Argentina votó por la libertad: las lecciones de Milei para el desarrollo de Guatemala
La elección legislativa del 27 de octubre en Argentina se convirtió en un verdadero referéndum moral sobre el futuro de la nación, y el resultado es categórico. En apenas cuatro años, La Libertad Avanza pasó de tener un solo diputado en 2021 a controlar el Poder Ejecutivo y convertirse en la minoría más poderosa del Congreso y del Senado. En un país que parecía condenado a la inflación, la pobreza y el endeudamiento, el pueblo eligió seguir el camino difícil, no votó por comodidad, sino por convicción; eligió austeridad antes que la continuidad de la corrupción y del clientelismo.
Con los resultados de octubre, el pueblo argentino le dio a Milei un mandato inobjetable: sostener y ampliar el rumbo de las reformas. En el Congreso, el oficialismo consolidó cerca de 95 diputados y 20 senadores; con su aliado, el PRO, suma un bloque de poder cercano a la mayoría. No es absoluta, pero sí un eje de gobernabilidad capaz de frenar el retroceso populista y aprobar las reformas.
¿Qué hizo Milei para lograrlo? Alcanzó superávit fiscal, eliminó puestos de gobierno inútiles, desreguló más de 300 leyes, derogó la ley de alquileres —que multiplicó por cinco la oferta—, eliminó controles de precios, y creó un régimen de incentivos para grandes inversiones (RIGI). La nueva etapa propone profundizar las reformas: flexibilizar la contratación laboral, eliminar impuestos distorsivos, asegurar la previsión social, invertir en infraestructura mediante alianzas público-privadas y fortalecer el mercado de crédito.
Ese voto de apoyo a la reforma es consecuencia directa de lo que los argentinos vivieron en carne propia los últimos dos años. Por supuesto, fue duro y sufrido, pero en tan solo un año empezaron a verse resultados. Argentina logró la primera recuperación sostenida del salario real desde la década de 2000. Según el observatorio Milei Reform Watch de la Universidad Francisco Marroquín, el salario de los trabajadores registrados creció un 12 % entre mayo de 2024 y mayo de 2025. La inflación, que había alcanzado 211 % en 2023, cayó a 117 % en 2024 y se proyecta alrededor del 30 % para 2025. El Producto Interno Bruto volvió a crecer, con un 3.9 % en el último trimestre de 2024, mientras el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) creció más del 6 % interanual en mayo de 2025.
Pero el dato más revelador fue la impresionante cifra de importaciones de bienes de capital, que aumentó 98% respecto al año anterior: los empresarios argentinos compraron maquinaria, tecnología y equipos como nunca antes. Para ellos, invertir en bienes que amplían la producción es la prueba más sólida de confianza en el país. Significa apostar pesos hoy, esperando producir y vender más mañana. Esa fe en el futuro explica el repunte de la acumulación de capital y el despertar de la economía argentina hacia el cambio.
Si Argentina mantiene este ritmo, su acumulación bruta de capital fijo podría alcanzar el 20 % del PIB, muy por encima del 16 % que tenía antes del inicio del gobierno de Milei, nivel similar al de Guatemala hoy. Por eso considero que la fórmula de Milei es aplicable a Guatemala, porque ambas economías comparten un punto de partida: una acumulación bruta de capital fijo del 16 % del PIB, insuficiente para crecer con la velocidad necesaria para generar riqueza.
Guatemala no padece todavía el caos que heredó Milei, con inflación desbocada y endeudamiento impagable, pero sí su síntoma más peligroso: la erosión fiscal y la desconfianza empresarial. El déficit público supera el 3 % del PIB —equivalente a una cuarta parte del presupuesto nacional— y se financia con bonos y deuda. Esa práctica destruye la prudencia fiscal que durante décadas nos dio estabilidad y amenaza con arrastrarnos a un ciclo de estancamiento prolongado. Imagine si un cartón de 12 huevos pasara de Q19.40 a Q60.33 en un año; eso refleja una inflación del 211 %, el costo real del gasto sin freno en la Argentina pre-Milei.
¡Dios nos libre de una inflación semejante! Pero, lo que sí sufrimos, al igual que la Argentina pre-Milei, es la falta de inversión y suficiente crecimiento para crear riqueza. El crecimiento del PIB per cápita está apenas por encima del 2 % y la acumulación de capital en 16 %, indicadores insuficientes para generar prosperidad para la mayoría. Las naciones que se han vuelto ricas partiendo de casi nada —Corea del Sur, Irlanda, Singapur o Panamá— se aceleraron en el momento en que sus empresarios comenzaron a comprar maquinaria y bienes para producir más. Cuando esas inversiones alcanzaron el equivalente a una cuarta parte de sus economías, la prosperidad se disparó. Corea y Singapur duplicaron su ingreso per cápita en apenas una década; Irlanda lo quintuplicó en una generación. Alcanzar una acumulación bruta del 25 % del PIB es, en la práctica, el punto de inflexión que separa a los países que prosperan de los que se resignan a sobrevivir.
Para lograrlo, Guatemala necesita una política de déficit cero que elimine gastos ineficientes y reduzca el ISR, junto con impuestos distorsivos como el ISO. Debe impulsar un plan maestro de infraestructura y energía competitiva mediante alianzas público-privadas, ofrecer estabilidad jurídica con leyes de inversión blindadas y orientar su política industrial a las exportaciones. Al mismo tiempo, urge ampliar el crédito a las pequeñas y medianas empresas y promover una educación técnica, financiera y bilingüe —inglés y español— que conecte talento con capital productivo, preparando a los jóvenes para una economía global.
Aplicar la “motosierra de Milei” al gasto improductivo no significa destruir el Estado, sino limpiar la mesa de privilegios para que los recursos lleguen al guatemalteco que arriesga cada día para generar empleo. No hablamos de sacrificar al pueblo que siempre paga las crisis, sino de liberar su esfuerzo de los grilletes del clientelismo y la corrupción. Se trata de construir políticas que sirvan al que más lo necesita: al que no tiene qué comer, al que manda a sus hijos al norte por falta de oportunidad, al que trabaja sin descanso esperando que el país, alguna vez, le brinde la oportunidad de vivir mejor.
El pueblo de Guatemala tiene una oportunidad única: elegir, en un momento decisivo de la historia, si quiere seguir administrando pobreza o empezar a construir riqueza. No permitamos que Guatemala se pierda. Veamos a nuestros vecinos: la última vez que Argentina eligió mal, sufrió más de un siglo de alternancia populista; en México tuvo una dictadura de partido que duró más de setenta años; y en Venezuela llevan más de veinticinco. Siguiendo la receta de Milei, tenemos la oportunidad de cambiar nuestro destino, de ser la nación que por fin se atreve a construir su futuro, mirando juntos el camino que ya brilla en otras partes.
Los pueblos que eligen la libertad siempre terminan venciendo al miedo. Los que la postergan, terminan siendo vencidos por el conformismo.
¡Viva la libertad, carajo!
Fuentes consultadas
- Banco Central de la República Argentina (BCRA), Informe de Política Monetaria 2025.
- Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), EMAE e IPC 2023–2025.
- Ministerio de Economía de Argentina, Informe de Comercio Exterior, julio 2025.
- Fondo Monetario Internacional (FMI), World Economic Outlook Database, 2025.
- Banco Mundial, Formación Bruta de Capital Fijo (% del PIB).
- Banco de Guatemala (Banguat), Finanzas Públicas y Balanza de Pagos, 2025.
- OECD Data, Gross Fixed Capital Formation – Comparative Statistics 2000–2025.
Argentina votó por la libertad: las lecciones de Milei para el desarrollo de Guatemala
La elección legislativa del 27 de octubre en Argentina se convirtió en un verdadero referéndum moral sobre el futuro de la nación, y el resultado es categórico. En apenas cuatro años, La Libertad Avanza pasó de tener un solo diputado en 2021 a controlar el Poder Ejecutivo y convertirse en la minoría más poderosa del Congreso y del Senado. En un país que parecía condenado a la inflación, la pobreza y el endeudamiento, el pueblo eligió seguir el camino difícil, no votó por comodidad, sino por convicción; eligió austeridad antes que la continuidad de la corrupción y del clientelismo.
Con los resultados de octubre, el pueblo argentino le dio a Milei un mandato inobjetable: sostener y ampliar el rumbo de las reformas. En el Congreso, el oficialismo consolidó cerca de 95 diputados y 20 senadores; con su aliado, el PRO, suma un bloque de poder cercano a la mayoría. No es absoluta, pero sí un eje de gobernabilidad capaz de frenar el retroceso populista y aprobar las reformas.
¿Qué hizo Milei para lograrlo? Alcanzó superávit fiscal, eliminó puestos de gobierno inútiles, desreguló más de 300 leyes, derogó la ley de alquileres —que multiplicó por cinco la oferta—, eliminó controles de precios, y creó un régimen de incentivos para grandes inversiones (RIGI). La nueva etapa propone profundizar las reformas: flexibilizar la contratación laboral, eliminar impuestos distorsivos, asegurar la previsión social, invertir en infraestructura mediante alianzas público-privadas y fortalecer el mercado de crédito.
Ese voto de apoyo a la reforma es consecuencia directa de lo que los argentinos vivieron en carne propia los últimos dos años. Por supuesto, fue duro y sufrido, pero en tan solo un año empezaron a verse resultados. Argentina logró la primera recuperación sostenida del salario real desde la década de 2000. Según el observatorio Milei Reform Watch de la Universidad Francisco Marroquín, el salario de los trabajadores registrados creció un 12 % entre mayo de 2024 y mayo de 2025. La inflación, que había alcanzado 211 % en 2023, cayó a 117 % en 2024 y se proyecta alrededor del 30 % para 2025. El Producto Interno Bruto volvió a crecer, con un 3.9 % en el último trimestre de 2024, mientras el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) creció más del 6 % interanual en mayo de 2025.
Pero el dato más revelador fue la impresionante cifra de importaciones de bienes de capital, que aumentó 98% respecto al año anterior: los empresarios argentinos compraron maquinaria, tecnología y equipos como nunca antes. Para ellos, invertir en bienes que amplían la producción es la prueba más sólida de confianza en el país. Significa apostar pesos hoy, esperando producir y vender más mañana. Esa fe en el futuro explica el repunte de la acumulación de capital y el despertar de la economía argentina hacia el cambio.
Si Argentina mantiene este ritmo, su acumulación bruta de capital fijo podría alcanzar el 20 % del PIB, muy por encima del 16 % que tenía antes del inicio del gobierno de Milei, nivel similar al de Guatemala hoy. Por eso considero que la fórmula de Milei es aplicable a Guatemala, porque ambas economías comparten un punto de partida: una acumulación bruta de capital fijo del 16 % del PIB, insuficiente para crecer con la velocidad necesaria para generar riqueza.
Guatemala no padece todavía el caos que heredó Milei, con inflación desbocada y endeudamiento impagable, pero sí su síntoma más peligroso: la erosión fiscal y la desconfianza empresarial. El déficit público supera el 3 % del PIB —equivalente a una cuarta parte del presupuesto nacional— y se financia con bonos y deuda. Esa práctica destruye la prudencia fiscal que durante décadas nos dio estabilidad y amenaza con arrastrarnos a un ciclo de estancamiento prolongado. Imagine si un cartón de 12 huevos pasara de Q19.40 a Q60.33 en un año; eso refleja una inflación del 211 %, el costo real del gasto sin freno en la Argentina pre-Milei.
¡Dios nos libre de una inflación semejante! Pero, lo que sí sufrimos, al igual que la Argentina pre-Milei, es la falta de inversión y suficiente crecimiento para crear riqueza. El crecimiento del PIB per cápita está apenas por encima del 2 % y la acumulación de capital en 16 %, indicadores insuficientes para generar prosperidad para la mayoría. Las naciones que se han vuelto ricas partiendo de casi nada —Corea del Sur, Irlanda, Singapur o Panamá— se aceleraron en el momento en que sus empresarios comenzaron a comprar maquinaria y bienes para producir más. Cuando esas inversiones alcanzaron el equivalente a una cuarta parte de sus economías, la prosperidad se disparó. Corea y Singapur duplicaron su ingreso per cápita en apenas una década; Irlanda lo quintuplicó en una generación. Alcanzar una acumulación bruta del 25 % del PIB es, en la práctica, el punto de inflexión que separa a los países que prosperan de los que se resignan a sobrevivir.
Para lograrlo, Guatemala necesita una política de déficit cero que elimine gastos ineficientes y reduzca el ISR, junto con impuestos distorsivos como el ISO. Debe impulsar un plan maestro de infraestructura y energía competitiva mediante alianzas público-privadas, ofrecer estabilidad jurídica con leyes de inversión blindadas y orientar su política industrial a las exportaciones. Al mismo tiempo, urge ampliar el crédito a las pequeñas y medianas empresas y promover una educación técnica, financiera y bilingüe —inglés y español— que conecte talento con capital productivo, preparando a los jóvenes para una economía global.
Aplicar la “motosierra de Milei” al gasto improductivo no significa destruir el Estado, sino limpiar la mesa de privilegios para que los recursos lleguen al guatemalteco que arriesga cada día para generar empleo. No hablamos de sacrificar al pueblo que siempre paga las crisis, sino de liberar su esfuerzo de los grilletes del clientelismo y la corrupción. Se trata de construir políticas que sirvan al que más lo necesita: al que no tiene qué comer, al que manda a sus hijos al norte por falta de oportunidad, al que trabaja sin descanso esperando que el país, alguna vez, le brinde la oportunidad de vivir mejor.
El pueblo de Guatemala tiene una oportunidad única: elegir, en un momento decisivo de la historia, si quiere seguir administrando pobreza o empezar a construir riqueza. No permitamos que Guatemala se pierda. Veamos a nuestros vecinos: la última vez que Argentina eligió mal, sufrió más de un siglo de alternancia populista; en México tuvo una dictadura de partido que duró más de setenta años; y en Venezuela llevan más de veinticinco. Siguiendo la receta de Milei, tenemos la oportunidad de cambiar nuestro destino, de ser la nación que por fin se atreve a construir su futuro, mirando juntos el camino que ya brilla en otras partes.
Los pueblos que eligen la libertad siempre terminan venciendo al miedo. Los que la postergan, terminan siendo vencidos por el conformismo.
¡Viva la libertad, carajo!
Fuentes consultadas
- Banco Central de la República Argentina (BCRA), Informe de Política Monetaria 2025.
- Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), EMAE e IPC 2023–2025.
- Ministerio de Economía de Argentina, Informe de Comercio Exterior, julio 2025.
- Fondo Monetario Internacional (FMI), World Economic Outlook Database, 2025.
- Banco Mundial, Formación Bruta de Capital Fijo (% del PIB).
- Banco de Guatemala (Banguat), Finanzas Públicas y Balanza de Pagos, 2025.
- OECD Data, Gross Fixed Capital Formation – Comparative Statistics 2000–2025.
EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE: