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Futuro empeñado

Salvador Paiz
13 de febrero, 2019

A finales de enero, Joviel Acevedo y miembros del Steg, celebraban lafirma de un nuevo e inercial pacto colectivo. Un par de semanas después, laDirección General de Evaluación e Investigación Educativa (Digeduca) publicólos pobres resultados generales de la evaluación educativa a graduandos de2018. Este contraste de escenarios deja mucho en que pensar. 

Digeduca evaluó a cerca de 150 milestudiantes de un poco más de 4 mil establecimientos del país. En 2018, losgraduandos tuvieron un logro en lectura del 34.8 por ciento y un logro enmatemática de 11.4 por ciento. En mi época, pasábamos los exámenes con 60puntos. Estos resultados denotan que los graduandos no pasan la prueba delectura ni la de matemática. No obstante, hubo un cambio positivo respecto alos resultados de 2017, 1.8 puntos en matemática y de 2.48 en lectura. Desdehace algunos años es posible ver una tendencia de mejora y claro que debemos decelebrar esos pequeños logros. Sin embargo, el ritmo de cambio es insuficiente.

Estos resultados no nossorprendieron a muchos. De hecho, la evaluación internacional Pisa-D ya noshabía mostrado que el rendimiento de los jóvenes aún no da la talla. Según loshallazgos de esta última, nueve de cada diez jóvenes guatemaltecos no alcanzanel nivel básico de competencias. No podemos continuar así. No podemos seguirdesperdiciando el potencial de millones y millones de jóvenes chapines.

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La realidades que nuestro sistema (y liderazgo) no responde a las necesidades delsiglo XXI. De acuerdo con el estudio de Brechas de Talento de Fundesa, nocontamos con una mano de obra calificada para cubrir la demanda laboral y hayuna ausencia de capacitación técnica. Sin una educación adecuada, muchosjóvenes optan por migrar o, en el peor de los casos, delinquir. De esta manera,se sigue propiciando el círculo vicioso de la pobreza que parece no preocupar anuestras autoridades.

Buscamos educar a nuestros hijos porque creemos que eso lesgarantiza un mejor futuro. Sin embargo, para que esa “garantía” searealidad se deben de cumplir algunos supuestos. El objetivo principal de laeducación es generar aprendizajes de valor. Ese aprendizaje supone el alcancede una serie de competencias específicas que son valoradas en el mundo laboral.Las competencias de valor permiten acceso a un trabajo digno lo cual mejora lacalidad de vida. Pero la realidad de nuestro país es otra. Las pruebas delDigeduca demuestran que, aunque les estamos entregando un título que loscertifica como bachilleres, los jóvenes graduandos no están alcanzando lascompetencias mínimas en lectura y matemática.

Es imperativo quetransformemos el sistema educativo con sentido de urgencia. Parte de esaaceleración del cambio es el aprovechamiento de la tecnología, tanto a nivel dealumnos como docentes, empoderar a los maestros y ayudarlos a convertirse enverdaderos mentores y, sobretodo, mejorar nuestra calidad de gasto. El pactocolectivo recientemente aprobado supone un aumento de más de Q961 millones, sincompromiso adicional alguno con la calidad ni con el desempeño. Esto canibalizalos recursos que podrían ser invertidos en calidad educativa, mayor cobertura,tecnología, etc.

Urge una reformaeducativa que vele por un aprendizaje efectivo. Muchos países pioneros eneducación, como China, utilizan la información de las pruebas para decidir enqué deben mejorar y cómo pueden hacerlo. Ojalá en Guatemala utilicemos lainformación que esta, y otras, nos dan, para tomar decisiones acertadas en labúsqueda de una Guatemala mejor y más educada. No podemos seguir empeñando elfuturo de nuestra nación.

www.salvadorpaiz.com

Futuro empeñado

Salvador Paiz
13 de febrero, 2019

A finales de enero, Joviel Acevedo y miembros del Steg, celebraban lafirma de un nuevo e inercial pacto colectivo. Un par de semanas después, laDirección General de Evaluación e Investigación Educativa (Digeduca) publicólos pobres resultados generales de la evaluación educativa a graduandos de2018. Este contraste de escenarios deja mucho en que pensar. 

Digeduca evaluó a cerca de 150 milestudiantes de un poco más de 4 mil establecimientos del país. En 2018, losgraduandos tuvieron un logro en lectura del 34.8 por ciento y un logro enmatemática de 11.4 por ciento. En mi época, pasábamos los exámenes con 60puntos. Estos resultados denotan que los graduandos no pasan la prueba delectura ni la de matemática. No obstante, hubo un cambio positivo respecto alos resultados de 2017, 1.8 puntos en matemática y de 2.48 en lectura. Desdehace algunos años es posible ver una tendencia de mejora y claro que debemos decelebrar esos pequeños logros. Sin embargo, el ritmo de cambio es insuficiente.

Estos resultados no nossorprendieron a muchos. De hecho, la evaluación internacional Pisa-D ya noshabía mostrado que el rendimiento de los jóvenes aún no da la talla. Según loshallazgos de esta última, nueve de cada diez jóvenes guatemaltecos no alcanzanel nivel básico de competencias. No podemos continuar así. No podemos seguirdesperdiciando el potencial de millones y millones de jóvenes chapines.

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Buscamos educar a nuestros hijos porque creemos que eso lesgarantiza un mejor futuro. Sin embargo, para que esa “garantía” searealidad se deben de cumplir algunos supuestos. El objetivo principal de laeducación es generar aprendizajes de valor. Ese aprendizaje supone el alcancede una serie de competencias específicas que son valoradas en el mundo laboral.Las competencias de valor permiten acceso a un trabajo digno lo cual mejora lacalidad de vida. Pero la realidad de nuestro país es otra. Las pruebas delDigeduca demuestran que, aunque les estamos entregando un título que loscertifica como bachilleres, los jóvenes graduandos no están alcanzando lascompetencias mínimas en lectura y matemática.

Es imperativo quetransformemos el sistema educativo con sentido de urgencia. Parte de esaaceleración del cambio es el aprovechamiento de la tecnología, tanto a nivel dealumnos como docentes, empoderar a los maestros y ayudarlos a convertirse enverdaderos mentores y, sobretodo, mejorar nuestra calidad de gasto. El pactocolectivo recientemente aprobado supone un aumento de más de Q961 millones, sincompromiso adicional alguno con la calidad ni con el desempeño. Esto canibalizalos recursos que podrían ser invertidos en calidad educativa, mayor cobertura,tecnología, etc.

Urge una reformaeducativa que vele por un aprendizaje efectivo. Muchos países pioneros eneducación, como China, utilizan la información de las pruebas para decidir enqué deben mejorar y cómo pueden hacerlo. Ojalá en Guatemala utilicemos lainformación que esta, y otras, nos dan, para tomar decisiones acertadas en labúsqueda de una Guatemala mejor y más educada. No podemos seguir empeñando elfuturo de nuestra nación.

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