones y acciones humanas a un lenguaje tectónico, es decir transcribirlos en términos de la disposición de los elementos constructivos en la estructura de un edificio.

Uno de estos principios es que en la realidad todo lo que existe es algo específico con características y atributos específicos. Toda entidad es identidad. Toda identidad tiene una estructura que la hace ser lo que es. Esta estructura es tan inherente a la identidad que si cambia la estructura cambia la identidad.

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Pitágoras fue el primero en describir el universo visible como un sistema estructurado, llamándolo cosmos. Los pitagóricos creían que todo lo existente podía reducirse a proporciones matemáticas armónicas, ya que el número (arithmos) es el principio (arche) de todas las cosas.

Aristocles Podros, conocido como Platón, en su teoría de las Formas (eide), sostiene que estas no existen en ningún lugar específico, sino que representan configuraciones posibles del espacio. El universo visible (kosmos aisthetos) es una imagen (eikon) que refleja una configuración particular o forma del universo inteligible (kósmos noetos).

La estructura de un ente, su cosmos o configuración natural, define su identidad y determina sus capacidades. Esta estructura establece su potencial (dynamis), a través de su límite (péras), como el principio último de su realidad ontológica, que se actualiza en la acción. Por ejemplo, si se introduce una barra de hierro en el agua, esta se hundirá debido a las propiedades inherentes a su naturaleza. Si se coloca un trozo de madera en el agua, este flotará, conforme a sus características naturales. Al arrojar una persona al agua, esta puede decidir entre flotar o sumergirse y nadar o bucear, ya que su naturaleza es la de un ser volitivo.

Este “microcosmos” artificial, conformado según nuestros valores, constituye un escenario que le permite al hombre vivir por un tiempo en un mundo extraordinario, ideal, humanizado, lleno de significado.

La idea de que la capacidad de una cosa para realizar algo está determinada por su configuración natural o cosmos, y que funciona por necesidad (ananke), es decir, sin diseño inteligente (techne), lleva al ser humano a imitar esa relación de estructura y potencial. Sin embargo, lo hace de manera inversa, comenzando con el propósito deseado para determinar la forma adecuada. Si la configuración natural es cosmos, la configuración artificial es orden (taxis). El orden es el arreglo o disposición o configuración sistemática de componentes de acuerdo con un propósito que sirve de principio generador. La forma arquitectónica, en este caso, es el orden que la configura hecho visible. Al igual que el cosmos, el orden es tan consustancial a la identidad del edificio, que, si cambia el orden, cambia la identidad. Por eso Louis Kahn, el famoso arquitecto de Filadelfia, cuando le preguntaban qué es orden, respondía simplemente: orden es.

Un edificio que ilustra los principios universales de la existencia o cosmos mediante un orden tectónico es la Galería Nacional de Berlín, diseñada por el arquitecto alemán Mies van der Rohe. Comienza con el tipo esencial que define la identidad del edificio por su esencia, la cual revela su propósito y actividad. El tipo de edificio es una abstracción, el concepto de un orden formal, un principio lógico cuya esencia cumple el propósito de una determinada acción humana, expresada en forma de ideograma. El edificio concreto se genera a partir del tipo, que en esta ocasión es el tipo tholos, el cual implica la acción de marcar un punto para resguardar algo valioso, en este caso, obras de arte. Se materializa en una planta cuadrada organizada según una retícula tripartita de cuadrado y cruz, dividida en nueve segmentos, identificados como A B A en los bordes verticales y horizontales, y como C el cuadrado central. Esta matriz enfatiza el principio identificado por Aristóteles de que todo cuanto existe tiene bordes y una parte media. Su configuración proporcional es de cuatro cuadrados A de cinco por cinco módulos en las cuatro esquinas de la matriz; cuatro rectángulos áureos B de cinco por ocho módulos flanqueados por los cuadrados A, y un cuadrado central C de ocho por ocho módulos.

El principio de tripartición se manifiesta también en elevación por una base con estilobato, un cuerpo medio compuesto por los pilares cruciformes, y un remate con la cubierta. La proporción del pilar es de ocho diámetros de altura. El jambaje de las ventanas, cuyo ancho corresponde al módulo del artesonado de la cubierta, está dividido en tres rectángulos de sección áurea. Uno mayor de cinco diámetros de pilar de altura y dos menores que le sirven de base de tres diámetros de altura. La división de los dinteles entre jambas es la relación tres, cinco, ocho, o sea, áurea. En elevación, el edificio tiene la proporción de un rectángulo compuesto de un cuadrado de tres por tres módulos y un rectángulo áureo de tres por cinco módulos, flanqueado por dos rectángulos áureos de tres por cinco módulos. El piso de la base está dividido en losetas de medio módulo, haciendo coincidir sus juntas con las jambas del ventanaje y los centros de los pilares.

El edificio es una representación mimética del cosmos. Como un “microcosmos” que revela su identidad y propósito, está estructurado de manera que su orden es perfecto. No admite alteraciones; cualquier adición o sustracción deterioraría su armonía. Este “microcosmos” artificial, conformado según nuestros valores, constituye un escenario que le permite al hombre vivir por un tiempo en un mundo extraordinario, ideal, humanizado, lleno de significado.

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