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PENSANDO EN VOZ ALTA (IV)

Redacción República
13 de mayo, 2019

“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…”

            Eldilema existencial para todo pensante de cualquier época como nos lo recordótan bellamente Antonio Machado.

Y también para José Rubén Zamora, quien elpasado viernes 3 de mayo profirió un desgarrador grito con base a los múltiplessobresaltos de su vida pública y aun de su vida privada.

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            Perono creo que a estas alturas nos deberíamos dejar sorprender por semejante calvario,ni él ni el resto de nosotros todos.

Las certezas del ayer parecen haber sidorecluidas en el pasado, y no en el presente. Es lo que otros más refinados handado en calificar como “vacío existencial” de la humanidad contemporánea. Pues consecuentementetanta angustia resultó la tónica dominante a lo largo del siglo XX entre loshumanos pensantes.  

            Sinembargo, cada día se nos reitera esa angustia existencial, a veces en lo muy personal(Zamora) y a veces en lo colectivo (todos nosotros). Y esto último aparenta serel sello del momento en nuestra querida Guatemala, léase a los ojos de una LucíaEscobar, un Raúl de la Horra, un Italo Antoniotti o de un Andrés Zepeda, pormencionar unos pocos de entres los colaboradores de este diario.  

            Encimaestamos teóricamente en un año electoral. ¿Para elegir qué, a quiénes o paraqué?…

            Todavíano lo podemos responder a ciencia cierta, por obra y gracia de nuestras confundidasy a pesar de ello tan engreídas autoridades electorales: el Registro deCiudadanos, el Tribunal Supremo Electoral y la Corte de Constitucionalidad,quienes arbitrariamente no nos permiten saberlo todavía con absoluta certeza, apoco más de un mes para la fecha de las elecciones.

Por tanto, avanzamos en algo yretrocedemos en lo demás. La confusión del momento incluso hasta fuera deGuatemala.

            Esoes todo, atribuible en buena parte a la irresponsabilidad de magistrados yautoridades electorales.

En último análisis, un crimen contra elcivismo a esperar de toda sociedad civilizada.

Por eso, José Rubén, creo que tu grito noes solo tuyo ni siquiera el más oportuno. Hay muchos más todavía ahogados enlos pechos de muchos hombres y mujeres de buena voluntad. Y me incluyo entreestos últimos.

Pero hemos de hacer camino entre todos,aunque la ignorancia de unos y la cobardía de otros nos lo hagan más incierto.Al fin y al cabo, así ha discurrido también el tiempo de las civilizaciones,obras enteramente humanas, pero hechas al andar…

Aquí querría introducir el tema que más meinteresa de este momento: el de la responsabilidad cívica que nos compete atodos y a cada uno de hacernos respectivamente ese camino, muy en particular,por supuesto, el que corresponde a nuestras autoridades no menos supuestamenteconstitucionales.

Ese sentido de la obligación moral ciudadanaparece estar ausente entre muchos de nosotros. Y así, por ello, la ley rara vezse respeta íntegramente.

El egoísmo de cada individuo ha acabadopor imponerse respectivamente a los imperativos colectivos las más de las veces,por mucho que alardeemos y vociferemos de nuestra sensibilidad social.

Lo que en la práctica se ha reducido a nohabernos hecho suficiente camino…

Empero, es nuestro deber ineludible siqueremos justificar el reclamo a que se nos trate a cada uno de nosotros como “personas”.

Además creo, que con todo ello nos hemosmostrado, una y otra vez, salvo escasas excepciones, como flojos de carácter y,por la misma razón, ineficientes e insensibles a la hora de acudir y compartir aldolor ajeno. Por lo tanto, José Rubén, antes que “pelar” a otros pasemos por lapeluquería que a cada uno nos corresponde, sobre todo si lo ensayamos anónimamente. 

Y así, en las cárceles han agonizado pormeses, por años, y al compás de nuestra desidia colectiva, hombres y mujerespor ley constitucional supuestamente inocentes porque nunca han sido llevados ajuicio ante juez competente ni vencidos en los mismos. La negación absoluta deuna Estado de Derecho en la versión de la CICIG.

Y por eso mismo también creo que tres de nuestroscinco magistrados titulares de la Corte de Constitucionalidad una y otra vez sehan mostrado más culpables que aquellos a los que han respectivamente señalados.

            Ahora,siquiera, hay más presencia voluntaria a puestos de elección pública que hacecuatro años. Pero, reitero, todavía a estas horas en vísperas de las elecciones,por obra y gracias de esas mismas autoridades electorales, no sabemos si se lespermitirá a todos hacerse presentes en el proceso.

Monumental burla al electorado.

Y por eso de nuevo, otros cincomagistrados, esta vez los del Tribunal Supremo Electoral, arbitrariamente, y deacuerdo a sus cortos alcances intelectuales, también han diseminado impunes elcaos de la incertidumbre entre todos los votantes.

En verdad, todos ellos criminales togadosespero que sin saberlo, pero del todo manifiestamente incapaces de hacerconciencia y así organizar eficientemente esa expresión cívica de la voluntadpopular a la hora de hacernos colectivamente camino…

También recuerdo desalentadoramente que elpretexto que una vez se adujo para justificar esa nefasta intervenciónextranjera de la CICIG en los asuntos soberanos de los guatemaltecos, fueel raquitismo en aquel momento hecho muy evidente del sector “justicia”. Y trassemejante ocurrencia de Edgar Gutiérrez y Eduardo Stein, ahora nos hallamos aúnmás imposibilitados para elegir limpiamente a nuestras autoridades nacionales.

¿Cuál Guatemala heredaremos al hacercamino entre todos a nuestros hijos y nietos?

La primera pregunta que me salta a lamente por tanto desaguisado electoral es esa obvia que haría cualquierobservador: ¿en qué Universidad o institución académica hipotéticamente seformaron todas esas autoridades electorales? ¿Y una vez ahí, encomendados a la direcciónerudita de cuáles catedráticos y jurisconsultos? ¿Y según cuáles doctrinas filosóficasfueron profesionalmente entrenados? ¿De acuerdo, por ejemplo, el derecho consuetudinario?¿O según los cánones heredados del derecho natural? ¿O según la raquítica fuentede inspiración del positivismo jurídico tan nutrida de las miopes inteligenciasy las corruptas prácticas de algunos “legisladores” del pasado?

  Eseno es el camino por el que hemos de empezar. Porque, no lo olvidemos, no haycamino, y por lo tanto, habremos de hacerlo al andar juntos con todos y por elbien de todos.

He ahí también la raíz de nuestro vacióexistencial del momento electoral presente. Porque nos hemos internado por uncamino que no existe y que muy pocos saben que un día habremos de tomarnos lamolestia de abrírnoslo de veras a machetazos al andar…

PENSANDO EN VOZ ALTA (IV)

Redacción República
13 de mayo, 2019

“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…”

            Eldilema existencial para todo pensante de cualquier época como nos lo recordótan bellamente Antonio Machado.

Y también para José Rubén Zamora, quien elpasado viernes 3 de mayo profirió un desgarrador grito con base a los múltiplessobresaltos de su vida pública y aun de su vida privada.

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            Perono creo que a estas alturas nos deberíamos dejar sorprender por semejante calvario,ni él ni el resto de nosotros todos.

Las certezas del ayer parecen haber sidorecluidas en el pasado, y no en el presente. Es lo que otros más refinados handado en calificar como “vacío existencial” de la humanidad contemporánea. Pues consecuentementetanta angustia resultó la tónica dominante a lo largo del siglo XX entre loshumanos pensantes.  

            Sinembargo, cada día se nos reitera esa angustia existencial, a veces en lo muy personal(Zamora) y a veces en lo colectivo (todos nosotros). Y esto último aparenta serel sello del momento en nuestra querida Guatemala, léase a los ojos de una LucíaEscobar, un Raúl de la Horra, un Italo Antoniotti o de un Andrés Zepeda, pormencionar unos pocos de entres los colaboradores de este diario.  

            Encimaestamos teóricamente en un año electoral. ¿Para elegir qué, a quiénes o paraqué?…

            Todavíano lo podemos responder a ciencia cierta, por obra y gracia de nuestras confundidasy a pesar de ello tan engreídas autoridades electorales: el Registro deCiudadanos, el Tribunal Supremo Electoral y la Corte de Constitucionalidad,quienes arbitrariamente no nos permiten saberlo todavía con absoluta certeza, apoco más de un mes para la fecha de las elecciones.

Por tanto, avanzamos en algo yretrocedemos en lo demás. La confusión del momento incluso hasta fuera deGuatemala.

            Esoes todo, atribuible en buena parte a la irresponsabilidad de magistrados yautoridades electorales.

En último análisis, un crimen contra elcivismo a esperar de toda sociedad civilizada.

Por eso, José Rubén, creo que tu grito noes solo tuyo ni siquiera el más oportuno. Hay muchos más todavía ahogados enlos pechos de muchos hombres y mujeres de buena voluntad. Y me incluyo entreestos últimos.

Pero hemos de hacer camino entre todos,aunque la ignorancia de unos y la cobardía de otros nos lo hagan más incierto.Al fin y al cabo, así ha discurrido también el tiempo de las civilizaciones,obras enteramente humanas, pero hechas al andar…

Aquí querría introducir el tema que más meinteresa de este momento: el de la responsabilidad cívica que nos compete atodos y a cada uno de hacernos respectivamente ese camino, muy en particular,por supuesto, el que corresponde a nuestras autoridades no menos supuestamenteconstitucionales.

Ese sentido de la obligación moral ciudadanaparece estar ausente entre muchos de nosotros. Y así, por ello, la ley rara vezse respeta íntegramente.

El egoísmo de cada individuo ha acabadopor imponerse respectivamente a los imperativos colectivos las más de las veces,por mucho que alardeemos y vociferemos de nuestra sensibilidad social.

Lo que en la práctica se ha reducido a nohabernos hecho suficiente camino…

Empero, es nuestro deber ineludible siqueremos justificar el reclamo a que se nos trate a cada uno de nosotros como “personas”.

Además creo, que con todo ello nos hemosmostrado, una y otra vez, salvo escasas excepciones, como flojos de carácter y,por la misma razón, ineficientes e insensibles a la hora de acudir y compartir aldolor ajeno. Por lo tanto, José Rubén, antes que “pelar” a otros pasemos por lapeluquería que a cada uno nos corresponde, sobre todo si lo ensayamos anónimamente. 

Y así, en las cárceles han agonizado pormeses, por años, y al compás de nuestra desidia colectiva, hombres y mujerespor ley constitucional supuestamente inocentes porque nunca han sido llevados ajuicio ante juez competente ni vencidos en los mismos. La negación absoluta deuna Estado de Derecho en la versión de la CICIG.

Y por eso mismo también creo que tres de nuestroscinco magistrados titulares de la Corte de Constitucionalidad una y otra vez sehan mostrado más culpables que aquellos a los que han respectivamente señalados.

            Ahora,siquiera, hay más presencia voluntaria a puestos de elección pública que hacecuatro años. Pero, reitero, todavía a estas horas en vísperas de las elecciones,por obra y gracias de esas mismas autoridades electorales, no sabemos si se lespermitirá a todos hacerse presentes en el proceso.

Monumental burla al electorado.

Y por eso de nuevo, otros cincomagistrados, esta vez los del Tribunal Supremo Electoral, arbitrariamente, y deacuerdo a sus cortos alcances intelectuales, también han diseminado impunes elcaos de la incertidumbre entre todos los votantes.

En verdad, todos ellos criminales togadosespero que sin saberlo, pero del todo manifiestamente incapaces de hacerconciencia y así organizar eficientemente esa expresión cívica de la voluntadpopular a la hora de hacernos colectivamente camino…

También recuerdo desalentadoramente que elpretexto que una vez se adujo para justificar esa nefasta intervenciónextranjera de la CICIG en los asuntos soberanos de los guatemaltecos, fueel raquitismo en aquel momento hecho muy evidente del sector “justicia”. Y trassemejante ocurrencia de Edgar Gutiérrez y Eduardo Stein, ahora nos hallamos aúnmás imposibilitados para elegir limpiamente a nuestras autoridades nacionales.

¿Cuál Guatemala heredaremos al hacercamino entre todos a nuestros hijos y nietos?

La primera pregunta que me salta a lamente por tanto desaguisado electoral es esa obvia que haría cualquierobservador: ¿en qué Universidad o institución académica hipotéticamente seformaron todas esas autoridades electorales? ¿Y una vez ahí, encomendados a la direcciónerudita de cuáles catedráticos y jurisconsultos? ¿Y según cuáles doctrinas filosóficasfueron profesionalmente entrenados? ¿De acuerdo, por ejemplo, el derecho consuetudinario?¿O según los cánones heredados del derecho natural? ¿O según la raquítica fuentede inspiración del positivismo jurídico tan nutrida de las miopes inteligenciasy las corruptas prácticas de algunos “legisladores” del pasado?

  Eseno es el camino por el que hemos de empezar. Porque, no lo olvidemos, no haycamino, y por lo tanto, habremos de hacerlo al andar juntos con todos y por elbien de todos.

He ahí también la raíz de nuestro vacióexistencial del momento electoral presente. Porque nos hemos internado por uncamino que no existe y que muy pocos saben que un día habremos de tomarnos lamolestia de abrírnoslo de veras a machetazos al andar…

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