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Ángeles entre las tinieblas, un planeta; solo tinieblas sin ángeles, el otro planeta

Armando De la Torre
16 de septiembre, 2020

El anterior fin de semana nuestra imperfecta humanidad de meros sobrevivientes sufrió la pérdida de dos bellos ángeles en Guatemala: la de doña Isabel Gutiérrez de Bosch y la de doña Bertha de Permuth.

En cuanto expatriado y remoto al mundo de las grandes decisiones globales, me solidarizo de todo corazón con los allegados de esas dos espléndidas almas humanas, ya sea por vínculos de sangre o por la gratitud solidaria que supieron inspirar en otros.

Ambas damas han constituido a mis ojos los fieles y enaltecedores testimonios de la creciente cohesión chapina, porque Guatemala es otra y una mucho mejor que aquella más simplona que por lazos familiares habían heredado de sus antepasados.

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Los logros humanísimos de la señora Gutiérrez de Bosch –una de las cien mujeres más destacadas a nivel mundial según la revista Forbes– son también por aquí las mucho más reconocidas en el mundo de la beneficencia. Los de la señora de Permuth, siempre no menos ejemplares, constituyeron los frutos de una generación muy piadosa y muy hogareña. Tales cuales el de aquella figura bíblica de la “mujer virtuosa” que tanto ensalzó el libro de los Proverbios de la Santa Biblia:

“Una mujer virtuosa, ¿quién la encontrará?

Es mucho más valiosa que las perlas.

En ella confía el corazón de su esposo, y no será sin provecho”

Proverbios 31:10-11

Encima, a cada una de ellas las conceptúo como un verdadero termómetro de la calidez del progreso moderno en Guatemala: gracias a tantísimas obras personales de solidaridad muy humana dentro y fuera del ámbito de sus familias respectivas. Y de compasión por el sufrimiento de tantos otros hijos de esta misma tierra, muy olvidados por los más. Y de una pureza de vida y de lealtad incondicional tanto hacia los de su misma sangre como también en múltiples ocasiones hacia quienes les eran perfectos desconocidos. 

Además, de su generosidad sin otros límites que los de aquellos momentos que les tocaron sufrir simplemente por ser dignas expresiones de su género femenino, y sin las cuales, nosotros los hombres no llegaríamos a nada excelso. 

Madres ejemplares ambas y de bondad muy fecundas según los modelos heredados por ellas de sus progenitores.

Aunque no figurarán tal vez dentro de mil años en los posibles anales de la historia política entre las progenies de su pueblo como sí ha sucedido con una Cleopatra de Egipto o una Catalina la Grande de Rusia, pero mucho mejor sí a los ojos de Dios, así como quedarán en la memoria de todos los hombres y mujeres de buena voluntad que hemos tenido la oportunidad de haberlas conocido. 

Que Dios les recompense de tan buen ejemplo que a todos nosotros, absolutamente a todos, nos han regalado.

Y mi más sentido pésame a todos aquellos que ahora lloran por sus ausencias.

-o0o-

De regreso a este otro mundo de lo prosaico, de lo urgente y de lo con frecuencia poco ejemplar, quiero sumar aquí unas cuantas reflexiones más en torno a ese evento de tanta trascendencia mundial, las próximas elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América el próximo tres de noviembre. 

En lo más hondo, allí se enfrentarán dos opciones de vida paradigmáticas: el de quienes hacen y el de quienes solo critican. 

Más en concreto, entre aquellos más leales al modelo republicano original de un Madison o de un Lincoln o los perdedores por inercia propia de siempre, es decir, las muchedumbres de aquellos que solo demandan pero nada aportan al pan que consumen ni al circo que los entretienen. 

Dilema antiquísimo. 

En cuanto docente universitario, yo los clasificaría como otro choque más de tantos miles en la historia entre los que logran algo con su sudor y sus lágrimas y entre quienes se conforman pasivamente con saborear el fruto de la victoria… siempre la ajena.

El Partido Demócrata en ese país se halla en franca y posiblemente en decadencia terminal. El Republicano, en cambio, todavía retiene el impulso puritano y pionero de algunos pocos grandes constructores de tan exitoso fenómeno político en la historia de la humanidad: los constituyentes de 1776.

Ninguna otra mejor evidencia para ello que los abiertos y demoledores ataques callejeros contra los símbolos más elocuentes de su propia herencia nacional (incluidos aquellos como las estatuas de Colón, Washington o Lincoln) por una plebe (allá se las llama mob) de jóvenes holgazanes y semianalfabetas. 

Quiero añadir aquí un matiz que muy pocos otros en el resto del mundo aducen. Soy cubano de origen, aun cuando nacido en Nueva York. De la reelección de Trump espero ansioso una  corrección liberadora de la Cuba que por la inseguridad personal de John F. Kennedy no se pudo lograr en 1961: la invasión de la isla integrada exclusivamente por cubanos forzados previamente al exilio por la tiranía totalitaria de Fidel Castro y de esos otros acólitos a la fuerza, Venezuela y Nicaragua.  

A propósito, Roberto: Cuban lives do matter too. También las de los venezolanos y nicaragüenses, y no solo la de los afroamericanos o la de los mexicanos asentados legal o ilegalmente en territorio norteamericano. 

Trump, por otra parte, ha puesto un punto final a las interminables guerras en el Oriente Próximo, desatadas por cierto por los demócratas y en el caso de Irak por los republicanos que en ese punto les fueron afines. 

También ha despertado en la conciencia de todos sus conciudadanos el recuerdo de los verdaderos hacedores del gran “milagro” americano de verdadera resonancia mundial: el de sus trabajadores manuales, ahí nacidos o inmigrados principalmente desde Europa, e incentivados por grandes emprendedores de esos mismos orígenes, los Vanderbilt, por ejemplo, o los Morgan, los Ford o los Rockefeller. 

Simultáneamente, Trump ha sido el único en ponerle un alto al muy peligroso expansionismo totalitario chino. Y ha blindado la economía de su país contra la repetición de una depresión heredada de sus predecesores en la presidencia de la República, y hasta en medio de esa pandemia inesperada y facilitada irresponsablemente por el Partido Comunista chino. 

Trump ha devuelto a su pueblo el respeto debido hacia sus fuerzas del orden y hacia sus magistrados al servicio de una justicia igual para todos; y ha acelerado el ascenso económico sin precedentes de minorías étnicas de negros, latinos (cuarenta millones de ellos de raíces mexicana) y hasta de asiáticos dentro de las fronteras de ese gran país. Al tiempo que cumplió con la promesa de todos los demás Ejecutivos y nunca llevada a cabo por ellos de reconocer en Jerusalén la capital definitiva del pueblo de Israel. 

Todo ello, en tiempos moralmente menos decadentes le habría asegurado una fácil reelección y hasta un premio nobel, como lo han sugerido algunos parlamentarios noruegos. 

La herencia final, sea dicho de paso, de la suma de la pérdida de la fe religiosa en muchos, y de la consecuente desintegración de la familia nuclear y, nunca olvidarlo, de ese permanente bombardeo en las escuelas públicas del país y a todos sus niveles en pro de un socialismo utópico y de cuya historia real no han tenido la más mínima experiencia. 

¿Vencerá una vez más esa sociedad tan promisoria y, en términos de la justicia, tan eficiente? 

El próximo tres de noviembre nos enteraremos. 

Ángeles entre las tinieblas, un planeta; solo tinieblas sin ángeles, el otro planeta

Armando De la Torre
16 de septiembre, 2020

El anterior fin de semana nuestra imperfecta humanidad de meros sobrevivientes sufrió la pérdida de dos bellos ángeles en Guatemala: la de doña Isabel Gutiérrez de Bosch y la de doña Bertha de Permuth.

En cuanto expatriado y remoto al mundo de las grandes decisiones globales, me solidarizo de todo corazón con los allegados de esas dos espléndidas almas humanas, ya sea por vínculos de sangre o por la gratitud solidaria que supieron inspirar en otros.

Ambas damas han constituido a mis ojos los fieles y enaltecedores testimonios de la creciente cohesión chapina, porque Guatemala es otra y una mucho mejor que aquella más simplona que por lazos familiares habían heredado de sus antepasados.

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Los logros humanísimos de la señora Gutiérrez de Bosch –una de las cien mujeres más destacadas a nivel mundial según la revista Forbes– son también por aquí las mucho más reconocidas en el mundo de la beneficencia. Los de la señora de Permuth, siempre no menos ejemplares, constituyeron los frutos de una generación muy piadosa y muy hogareña. Tales cuales el de aquella figura bíblica de la “mujer virtuosa” que tanto ensalzó el libro de los Proverbios de la Santa Biblia:

“Una mujer virtuosa, ¿quién la encontrará?

Es mucho más valiosa que las perlas.

En ella confía el corazón de su esposo, y no será sin provecho”

Proverbios 31:10-11

Encima, a cada una de ellas las conceptúo como un verdadero termómetro de la calidez del progreso moderno en Guatemala: gracias a tantísimas obras personales de solidaridad muy humana dentro y fuera del ámbito de sus familias respectivas. Y de compasión por el sufrimiento de tantos otros hijos de esta misma tierra, muy olvidados por los más. Y de una pureza de vida y de lealtad incondicional tanto hacia los de su misma sangre como también en múltiples ocasiones hacia quienes les eran perfectos desconocidos. 

Además, de su generosidad sin otros límites que los de aquellos momentos que les tocaron sufrir simplemente por ser dignas expresiones de su género femenino, y sin las cuales, nosotros los hombres no llegaríamos a nada excelso. 

Madres ejemplares ambas y de bondad muy fecundas según los modelos heredados por ellas de sus progenitores.

Aunque no figurarán tal vez dentro de mil años en los posibles anales de la historia política entre las progenies de su pueblo como sí ha sucedido con una Cleopatra de Egipto o una Catalina la Grande de Rusia, pero mucho mejor sí a los ojos de Dios, así como quedarán en la memoria de todos los hombres y mujeres de buena voluntad que hemos tenido la oportunidad de haberlas conocido. 

Que Dios les recompense de tan buen ejemplo que a todos nosotros, absolutamente a todos, nos han regalado.

Y mi más sentido pésame a todos aquellos que ahora lloran por sus ausencias.

-o0o-

De regreso a este otro mundo de lo prosaico, de lo urgente y de lo con frecuencia poco ejemplar, quiero sumar aquí unas cuantas reflexiones más en torno a ese evento de tanta trascendencia mundial, las próximas elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América el próximo tres de noviembre. 

En lo más hondo, allí se enfrentarán dos opciones de vida paradigmáticas: el de quienes hacen y el de quienes solo critican. 

Más en concreto, entre aquellos más leales al modelo republicano original de un Madison o de un Lincoln o los perdedores por inercia propia de siempre, es decir, las muchedumbres de aquellos que solo demandan pero nada aportan al pan que consumen ni al circo que los entretienen. 

Dilema antiquísimo. 

En cuanto docente universitario, yo los clasificaría como otro choque más de tantos miles en la historia entre los que logran algo con su sudor y sus lágrimas y entre quienes se conforman pasivamente con saborear el fruto de la victoria… siempre la ajena.

El Partido Demócrata en ese país se halla en franca y posiblemente en decadencia terminal. El Republicano, en cambio, todavía retiene el impulso puritano y pionero de algunos pocos grandes constructores de tan exitoso fenómeno político en la historia de la humanidad: los constituyentes de 1776.

Ninguna otra mejor evidencia para ello que los abiertos y demoledores ataques callejeros contra los símbolos más elocuentes de su propia herencia nacional (incluidos aquellos como las estatuas de Colón, Washington o Lincoln) por una plebe (allá se las llama mob) de jóvenes holgazanes y semianalfabetas. 

Quiero añadir aquí un matiz que muy pocos otros en el resto del mundo aducen. Soy cubano de origen, aun cuando nacido en Nueva York. De la reelección de Trump espero ansioso una  corrección liberadora de la Cuba que por la inseguridad personal de John F. Kennedy no se pudo lograr en 1961: la invasión de la isla integrada exclusivamente por cubanos forzados previamente al exilio por la tiranía totalitaria de Fidel Castro y de esos otros acólitos a la fuerza, Venezuela y Nicaragua.  

A propósito, Roberto: Cuban lives do matter too. También las de los venezolanos y nicaragüenses, y no solo la de los afroamericanos o la de los mexicanos asentados legal o ilegalmente en territorio norteamericano. 

Trump, por otra parte, ha puesto un punto final a las interminables guerras en el Oriente Próximo, desatadas por cierto por los demócratas y en el caso de Irak por los republicanos que en ese punto les fueron afines. 

También ha despertado en la conciencia de todos sus conciudadanos el recuerdo de los verdaderos hacedores del gran “milagro” americano de verdadera resonancia mundial: el de sus trabajadores manuales, ahí nacidos o inmigrados principalmente desde Europa, e incentivados por grandes emprendedores de esos mismos orígenes, los Vanderbilt, por ejemplo, o los Morgan, los Ford o los Rockefeller. 

Simultáneamente, Trump ha sido el único en ponerle un alto al muy peligroso expansionismo totalitario chino. Y ha blindado la economía de su país contra la repetición de una depresión heredada de sus predecesores en la presidencia de la República, y hasta en medio de esa pandemia inesperada y facilitada irresponsablemente por el Partido Comunista chino. 

Trump ha devuelto a su pueblo el respeto debido hacia sus fuerzas del orden y hacia sus magistrados al servicio de una justicia igual para todos; y ha acelerado el ascenso económico sin precedentes de minorías étnicas de negros, latinos (cuarenta millones de ellos de raíces mexicana) y hasta de asiáticos dentro de las fronteras de ese gran país. Al tiempo que cumplió con la promesa de todos los demás Ejecutivos y nunca llevada a cabo por ellos de reconocer en Jerusalén la capital definitiva del pueblo de Israel. 

Todo ello, en tiempos moralmente menos decadentes le habría asegurado una fácil reelección y hasta un premio nobel, como lo han sugerido algunos parlamentarios noruegos. 

La herencia final, sea dicho de paso, de la suma de la pérdida de la fe religiosa en muchos, y de la consecuente desintegración de la familia nuclear y, nunca olvidarlo, de ese permanente bombardeo en las escuelas públicas del país y a todos sus niveles en pro de un socialismo utópico y de cuya historia real no han tenido la más mínima experiencia. 

¿Vencerá una vez más esa sociedad tan promisoria y, en términos de la justicia, tan eficiente? 

El próximo tres de noviembre nos enteraremos. 

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