Antes todo era mejor
Así, tal vez, en el camino nos encontremos con Astrea y esa edad dorada.
El pasado suele estar cubierto de neblina. Esta permite observar todo aquello brillante y hermoso; pero, al mismo tiempo, oculta aquello que no deseamos ver, aquello que no nos agrada o aquello que todos quisiéramos que quedara como una nota al pie de la página. Así, la idea de que todo en el pasado era mejor se sigue perpetuando hasta llegar al punto en que se desea que este regrese. A pesar de que esta idea parezca muy propia de nuestros días, no nos debería sorprender que se tratase de algo que venimos arrastrando desde el pasado. Ejemplo de ello se encuentra en una diosa griega, Astrea.
Edad de Oro
Cuando el mundo estaba comenzando, los hombres vivían en una época dorada, donde existían como divinidades. Todos los campos estaban a su disposición, y las plantas mismas les daban abundantes frutos. Y era tanta la paz que la diosa de la pureza e inocencia, Astrea, vivía entre los hombres. Lamentablemente, esta era la época en la que los titanes dominaban la Tierra; por ello, todo cambió cuando Zeus derrocó a su padre, Cronos, dando inicio a la Edad de Plata. Allí, el hambre estaba presente, por lo que nació la agricultura y el conflicto.
Así pues, con cada evento y con cada año, el mundo fue avanzando, pero también se fue deteriorando. De la plata pasaron al bronce y del bronce se movieron al hierro. Por un lado, los hombres ahora podían explorar la tierra y los mares como también dominar los elementos. Por el otro, los conflictos cada vez eran más grandes y cobraban la vida de múltiples personas. Esta tendencia a la violencia que habían desarrollado los humanos asqueó a la diosa. Así que abandonó a la humanidad para encontrar refugio en los cielos, donde tomó la forma de la constelación de Virgo.
Más allá de soñar con un pasado o idealizar un futuro, quizá —y solo quizá— lo que deberíamos hacer es analizar nuestro presente para tener más claro dónde queremos estar. La fórmula pueda que sea usar lo mejor del pasado, tener la esperanza del futuro y mantener la mente en el presente.
Sin embargo, la diosa todavía observa la humanidad desde el cielo. Quizá es por nostalgia o porque tiene la esperanza de que la paz regrese. Pero no es solo ella quien anhela un mejor mañana para el hombre, pues este también desea su retorno. Escrito está por Virgilio, en las Bucólicas, que la diosa Astrea regresará acompañada de una nueva época dorada. Así, las glorias del pasado serán el presente y los seres humanos podrán disfrutar de lo que alguna vez se perdió por la codicia y la violencia.
Edad de Hierro
Ahora bien, la idea central de esta historia podría ser parte de una conversación común y corriente. Como seres humanos, tenemos lentes rosas para observar el pasado. Y, desde antes del tiempo de los griegos y los romanos, hacemos lo mismo: creer que todo aquello anterior es bueno. En escritos como el del profesor Patrick o el de Norberg, se cita este texto que, según los autores, corresponde a una inscripción en una piedra antigua del año 3800 a. C.: «Corren malos tiempos y el mundo se está volviendo viejo y malvado. La política es cada vez más corrupta. Los niños ya no son respetuosos con sus padres». Así pues, parece que seguimos repitiendo la misma letanía.
Claro está, algunos se van al otro extremo: todo lo bueno está en el futuro y es allí donde por fin encontraremos esa época de oro que buscamos. Sin embargo, el futuro no es sinónimo de progreso. C. S. Lewis decía que «todos queremos progreso. Pero progreso significa acercarse al lugar donde queremos estar». Por ello, más allá de soñar con un pasado o idealizar un futuro, quizá —y solo quizá— lo que deberíamos hacer es analizar nuestro presente para tener más claro dónde queremos estar. La fórmula pueda que sea usar lo mejor del pasado, tener la esperanza del futuro y mantener la mente en el presente. Así, tal vez, en el camino nos encontremos con Astrea y esa edad dorada.
Antes todo era mejor
Así, tal vez, en el camino nos encontremos con Astrea y esa edad dorada.
El pasado suele estar cubierto de neblina. Esta permite observar todo aquello brillante y hermoso; pero, al mismo tiempo, oculta aquello que no deseamos ver, aquello que no nos agrada o aquello que todos quisiéramos que quedara como una nota al pie de la página. Así, la idea de que todo en el pasado era mejor se sigue perpetuando hasta llegar al punto en que se desea que este regrese. A pesar de que esta idea parezca muy propia de nuestros días, no nos debería sorprender que se tratase de algo que venimos arrastrando desde el pasado. Ejemplo de ello se encuentra en una diosa griega, Astrea.
Edad de Oro
Cuando el mundo estaba comenzando, los hombres vivían en una época dorada, donde existían como divinidades. Todos los campos estaban a su disposición, y las plantas mismas les daban abundantes frutos. Y era tanta la paz que la diosa de la pureza e inocencia, Astrea, vivía entre los hombres. Lamentablemente, esta era la época en la que los titanes dominaban la Tierra; por ello, todo cambió cuando Zeus derrocó a su padre, Cronos, dando inicio a la Edad de Plata. Allí, el hambre estaba presente, por lo que nació la agricultura y el conflicto.
Así pues, con cada evento y con cada año, el mundo fue avanzando, pero también se fue deteriorando. De la plata pasaron al bronce y del bronce se movieron al hierro. Por un lado, los hombres ahora podían explorar la tierra y los mares como también dominar los elementos. Por el otro, los conflictos cada vez eran más grandes y cobraban la vida de múltiples personas. Esta tendencia a la violencia que habían desarrollado los humanos asqueó a la diosa. Así que abandonó a la humanidad para encontrar refugio en los cielos, donde tomó la forma de la constelación de Virgo.
Más allá de soñar con un pasado o idealizar un futuro, quizá —y solo quizá— lo que deberíamos hacer es analizar nuestro presente para tener más claro dónde queremos estar. La fórmula pueda que sea usar lo mejor del pasado, tener la esperanza del futuro y mantener la mente en el presente.
Sin embargo, la diosa todavía observa la humanidad desde el cielo. Quizá es por nostalgia o porque tiene la esperanza de que la paz regrese. Pero no es solo ella quien anhela un mejor mañana para el hombre, pues este también desea su retorno. Escrito está por Virgilio, en las Bucólicas, que la diosa Astrea regresará acompañada de una nueva época dorada. Así, las glorias del pasado serán el presente y los seres humanos podrán disfrutar de lo que alguna vez se perdió por la codicia y la violencia.
Edad de Hierro
Ahora bien, la idea central de esta historia podría ser parte de una conversación común y corriente. Como seres humanos, tenemos lentes rosas para observar el pasado. Y, desde antes del tiempo de los griegos y los romanos, hacemos lo mismo: creer que todo aquello anterior es bueno. En escritos como el del profesor Patrick o el de Norberg, se cita este texto que, según los autores, corresponde a una inscripción en una piedra antigua del año 3800 a. C.: «Corren malos tiempos y el mundo se está volviendo viejo y malvado. La política es cada vez más corrupta. Los niños ya no son respetuosos con sus padres». Así pues, parece que seguimos repitiendo la misma letanía.
Claro está, algunos se van al otro extremo: todo lo bueno está en el futuro y es allí donde por fin encontraremos esa época de oro que buscamos. Sin embargo, el futuro no es sinónimo de progreso. C. S. Lewis decía que «todos queremos progreso. Pero progreso significa acercarse al lugar donde queremos estar». Por ello, más allá de soñar con un pasado o idealizar un futuro, quizá —y solo quizá— lo que deberíamos hacer es analizar nuestro presente para tener más claro dónde queremos estar. La fórmula pueda que sea usar lo mejor del pasado, tener la esperanza del futuro y mantener la mente en el presente. Así, tal vez, en el camino nos encontremos con Astrea y esa edad dorada.