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Es un error capital

Warren Orbaugh
08 de junio, 2020

«No dispongo todavía de datos. Es un error capital teorizar antes de conocer toda la evidencia. Predispone el juicio a retorcer los hechos en un solo sentido.» 

Así le contestó Sherlock Holmes en Un Estudio en Escarlata a la observación del doctor Watson de que no parecía darle importancia al asunto que tenía entre manos.

Lo que Holmes le dice a Watson, es que es una grave equivocación saltar a conclusiones. Sin embargo, la forma de razonar del doctor Watson es muy común. En El signo de los cuatro, Watson describe su primera impresión de Miss Morstan así:

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“Miss Morstan entró en la habitación con paso firme y movimientos serenos. Era una joven rubia, menuda y delicada, enguantada y vestida con el gusto más exquisito. Había, sin embargo, algo de sencillez en su ropa que sugería que sus recursos eran limitados. El vestido era de un opaco beige grisáceo, sin adornos ni cintas. Llevaba un pequeño turbante del mismo tono apagado, realzado sólo por una pluma blanca que se asomaba en el costado. Sus rasgos no eran perfectos ni su cara hermosa, pero su expresión era dulce y afable y sus enormes ojos azules eran singularmente espirituales y compasivos. En mi experiencia con las mujeres, que se extiende a varias naciones y tres continentes distintos, nunca había visto una cara que prometiera una naturaleza tan sensible y refinada como la de ella. No pude dejar de observar que cuando se sentaba en la silla que Holmes le había acercado le temblaron los labios y las manos y mostraba todos los signos de una intensa agitación interior.”

Watson saltó del color del pelo y complexión y estilo de vestimenta a un juicio de carácter. ¿La apariencia de Miss Morstan sugiere simplicidad? Tal vez. ¿Pero, dulzura? ¿Amabilidad? ¿Espiritualidad? ¿Empatía? ¿Refinamiento y sensibilidad? Watson no tiene evidencia alguna para sostener estos juicios. Todo lo que ella hizo fue entrar a la habitación. Pero inmediatamente entran en juego en la mente de Watson una serie de prejuicios, tratando de crear un retrato completo de esta extraña. Racionaliza su justificación en su supuesta vasta experiencia que en su subconsciente tiene etiquetada como ‘mujeres que he conocido’ para completar su imagen de Miss Morstan. 

Esta tendencia, común y poderosa, se conoce como la ‘disponibilidad heurística’, que consiste en usar lo que está a mano en el subconsciente en un momento dado. Y cuanto más fácil sea traerlo al consciente, más convencido se está de que es verdadero. Watson hace exactamente lo que no debiera: saltar a conclusiones basado en una sutil entrada previa de datos a su subconsciente, de la cual ni siquiera pudo darse cuenta, cuyas repercusiones se extienden a situaciones mucho más serias que el confiar demasiado en una cara bonita. Sus juicios de aquí en adelante se ven fuertemente influenciados por los efectos de la persistente fuerza de la primera impresión. Cualquier cosa negativa sobre Miss Morstan la ve como resultado de circunstancias externas (mala suerte, estrés o lo que sea) y toda cosa positiva la ve como resultado de su carácter. Watson no se da cuenta de los rodeos que da su mente para mantener una impresión coherente de Miss Morstan, para formar una narrativa basada en datos arbitrarios que sirvan para contar una historia que se ajuste a sus sentimientos. Y lo que atrapa a Watson es ese deseo humano de ser consistente y de no estar errado, por lo que su primera impresión perdura y pervive sin importar la evidencia contraria que pueda aparecer. Esa forma de operar de la mente es lo que Daniel Kahneman llama el Sistema 1 o pensamiento rápido.

Ahora examinemos cómo funciona la mente de Holmes. Cuando Miss Morstan sale de la habitación Watson exclama: 

“«¡Qué mujer tan atractiva!»” 

Y la respuesta de Holmes es simplemente: “«¿En serio? No me fijé.»”

Pero no es el caso que Holmes no observara. Todo lo contrario. Observó los mismos detalles físicos que vio Watson y muchos más. Lo que no hizo fue hacer el juicio de Watson de que es una mujer muy atractiva. En su afirmación, Watson paso de la observación objetiva a la opinión subjetiva, imbuyendo hechos físicos con cualidades emotivas. Eso es precisamente lo que Holmes advierte que no debe hacerse. Holmes conoce los prejuicios de su subconsciente. Sabe que si se enfoca en un sentimiento placentero, habrá bajado la guardia. Sabe que si permite que una característica física incidental lo afecte, perderá objetividad en el resto de su observación. Sabe que si llega a un juicio muy pronto, habrá perdido mucha de la evidencia en contra de éste y pondrá más atención a los elementos que lo favorezcan. Y sabe cuan fuerte es la atracción de actuar conforme a un prejuicio. Así que le dice a Watson: 

“«Es de la mayor importancia no dejar que nuestro juicio se vea influido por cuestiones personales. Para mí, un cliente es una simple unidad, un factor del problema. Lo emocional y el razonamiento claro son antagónicos. Puedo asegurarle que la mujer más encantadora que conocí terminó ahorcada por envenenar a tres niños sólo para cobrar el dinero de su seguro, y el hombre más feo que conozco es un filántropo que ha gastado casi un cuarto de millón en los pobres de Londres.»”

Holmes sabe que no podemos impedir que nuestra mente forme juicios básicos. No podemos controlar toda pieza de información que retenemos. No podemos forzarnos a parar el proceso en que este tipo de juicios se forman en nuestra mente, pero podemos aprender a entender a nuestro subconsciente, con sus peculiaridades, tendencias e idiosincrasia y a retroceder nuestro punto de partida a una posición más neutral, ya sea para juzgar a una persona u observar un hecho o tomar una decisión. Y Holmes sabe que una primera impresión deja de ser influyente cuando nos damos cuenta de su existencia como sólo eso: una primera impresión. Sabe que cuando somos conscientes de las razones para nuestras acciones, dejan de influenciarnos, pues sabemos a que cosas atribuir cualesquiera emociones que hayan activado nuestros pensamientos. Holmes sabe como inician nuestros pensamientos y por qué es tan importante poner atención desde el principio. Podemos entonces pescar a nuestra mente antes de saltar a una conclusión y controlar el proceso pensando con mayor objetividad. Debemos preguntarnos, ¿hay algo superfluo en el asunto influenciando mi juicio en un momento dado? Sí es así, ¿por consiguiente cómo ajusto mi razonamiento? ¿Qué ha influenciado mi primera impresión? ¿Y esta primera impresión en que ha influenciado mí razonamiento? 

El mensaje de Holmes es simple. Consiste en nunca olvidar que una primera impresión es sólo eso, y que debemos tomarnos un momento para reflexionar en que la causó y en lo que puede significar para el fin de nuestro razonamiento. Nuestros cerebros van a hacer ciertas cosas por rutina, nos guste o no, queramos o no. Eso no lo podemos cambiar. Pero lo que sí podemos cambiar es si vamos a tomar ese juicio inicial por sentado como verdadero o probarlo y cuestionarlo a profundidad. A la forma de operación mental de Holmes, Daniel Kahneman le llama Sistema 2 o pensar lento. El Sistema 1 o pensamiento rápido es difícil de entrenar. Le gusta lo que le gusta y confía en lo que confía, es decir, en la primera impresión, y eso es lo que es. ¿Cuál es la solución para razonar mejor? Hacer que el Sistema 2 o pensamiento lento y reflexivo haga el trabajo, sacando y sustituyendo al Sistema 1 del proceso de inferencia.

Todo hombre razona, pues es por naturaleza animal racional. Pero no todo hombre razona bien. Eso es otra cuestión. La mayoría piensa rápido, razona con el Sistema 1. Razonar bien consiste en aplicar la lógica y la objetividad al proceso de razonamiento, la reflexión propia del Sistema 2 o pensamiento lento. La objetividad requiere poder distinguir entre el razonamiento válido y el razonamiento falaz, entre que constituye evidencia, y que tipo o cantidad de razones constituyen prueba.

Al reflexionar en el razonamiento, uno se convierte en juez de éste, y no en su defensor. Uno establece cierta distancia entre uno y el razonamiento, una separación que facilita evitar factores distorsionantes, como un punto de vista demasiado estrecho, o mecanismos de defensa psicológicos como la racionalización. Alcanzar la objetividad es más que sólo razonar, incluso más que razonar bien; la objetividad llega cuando uno aplica conscientemente las reglas lógicas para guiar y evaluar el propio proceso cognitivo. 

Un juicio depende de la evidencia que lo soporta y de la validez lógica del razonamiento basado en esa evidencia. Si alguien afirma una idea cuya base en la realidad no es obvia, lo primero a hacer es preguntar: “¿Por qué afirma usted tal cosa; donde está su evidencia?”

La pandemia y las redes sociales nos han dado la oportunidad de ver el Sistema 1 o pensamiento rápido en operación. Hemos sido testigos de como mucha gente salta a conclusiones y teorías antes de disponer de todos los elementos de juicio y hasta ignorando las evidencias.

Al principio hubo y aún ahora hay quienes sostienen que se le da demasiada importancia a la letalidad del coronavirus Covid-19. Afirman que más gente muere de gripe común que del Covid-19. ¿Bueno, dónde está la evidencia?  De hecho, la evidencia empírica no soporta dicho juicio. Todos fuimos testigos de como las muertes en Italia, Francia y España fueron tantas en poco tiempo que hicieron colapsar los sistemas de salud de cada uno de esos países.  La gripe nunca tuvo esos efectos. Ahora vemos que la Johns Hopkins Cronavirus Research Center ha recogido datos que muestran al 25 de mayo que el Covid-19 ha causado más muertes que la malaria, que la desnutrición, que los homicidios, que la enfermedad de Parkinson, que las muertes por ahogamiento, que la meningitis, que la gripe, que el alcohol, que las drogas, que la hepatitis, incendios, envenenamiento y otras causas más.  

Otro caso de saltar a conclusiones lo hemos visto en quienes afirman que la mejor estrategia para enfrentar la pandemia es la que eligió Suecia, que consiste en informar a la población, hacer recomendaciones de distanciamiento social, y no imponer el confinamiento. Las únicas limitaciones que hicieron fue prohibir las reuniones de más de 50 personas y las visitas a los asilos de ancianos. El gobierno sueco hizo un llamado a la conciencia cívica, pidiendo a todos que “asuman sus responsabilidades” y que sigan las recomendaciones en materia de salud. Este modelo es particularmente atractivo para aquellos que están convencidos que el mejor modelo social es uno de libertad y responsabilidad individual. Así que no es de extrañar que su pensamiento rápido o Sistema 1 induzca el sesgo que los lleve a concluir que en efecto este modelo sueco es la mejor estrategia. 

Pero hagamos funcionar el Sistema 2 o pensamiento lento para examinar y reflexionar sobre esta conclusión del Sistema 1. Veamos el problema: el mundo se ve afectado por una pandemia de Covid-19. De este virus se sabe poco aún. Se sabe que es muy contagioso, que se propaga por gotitas respiratorias que pueden alcanzar a otras personas cuando hablamos, estornudamos o tosemos. Cuando caen sobre superficies que tocamos las transferimos a nuestras bocas y narices. Se sabe que personas asintomáticas pueden contagiar a otras. Se sabe que contagia a personas de todas las edades, niños, adolescentes, jóvenes, mayores y ancianos. Y que cobra vidas de todas edades, aunque mayormente entre ancianos.

La estrategia del distanciamiento social pretende disminuir la velocidad de contagios, aplanar la curva, como se dice. ¿Son las masas suficientemente responsables para mantener este distanciamiento? La evidencia apunta a que no lo son. En Suecia, la irresponsabilidad ha provocado muchas muertes, aun en los asilos de ancianos que tienen una prohibición explícita de admitir visitas. Y ahora hemos sido testigos de la insensatez de los manifestantes y bochincheros que en varias ciudades de Estados Unidos y Europa se aglomeraron temerariamente sin considerar las consecuencias futuras.

El principio fundamental para la cooperación social y la convivencia en concordia es el respeto a la vida del prójimo. Dado las características de contagio del virus, no sabemos quien es una amenaza para otro. En una sociedad libre, no se puede argumentar que se viola su derecho a la libertad al individuo que se condena a prisión por ser una amenaza para la sociedad. Tampoco se puede argumentar que se viola su derecho de libertad al paciente que se pone en cuarentena para evitar que contagie a los demás miembros de la sociedad. De igual manera no se puede argumentar entonces, que las medidas de restricción que han adoptado los gobiernos de muchos países sean una violación al derecho de libertad de sus ciudadanos. Mas bien, es una medida prudencial para evitar que irresponsables y asintomáticos ignorantes de su condición, amenacen la vida de sus conciudadanos. 

Las restricciones a la movilidad tienen consecuencias económicas que afectan en menor o mayor grado a los ciudadanos. Pero también los suecos se ven afectados económicamente. Quien se infecta no puede trabajar durante su convalecencia. Eso afecta a la persona enferma y a quienes dependen de ella. Y si muere, no digamos. Además, los suecos se ven restringidos en sus transacciones con otros países que han cerrado sus fronteras como medida de protección. Así que en realidad todos tendrán problemas económicos.

Entonces, veamos la evidencia para poder decidir cual estrategia es mejor. Suecia tiene 44730 infectados y 4659 fallecidos. Su vecino, Noruega, con una estrategia de confinamiento, tiene 8547 infectados y 238 fallecidos. Su otro vecino, Finlandia, tiene 6981 infectados y 323 fallecidos. Suecia tiene una población de 10.23 millones de habitantes y sus dos vecinos suman una población de 10.886 millones de habitantes.  Y Suecia tiene 4092 fallecidos más que los que suman sus vecinos. La evidencia no sostiene la afirmación de que Suecia tiene la mejor estrategia.

Así que no olvidemos lo que Sherlock Holmes recordó al doctor Watson en Un Escándalo en Bohemia:

«Es un error capital teorizar antes de disponer de todos los elementos de juicio. Insensiblemente uno empieza a retorcer los hechos para que se ajusten a las teorías, en lugar de que las teorías se ajusten a los hechos.» 

Es un error capital

Warren Orbaugh
08 de junio, 2020

«No dispongo todavía de datos. Es un error capital teorizar antes de conocer toda la evidencia. Predispone el juicio a retorcer los hechos en un solo sentido.» 

Así le contestó Sherlock Holmes en Un Estudio en Escarlata a la observación del doctor Watson de que no parecía darle importancia al asunto que tenía entre manos.

Lo que Holmes le dice a Watson, es que es una grave equivocación saltar a conclusiones. Sin embargo, la forma de razonar del doctor Watson es muy común. En El signo de los cuatro, Watson describe su primera impresión de Miss Morstan así:

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“Miss Morstan entró en la habitación con paso firme y movimientos serenos. Era una joven rubia, menuda y delicada, enguantada y vestida con el gusto más exquisito. Había, sin embargo, algo de sencillez en su ropa que sugería que sus recursos eran limitados. El vestido era de un opaco beige grisáceo, sin adornos ni cintas. Llevaba un pequeño turbante del mismo tono apagado, realzado sólo por una pluma blanca que se asomaba en el costado. Sus rasgos no eran perfectos ni su cara hermosa, pero su expresión era dulce y afable y sus enormes ojos azules eran singularmente espirituales y compasivos. En mi experiencia con las mujeres, que se extiende a varias naciones y tres continentes distintos, nunca había visto una cara que prometiera una naturaleza tan sensible y refinada como la de ella. No pude dejar de observar que cuando se sentaba en la silla que Holmes le había acercado le temblaron los labios y las manos y mostraba todos los signos de una intensa agitación interior.”

Watson saltó del color del pelo y complexión y estilo de vestimenta a un juicio de carácter. ¿La apariencia de Miss Morstan sugiere simplicidad? Tal vez. ¿Pero, dulzura? ¿Amabilidad? ¿Espiritualidad? ¿Empatía? ¿Refinamiento y sensibilidad? Watson no tiene evidencia alguna para sostener estos juicios. Todo lo que ella hizo fue entrar a la habitación. Pero inmediatamente entran en juego en la mente de Watson una serie de prejuicios, tratando de crear un retrato completo de esta extraña. Racionaliza su justificación en su supuesta vasta experiencia que en su subconsciente tiene etiquetada como ‘mujeres que he conocido’ para completar su imagen de Miss Morstan. 

Esta tendencia, común y poderosa, se conoce como la ‘disponibilidad heurística’, que consiste en usar lo que está a mano en el subconsciente en un momento dado. Y cuanto más fácil sea traerlo al consciente, más convencido se está de que es verdadero. Watson hace exactamente lo que no debiera: saltar a conclusiones basado en una sutil entrada previa de datos a su subconsciente, de la cual ni siquiera pudo darse cuenta, cuyas repercusiones se extienden a situaciones mucho más serias que el confiar demasiado en una cara bonita. Sus juicios de aquí en adelante se ven fuertemente influenciados por los efectos de la persistente fuerza de la primera impresión. Cualquier cosa negativa sobre Miss Morstan la ve como resultado de circunstancias externas (mala suerte, estrés o lo que sea) y toda cosa positiva la ve como resultado de su carácter. Watson no se da cuenta de los rodeos que da su mente para mantener una impresión coherente de Miss Morstan, para formar una narrativa basada en datos arbitrarios que sirvan para contar una historia que se ajuste a sus sentimientos. Y lo que atrapa a Watson es ese deseo humano de ser consistente y de no estar errado, por lo que su primera impresión perdura y pervive sin importar la evidencia contraria que pueda aparecer. Esa forma de operar de la mente es lo que Daniel Kahneman llama el Sistema 1 o pensamiento rápido.

Ahora examinemos cómo funciona la mente de Holmes. Cuando Miss Morstan sale de la habitación Watson exclama: 

“«¡Qué mujer tan atractiva!»” 

Y la respuesta de Holmes es simplemente: “«¿En serio? No me fijé.»”

Pero no es el caso que Holmes no observara. Todo lo contrario. Observó los mismos detalles físicos que vio Watson y muchos más. Lo que no hizo fue hacer el juicio de Watson de que es una mujer muy atractiva. En su afirmación, Watson paso de la observación objetiva a la opinión subjetiva, imbuyendo hechos físicos con cualidades emotivas. Eso es precisamente lo que Holmes advierte que no debe hacerse. Holmes conoce los prejuicios de su subconsciente. Sabe que si se enfoca en un sentimiento placentero, habrá bajado la guardia. Sabe que si permite que una característica física incidental lo afecte, perderá objetividad en el resto de su observación. Sabe que si llega a un juicio muy pronto, habrá perdido mucha de la evidencia en contra de éste y pondrá más atención a los elementos que lo favorezcan. Y sabe cuan fuerte es la atracción de actuar conforme a un prejuicio. Así que le dice a Watson: 

“«Es de la mayor importancia no dejar que nuestro juicio se vea influido por cuestiones personales. Para mí, un cliente es una simple unidad, un factor del problema. Lo emocional y el razonamiento claro son antagónicos. Puedo asegurarle que la mujer más encantadora que conocí terminó ahorcada por envenenar a tres niños sólo para cobrar el dinero de su seguro, y el hombre más feo que conozco es un filántropo que ha gastado casi un cuarto de millón en los pobres de Londres.»”

Holmes sabe que no podemos impedir que nuestra mente forme juicios básicos. No podemos controlar toda pieza de información que retenemos. No podemos forzarnos a parar el proceso en que este tipo de juicios se forman en nuestra mente, pero podemos aprender a entender a nuestro subconsciente, con sus peculiaridades, tendencias e idiosincrasia y a retroceder nuestro punto de partida a una posición más neutral, ya sea para juzgar a una persona u observar un hecho o tomar una decisión. Y Holmes sabe que una primera impresión deja de ser influyente cuando nos damos cuenta de su existencia como sólo eso: una primera impresión. Sabe que cuando somos conscientes de las razones para nuestras acciones, dejan de influenciarnos, pues sabemos a que cosas atribuir cualesquiera emociones que hayan activado nuestros pensamientos. Holmes sabe como inician nuestros pensamientos y por qué es tan importante poner atención desde el principio. Podemos entonces pescar a nuestra mente antes de saltar a una conclusión y controlar el proceso pensando con mayor objetividad. Debemos preguntarnos, ¿hay algo superfluo en el asunto influenciando mi juicio en un momento dado? Sí es así, ¿por consiguiente cómo ajusto mi razonamiento? ¿Qué ha influenciado mi primera impresión? ¿Y esta primera impresión en que ha influenciado mí razonamiento? 

El mensaje de Holmes es simple. Consiste en nunca olvidar que una primera impresión es sólo eso, y que debemos tomarnos un momento para reflexionar en que la causó y en lo que puede significar para el fin de nuestro razonamiento. Nuestros cerebros van a hacer ciertas cosas por rutina, nos guste o no, queramos o no. Eso no lo podemos cambiar. Pero lo que sí podemos cambiar es si vamos a tomar ese juicio inicial por sentado como verdadero o probarlo y cuestionarlo a profundidad. A la forma de operación mental de Holmes, Daniel Kahneman le llama Sistema 2 o pensar lento. El Sistema 1 o pensamiento rápido es difícil de entrenar. Le gusta lo que le gusta y confía en lo que confía, es decir, en la primera impresión, y eso es lo que es. ¿Cuál es la solución para razonar mejor? Hacer que el Sistema 2 o pensamiento lento y reflexivo haga el trabajo, sacando y sustituyendo al Sistema 1 del proceso de inferencia.

Todo hombre razona, pues es por naturaleza animal racional. Pero no todo hombre razona bien. Eso es otra cuestión. La mayoría piensa rápido, razona con el Sistema 1. Razonar bien consiste en aplicar la lógica y la objetividad al proceso de razonamiento, la reflexión propia del Sistema 2 o pensamiento lento. La objetividad requiere poder distinguir entre el razonamiento válido y el razonamiento falaz, entre que constituye evidencia, y que tipo o cantidad de razones constituyen prueba.

Al reflexionar en el razonamiento, uno se convierte en juez de éste, y no en su defensor. Uno establece cierta distancia entre uno y el razonamiento, una separación que facilita evitar factores distorsionantes, como un punto de vista demasiado estrecho, o mecanismos de defensa psicológicos como la racionalización. Alcanzar la objetividad es más que sólo razonar, incluso más que razonar bien; la objetividad llega cuando uno aplica conscientemente las reglas lógicas para guiar y evaluar el propio proceso cognitivo. 

Un juicio depende de la evidencia que lo soporta y de la validez lógica del razonamiento basado en esa evidencia. Si alguien afirma una idea cuya base en la realidad no es obvia, lo primero a hacer es preguntar: “¿Por qué afirma usted tal cosa; donde está su evidencia?”

La pandemia y las redes sociales nos han dado la oportunidad de ver el Sistema 1 o pensamiento rápido en operación. Hemos sido testigos de como mucha gente salta a conclusiones y teorías antes de disponer de todos los elementos de juicio y hasta ignorando las evidencias.

Al principio hubo y aún ahora hay quienes sostienen que se le da demasiada importancia a la letalidad del coronavirus Covid-19. Afirman que más gente muere de gripe común que del Covid-19. ¿Bueno, dónde está la evidencia?  De hecho, la evidencia empírica no soporta dicho juicio. Todos fuimos testigos de como las muertes en Italia, Francia y España fueron tantas en poco tiempo que hicieron colapsar los sistemas de salud de cada uno de esos países.  La gripe nunca tuvo esos efectos. Ahora vemos que la Johns Hopkins Cronavirus Research Center ha recogido datos que muestran al 25 de mayo que el Covid-19 ha causado más muertes que la malaria, que la desnutrición, que los homicidios, que la enfermedad de Parkinson, que las muertes por ahogamiento, que la meningitis, que la gripe, que el alcohol, que las drogas, que la hepatitis, incendios, envenenamiento y otras causas más.  

Otro caso de saltar a conclusiones lo hemos visto en quienes afirman que la mejor estrategia para enfrentar la pandemia es la que eligió Suecia, que consiste en informar a la población, hacer recomendaciones de distanciamiento social, y no imponer el confinamiento. Las únicas limitaciones que hicieron fue prohibir las reuniones de más de 50 personas y las visitas a los asilos de ancianos. El gobierno sueco hizo un llamado a la conciencia cívica, pidiendo a todos que “asuman sus responsabilidades” y que sigan las recomendaciones en materia de salud. Este modelo es particularmente atractivo para aquellos que están convencidos que el mejor modelo social es uno de libertad y responsabilidad individual. Así que no es de extrañar que su pensamiento rápido o Sistema 1 induzca el sesgo que los lleve a concluir que en efecto este modelo sueco es la mejor estrategia. 

Pero hagamos funcionar el Sistema 2 o pensamiento lento para examinar y reflexionar sobre esta conclusión del Sistema 1. Veamos el problema: el mundo se ve afectado por una pandemia de Covid-19. De este virus se sabe poco aún. Se sabe que es muy contagioso, que se propaga por gotitas respiratorias que pueden alcanzar a otras personas cuando hablamos, estornudamos o tosemos. Cuando caen sobre superficies que tocamos las transferimos a nuestras bocas y narices. Se sabe que personas asintomáticas pueden contagiar a otras. Se sabe que contagia a personas de todas las edades, niños, adolescentes, jóvenes, mayores y ancianos. Y que cobra vidas de todas edades, aunque mayormente entre ancianos.

La estrategia del distanciamiento social pretende disminuir la velocidad de contagios, aplanar la curva, como se dice. ¿Son las masas suficientemente responsables para mantener este distanciamiento? La evidencia apunta a que no lo son. En Suecia, la irresponsabilidad ha provocado muchas muertes, aun en los asilos de ancianos que tienen una prohibición explícita de admitir visitas. Y ahora hemos sido testigos de la insensatez de los manifestantes y bochincheros que en varias ciudades de Estados Unidos y Europa se aglomeraron temerariamente sin considerar las consecuencias futuras.

El principio fundamental para la cooperación social y la convivencia en concordia es el respeto a la vida del prójimo. Dado las características de contagio del virus, no sabemos quien es una amenaza para otro. En una sociedad libre, no se puede argumentar que se viola su derecho a la libertad al individuo que se condena a prisión por ser una amenaza para la sociedad. Tampoco se puede argumentar que se viola su derecho de libertad al paciente que se pone en cuarentena para evitar que contagie a los demás miembros de la sociedad. De igual manera no se puede argumentar entonces, que las medidas de restricción que han adoptado los gobiernos de muchos países sean una violación al derecho de libertad de sus ciudadanos. Mas bien, es una medida prudencial para evitar que irresponsables y asintomáticos ignorantes de su condición, amenacen la vida de sus conciudadanos. 

Las restricciones a la movilidad tienen consecuencias económicas que afectan en menor o mayor grado a los ciudadanos. Pero también los suecos se ven afectados económicamente. Quien se infecta no puede trabajar durante su convalecencia. Eso afecta a la persona enferma y a quienes dependen de ella. Y si muere, no digamos. Además, los suecos se ven restringidos en sus transacciones con otros países que han cerrado sus fronteras como medida de protección. Así que en realidad todos tendrán problemas económicos.

Entonces, veamos la evidencia para poder decidir cual estrategia es mejor. Suecia tiene 44730 infectados y 4659 fallecidos. Su vecino, Noruega, con una estrategia de confinamiento, tiene 8547 infectados y 238 fallecidos. Su otro vecino, Finlandia, tiene 6981 infectados y 323 fallecidos. Suecia tiene una población de 10.23 millones de habitantes y sus dos vecinos suman una población de 10.886 millones de habitantes.  Y Suecia tiene 4092 fallecidos más que los que suman sus vecinos. La evidencia no sostiene la afirmación de que Suecia tiene la mejor estrategia.

Así que no olvidemos lo que Sherlock Holmes recordó al doctor Watson en Un Escándalo en Bohemia:

«Es un error capital teorizar antes de disponer de todos los elementos de juicio. Insensiblemente uno empieza a retorcer los hechos para que se ajusten a las teorías, en lugar de que las teorías se ajusten a los hechos.» 

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