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A trancas y barrancas

¿Es inocencia creer que el hombre es intrínsecamente bueno? ¿Es optimismo desmedido el pensar que alguien puede buscar el bien a pesar de su naturaleza perversa? 

.
Alejandra Osorio |
30 de mayo, 2024

Hay una línea invisible que separa el optimismo de la ingenuidad. Esto se debe a que su naturaleza es semejante a la del dios Jano: bifronte. Así pues, el problema recae justo en ese hecho. ¿Cuándo nuestro optimismo ante la realidad es tan grande que se transforma en ingenuidad?

Este dilema asoma su rostro doble al momento de analizar el actuar de una persona o el propio. Ni la ingenuidad ni el optimismo son un vicio por sí mismos, pero pueden llegar a serlo si se llevan a un extremo. Además, en Cantabria, España, al hallarse frente al Ojáncano, esto podría ser incluso mortal.

Más trancas…

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Muchos son los monstruos que habitan este mundo. Sin embargo, solo a pocos se les señala como autores de desfiladeros y barrancos. Es que hablar del Ojáncano no es cosa pequeña; después de todo, este ser es tan grande como una montaña. Así que, si el suelo retumba y observas cómo un faro se acerca a ti, escóndete. El Ojáncano está cazando.

Entre todos los cíclopes, este parece ser de los peores. Porque, a diferencia de Polifemo que atacó a Odiseo y su tripulación debido al robo que habían cometido, el Ojáncano disfruta de hacer el mal sin razón aparente. Es más, el viento cuenta que su origen es la maldad misma, por lo que su naturaleza no se puede alejar de esta. Su origen dicta su futuro. Nació de un cadáver y se alimentó de sangre. ¿Cómo se le podría pedir otra cosa?

Animales y humanos se esconden al ver al gigante cubierto de pelo rojizo. Las rocas se hacen pedazos entre sus manos y sus veinte dedos. La misma tierra tiembla ante sus rugidos. Y siempre es lo mismo: paso a paso anda el Ojáncano por los campos, hasta que su barba queda atrapada en un matorral. Su enojo está a flor de piel, por lo que el suelo se tornará barranco y toda vida cerrará sus ojos. Ese es, pues, el fin de la criatura: ser malo y disfrutar de esa maldad.

¿Es inocencia creer que el hombre es intrínsecamente bueno? ¿Es optimismo desmedido el pensar que alguien puede buscar el bien a pesar de su naturaleza perversa? El asunto parece que se trata a trancas y barrancas, y las preguntas quedan flotando en el aire.

No obstante, las mismas lenguas que señalan los horrores del Ojáncano no se atan a sí mismas al hablar sobre otro rumor: este ser no siempre es así. Cada cien o doscientos años nace un Ojáncano bueno. Entonces, si esto también es verdad, ¿cuál es su verdadera naturaleza? Y, si los monstruos son un reflejo de la humanidad, la pregunta cambia un poco: ¿cuál es nuestra verdadera naturaleza?

Muchas más barrancas…

Plauto, en su comedia Asinaria, sentencia al humano al decir que «lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro». Esta misma idea la expande Hobbes en De Cive. Pero la propuesta de que el hombre es malo por naturaleza también aparece en otros textos, como, por ejemplo, El príncipe de Maquiavelo: «[…] el amor es un vínculo de gratitud que los hombres, perversos por naturaleza, rompen cada vez que pueden beneficiarse».

Por otro lado, también hay quienes niegan firmemente estas ideas. Basta citar a Rousseau y su Emilio para indagar sobre la naturaleza buena del hombre y el rol de la sociedad en su perversión. Pero también se puede mencionar a Mencio, filósofo posterior a Confucio, quien plantea que el humano es innatamente bueno, pues la bondad es su saber original.

Entonces, ¿es inocencia creer que el hombre es intrínsecamente bueno? ¿Es optimismo desmedido el pensar que alguien puede buscar el bien a pesar de su naturaleza perversa? El asunto parece que se trata a trancas y barrancas, y las preguntas quedan flotando en el aire. Al final de cuentas, es más complejo que determinar si el Ojáncano frente a ti es bueno o malo.

A trancas y barrancas

¿Es inocencia creer que el hombre es intrínsecamente bueno? ¿Es optimismo desmedido el pensar que alguien puede buscar el bien a pesar de su naturaleza perversa? 

Alejandra Osorio |
30 de mayo, 2024
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Hay una línea invisible que separa el optimismo de la ingenuidad. Esto se debe a que su naturaleza es semejante a la del dios Jano: bifronte. Así pues, el problema recae justo en ese hecho. ¿Cuándo nuestro optimismo ante la realidad es tan grande que se transforma en ingenuidad?

Este dilema asoma su rostro doble al momento de analizar el actuar de una persona o el propio. Ni la ingenuidad ni el optimismo son un vicio por sí mismos, pero pueden llegar a serlo si se llevan a un extremo. Además, en Cantabria, España, al hallarse frente al Ojáncano, esto podría ser incluso mortal.

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Muchos son los monstruos que habitan este mundo. Sin embargo, solo a pocos se les señala como autores de desfiladeros y barrancos. Es que hablar del Ojáncano no es cosa pequeña; después de todo, este ser es tan grande como una montaña. Así que, si el suelo retumba y observas cómo un faro se acerca a ti, escóndete. El Ojáncano está cazando.

Entre todos los cíclopes, este parece ser de los peores. Porque, a diferencia de Polifemo que atacó a Odiseo y su tripulación debido al robo que habían cometido, el Ojáncano disfruta de hacer el mal sin razón aparente. Es más, el viento cuenta que su origen es la maldad misma, por lo que su naturaleza no se puede alejar de esta. Su origen dicta su futuro. Nació de un cadáver y se alimentó de sangre. ¿Cómo se le podría pedir otra cosa?

Animales y humanos se esconden al ver al gigante cubierto de pelo rojizo. Las rocas se hacen pedazos entre sus manos y sus veinte dedos. La misma tierra tiembla ante sus rugidos. Y siempre es lo mismo: paso a paso anda el Ojáncano por los campos, hasta que su barba queda atrapada en un matorral. Su enojo está a flor de piel, por lo que el suelo se tornará barranco y toda vida cerrará sus ojos. Ese es, pues, el fin de la criatura: ser malo y disfrutar de esa maldad.

¿Es inocencia creer que el hombre es intrínsecamente bueno? ¿Es optimismo desmedido el pensar que alguien puede buscar el bien a pesar de su naturaleza perversa? El asunto parece que se trata a trancas y barrancas, y las preguntas quedan flotando en el aire.

No obstante, las mismas lenguas que señalan los horrores del Ojáncano no se atan a sí mismas al hablar sobre otro rumor: este ser no siempre es así. Cada cien o doscientos años nace un Ojáncano bueno. Entonces, si esto también es verdad, ¿cuál es su verdadera naturaleza? Y, si los monstruos son un reflejo de la humanidad, la pregunta cambia un poco: ¿cuál es nuestra verdadera naturaleza?

Muchas más barrancas…

Plauto, en su comedia Asinaria, sentencia al humano al decir que «lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro». Esta misma idea la expande Hobbes en De Cive. Pero la propuesta de que el hombre es malo por naturaleza también aparece en otros textos, como, por ejemplo, El príncipe de Maquiavelo: «[…] el amor es un vínculo de gratitud que los hombres, perversos por naturaleza, rompen cada vez que pueden beneficiarse».

Por otro lado, también hay quienes niegan firmemente estas ideas. Basta citar a Rousseau y su Emilio para indagar sobre la naturaleza buena del hombre y el rol de la sociedad en su perversión. Pero también se puede mencionar a Mencio, filósofo posterior a Confucio, quien plantea que el humano es innatamente bueno, pues la bondad es su saber original.

Entonces, ¿es inocencia creer que el hombre es intrínsecamente bueno? ¿Es optimismo desmedido el pensar que alguien puede buscar el bien a pesar de su naturaleza perversa? El asunto parece que se trata a trancas y barrancas, y las preguntas quedan flotando en el aire. Al final de cuentas, es más complejo que determinar si el Ojáncano frente a ti es bueno o malo.

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