Entre todas las otras cosas que hemos tenido que atravesar en la vida, una de las más sorprendentes es la de ver a personas en posiciones de poder “mareadas”. Ya sea en puestos temporales o porque han crecido de la nada ó adquieren posiciones y siempre se quieren aprovechar de los privilegios.
Hay una razón por la que encontramos el comportamiento antisocial tan desagradable: lo social, dicen algunos neurocientíficos, es nuestra ventaja evolutiva. En comparación con el mundo animal, no somos especialmente rápidos, fuertes o sigilosos. No venimos empaquetados con colmillos, garras o veneno por lo cual cuando se tiene un poco de poder, muchos se “marean”.
Cuando percibimos que tenemos más poder que otros a través de un título, el estatus social o ambos, nuestro cerebro nos hace sentir menos limitados por las normas sociales. Esto da como resultado que minimicemos los riesgos o que estemos menos limitados al tomarlos. Cuantas más personas en el poder corran riesgos en nuestro nombre, menos capaces son de percibir cómo estos riesgos nos afectan.
Hay al menos nueve efectos del poder que lo convierte en negativo:
- Reduce la complejidad en el pensamiento, porque lo simplificas demasiado.
- Limita la capacidad para considerar alternativas.
- Un persona “mareada” de poder decide rápidamente y valida sus decisiones.
- Tratar a las personas como objetos que hacen las cosas en lugar de seres humanos.
- Una persona “mareada” de poder tiene cerrados sus oídos.
- Las personas “mareadas” minimizan lo que los demás saben.
- Disminuye su interés por los demás, solo ellos importan más.
- El mundo gira a su alrededor.
- Los “mareados” tienen dificultad para comprender la perspectiva de los demás.
Las personas con exceso de confianza en sí mismos tienden a adquirir roles que les otorgan poder. . . pero el sentido subjetivo de poder provocado por estos roles hace que las personas se vuelvan más confiadas. . . . Encontrar formas prácticas de bajarlos de su nube y/o controlar la relación causal entre el poder y el exceso de confianza representa un esfuerzo importante para meditar al respecto. Ayudar a los poderosos “mareados” a escapar de forma segura de este peligroso aspecto del poder no solo interesa a los que tienen el poder, sino también a todos los que se ven afectados diariamente por sus decisiones.
El golpe final es que las personas con rangos o títulos más bajos, asesores, colaboradores y otras personas cercanas a los “mareados”, también se ven afectadas por el poder pero en su caso el impacto es ser más deferente con los que tienen el poder. Esto se debe en parte al deseo de armonía social, pero también a la realidad práctica de que criticar a alguien con poder sobre nosotros puede tener consecuencias negativas. El resultado final es que con el tiempo es más difícil para los que están en el poder sentir empatía con las personas con las personas que los rodean y más fácil ponerse a la defensiva ante las críticas porque cada vez están menos acostumbrados a escucharlas.
Contrario al axioma, el poder no corrompe: en realidad libera. Un puesto, una posición social, un título no te convierte en un idiota, pero elimina las limitaciones que podrían existir para un idiota con menos poder.
La esencia del “mareo” en el poder, es un intento de explicar por qué las cosas no funcionan y cuánto de eso se debe a la estupidez humana, que es la causa de la mayoría de nuestros problemas. E incluso cuando la causa no es la estupidez, empeoramos mucho las consecuencias al ser estúpidos en la forma en que reaccionamos o intentamos solucionar el problema en el poder.
Entre todas las otras cosas que hemos tenido que atravesar en la vida, una de las más sorprendentes es la de ver a personas en posiciones de poder “mareadas”. Ya sea en puestos temporales o porque han crecido de la nada ó adquieren posiciones y siempre se quieren aprovechar de los privilegios.
Hay una razón por la que encontramos el comportamiento antisocial tan desagradable: lo social, dicen algunos neurocientíficos, es nuestra ventaja evolutiva. En comparación con el mundo animal, no somos especialmente rápidos, fuertes o sigilosos. No venimos empaquetados con colmillos, garras o veneno por lo cual cuando se tiene un poco de poder, muchos se “marean”.
Cuando percibimos que tenemos más poder que otros a través de un título, el estatus social o ambos, nuestro cerebro nos hace sentir menos limitados por las normas sociales. Esto da como resultado que minimicemos los riesgos o que estemos menos limitados al tomarlos. Cuantas más personas en el poder corran riesgos en nuestro nombre, menos capaces son de percibir cómo estos riesgos nos afectan.
Hay al menos nueve efectos del poder que lo convierte en negativo:
- Reduce la complejidad en el pensamiento, porque lo simplificas demasiado.
- Limita la capacidad para considerar alternativas.
- Un persona “mareada” de poder decide rápidamente y valida sus decisiones.
- Tratar a las personas como objetos que hacen las cosas en lugar de seres humanos.
- Una persona “mareada” de poder tiene cerrados sus oídos.
- Las personas “mareadas” minimizan lo que los demás saben.
- Disminuye su interés por los demás, solo ellos importan más.
- El mundo gira a su alrededor.
- Los “mareados” tienen dificultad para comprender la perspectiva de los demás.
Las personas con exceso de confianza en sí mismos tienden a adquirir roles que les otorgan poder. . . pero el sentido subjetivo de poder provocado por estos roles hace que las personas se vuelvan más confiadas. . . . Encontrar formas prácticas de bajarlos de su nube y/o controlar la relación causal entre el poder y el exceso de confianza representa un esfuerzo importante para meditar al respecto. Ayudar a los poderosos “mareados” a escapar de forma segura de este peligroso aspecto del poder no solo interesa a los que tienen el poder, sino también a todos los que se ven afectados diariamente por sus decisiones.
El golpe final es que las personas con rangos o títulos más bajos, asesores, colaboradores y otras personas cercanas a los “mareados”, también se ven afectadas por el poder pero en su caso el impacto es ser más deferente con los que tienen el poder. Esto se debe en parte al deseo de armonía social, pero también a la realidad práctica de que criticar a alguien con poder sobre nosotros puede tener consecuencias negativas. El resultado final es que con el tiempo es más difícil para los que están en el poder sentir empatía con las personas con las personas que los rodean y más fácil ponerse a la defensiva ante las críticas porque cada vez están menos acostumbrados a escucharlas.
Contrario al axioma, el poder no corrompe: en realidad libera. Un puesto, una posición social, un título no te convierte en un idiota, pero elimina las limitaciones que podrían existir para un idiota con menos poder.
La esencia del “mareo” en el poder, es un intento de explicar por qué las cosas no funcionan y cuánto de eso se debe a la estupidez humana, que es la causa de la mayoría de nuestros problemas. E incluso cuando la causa no es la estupidez, empeoramos mucho las consecuencias al ser estúpidos en la forma en que reaccionamos o intentamos solucionar el problema en el poder.