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Los trogloditas

Warren Orbaugh
23 de noviembre, 2020

Los trogloditas se unieron a la manifestación del sábado 21 de noviembre.

Los trogloditas estaban, al igual que el resto de la población, indignados por la aprobación del presupuesto por los congresistas.

Los trogloditas, a diferencia del resto de la población, no entienden el problema. No comprenden que es autodestructivo gastar más de lo que a uno le ingresa. No captan que endeudarse para gastar ahora conduce a la miseria. No pescan que esa política irremediablemente restringe lo que futuros gobiernos puedan hacer, porque la mayor parte, sino la totalidad, de sus ingresos, los tendrán que destinar a pagar deuda.

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Los trogloditas están molestos, no por la cantidad del presupuesto aprobado, sino por la distribución de los dineros. Les duele que les toque tan poco del botín. 

Los trogloditas son inmorales. No dudan en tratar a las demás personas como objetos, como medios para alcanzar sus fines. No les molesta que el nuevo presupuesto te imponga más deuda a ti y que destruya tu calidad de vida. No reconocen el hecho de que cada persona es un fin en sí misma y no el medio para los fines de otros. No se percatan de que lo que no es correcto hacer como individuo, tampoco es correcto hacerlo como grupo. Si como individuo no es justo que gaste en bienes y servicios para mis propios fines, cargándote la cuenta a ti sin tu consentimiento, tampoco lo es si lo hacemos como un grupo de individuos. Si como individuo no es apropiado que viole tu derecho de propiedad, tampoco lo es violarlo como grupo. Lo que les interesa a los trogloditas, no es respetarte como persona, sino usarte para conseguir una mayor parte del botín.

Los trogloditas son incapaces de darse cuenta de que la cooperación social por medio de la división del trabajo e intercambio de bienes y servicios es la mejor estrategia de supervivencia del ser humano. No les es posible concebir que cada quién, actuando libremente conforme a su mejor juicio, pueda saber lo que personalmente le conviene, mejor de lo que podría saberlo un monarca o tirano que ni lo conoce individualmente. Escapa totalmente al entendimiento de los trogloditas cómo el sistema de precios informa a todos en la sociedad hacia donde debieran conducir sus esfuerzos productivos para satisfacer las necesidades reales de los asociados. Por su mentalidad tribal y como son incapaces de pensar por sí mismos, creen que un ser “superior”, sea monarca, tirano o el partido, deben decidir por todos, lo que les conviene, lo que deben producir y como tasar los precios. Y aunque ven el desastre que esta política ha provocado en la Unión Soviética, en la República Democrática Alemana, en Cuba y en Venezuela, siguen esperando que esta vez sí funcione.

Los trogloditas son totalmente incapaces de autocontrolarse. Cual primates irracionales y primitivos, se dejan arrastrar por sus pasiones e inclinaciones y dirigen su ira contra objetos inanimados. 

¡Las cosas son culpables de lo que los enoja! Suponen.

 Embozados y ataviados de negro y rojo, algunos con sus playeras del che, armados con bates y palos de golf, se dirigieron a destruir lo que otros habían construido. Los vimos incendiar el Edificio del Congreso, la estación del Transmetro del Pasaje Aycinena, dañar el monumento al alcalde Arzú, prender fuego y destruir propiedades en Quetzaltenango, Cobán, Totonicapán, y San Marcos. E inmediatamente celebraron su desquiciado destrozo con desplantes que me hicieron recordar a los monos del planeta de los simios.

¡No es suficiente la catástrofe provocada por Eta e Ita, verdad! Piensan.

Los trogloditas no tienen el alcance de ver las consecuencias a corto y largo plazo de sus acciones. Los trogloditas son aquellos que escupen contra el viento. Agreden a la policía, con bates, piedras y demás, y luego lloran y se quejan de la reacción de éstos. Gritan “injusticia” cuando los enjaulan y conducen a tribunales para responder por sus actos. Como si se tratara de un difícil problema de cálculo diferencial, imposible para un semoviente, no pueden entender que la destrucción causada debe sufragarse con el dinero de todos, incluyendo el de ellos mismos. A quien dañan es a la población trabajadora. 

¡Tiremos el dinero, al fin y al cabo, qué importa! Dicen.

Los trogloditas nos recuerdan que la evolución no es lineal, que aún hay muchos que caminan junto a los que nos hemos civilizado. Pero este no es el peor escenario, no, ¡mucho peor es dejarse manipular por los trogloditas!

Los trogloditas

Warren Orbaugh
23 de noviembre, 2020

Los trogloditas se unieron a la manifestación del sábado 21 de noviembre.

Los trogloditas estaban, al igual que el resto de la población, indignados por la aprobación del presupuesto por los congresistas.

Los trogloditas, a diferencia del resto de la población, no entienden el problema. No comprenden que es autodestructivo gastar más de lo que a uno le ingresa. No captan que endeudarse para gastar ahora conduce a la miseria. No pescan que esa política irremediablemente restringe lo que futuros gobiernos puedan hacer, porque la mayor parte, sino la totalidad, de sus ingresos, los tendrán que destinar a pagar deuda.

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Los trogloditas están molestos, no por la cantidad del presupuesto aprobado, sino por la distribución de los dineros. Les duele que les toque tan poco del botín. 

Los trogloditas son inmorales. No dudan en tratar a las demás personas como objetos, como medios para alcanzar sus fines. No les molesta que el nuevo presupuesto te imponga más deuda a ti y que destruya tu calidad de vida. No reconocen el hecho de que cada persona es un fin en sí misma y no el medio para los fines de otros. No se percatan de que lo que no es correcto hacer como individuo, tampoco es correcto hacerlo como grupo. Si como individuo no es justo que gaste en bienes y servicios para mis propios fines, cargándote la cuenta a ti sin tu consentimiento, tampoco lo es si lo hacemos como un grupo de individuos. Si como individuo no es apropiado que viole tu derecho de propiedad, tampoco lo es violarlo como grupo. Lo que les interesa a los trogloditas, no es respetarte como persona, sino usarte para conseguir una mayor parte del botín.

Los trogloditas son incapaces de darse cuenta de que la cooperación social por medio de la división del trabajo e intercambio de bienes y servicios es la mejor estrategia de supervivencia del ser humano. No les es posible concebir que cada quién, actuando libremente conforme a su mejor juicio, pueda saber lo que personalmente le conviene, mejor de lo que podría saberlo un monarca o tirano que ni lo conoce individualmente. Escapa totalmente al entendimiento de los trogloditas cómo el sistema de precios informa a todos en la sociedad hacia donde debieran conducir sus esfuerzos productivos para satisfacer las necesidades reales de los asociados. Por su mentalidad tribal y como son incapaces de pensar por sí mismos, creen que un ser “superior”, sea monarca, tirano o el partido, deben decidir por todos, lo que les conviene, lo que deben producir y como tasar los precios. Y aunque ven el desastre que esta política ha provocado en la Unión Soviética, en la República Democrática Alemana, en Cuba y en Venezuela, siguen esperando que esta vez sí funcione.

Los trogloditas son totalmente incapaces de autocontrolarse. Cual primates irracionales y primitivos, se dejan arrastrar por sus pasiones e inclinaciones y dirigen su ira contra objetos inanimados. 

¡Las cosas son culpables de lo que los enoja! Suponen.

 Embozados y ataviados de negro y rojo, algunos con sus playeras del che, armados con bates y palos de golf, se dirigieron a destruir lo que otros habían construido. Los vimos incendiar el Edificio del Congreso, la estación del Transmetro del Pasaje Aycinena, dañar el monumento al alcalde Arzú, prender fuego y destruir propiedades en Quetzaltenango, Cobán, Totonicapán, y San Marcos. E inmediatamente celebraron su desquiciado destrozo con desplantes que me hicieron recordar a los monos del planeta de los simios.

¡No es suficiente la catástrofe provocada por Eta e Ita, verdad! Piensan.

Los trogloditas no tienen el alcance de ver las consecuencias a corto y largo plazo de sus acciones. Los trogloditas son aquellos que escupen contra el viento. Agreden a la policía, con bates, piedras y demás, y luego lloran y se quejan de la reacción de éstos. Gritan “injusticia” cuando los enjaulan y conducen a tribunales para responder por sus actos. Como si se tratara de un difícil problema de cálculo diferencial, imposible para un semoviente, no pueden entender que la destrucción causada debe sufragarse con el dinero de todos, incluyendo el de ellos mismos. A quien dañan es a la población trabajadora. 

¡Tiremos el dinero, al fin y al cabo, qué importa! Dicen.

Los trogloditas nos recuerdan que la evolución no es lineal, que aún hay muchos que caminan junto a los que nos hemos civilizado. Pero este no es el peor escenario, no, ¡mucho peor es dejarse manipular por los trogloditas!

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