Este miércoles pasado 6 de enero se procedió a elegir al nuevo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, conforme a lo que manda su constitución y la Enmienda XII, donde el Presidente del Senado – en este caso, Mike Pence – en presencia del Senado y la Casa de Representantes abrió los sobres sellados, que le fueron sido enviados por los distintos Estados con las certificaciones de las elecciones de sus Electores, y procedió al conteo de votos. Al terminar el conteo, se confirmó a Joe Biden como el presidente por los cuatro próximos años.
Sabemos que la decisión que recae sobre los congresistas no es sólo política, sino moral. Y su importancia no es sólo nacional, sino internacional. Quienes alegaron que estas elecciones fueron manipuladas y fraudulentas, pusieron sobre la mesa gran cantidad de evidencias que respaldan su afirmación. Fuimos testigos de que los congresistas hicieron caso omiso de ellas. Al no tomarlas en cuenta, no actuaron moralmente; reconocieron que hacer trampa debe ser recompensado; que el fin justifica los medios; que, si hubo fraude, aunque éste fuera contra los votantes, no importa; y que el fin justifica los medios y, por tanto, que es permitido sacar a Trump a como dé lugar. No quisieron hacer lo que recomendó el senador Ted Cruz: crear una comisión para auditar de emergencia las votaciones y establecer si hubo o no fraude, para después tomar una decisión. No eliminaron la percepción general de la mayoría estadounidense de que las elecciones fueron manipuladas, sino que la aumentaron. La primera consecuencia nacional es ya que el gobierno de Biden es considerado ilegítimo por muchos norteamericanos; y la consecuencia internacional es que perdieron la autoridad moral que pretenden tener para juzgar a las demás naciones.
En mi artículo «POR QUÉ APOYO A DONALD TRUMP», escribí sobre lo que hizo Trump, lo siguiente:
“Hizo el mayor recorte de impuestos y desregulaciones en la historia de Estados Unidos, lo que hizo que aproximadamente trescientos mil millones de dólares retornaran a la economía en el primer cuarto del año, lo que creo muchos empleos, llegando al más bajo desempleo en cuarenta y nueve años. Esto permitió también que la producción de petróleo fuera la más alta de la historia, que aumentara la exportación de carbón en un 60%, y que exportaran gas natural por primera vez desde 1957.
Sacó a Estados Unidos de los Acuerdos sobre el Clima de París, que destruían muchos empleos. Hizo que los aliados de la NATO pagaran sesenta y nueve mil millones más en defensa de lo que hicieron desde 2016. Sacó a Estados Unidos del absurdo y lesivo contrato con Irán. Consiguió un acuerdo comercial con México que reemplazó al NAFTA. Consiguió un acuerdo con la Unión Europea que incrementó las exportaciones norteamericanas. Consiguió un financiamiento récord de setecientos mil millones para el ejército. Consiguió que la FDA aprobara más drogas genéricas de bajo precio, más de lo que se había aprobado antes en toda la historia.
Si en dos meses no invade algún país, a pesar de que los Demócratas juraban que iba a iniciar la tercera guerra mundial, será el primer presidente de Estados Unidos desde 1928 que no inicia una guerra en su primer mandato. Sin embargo, consiguió parar los desplantes de Kim Jong-un. Dejó que los generales y expertos del ejército hicieran su trabajo y eliminaran al general terrorista iraní Qasem Soleimani, con lo que terminaron los ataques de Irán contra Estados Unidos. Y consiguió que Israel y Arabia Saudita firmaran un pacto haciéndolos aliados.
Trump ha condenado los disturbios provocados por BLM y ANTIFA y los declaró terroristas. Ofreció su ayuda a los estados que lo solicitaran. Condenó la destrucción de símbolos patrios, estatuas de Padres Fundadores y propiedad pública y privada.
Si gana Trump y sigue con políticas similares a las de su primer período, ayudará a fortalecer la Republica y a mejorar el nivel de vida de los ciudadanos norteamericanos.”
Advertí, en ese artículo, que Trump, con todo y sus defectos, quiere defender y conservar la república, el imperio de la ley y la protección de las libertades de los ciudadanos para crear riqueza y buscar su propia felicidad, mientras que los Demócratas, valiéndose de mentiras y sucias estratagemas, pretenden destruir la república y sustituirla por unos Estados Unidos Socialistas Democráticos, lo que sería perjudicial para los norteamericanos y para nosotros.
Bueno, no me gusta tener que decirlo, pero se los dije. Ni siquiera se ha llevado a cabo la ceremonia de toma de posesión y ya vemos los cambios en esa dirección. Biden y su equipo ya anunciaron en conferencia de prensa que van a subir los impuestos, van a aumentar el salario mínimo, van a reanudar el acuerdo nuclear con Irán, y el acuerdo de París. Tendrán una política de «energía limpia» – cueste lo que cueste.
Quien sabe algo de economía, sabe que al aumentar los impuestos se hace difícil la creación de riqueza y, por tanto, la productividad baja y la pobreza aumenta. Y quien, con candidez, aún crea que los gobiernos invierten mejor el dinero de los tributarios de lo que lo harían ellos mismos, sólo les recuerdo el más reciente ejemplo de despilfarro del dinero de los impuestos de los estadounidenses: el paquete de ayuda por los efectos de la pandemia que otorga $600 (seiscientos dólares americanos) a cada ciudadano que gana menos de $75000 al año contempla mucho dinero destinado a financiamiento para ayuda a otros países, gastos federales, lobbies, e intereses especiales como ayudas a teatros y salas de conciertos. El pueblo americano que paga por todo esto recibe lo mínimo.
También sabemos que el salario mínimo provoca desempleo, pues el empleador al ver que sus costos suben tendrá que prescindir del trabajador marginal. Así que veremos más desempleo durante el gobierno demócrata. Aunado a eso, el costo de la energía aumentará, porque la «energía limpia» no es competitiva.
El otro cambio que pretende destruir la República, culminando con la conducta que inició en las universidades contra los conferencistas conservadores, es la censura que están haciendo las grandes empresas tecnológicas, que financiaron a los Demócratas, contra aquellos que piensan diferente a lo éstas desean. La novela 1984 de George Orwell sobre una sociedad totalitaria se está volviendo realidad: “Big Brother” ya está aquí. Twitter, Facebook y Youtube estuvieron censurando a aquellos que apoyaban a Trump. Ahora Twitter, Facebook e Instagram prohibieron al presidente Trump publicar en sus plataformas. Como muchos de los conservadores se están pasando a Parler – una plataforma que garantiza la libertad de expresión sin censura alguna – han arremetido conta ésta, por medio de Amazon – su vehículo en la red – que les exige censurar su contenido de conformidad con el criterio de Amazon o les retiran el servicio; y por medio de Google y Apple que les retiraron su App de sus tiendas. ¡Y CNN está pidiendo al gobierno que se saque del aire a Fox News!
A aquellos que defienden esta conducta como “capitalista”, quiero señalarles que no es tal. Esta conducta es “mercantilista”. El “capitalismo” es un sistema socio político que se basa en el reconocimiento y protección de los derechos individuales: libertad, vida y propiedad. La función del gobierno capitalista es la protección de estos derechos y nada más. No es otorgarle privilegios a empresario alguno. Eso es mercantilismo – y varios ejecutivos de esas empresas son ahora parte del gabinete de Biden. El argumento aquí no es que por ser empresas privadas tienen el derecho de decidir quien puede o no usar sus plataformas para comunicar sus opiniones. El asunto es definir el tipo de empresas son: si son una plataforma pública, la censura es inaceptable. Si son una plataforma de activismo político, entonces, desde luego tienen el derecho de elegir quien se expresa por ésta, pero también son responsables por su contenido. Si ellos deciden que lo que dice el Ayatola, el Partido Comunista de China, el grupo de Black Lives Matter – que quemaron y destrozaron propiedad privada durante los disturbios a lo largo de Norteamérica, es aceptable y, por tanto, permanecen en sus plataformas, como es el caso, pero deciden prohibirle el uso de su plataforma al presidente Trump y a los defensores de las ideas de la libertad, como Prager University, por considerarlos inaceptables, el mensaje que dan estas acciones es activismo político. Sus plataformas no son una tribuna para la discusión de ideas, sino para la difusión de la propaganda que ellos apoyan. Este no es un uso público de las plataformas, sino político partidista y, por tanto, su estado legal debe ajustarse a la realidad y perder la protección legal que les da la sección 230 por la responsabilidad de lo que allí se diga. Deberán hacerse responsables por lo que en éstas publiquen. El haber hecho creer a sus usuarios que las plataformas eran una tribuna pública para la discusión de ideas fue un engaño. Como la relación entre ellos y sus usuarios es contractual, el censurarlos por sus opiniones políticas es una violación al contrato, y nadie tiene el derecho a violar un contrato. Ahora que ya sabemos la verdad, podemos migrar a otras plataformas que sí respeten la libertad de expresión, como Parler en lugar de Twitter, Rumble en lugar de Youtube, Telegram en lugar de Whatsapp, y Gab en lugar de Facebook.
Por último, la hipocresía de los Demócratas es más que evidente. A pesar de que Biden afirma en cada discurso que desea hacer una llamada a la unidad, a sanar heridas, a que todos trabajen juntos por América, dice enseguida que hay que destrozar a Trump y que sus seguidores son unos terroristas. Ocasio Cortez instiga a cancelar a todo aquel que haya ayudado a Trump de por vida.
La inmoral Nancy Pelosi y los Demócratas, que valiéndose de artimañas y acusaciones falsas trataron por cuatro años de derrocar a Donald Trump, quieren intentarlo de nuevo. Primero, por medio de la enmienda XXV – lo que es inconstitucional, pues dicha enmienda no se hizo para ser usada como arma política por un partido en contra de otro – y como por esa vía no avanzan, segundo, por medio de un nuevo juicio en contra del Presidente. Poco les importa que Trump termina su mandato en diez días. Pelosi quiere deshonrarlo ya, ahora, cuanto antes, para evitar que pueda correr de nuevo.
Acusan a Trump de haber provocado el ataque, por unos cuantos revoltosos, al Capitolio el día en que se hacía el conteo de votos. Pretenden hacernos creer que ya olvidamos que cuando se dieron los disturbios con destrozos y saqueos a la propiedad privada, a negocios grandes y pequeños, por miembros de BLM (Black Lives Matter, una agrupación marxista) y de ANTIFA (una agrupación fascista), los gobernadores y alcaldes Demócratas las calificaron de “protestas básicamente, pacíficas”. Los Demócratas que gobiernan en los estados sujetos a tales violaciones, en lugar de proteger a sus ciudadanos, los abandonaron a su suerte. ¡Grave irresponsabilidad! Cuando Trump les ofreció ayuda, la rechazaron. Cuando estos salvajes energúmenos destrozaron los monumentos públicos, las estatuas de Jefferson, Franklin, Washington, Lincoln, Cristóbal Colón, etc., los Demócratas no sólo no lo condenaron, sino que lo aprobaron y propusieron quitar las esculturas de los monumentos a Jefferson y a Lincoln y las de la rotonda del Capitolio, porque podían ser ofensivas para algunos. Nanci Pelosi dijo que la gente hace lo que hace y que realmente a ella no le importan unas “esculturas”. Y ahora, dándose baños de pureza moral, estas arpías hipócritas quieren que pretendamos que no vimos que, en su discurso, Trump convocó a una manifestación “pacífica y ordenada”, y que cuando se dieron los disturbios, inmediatamente los condenó y pidió a los manifestantes retirarse del lugar.
Lo que van a conseguir estos socialistas, lejos de unir en amor armonioso, es dividir aún más a su país.
La impresión de que sus acciones obedecen a su mala voluntad tendrá precedente en la conducta inmoral de Por sus acciones, su estado moral será igual a los de los gobiernos de Maduro en Venezuela y de los Castro en Cuba.
Este miércoles pasado 6 de enero se procedió a elegir al nuevo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, conforme a lo que manda su constitución y la Enmienda XII, donde el Presidente del Senado – en este caso, Mike Pence – en presencia del Senado y la Casa de Representantes abrió los sobres sellados, que le fueron sido enviados por los distintos Estados con las certificaciones de las elecciones de sus Electores, y procedió al conteo de votos. Al terminar el conteo, se confirmó a Joe Biden como el presidente por los cuatro próximos años.
Sabemos que la decisión que recae sobre los congresistas no es sólo política, sino moral. Y su importancia no es sólo nacional, sino internacional. Quienes alegaron que estas elecciones fueron manipuladas y fraudulentas, pusieron sobre la mesa gran cantidad de evidencias que respaldan su afirmación. Fuimos testigos de que los congresistas hicieron caso omiso de ellas. Al no tomarlas en cuenta, no actuaron moralmente; reconocieron que hacer trampa debe ser recompensado; que el fin justifica los medios; que, si hubo fraude, aunque éste fuera contra los votantes, no importa; y que el fin justifica los medios y, por tanto, que es permitido sacar a Trump a como dé lugar. No quisieron hacer lo que recomendó el senador Ted Cruz: crear una comisión para auditar de emergencia las votaciones y establecer si hubo o no fraude, para después tomar una decisión. No eliminaron la percepción general de la mayoría estadounidense de que las elecciones fueron manipuladas, sino que la aumentaron. La primera consecuencia nacional es ya que el gobierno de Biden es considerado ilegítimo por muchos norteamericanos; y la consecuencia internacional es que perdieron la autoridad moral que pretenden tener para juzgar a las demás naciones.
En mi artículo «POR QUÉ APOYO A DONALD TRUMP», escribí sobre lo que hizo Trump, lo siguiente:
“Hizo el mayor recorte de impuestos y desregulaciones en la historia de Estados Unidos, lo que hizo que aproximadamente trescientos mil millones de dólares retornaran a la economía en el primer cuarto del año, lo que creo muchos empleos, llegando al más bajo desempleo en cuarenta y nueve años. Esto permitió también que la producción de petróleo fuera la más alta de la historia, que aumentara la exportación de carbón en un 60%, y que exportaran gas natural por primera vez desde 1957.
Sacó a Estados Unidos de los Acuerdos sobre el Clima de París, que destruían muchos empleos. Hizo que los aliados de la NATO pagaran sesenta y nueve mil millones más en defensa de lo que hicieron desde 2016. Sacó a Estados Unidos del absurdo y lesivo contrato con Irán. Consiguió un acuerdo comercial con México que reemplazó al NAFTA. Consiguió un acuerdo con la Unión Europea que incrementó las exportaciones norteamericanas. Consiguió un financiamiento récord de setecientos mil millones para el ejército. Consiguió que la FDA aprobara más drogas genéricas de bajo precio, más de lo que se había aprobado antes en toda la historia.
Si en dos meses no invade algún país, a pesar de que los Demócratas juraban que iba a iniciar la tercera guerra mundial, será el primer presidente de Estados Unidos desde 1928 que no inicia una guerra en su primer mandato. Sin embargo, consiguió parar los desplantes de Kim Jong-un. Dejó que los generales y expertos del ejército hicieran su trabajo y eliminaran al general terrorista iraní Qasem Soleimani, con lo que terminaron los ataques de Irán contra Estados Unidos. Y consiguió que Israel y Arabia Saudita firmaran un pacto haciéndolos aliados.
Trump ha condenado los disturbios provocados por BLM y ANTIFA y los declaró terroristas. Ofreció su ayuda a los estados que lo solicitaran. Condenó la destrucción de símbolos patrios, estatuas de Padres Fundadores y propiedad pública y privada.
Si gana Trump y sigue con políticas similares a las de su primer período, ayudará a fortalecer la Republica y a mejorar el nivel de vida de los ciudadanos norteamericanos.”
Advertí, en ese artículo, que Trump, con todo y sus defectos, quiere defender y conservar la república, el imperio de la ley y la protección de las libertades de los ciudadanos para crear riqueza y buscar su propia felicidad, mientras que los Demócratas, valiéndose de mentiras y sucias estratagemas, pretenden destruir la república y sustituirla por unos Estados Unidos Socialistas Democráticos, lo que sería perjudicial para los norteamericanos y para nosotros.
Bueno, no me gusta tener que decirlo, pero se los dije. Ni siquiera se ha llevado a cabo la ceremonia de toma de posesión y ya vemos los cambios en esa dirección. Biden y su equipo ya anunciaron en conferencia de prensa que van a subir los impuestos, van a aumentar el salario mínimo, van a reanudar el acuerdo nuclear con Irán, y el acuerdo de París. Tendrán una política de «energía limpia» – cueste lo que cueste.
Quien sabe algo de economía, sabe que al aumentar los impuestos se hace difícil la creación de riqueza y, por tanto, la productividad baja y la pobreza aumenta. Y quien, con candidez, aún crea que los gobiernos invierten mejor el dinero de los tributarios de lo que lo harían ellos mismos, sólo les recuerdo el más reciente ejemplo de despilfarro del dinero de los impuestos de los estadounidenses: el paquete de ayuda por los efectos de la pandemia que otorga $600 (seiscientos dólares americanos) a cada ciudadano que gana menos de $75000 al año contempla mucho dinero destinado a financiamiento para ayuda a otros países, gastos federales, lobbies, e intereses especiales como ayudas a teatros y salas de conciertos. El pueblo americano que paga por todo esto recibe lo mínimo.
También sabemos que el salario mínimo provoca desempleo, pues el empleador al ver que sus costos suben tendrá que prescindir del trabajador marginal. Así que veremos más desempleo durante el gobierno demócrata. Aunado a eso, el costo de la energía aumentará, porque la «energía limpia» no es competitiva.
El otro cambio que pretende destruir la República, culminando con la conducta que inició en las universidades contra los conferencistas conservadores, es la censura que están haciendo las grandes empresas tecnológicas, que financiaron a los Demócratas, contra aquellos que piensan diferente a lo éstas desean. La novela 1984 de George Orwell sobre una sociedad totalitaria se está volviendo realidad: “Big Brother” ya está aquí. Twitter, Facebook y Youtube estuvieron censurando a aquellos que apoyaban a Trump. Ahora Twitter, Facebook e Instagram prohibieron al presidente Trump publicar en sus plataformas. Como muchos de los conservadores se están pasando a Parler – una plataforma que garantiza la libertad de expresión sin censura alguna – han arremetido conta ésta, por medio de Amazon – su vehículo en la red – que les exige censurar su contenido de conformidad con el criterio de Amazon o les retiran el servicio; y por medio de Google y Apple que les retiraron su App de sus tiendas. ¡Y CNN está pidiendo al gobierno que se saque del aire a Fox News!
A aquellos que defienden esta conducta como “capitalista”, quiero señalarles que no es tal. Esta conducta es “mercantilista”. El “capitalismo” es un sistema socio político que se basa en el reconocimiento y protección de los derechos individuales: libertad, vida y propiedad. La función del gobierno capitalista es la protección de estos derechos y nada más. No es otorgarle privilegios a empresario alguno. Eso es mercantilismo – y varios ejecutivos de esas empresas son ahora parte del gabinete de Biden. El argumento aquí no es que por ser empresas privadas tienen el derecho de decidir quien puede o no usar sus plataformas para comunicar sus opiniones. El asunto es definir el tipo de empresas son: si son una plataforma pública, la censura es inaceptable. Si son una plataforma de activismo político, entonces, desde luego tienen el derecho de elegir quien se expresa por ésta, pero también son responsables por su contenido. Si ellos deciden que lo que dice el Ayatola, el Partido Comunista de China, el grupo de Black Lives Matter – que quemaron y destrozaron propiedad privada durante los disturbios a lo largo de Norteamérica, es aceptable y, por tanto, permanecen en sus plataformas, como es el caso, pero deciden prohibirle el uso de su plataforma al presidente Trump y a los defensores de las ideas de la libertad, como Prager University, por considerarlos inaceptables, el mensaje que dan estas acciones es activismo político. Sus plataformas no son una tribuna para la discusión de ideas, sino para la difusión de la propaganda que ellos apoyan. Este no es un uso público de las plataformas, sino político partidista y, por tanto, su estado legal debe ajustarse a la realidad y perder la protección legal que les da la sección 230 por la responsabilidad de lo que allí se diga. Deberán hacerse responsables por lo que en éstas publiquen. El haber hecho creer a sus usuarios que las plataformas eran una tribuna pública para la discusión de ideas fue un engaño. Como la relación entre ellos y sus usuarios es contractual, el censurarlos por sus opiniones políticas es una violación al contrato, y nadie tiene el derecho a violar un contrato. Ahora que ya sabemos la verdad, podemos migrar a otras plataformas que sí respeten la libertad de expresión, como Parler en lugar de Twitter, Rumble en lugar de Youtube, Telegram en lugar de Whatsapp, y Gab en lugar de Facebook.
Por último, la hipocresía de los Demócratas es más que evidente. A pesar de que Biden afirma en cada discurso que desea hacer una llamada a la unidad, a sanar heridas, a que todos trabajen juntos por América, dice enseguida que hay que destrozar a Trump y que sus seguidores son unos terroristas. Ocasio Cortez instiga a cancelar a todo aquel que haya ayudado a Trump de por vida.
La inmoral Nancy Pelosi y los Demócratas, que valiéndose de artimañas y acusaciones falsas trataron por cuatro años de derrocar a Donald Trump, quieren intentarlo de nuevo. Primero, por medio de la enmienda XXV – lo que es inconstitucional, pues dicha enmienda no se hizo para ser usada como arma política por un partido en contra de otro – y como por esa vía no avanzan, segundo, por medio de un nuevo juicio en contra del Presidente. Poco les importa que Trump termina su mandato en diez días. Pelosi quiere deshonrarlo ya, ahora, cuanto antes, para evitar que pueda correr de nuevo.
Acusan a Trump de haber provocado el ataque, por unos cuantos revoltosos, al Capitolio el día en que se hacía el conteo de votos. Pretenden hacernos creer que ya olvidamos que cuando se dieron los disturbios con destrozos y saqueos a la propiedad privada, a negocios grandes y pequeños, por miembros de BLM (Black Lives Matter, una agrupación marxista) y de ANTIFA (una agrupación fascista), los gobernadores y alcaldes Demócratas las calificaron de “protestas básicamente, pacíficas”. Los Demócratas que gobiernan en los estados sujetos a tales violaciones, en lugar de proteger a sus ciudadanos, los abandonaron a su suerte. ¡Grave irresponsabilidad! Cuando Trump les ofreció ayuda, la rechazaron. Cuando estos salvajes energúmenos destrozaron los monumentos públicos, las estatuas de Jefferson, Franklin, Washington, Lincoln, Cristóbal Colón, etc., los Demócratas no sólo no lo condenaron, sino que lo aprobaron y propusieron quitar las esculturas de los monumentos a Jefferson y a Lincoln y las de la rotonda del Capitolio, porque podían ser ofensivas para algunos. Nanci Pelosi dijo que la gente hace lo que hace y que realmente a ella no le importan unas “esculturas”. Y ahora, dándose baños de pureza moral, estas arpías hipócritas quieren que pretendamos que no vimos que, en su discurso, Trump convocó a una manifestación “pacífica y ordenada”, y que cuando se dieron los disturbios, inmediatamente los condenó y pidió a los manifestantes retirarse del lugar.
Lo que van a conseguir estos socialistas, lejos de unir en amor armonioso, es dividir aún más a su país.
La impresión de que sus acciones obedecen a su mala voluntad tendrá precedente en la conducta inmoral de Por sus acciones, su estado moral será igual a los de los gobiernos de Maduro en Venezuela y de los Castro en Cuba.