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LA VIRTUD DEL EGOÍSMO

Warren Orbaugh
08 de febrero, 2019

La Virtud del Egoísmo es el título del libro sobre ética Objetivista de Ayn Rand, publicado en 1964.  Muchos son los que se han dejado confundir por el título.  A menudo he oído decir: “Pero el egoísmo no es una virtud”, “¿Cómo puede ser el egoísmo una virtud?” etc. etc.  

En efecto, el egoísmo no es una virtud.  Tampoco es lo contrario al altruismo.  El altruismo –que no es lo mismo que benevolencia – es lo contrario al individualismo.  El individualismo es la doctrina que sostiene que el individuo tiene derecho a su vida, a su libertad y a su propiedad.  El altruismo es la doctrina que sostiene que el individuo no tiene derecho alguno, sino sólo obligaciones para con los otros –de ahí su nombre: altruismo que quiere decir ‘otroismo’.  Augusto Comte, quien acuñara el término ‘altruismo’ lo afirma con toda claridad en su  Catecismo de la Religión Positivista:

“El Positivismo jamás admite nada sino deberes, de todos para todos.  Su persistente punto de vista social no puede tolerar la noción de derecho, basado constantemente en el individualismo… Todo derecho humano es tan absurdo como es inmoral…Todo cuanto tenemos pertenece a la Humanidad; porque todo nos viene de ella –vida, fortuna, talentos, información, ternura, energía, etc.…Vivir para otros es, para todos nosotros, el eterno deber que se deduce con lógica rigurosa de este hecho indiscutible.” [Auguste Comte, El Catecismo de la Religión Positivista]

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El egoísmo es “preocuparse del interés propio, es procurar el bienestar de uno mismo.”  Lo contrario no es “procurar el bien de los demás a costa del propio”, o sea el altruismo.  Asegurar que el altruismo es lo contrario al egoísmo, es violar la ley lógica del tercio excluso, que afirma que toda proposición ha de ser verdadera o falsa, es decir, que no hay término medio, que un tercer término o posibilidad entre la verdad y la falsedad está excluida, descartada.  Sea cual sea la proposición X, ocurre que es A o no A.  Otra manera de formularlo es: Una cosa dada debe o tener o no tener una característica dada al mismo tiempo y en el mismo sentido.  Debe ser A o no ser A.  Dos proposiciones contradictorias no pueden ser verdaderas al mismo tiempo.  Una de las dos necesariamente debe ser verdadera y la otra falsa.  Lo correcto es que digamos que lo contrario al egoísmo es “no preocuparse del interés propio, es no procurar el bienestar de uno mismo.” Quiere decir esto que una persona que no es egoísta es aquella que no se preocupa de su propio interés, que no procura su propio bienestar, sin importar en absoluto si procura o no el bien de los demás.

El Objetivismo sostiene el egoísmo ético, que no es una virtud, sino que la tesis de que una persona debería actuar para promover su interés racional propio.  Fundamentalmente, la razón de la necesidad del egoísmo es la misma que la razón de ser moral.  Como la moral es un código de valores que sirven de guía para las elecciones y acciones del hombre con el propósito de vivir una vida feliz, floreciente, el egoísmo se basa en el hecho de que si una persona no nutre su existencia, se muere.  Los humanos sobreviven actuando en su propio beneficio.  El egoísmo meramente es la normativa de vivir, de querer vivir y actuar para vivir, de tener el propósito de vivir y de perseguirlo deliberadamente.

Lo que es de interés personal es lo que promueve la propia vida.  No hay razones para justificar la afirmación de que cualquier cosa es de interés para una persona.  Sólo aquello que tiene un impacto neto en la supervivencia de ésta.  Este fin central ofrece la única referencia de medida objetiva para evaluar lo que es de interés para alguien.  

El interés de una persona es psíquico al igual que material porque el estado de su mente importa para su supervivencia.

La condición psíquica importa porque dependemos de nuestra mente para vivir.  Toda acción promotora de nuestra vida va precedida de razonamiento que identifica lo que es apropiado para alcanzar dicho fin.  El descuidar la condición psíquica trae repercusiones nefastas y destructivas, como por ejemplo, la depresión.  Una persona tiene necesidades psíquicas al igual que necesidades materiales.  Los bienes inmateriales, como una amistad inspiradora, una filosofía racional, el respeto propio, la sensación de eficacia, la inteligencia, etc., contribuyen significativamente a la bienandanza y supervivencia del individuo.

Su supervivencia depende en buena parte, de que tan buena sea su habilidad de pensar.  Depende de su habilidad de enfocar, de concentrarse, de identificar acertadamente fenómenos relevantes, y de seguir las relaciones lógicas.  Como piensa un individuo es crucial para la validez de sus conclusiones y por tanto de las acciones que tome en base a esas conclusiones.  Por tanto, una persona debe ejercitar su mente para elegir fines que le hagan florecer, y determinar los mejores medios para alcanzar dichos fines.  Por eso, Ayn Rand identificó como la virtud básica del egoísmo a la Racionalidad.

La Racionalidad es la virtud –acción para conseguir y/o mantener un valor, en este caso, la propia vida– de reconocer y aceptar a la razón como nuestra única fuente de conocimiento, nuestra única juez de valores y nuestra única guía para actuar.  Es identificar nuestras experiencias, tanto externas como internas, de ejercitar la mente, de estar en contacto con la realidad, de no evadir, ni tratar de conseguir valores fuera de contexto.  Es esencial a la racionalidad el hábito de funcionar en el nivel conceptual de consciencia, es decir, conceptualizando.  Sólo el nivel conceptual de conciencia permite prever el futuro, al comprender causa y efecto.  Prever el futuro es necesario para actuar a largo plazo, para establecer fines últimos, y elegir nuestros valores, organizados jerárquicamente a partir del fin último.  Esencialmente la racionalidad consiste en identificar la realidad, en basar las convicciones y acciones en los hechos, en como son las cosas, tan bien como pueda uno discernirlos.  Es vivir conscientemente.

La Racionalidad, además de ser la virtud básica del egoísmo, es la fuente de todas las otras virtudes del hombre, entre estas, dos cardinales: la Productividad y el Orgullo.  

La virtud de la Productividad, dice Rand, es reconocer el hecho de que el trabajo productivo es el proceso por el cual la mente del hombre sostiene su vida.  Consiste en aplicar la Racionalidad a la adaptación de la naturaleza para uso humano, de crear bienes demandados, valores materiales, ya sean bienes o servicios, es decir, de crear riqueza.

La virtud del Orgullo consiste en reconocer el hecho de que así como el hombre debe producir los valores físicos que necesita para sostener su vida, así mismo debe adquirir los valores de carácter que hacen que su vida merezca sostenerse, que un hombre que crea su propia riqueza, crea su propio espíritu.  El Orgullo es la aplicación de la virtud de la Racionalidad a adquirir y crear los valores de carácter que lo hacen a uno merecedor de florecer.  El orgullo es comprometerse a lograr ser moralmente perfecto.  Como la esencia de la moralidad es la racionalidad, la perfección moral consiste en una inviolable racionalidad.  Rand se refiere al orgullo como “ambición moral”.  Rand entiende “ambición” como la persecución sistemática de la  propia realización y del mejoramiento constante con respecta a la meta personal.  El orgullo es el hábito de adquirir y crear los valores de carácter que lo hacen a uno merecedor de florecer, por sentirse digno de vivir y tenerse uno gran estima, de no permitirse ser menos que excelente.  

El enfoque principal del orgullo es uno mismo.  El enfoque, a diferencia de las otras virtudes, es hacia el interior, en lugar de hacia el exterior.  Es una virtud introvertida y no extrovertida.  El orgullo en cambio, se interesa por el ego.  Orgullo “significa que uno debe ganarse el derecho de tenerse como su valor máximo”. [Rand, The Objectivist Ethics, p. 29]

Rand argumenta que el orgullo es necesario para la autoestima y que la autoestima es necesaria para la vida humana. Una persona, si ha de sobrevivir, debe formarse a sí misma al igual que a su medio ambiente, en valores. 

La autoestima es una apreciación moral fundamental positiva de uno mismo, del proceso por el cual uno vive, y de la persona que uno crea. Es la convicción de que uno es capaz de vivir y de que uno merece vivir. 

Rand insiste en que uno debe ganarse su autoestima formando su carácter a la imagen de su ideal moral.  Una persona va a desarrollar una autoevaluación positiva al aferrarse a los principios morales apropiados para florecer.  Consistentemente, la acción virtuosa es el camino a la autoestima.  Al elegir adecuadamente bajo el precepto de ser racional, se sabe que está siendo racional.  Tal conocimiento es la plataforma a la autoestima.

Como dice Peikoff:

“Un ser volitivo no puede aceptar como su propósito la auto preservación a menos que, al hacer un inventario moral, concluya que está calificado para la tarea; calificado en términos de habilidad y valor.” [Peikoff, Objectivism, p. 306]

Como toda virtud es una forma de racionalidad, la perfección moral, en esencia, consiste en una norma única: el compromiso de seguir a la razón.

Rand lo explica así:

“Una persona alcanza la perfección moral al nunca aceptar ningún código de virtudes irracionales imposibles de practicar y al nunca dejar de practicar las virtudes que uno sabe son racionales –al nunca aceptar una culpa inmerecida y nunca ganarse una, o, si uno se la ha ganado, nunca dejarla sin corrección – al nunca resignarse pasivamente a los defectos de carácter…” [Rand. “Objectivist Ethics”, p. 29]

El vicio básico del hombre, la fuente de todos sus males, es el acto de desenfocar su mente, la suspensión de su consciencia, que no es ceguera, dice Rand, sino que rehusarse a ver; no es ignorancia, sino rehusarse a saber.  La irracionabilidad es el rechazo del medio de supervivencia humana y, por tanto, es dedicarse a seguir un curso de acción ciega y autodestructiva.  Lo que es anti-mente es anti-vida.

Si bien el altruismo no es lo contrario al egoísmo, si es hostil a éste.  El altruismo pretende destruir la autoestima del hombre al insistir en que no tiene derecho alguno a vivir su vida, al insistir en que él y su vida valen menos que la de cualquier otro, al insistir en que actúe irracionalmente –en contra de su propio interés.  El egoísmo sostiene que el hombre es un fin en sí mismo; el altruismo sostiene que el hombre es un medio para los fines de otro.  El egoísmo sostiene que, moralmente, el beneficiado de la acción debiera ser la persona que actúa; el altruismo sostiene que, moralmente, el beneficiado de la acción debería ser algún otro distinto a la persona que actúa.

La Racionalidad, la virtud básica del egoísmo, es equivalente a la phronesis (sensatez o prudencia) aristotélica, que consiste en la virtud de deliberar y juzgar correctamente sobre lo que es bueno y ventajoso para uno mismo, en lo que conduce a la buena vida.  También nos cuenta el estagirita, que se llama prudente a quienes sólo buscan su provecho personal y que obrando así hacen bien. Por lo tanto es evidente, dice, que uno no puede ser prudente sin ser bueno en el verdadero sentido del término. Vemos pues que el verdadero egoísta racional es el sensato, el prudente y el que no es egoísta es el insensato, el imprudente.

LA VIRTUD DEL EGOÍSMO

Warren Orbaugh
08 de febrero, 2019

La Virtud del Egoísmo es el título del libro sobre ética Objetivista de Ayn Rand, publicado en 1964.  Muchos son los que se han dejado confundir por el título.  A menudo he oído decir: “Pero el egoísmo no es una virtud”, “¿Cómo puede ser el egoísmo una virtud?” etc. etc.  

En efecto, el egoísmo no es una virtud.  Tampoco es lo contrario al altruismo.  El altruismo –que no es lo mismo que benevolencia – es lo contrario al individualismo.  El individualismo es la doctrina que sostiene que el individuo tiene derecho a su vida, a su libertad y a su propiedad.  El altruismo es la doctrina que sostiene que el individuo no tiene derecho alguno, sino sólo obligaciones para con los otros –de ahí su nombre: altruismo que quiere decir ‘otroismo’.  Augusto Comte, quien acuñara el término ‘altruismo’ lo afirma con toda claridad en su  Catecismo de la Religión Positivista:

“El Positivismo jamás admite nada sino deberes, de todos para todos.  Su persistente punto de vista social no puede tolerar la noción de derecho, basado constantemente en el individualismo… Todo derecho humano es tan absurdo como es inmoral…Todo cuanto tenemos pertenece a la Humanidad; porque todo nos viene de ella –vida, fortuna, talentos, información, ternura, energía, etc.…Vivir para otros es, para todos nosotros, el eterno deber que se deduce con lógica rigurosa de este hecho indiscutible.” [Auguste Comte, El Catecismo de la Religión Positivista]

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El egoísmo es “preocuparse del interés propio, es procurar el bienestar de uno mismo.”  Lo contrario no es “procurar el bien de los demás a costa del propio”, o sea el altruismo.  Asegurar que el altruismo es lo contrario al egoísmo, es violar la ley lógica del tercio excluso, que afirma que toda proposición ha de ser verdadera o falsa, es decir, que no hay término medio, que un tercer término o posibilidad entre la verdad y la falsedad está excluida, descartada.  Sea cual sea la proposición X, ocurre que es A o no A.  Otra manera de formularlo es: Una cosa dada debe o tener o no tener una característica dada al mismo tiempo y en el mismo sentido.  Debe ser A o no ser A.  Dos proposiciones contradictorias no pueden ser verdaderas al mismo tiempo.  Una de las dos necesariamente debe ser verdadera y la otra falsa.  Lo correcto es que digamos que lo contrario al egoísmo es “no preocuparse del interés propio, es no procurar el bienestar de uno mismo.” Quiere decir esto que una persona que no es egoísta es aquella que no se preocupa de su propio interés, que no procura su propio bienestar, sin importar en absoluto si procura o no el bien de los demás.

El Objetivismo sostiene el egoísmo ético, que no es una virtud, sino que la tesis de que una persona debería actuar para promover su interés racional propio.  Fundamentalmente, la razón de la necesidad del egoísmo es la misma que la razón de ser moral.  Como la moral es un código de valores que sirven de guía para las elecciones y acciones del hombre con el propósito de vivir una vida feliz, floreciente, el egoísmo se basa en el hecho de que si una persona no nutre su existencia, se muere.  Los humanos sobreviven actuando en su propio beneficio.  El egoísmo meramente es la normativa de vivir, de querer vivir y actuar para vivir, de tener el propósito de vivir y de perseguirlo deliberadamente.

Lo que es de interés personal es lo que promueve la propia vida.  No hay razones para justificar la afirmación de que cualquier cosa es de interés para una persona.  Sólo aquello que tiene un impacto neto en la supervivencia de ésta.  Este fin central ofrece la única referencia de medida objetiva para evaluar lo que es de interés para alguien.  

El interés de una persona es psíquico al igual que material porque el estado de su mente importa para su supervivencia.

La condición psíquica importa porque dependemos de nuestra mente para vivir.  Toda acción promotora de nuestra vida va precedida de razonamiento que identifica lo que es apropiado para alcanzar dicho fin.  El descuidar la condición psíquica trae repercusiones nefastas y destructivas, como por ejemplo, la depresión.  Una persona tiene necesidades psíquicas al igual que necesidades materiales.  Los bienes inmateriales, como una amistad inspiradora, una filosofía racional, el respeto propio, la sensación de eficacia, la inteligencia, etc., contribuyen significativamente a la bienandanza y supervivencia del individuo.

Su supervivencia depende en buena parte, de que tan buena sea su habilidad de pensar.  Depende de su habilidad de enfocar, de concentrarse, de identificar acertadamente fenómenos relevantes, y de seguir las relaciones lógicas.  Como piensa un individuo es crucial para la validez de sus conclusiones y por tanto de las acciones que tome en base a esas conclusiones.  Por tanto, una persona debe ejercitar su mente para elegir fines que le hagan florecer, y determinar los mejores medios para alcanzar dichos fines.  Por eso, Ayn Rand identificó como la virtud básica del egoísmo a la Racionalidad.

La Racionalidad es la virtud –acción para conseguir y/o mantener un valor, en este caso, la propia vida– de reconocer y aceptar a la razón como nuestra única fuente de conocimiento, nuestra única juez de valores y nuestra única guía para actuar.  Es identificar nuestras experiencias, tanto externas como internas, de ejercitar la mente, de estar en contacto con la realidad, de no evadir, ni tratar de conseguir valores fuera de contexto.  Es esencial a la racionalidad el hábito de funcionar en el nivel conceptual de consciencia, es decir, conceptualizando.  Sólo el nivel conceptual de conciencia permite prever el futuro, al comprender causa y efecto.  Prever el futuro es necesario para actuar a largo plazo, para establecer fines últimos, y elegir nuestros valores, organizados jerárquicamente a partir del fin último.  Esencialmente la racionalidad consiste en identificar la realidad, en basar las convicciones y acciones en los hechos, en como son las cosas, tan bien como pueda uno discernirlos.  Es vivir conscientemente.

La Racionalidad, además de ser la virtud básica del egoísmo, es la fuente de todas las otras virtudes del hombre, entre estas, dos cardinales: la Productividad y el Orgullo.  

La virtud de la Productividad, dice Rand, es reconocer el hecho de que el trabajo productivo es el proceso por el cual la mente del hombre sostiene su vida.  Consiste en aplicar la Racionalidad a la adaptación de la naturaleza para uso humano, de crear bienes demandados, valores materiales, ya sean bienes o servicios, es decir, de crear riqueza.

La virtud del Orgullo consiste en reconocer el hecho de que así como el hombre debe producir los valores físicos que necesita para sostener su vida, así mismo debe adquirir los valores de carácter que hacen que su vida merezca sostenerse, que un hombre que crea su propia riqueza, crea su propio espíritu.  El Orgullo es la aplicación de la virtud de la Racionalidad a adquirir y crear los valores de carácter que lo hacen a uno merecedor de florecer.  El orgullo es comprometerse a lograr ser moralmente perfecto.  Como la esencia de la moralidad es la racionalidad, la perfección moral consiste en una inviolable racionalidad.  Rand se refiere al orgullo como “ambición moral”.  Rand entiende “ambición” como la persecución sistemática de la  propia realización y del mejoramiento constante con respecta a la meta personal.  El orgullo es el hábito de adquirir y crear los valores de carácter que lo hacen a uno merecedor de florecer, por sentirse digno de vivir y tenerse uno gran estima, de no permitirse ser menos que excelente.  

El enfoque principal del orgullo es uno mismo.  El enfoque, a diferencia de las otras virtudes, es hacia el interior, en lugar de hacia el exterior.  Es una virtud introvertida y no extrovertida.  El orgullo en cambio, se interesa por el ego.  Orgullo “significa que uno debe ganarse el derecho de tenerse como su valor máximo”. [Rand, The Objectivist Ethics, p. 29]

Rand argumenta que el orgullo es necesario para la autoestima y que la autoestima es necesaria para la vida humana. Una persona, si ha de sobrevivir, debe formarse a sí misma al igual que a su medio ambiente, en valores. 

La autoestima es una apreciación moral fundamental positiva de uno mismo, del proceso por el cual uno vive, y de la persona que uno crea. Es la convicción de que uno es capaz de vivir y de que uno merece vivir. 

Rand insiste en que uno debe ganarse su autoestima formando su carácter a la imagen de su ideal moral.  Una persona va a desarrollar una autoevaluación positiva al aferrarse a los principios morales apropiados para florecer.  Consistentemente, la acción virtuosa es el camino a la autoestima.  Al elegir adecuadamente bajo el precepto de ser racional, se sabe que está siendo racional.  Tal conocimiento es la plataforma a la autoestima.

Como dice Peikoff:

“Un ser volitivo no puede aceptar como su propósito la auto preservación a menos que, al hacer un inventario moral, concluya que está calificado para la tarea; calificado en términos de habilidad y valor.” [Peikoff, Objectivism, p. 306]

Como toda virtud es una forma de racionalidad, la perfección moral, en esencia, consiste en una norma única: el compromiso de seguir a la razón.

Rand lo explica así:

“Una persona alcanza la perfección moral al nunca aceptar ningún código de virtudes irracionales imposibles de practicar y al nunca dejar de practicar las virtudes que uno sabe son racionales –al nunca aceptar una culpa inmerecida y nunca ganarse una, o, si uno se la ha ganado, nunca dejarla sin corrección – al nunca resignarse pasivamente a los defectos de carácter…” [Rand. “Objectivist Ethics”, p. 29]

El vicio básico del hombre, la fuente de todos sus males, es el acto de desenfocar su mente, la suspensión de su consciencia, que no es ceguera, dice Rand, sino que rehusarse a ver; no es ignorancia, sino rehusarse a saber.  La irracionabilidad es el rechazo del medio de supervivencia humana y, por tanto, es dedicarse a seguir un curso de acción ciega y autodestructiva.  Lo que es anti-mente es anti-vida.

Si bien el altruismo no es lo contrario al egoísmo, si es hostil a éste.  El altruismo pretende destruir la autoestima del hombre al insistir en que no tiene derecho alguno a vivir su vida, al insistir en que él y su vida valen menos que la de cualquier otro, al insistir en que actúe irracionalmente –en contra de su propio interés.  El egoísmo sostiene que el hombre es un fin en sí mismo; el altruismo sostiene que el hombre es un medio para los fines de otro.  El egoísmo sostiene que, moralmente, el beneficiado de la acción debiera ser la persona que actúa; el altruismo sostiene que, moralmente, el beneficiado de la acción debería ser algún otro distinto a la persona que actúa.

La Racionalidad, la virtud básica del egoísmo, es equivalente a la phronesis (sensatez o prudencia) aristotélica, que consiste en la virtud de deliberar y juzgar correctamente sobre lo que es bueno y ventajoso para uno mismo, en lo que conduce a la buena vida.  También nos cuenta el estagirita, que se llama prudente a quienes sólo buscan su provecho personal y que obrando así hacen bien. Por lo tanto es evidente, dice, que uno no puede ser prudente sin ser bueno en el verdadero sentido del término. Vemos pues que el verdadero egoísta racional es el sensato, el prudente y el que no es egoísta es el insensato, el imprudente.

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