Actualidad
Actualidad
Política
Política
Empresa
Empresa
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial
Videos
Videos

Anarcocapitalismo: delirante utopía 2a parte

.
Warren Orbaugh |
29 de septiembre, 2025

En mi entrega anterior, expliqué que los anarcocapitalistas confunden el gobierno de un Estado con el Estado mismo. El Estado no es solo un grupo de personas, sino una organización política con autoridad sobre un territorio y definida por un contrato sociopolítico.

Indiqué así mismo que, según la forma de gobierno, los sistemas monocráticos, aristocráticos y democráticos pueden considerarse regímenes despóticos, donde el poder se ejerce sin límites legales ni controles institucionales. Y la nomocracia, en cambio, constituye un régimen constitucional o Estado de derecho, en el que la autoridad se regula por leyes y se reconoce el control institucional.

Por último, pregunté ¿cómo resuelven sus problemas aquellos que no pueden recurrir al Estado para defender sus derechos? Por ejemplo, aquellos que funcionan en anarquía, fuera de la ley, como los integrantes de cárteles de drogas, que no pueden presentar denuncias ante las autoridades cuando son víctimas de robo o fraude. Estos grupos suelen resolver sus conflictos mediante mecanismos alternativos ajenos a la legalidad estatal, artilugios anárquicos violentos.

SUSCRÍBASE A NUESTRO NEWSLETTER

Los anarcocapitalistas creen que esto se resolverá con la evolución de la humanidad. Se amparan en la psicología evolutiva que estudia un área de la que menos sabemos. Concluyen que el ser humano ha estado evolucionando genética y culturalmente de un pasado humano muy violento a un presente mucho menos violento donde existe mayor cooperación social por medio de la división del trabajo y el intercambio de bienes y servicios. Mencionan a Steven Pinker, del que citan de su libro The Better Angels of our  Nature: Why Violence has Declined, cinco factores que según él han sido claves en la evolución de la civilización: el leviatán, que sostiene que el poder del Estado de castigar ha reducido el nivel de violencia que existía; el comercio, que reduce la violencia porque lo que incentiva es a intercambiar bienes y servicios con el otro no a pelearte con él; la feminización, porque la mujer es más moderada que el hombre y en cuanto participe más en las decisiones políticas en la sociedad más pacífica será esta; el cosmopolitismo, que en este mundo globalizado en el que vivimos hoy nos da la oportunidad de entendernos con muchas más personas de diversas culturas; y por último, el avance de la razón, pues el entender, el deliberar, el leer, el no ser analfabetos, también reduce los niveles de violencia.

El anarcocapitalismo es resultado de una discusión dialéctica vana e ilusoria, producto de querer ‘no ver’ la realidad, las cosas como son. Es, pues, un escapismo. Solo una delirante utopía.

Con base en datos estadísticos, pretenden probar que los niveles de violencia, tanto delincuencial como bélico, van en disminución. Entonces concluyen que, en algún tiempo, a saber, cuánto, ya no tendrá sentido tener un Estado ni un ejército. ¿Con quién nos vamos a pelear? ¿Con quién queremos pelearnos? Con nadie, afirman. Y un mundo vinculado con el comercio no quiere saber nada de que haya conflictos y guerras.

El argumento de los anarcocapitalistas no difiere en mucho del de los anarquistas y anarcocomunistas. Todos suponen que es posible cambiar la naturaleza humana y que nos volveremos unos ángeles según lo conciba cada grupo. Pero la realidad muestra otro escenario. La humanidad no evoluciona guiada por una mano invisible. Mientras unos se civilizan al seguir su razón, otros renuncian al uso de su razón y se guían por pasiones místicas, haciéndose más salvajes. Mientras unos buscan prosperar creando riqueza mediante la productividad y el comercio, otros buscan apoderarse de los bienes de otros mediante la fuerza. Y es que el hombre es un ser volitivo. La inteligencia, el ingenio, el juicio, la educación y cualquier otro talento de la mente que se desee mencionar, o la valentía, resolución, determinación, como cualidades del temperamento, son sin duda buenos y deseables, pero pueden también ser malos y dañinos cuando la voluntad de usar esos talentos es mala, cuando la intención es mala. El autocontrol y la reflexión serena, buenas en muchos aspectos, pueden ser muy malas como cualidades de un bribón.

Los habitantes de Irán y Afganistán, entre otros, han sido forzados a des-civilizarse y ver cómo con malicia sus derechos son repetidamente violados por los malignos ayatolas que se apoderaron de sus países.  El matón Putin actuó con mala voluntad al invadir Ucrania, después de haber firmado un convenio donde prometía defenderla de la agresión de otros países. Los energúmenos militantes de Hamás actuaron de mala fe el 7 de octubre de 2023, cuando masacraron y raptaron a jóvenes israelís que participaban en un festival de música electrónica, provocando una guerra entre Israel y Palestina. Los bestias islamistas actúan con malevolencia cuando violan los derechos de los nacionales de los países que los acogen en Europa. Los destructivos socialistas de la revolución cultural actúan con mala intención cuando intentan forzar a las personas a que acepten como verdaderos, conceptos que contradicen la evidencia de la realidad, destruyendo, así, su confianza en su facultad racional.

El Estado de derecho tiene como función primordial proteger al individuo de aquellos antisociales que deciden actuar de mala fe. Los anarcocapitalistas, al citar a Pinker evaden, por no ajustarse a su ideología, el factor numero uno civilizador que es el poder del Estado de castigar a los antisociales. Sin Estado, los individuos de buena voluntad se quedan sin el instrumento que protege su libertad de actuar según su mejor juicio, quedando sujetos a la voluntad arbitraria de aquellos que deciden, actuando de mala fe, violar sus derechos.

El anarcocapitalismo es resultado de una discusión dialéctica vana e ilusoria, producto de querer ‘no ver’ la realidad, las cosas como son. Es, pues, un escapismo. Solo una delirante utopía.

Anarcocapitalismo: delirante utopía 2a parte

Warren Orbaugh |
29 de septiembre, 2025
.

En mi entrega anterior, expliqué que los anarcocapitalistas confunden el gobierno de un Estado con el Estado mismo. El Estado no es solo un grupo de personas, sino una organización política con autoridad sobre un territorio y definida por un contrato sociopolítico.

Indiqué así mismo que, según la forma de gobierno, los sistemas monocráticos, aristocráticos y democráticos pueden considerarse regímenes despóticos, donde el poder se ejerce sin límites legales ni controles institucionales. Y la nomocracia, en cambio, constituye un régimen constitucional o Estado de derecho, en el que la autoridad se regula por leyes y se reconoce el control institucional.

Por último, pregunté ¿cómo resuelven sus problemas aquellos que no pueden recurrir al Estado para defender sus derechos? Por ejemplo, aquellos que funcionan en anarquía, fuera de la ley, como los integrantes de cárteles de drogas, que no pueden presentar denuncias ante las autoridades cuando son víctimas de robo o fraude. Estos grupos suelen resolver sus conflictos mediante mecanismos alternativos ajenos a la legalidad estatal, artilugios anárquicos violentos.

SUSCRÍBASE A NUESTRO NEWSLETTER

Los anarcocapitalistas creen que esto se resolverá con la evolución de la humanidad. Se amparan en la psicología evolutiva que estudia un área de la que menos sabemos. Concluyen que el ser humano ha estado evolucionando genética y culturalmente de un pasado humano muy violento a un presente mucho menos violento donde existe mayor cooperación social por medio de la división del trabajo y el intercambio de bienes y servicios. Mencionan a Steven Pinker, del que citan de su libro The Better Angels of our  Nature: Why Violence has Declined, cinco factores que según él han sido claves en la evolución de la civilización: el leviatán, que sostiene que el poder del Estado de castigar ha reducido el nivel de violencia que existía; el comercio, que reduce la violencia porque lo que incentiva es a intercambiar bienes y servicios con el otro no a pelearte con él; la feminización, porque la mujer es más moderada que el hombre y en cuanto participe más en las decisiones políticas en la sociedad más pacífica será esta; el cosmopolitismo, que en este mundo globalizado en el que vivimos hoy nos da la oportunidad de entendernos con muchas más personas de diversas culturas; y por último, el avance de la razón, pues el entender, el deliberar, el leer, el no ser analfabetos, también reduce los niveles de violencia.

El anarcocapitalismo es resultado de una discusión dialéctica vana e ilusoria, producto de querer ‘no ver’ la realidad, las cosas como son. Es, pues, un escapismo. Solo una delirante utopía.

Con base en datos estadísticos, pretenden probar que los niveles de violencia, tanto delincuencial como bélico, van en disminución. Entonces concluyen que, en algún tiempo, a saber, cuánto, ya no tendrá sentido tener un Estado ni un ejército. ¿Con quién nos vamos a pelear? ¿Con quién queremos pelearnos? Con nadie, afirman. Y un mundo vinculado con el comercio no quiere saber nada de que haya conflictos y guerras.

El argumento de los anarcocapitalistas no difiere en mucho del de los anarquistas y anarcocomunistas. Todos suponen que es posible cambiar la naturaleza humana y que nos volveremos unos ángeles según lo conciba cada grupo. Pero la realidad muestra otro escenario. La humanidad no evoluciona guiada por una mano invisible. Mientras unos se civilizan al seguir su razón, otros renuncian al uso de su razón y se guían por pasiones místicas, haciéndose más salvajes. Mientras unos buscan prosperar creando riqueza mediante la productividad y el comercio, otros buscan apoderarse de los bienes de otros mediante la fuerza. Y es que el hombre es un ser volitivo. La inteligencia, el ingenio, el juicio, la educación y cualquier otro talento de la mente que se desee mencionar, o la valentía, resolución, determinación, como cualidades del temperamento, son sin duda buenos y deseables, pero pueden también ser malos y dañinos cuando la voluntad de usar esos talentos es mala, cuando la intención es mala. El autocontrol y la reflexión serena, buenas en muchos aspectos, pueden ser muy malas como cualidades de un bribón.

Los habitantes de Irán y Afganistán, entre otros, han sido forzados a des-civilizarse y ver cómo con malicia sus derechos son repetidamente violados por los malignos ayatolas que se apoderaron de sus países.  El matón Putin actuó con mala voluntad al invadir Ucrania, después de haber firmado un convenio donde prometía defenderla de la agresión de otros países. Los energúmenos militantes de Hamás actuaron de mala fe el 7 de octubre de 2023, cuando masacraron y raptaron a jóvenes israelís que participaban en un festival de música electrónica, provocando una guerra entre Israel y Palestina. Los bestias islamistas actúan con malevolencia cuando violan los derechos de los nacionales de los países que los acogen en Europa. Los destructivos socialistas de la revolución cultural actúan con mala intención cuando intentan forzar a las personas a que acepten como verdaderos, conceptos que contradicen la evidencia de la realidad, destruyendo, así, su confianza en su facultad racional.

El Estado de derecho tiene como función primordial proteger al individuo de aquellos antisociales que deciden actuar de mala fe. Los anarcocapitalistas, al citar a Pinker evaden, por no ajustarse a su ideología, el factor numero uno civilizador que es el poder del Estado de castigar a los antisociales. Sin Estado, los individuos de buena voluntad se quedan sin el instrumento que protege su libertad de actuar según su mejor juicio, quedando sujetos a la voluntad arbitraria de aquellos que deciden, actuando de mala fe, violar sus derechos.

El anarcocapitalismo es resultado de una discusión dialéctica vana e ilusoria, producto de querer ‘no ver’ la realidad, las cosas como son. Es, pues, un escapismo. Solo una delirante utopía.

¿Quiere recibir notificaciones de alertas?