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El egoísmo no es una virtud

Warren Orbaugh
20 de julio, 2020

Conozco a muchas personas que, al ver el título del libro de ética de Ayn Rand, La Virtud del Egoísmo, cometen el error capital de juzgar antes de haber examinado toda la evidencia relevante. Concluyen irremediablemente que Rand dice que el egoísmo es una virtud. No se percatan, a pesar de que la evidencia está allí, frente a sus narices, que el título de la obra no es una proposición. Carece de cópula y de predicado. El título solamente es el sujeto de una proposición que se desarrolla en el contenido del libro.

Quienes cometen este error, no recapacitan que títulos similares no los llevan a concluir disparates semejantes. El sabueso de los Baskerville, de Sir Arthur Conan Doyle, no quiere decir que los Baskerville son un sabueso. El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, no quiere decir que Montecristo (que es una isla) es un Conde. El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, no quiere decir que Dorian Grey es un retrato. ¿Entonces, por qué concluyen que La virtud del Egoísmo, de Ayn Rand, quiere decir que el egoísmo es una virtud?

«La virtud del egoísmo» no es una proposición. La proposición es la verbalización del juicio. Es la forma sensual y concreta del juicio. Es el juicio o pensamiento expresado para que sea perceptible por los sentidos. El juicio es la operación mental de afirmar o negar que algo es o no es el caso. Su forma es ‘S es P’ o ‘S no es P’. ‘S’ es el sujeto, ‘es’ es la cópula o nexo verbal, y ‘P’ es el predicado. El objeto del pensamiento es el ‘sujeto’, aquello de lo que se predica o dice algo mediante la proposición. Una proposición puede ser falsa, al afirmar que algo, el sujeto, es o tiene características que en realidad no tiene. O puede ser verdadera si describe lo que el sujeto en realidad es o tiene. Al hacer juicios o proposiciones, siempre está el asunto de la verdad. La proposición o juicio debe necesariamente ser verdadera o falsa. Por ejemplo: «El sabueso de los Baskerville es un perro muy grande y furioso, cubierto con pintura fosforescente para que brille en la noche.» Aquí «el sabueso de los Baskerville» es el sujeto, y «un perro muy grande y furioso, cubierto con pintura fosforescente para que brille en la noche» es el predicado.

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«La virtud del egoísmo» ni afirma ni niega cosa alguna. Su forma no es ‘S es P’. No afirma que ‘algo’ es de ‘alguna manera’. De hecho, «La virtud del egoísmo» es el término sujeto de una proposición que no aparece en el título de la obra, sino que se desarrolla en el libro. Es el contenido del libro el que predica e informa cual es la virtud del egoísmo. 

La estructura del término sujeto, «la virtud del egoísmo» se compone del modificador inmediato o directo “la”, el núcleo del sujeto “virtud” y del modificador mediato o indirecto “del egoísmo”, que funciona como frase adjetival, conectada mediante la preposición “del”. El núcleo del predicado no aparece en el título del libro, pues allí no hay predicado.

En la introducción de La Virtud del Egoísmo, Rand explica el significado del término «egoísmo»: 

«[El] significado exacto y definición del diccionario de la palabra “egoísmo” es: preocupación con los propios intereses.

Este concepto no incluye una evaluación moral; no nos dice si preocuparse del propio interés es bueno o malo; ni nos dice que constituyen los intereses actuales del hombre. Es la función de la ética contestar tales preguntas.»

[Ayn Rand. “Introduction.” The Virtue of Selfishness. (New York: Signet, 1970), vii]

Lo que es del “propio interés” para uno, a corto y a largo plazo, no es lo mismo que lo que se le antoja a uno, ni cualquier capricho que uno tenga. Uno puede tener antojo de consumir drogas, tabaco o alcohol, y la satisfacción de esos antojos sólo va a perjudicar la vida de uno – luego no es en el mejor interés de uno consumirlas. Tampoco algo es bueno sólo porque uno lo desea o lo valora. Perseguir lo que es del propio interés de uno, o en el mejor interés de uno, es perseguir aquello que fomente la propia vida como humano.

«Moralmente hay una diferencia fundamental entre un hombre que busca su interés propio en la producción y un hombre que lo busca en el robo. La maldad del ladrón no consiste en el hecho de que persiga su interés propio, sino en qué considera como su interés propio; no en el hecho de perseguir sus valores, sino en lo qué elige valorar; no en el hecho de desear vivir, sino en el hecho de desear vivir en un nivel subhumano.»

[Ayn Rand. “Introduction.” The Virtue of Selfishness. (New York: Signet, 1970), ix]

Para perseguir lo que fomente la propia vida como humano, primero hay que descubrir que es aquello que en realidad tiene la capacidad para hacerlo. El antropoide, el animal hombre, como nuestros antepasados Australopitecus y Homo Abilis, vivía del robo y del pillaje. Pero eventualmente se dio cuenta de que una mejor estrategia de supervivencia era colaborar con otros mediante la producción de bienes y servicios regida por la división del trabajo y el intercambio de éstos. Creó la civilización y humanizó al hombre. Elegir vivir del robo es no identificar cual es la mejor estrategia de supervivencia, es elegir regresar al nivel de existencia subhumana. Esto sucede porque el hombre no sabe automáticamente que es de su interés propio, no sabe que es lo que más le conviene. Tiene que descubrirlo y para eso necesita usar bien su razón. La razón es la facultad que integra en conceptos la información que nos proveen nuestros sentidos, y que usamos para construir nuestro conocimiento. La razón nos permite entender el principio de causalidad, esencial para deliberar sobre las consecuencias de nuestras acciones en el tiempo. Por eso, para poder identificar lo que nos es provechoso y lo que no lo es, a corto y largo plazo, sólo podemos hacerlo por medio del uso correcto de la razón. Un código moral establecido racionalmente define los principios que pueden guiar al hombre en su propósito de buscar lo que le es de provecho. 

«Las razones de por que el hombre necesita un código moral te dirán que el propósito de la moralidad es definir los valores e intereses apropiados para el hombre, que preocuparse con el interés propio es la esencia de una existencia moral, y que el hombre debe ser el beneficiario de su propia acción moral…

Así como el hombre no puede sobrevivir por cualquier medio fortuito, sino que debe descubrir y practicar los principios que requiere su supervivencia, así el interés propio del hombre no se puede determinar por deseos ciegos o caprichos arbitrarios, sino que debe ser descubierto y alcanzado por medio de la guía de principios racionales.»

[Ayn Rand. “Introduction.” The Virtue of Selfishness. (New York: Signet, 1970), x – xi]

Rand dice en La Virtud del Egoísmo, que la ética Objetivista sostiene la vida del hombre como el estándar de valor y la vida propia de cada uno como el propósito ético de cada individuo. El estándar es un principio abstracto que sirve como medida o indicador para guiar las elecciones del individuo en el proceso de alcanzar un propósito específico y concreto. «Aquello que se requiere para la supervivencia del hombre como humano», dice Rand, es un principio abstracto que se aplica a todo hombre individual. Es responsabilidad de cada individuo la aplicación de este principio a un propósito específico – el propósito de vivir una vida apropiada al ser racional –, y es su propia vida la que tiene que vivir.

Aplicar ese principio a su propia vida, requiere del hombre elegir sus valores según ese estándar de valor – según aquello que se requiere para la supervivencia del hombre como humano –, y requiere actuar para conseguir y conservar esos valores elegidos conforme a ese estándar, con el propósito de conseguir, mantener, y disfrutar de ese valor último, ese fin en si mismo, que es su propia vida. 

La “virtud” nos dice Rand, es la acción por medio de la cual uno alcanza y conserva esos valores elegidos conforme a ese estándar de valor. Y la virtud básica del hombre y fuente de todas sus otras virtudes, escribe Rand en La Virtud del Egoísmo, es la “Racionalidad”. La Racionalidad consiste en actuar guiado por el buen razonamiento, al haber reconocido y aceptado que es la razón nuestra única fuente de conocimiento y nuestra única juez de valores. Consiste en mantener un estado de plena consciencia, en mantener un enfoque total en todo asunto, en toda elección y en toda identificación de la realidad. Es por medio de la Racionalidad que uno identifica lo que le es de provecho y lo que le es perjudicial, para perseguir lo primero y evitar lo segundo. 

En conclusión, Rand dice en La Virtud del Egoísmo, que el egoísmo define el propósito o fin de la acción moral – que el hombre se beneficie de su propia acción moral. Y la virtud del egoísmo es la Racionalidad – la acción moral o medio para alcanzar y conservar aquellos valores elegidos conforme al estándar de valor, determinado por lo que se requiere para la supervivencia del hombre como humano.

«La ética Objetivista sostiene que el agente debe siempre ser el beneficiario de sus acciones y que el hombre debe actuar movido por su propio interés racional

[Ayn Rand. “Introduction.” The Virtue of Selfishness. (New York: Signet, 1970), x]

El egoísmo no es una virtud

Warren Orbaugh
20 de julio, 2020

Conozco a muchas personas que, al ver el título del libro de ética de Ayn Rand, La Virtud del Egoísmo, cometen el error capital de juzgar antes de haber examinado toda la evidencia relevante. Concluyen irremediablemente que Rand dice que el egoísmo es una virtud. No se percatan, a pesar de que la evidencia está allí, frente a sus narices, que el título de la obra no es una proposición. Carece de cópula y de predicado. El título solamente es el sujeto de una proposición que se desarrolla en el contenido del libro.

Quienes cometen este error, no recapacitan que títulos similares no los llevan a concluir disparates semejantes. El sabueso de los Baskerville, de Sir Arthur Conan Doyle, no quiere decir que los Baskerville son un sabueso. El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, no quiere decir que Montecristo (que es una isla) es un Conde. El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, no quiere decir que Dorian Grey es un retrato. ¿Entonces, por qué concluyen que La virtud del Egoísmo, de Ayn Rand, quiere decir que el egoísmo es una virtud?

«La virtud del egoísmo» no es una proposición. La proposición es la verbalización del juicio. Es la forma sensual y concreta del juicio. Es el juicio o pensamiento expresado para que sea perceptible por los sentidos. El juicio es la operación mental de afirmar o negar que algo es o no es el caso. Su forma es ‘S es P’ o ‘S no es P’. ‘S’ es el sujeto, ‘es’ es la cópula o nexo verbal, y ‘P’ es el predicado. El objeto del pensamiento es el ‘sujeto’, aquello de lo que se predica o dice algo mediante la proposición. Una proposición puede ser falsa, al afirmar que algo, el sujeto, es o tiene características que en realidad no tiene. O puede ser verdadera si describe lo que el sujeto en realidad es o tiene. Al hacer juicios o proposiciones, siempre está el asunto de la verdad. La proposición o juicio debe necesariamente ser verdadera o falsa. Por ejemplo: «El sabueso de los Baskerville es un perro muy grande y furioso, cubierto con pintura fosforescente para que brille en la noche.» Aquí «el sabueso de los Baskerville» es el sujeto, y «un perro muy grande y furioso, cubierto con pintura fosforescente para que brille en la noche» es el predicado.

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«La virtud del egoísmo» ni afirma ni niega cosa alguna. Su forma no es ‘S es P’. No afirma que ‘algo’ es de ‘alguna manera’. De hecho, «La virtud del egoísmo» es el término sujeto de una proposición que no aparece en el título de la obra, sino que se desarrolla en el libro. Es el contenido del libro el que predica e informa cual es la virtud del egoísmo. 

La estructura del término sujeto, «la virtud del egoísmo» se compone del modificador inmediato o directo “la”, el núcleo del sujeto “virtud” y del modificador mediato o indirecto “del egoísmo”, que funciona como frase adjetival, conectada mediante la preposición “del”. El núcleo del predicado no aparece en el título del libro, pues allí no hay predicado.

En la introducción de La Virtud del Egoísmo, Rand explica el significado del término «egoísmo»: 

«[El] significado exacto y definición del diccionario de la palabra “egoísmo” es: preocupación con los propios intereses.

Este concepto no incluye una evaluación moral; no nos dice si preocuparse del propio interés es bueno o malo; ni nos dice que constituyen los intereses actuales del hombre. Es la función de la ética contestar tales preguntas.»

[Ayn Rand. “Introduction.” The Virtue of Selfishness. (New York: Signet, 1970), vii]

Lo que es del “propio interés” para uno, a corto y a largo plazo, no es lo mismo que lo que se le antoja a uno, ni cualquier capricho que uno tenga. Uno puede tener antojo de consumir drogas, tabaco o alcohol, y la satisfacción de esos antojos sólo va a perjudicar la vida de uno – luego no es en el mejor interés de uno consumirlas. Tampoco algo es bueno sólo porque uno lo desea o lo valora. Perseguir lo que es del propio interés de uno, o en el mejor interés de uno, es perseguir aquello que fomente la propia vida como humano.

«Moralmente hay una diferencia fundamental entre un hombre que busca su interés propio en la producción y un hombre que lo busca en el robo. La maldad del ladrón no consiste en el hecho de que persiga su interés propio, sino en qué considera como su interés propio; no en el hecho de perseguir sus valores, sino en lo qué elige valorar; no en el hecho de desear vivir, sino en el hecho de desear vivir en un nivel subhumano.»

[Ayn Rand. “Introduction.” The Virtue of Selfishness. (New York: Signet, 1970), ix]

Para perseguir lo que fomente la propia vida como humano, primero hay que descubrir que es aquello que en realidad tiene la capacidad para hacerlo. El antropoide, el animal hombre, como nuestros antepasados Australopitecus y Homo Abilis, vivía del robo y del pillaje. Pero eventualmente se dio cuenta de que una mejor estrategia de supervivencia era colaborar con otros mediante la producción de bienes y servicios regida por la división del trabajo y el intercambio de éstos. Creó la civilización y humanizó al hombre. Elegir vivir del robo es no identificar cual es la mejor estrategia de supervivencia, es elegir regresar al nivel de existencia subhumana. Esto sucede porque el hombre no sabe automáticamente que es de su interés propio, no sabe que es lo que más le conviene. Tiene que descubrirlo y para eso necesita usar bien su razón. La razón es la facultad que integra en conceptos la información que nos proveen nuestros sentidos, y que usamos para construir nuestro conocimiento. La razón nos permite entender el principio de causalidad, esencial para deliberar sobre las consecuencias de nuestras acciones en el tiempo. Por eso, para poder identificar lo que nos es provechoso y lo que no lo es, a corto y largo plazo, sólo podemos hacerlo por medio del uso correcto de la razón. Un código moral establecido racionalmente define los principios que pueden guiar al hombre en su propósito de buscar lo que le es de provecho. 

«Las razones de por que el hombre necesita un código moral te dirán que el propósito de la moralidad es definir los valores e intereses apropiados para el hombre, que preocuparse con el interés propio es la esencia de una existencia moral, y que el hombre debe ser el beneficiario de su propia acción moral…

Así como el hombre no puede sobrevivir por cualquier medio fortuito, sino que debe descubrir y practicar los principios que requiere su supervivencia, así el interés propio del hombre no se puede determinar por deseos ciegos o caprichos arbitrarios, sino que debe ser descubierto y alcanzado por medio de la guía de principios racionales.»

[Ayn Rand. “Introduction.” The Virtue of Selfishness. (New York: Signet, 1970), x – xi]

Rand dice en La Virtud del Egoísmo, que la ética Objetivista sostiene la vida del hombre como el estándar de valor y la vida propia de cada uno como el propósito ético de cada individuo. El estándar es un principio abstracto que sirve como medida o indicador para guiar las elecciones del individuo en el proceso de alcanzar un propósito específico y concreto. «Aquello que se requiere para la supervivencia del hombre como humano», dice Rand, es un principio abstracto que se aplica a todo hombre individual. Es responsabilidad de cada individuo la aplicación de este principio a un propósito específico – el propósito de vivir una vida apropiada al ser racional –, y es su propia vida la que tiene que vivir.

Aplicar ese principio a su propia vida, requiere del hombre elegir sus valores según ese estándar de valor – según aquello que se requiere para la supervivencia del hombre como humano –, y requiere actuar para conseguir y conservar esos valores elegidos conforme a ese estándar, con el propósito de conseguir, mantener, y disfrutar de ese valor último, ese fin en si mismo, que es su propia vida. 

La “virtud” nos dice Rand, es la acción por medio de la cual uno alcanza y conserva esos valores elegidos conforme a ese estándar de valor. Y la virtud básica del hombre y fuente de todas sus otras virtudes, escribe Rand en La Virtud del Egoísmo, es la “Racionalidad”. La Racionalidad consiste en actuar guiado por el buen razonamiento, al haber reconocido y aceptado que es la razón nuestra única fuente de conocimiento y nuestra única juez de valores. Consiste en mantener un estado de plena consciencia, en mantener un enfoque total en todo asunto, en toda elección y en toda identificación de la realidad. Es por medio de la Racionalidad que uno identifica lo que le es de provecho y lo que le es perjudicial, para perseguir lo primero y evitar lo segundo. 

En conclusión, Rand dice en La Virtud del Egoísmo, que el egoísmo define el propósito o fin de la acción moral – que el hombre se beneficie de su propia acción moral. Y la virtud del egoísmo es la Racionalidad – la acción moral o medio para alcanzar y conservar aquellos valores elegidos conforme al estándar de valor, determinado por lo que se requiere para la supervivencia del hombre como humano.

«La ética Objetivista sostiene que el agente debe siempre ser el beneficiario de sus acciones y que el hombre debe actuar movido por su propio interés racional

[Ayn Rand. “Introduction.” The Virtue of Selfishness. (New York: Signet, 1970), x]

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