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El Universo, ni ordenado ni caotico

Warren Orbaugh
04 de noviembre, 2019

Hay infinidad de pensadores que consideran que el universo es ordenado, que revela una armonía maravillosa desde lo sumamente pequeño a lo sumamente grande, desde los átomos a las galaxias. Así mismo quienes consideran a la entropía como medida del desorden de un sistema, en lugar de la medida de la probabilidad de cada configuración energética, al concebir al universo como entrópico, piensan que existen unos entes más desordenados que otros. Y suponen que el universo tiende al caos. Estas concepciones son erróneas. Para encontrar el error debemos examinar el concepto de ‘orden’.

El orden es arreglo o disposición sistemática de componentes de acuerdo a un propósito que sirve de principio generador, creando una coherencia entre parte y parte y todo. El orden muestra que un propósito inteligente preside el sistema que se valora como medio para un fin. El sistema es un ensamblaje de muchas cosas formando un todo. El hecho que sea resultado de un propósito inteligente que sirve de principio generador, hace del orden un producto humano, y por tanto contingente. Por consiguiente, el universo y todo cuanto existe naturalmente, o sea, lo metafísico, lo necesario, lo no hecho por el hombre, no es ordenado. La ausencia de propósito hace imposible el orden. 

Por la misma razón, la naturaleza tampoco se desordena. No tiene sentido afirmar que un volcán, que es una estructura geológica por la que emerge el magma, cuando está en erupción es un volcán desordenado, pues causa destrucción a su alrededor; y que un volcán durmiente es un volcán ordenado. Ni tiene sentido la afirmación contraria asumiendo que como el “propósito” del volcán es liberar la presión debida al aumento de la temperatura por la compresión de la corteza oceánica  por subducción y fricción con las rocas del manto terrestre, éste está ordenado, y cuando durmiente, al no cumplir con su “propósito”, está desordenado. El volcán no tiene propósito deliberado alguno. Su forma es consecuencia de la subducción entre placas de la litósfera. 

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Pero como todo concepto, el de “orden” tiene su origen en la observación de la realidad. Si bien los entes no son ordenados, si son configuraciones estructuradas de relaciones entre las partes componentes del todo que son.  Esta estructura, su forma o configuración, es lo que los hace ser lo que son. Por lo tanto si cambia la estructura o configuración, cambia el ente. Su estructura particular determina lo que puede o no hacer. La forma es resultado de la posición de elementos componentes de una sustancia o entidad, estructurados en una combinación específica, que determina que es lo que es, es decir, su identidad. Por ejemplo, la diferencia entre una barra de hierro y un imán es su estructura específica, es decir, la combinación y orientación de sus elementos componentes. La materia ferrosa está compuesta de partículas con  pequeñas corrientes cerradas al movimiento de los electrones que contienen los átomos; cada una de ellas origina un microscópico imán. Si estos pequeños imanes están orientados en todas direcciones, sus efectos se anulan mutuamente y el material no presenta propiedades magnéticas. En cambio, si todos estos pequeños imanes se alinean, actúan como un único imán y en ese caso decimos que la sustancia se ha magnetizado. No tiene ningún sentido decir que el imán es una barra de hierro ordenada, o que la barra de hierro es un imán desordenado. La distinta estructuración de elementos lo que produce es una identidad distinta. Sólo eso. Carece de propósito, solamente es. 

El propósito o intención es una característica, sólo, de los seres vivos. El propósito fundamental del ser vivo es mantenerse con vida, y de acuerdo a este fin, establece sus demás propósitos que son medios para alcanzar su fin último. El orden es una manifestación de propósito. Basado en la lección de que la estructura o configuración es identidad, el hombre arregla o configura elementos para crear una identidad que sirva a un fin determinado. Supongamos que queremos filmar una película sobre terremotos y una escena será en el salón de cocina. ¿Cómo deberíamos ordenar o estructurar la posición de los muebles para cumplir con el propósito de que se vea como si hubiera sido sometido a un terremoto? Obviamente de forma que pareciera un caos. Pero este caos es en realidad un orden que obedece a un propósito específico. Sólo sería en realidad un desorden si el propósito fuera otro: cocinar y habitar en ese salón. Por otro lado, si quisiéramos tener una discusión socrática entre todos, ¿cómo deberíamos ordenar o estructurar ahora la posición de los muebles? En forma circular, para que todos nos veamos. Como se puede ver, la disposición formal, o estructuración de la posición de los muebles será distinta según el propósito que sirvan. El orden pues, es una configuración deliberada que obedece a un propósito.

El universo, no es ni ordenado ni caótico. Simplemente es.


El Universo, ni ordenado ni caotico

Warren Orbaugh
04 de noviembre, 2019

Hay infinidad de pensadores que consideran que el universo es ordenado, que revela una armonía maravillosa desde lo sumamente pequeño a lo sumamente grande, desde los átomos a las galaxias. Así mismo quienes consideran a la entropía como medida del desorden de un sistema, en lugar de la medida de la probabilidad de cada configuración energética, al concebir al universo como entrópico, piensan que existen unos entes más desordenados que otros. Y suponen que el universo tiende al caos. Estas concepciones son erróneas. Para encontrar el error debemos examinar el concepto de ‘orden’.

El orden es arreglo o disposición sistemática de componentes de acuerdo a un propósito que sirve de principio generador, creando una coherencia entre parte y parte y todo. El orden muestra que un propósito inteligente preside el sistema que se valora como medio para un fin. El sistema es un ensamblaje de muchas cosas formando un todo. El hecho que sea resultado de un propósito inteligente que sirve de principio generador, hace del orden un producto humano, y por tanto contingente. Por consiguiente, el universo y todo cuanto existe naturalmente, o sea, lo metafísico, lo necesario, lo no hecho por el hombre, no es ordenado. La ausencia de propósito hace imposible el orden. 

Por la misma razón, la naturaleza tampoco se desordena. No tiene sentido afirmar que un volcán, que es una estructura geológica por la que emerge el magma, cuando está en erupción es un volcán desordenado, pues causa destrucción a su alrededor; y que un volcán durmiente es un volcán ordenado. Ni tiene sentido la afirmación contraria asumiendo que como el “propósito” del volcán es liberar la presión debida al aumento de la temperatura por la compresión de la corteza oceánica  por subducción y fricción con las rocas del manto terrestre, éste está ordenado, y cuando durmiente, al no cumplir con su “propósito”, está desordenado. El volcán no tiene propósito deliberado alguno. Su forma es consecuencia de la subducción entre placas de la litósfera. 

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Pero como todo concepto, el de “orden” tiene su origen en la observación de la realidad. Si bien los entes no son ordenados, si son configuraciones estructuradas de relaciones entre las partes componentes del todo que son.  Esta estructura, su forma o configuración, es lo que los hace ser lo que son. Por lo tanto si cambia la estructura o configuración, cambia el ente. Su estructura particular determina lo que puede o no hacer. La forma es resultado de la posición de elementos componentes de una sustancia o entidad, estructurados en una combinación específica, que determina que es lo que es, es decir, su identidad. Por ejemplo, la diferencia entre una barra de hierro y un imán es su estructura específica, es decir, la combinación y orientación de sus elementos componentes. La materia ferrosa está compuesta de partículas con  pequeñas corrientes cerradas al movimiento de los electrones que contienen los átomos; cada una de ellas origina un microscópico imán. Si estos pequeños imanes están orientados en todas direcciones, sus efectos se anulan mutuamente y el material no presenta propiedades magnéticas. En cambio, si todos estos pequeños imanes se alinean, actúan como un único imán y en ese caso decimos que la sustancia se ha magnetizado. No tiene ningún sentido decir que el imán es una barra de hierro ordenada, o que la barra de hierro es un imán desordenado. La distinta estructuración de elementos lo que produce es una identidad distinta. Sólo eso. Carece de propósito, solamente es. 

El propósito o intención es una característica, sólo, de los seres vivos. El propósito fundamental del ser vivo es mantenerse con vida, y de acuerdo a este fin, establece sus demás propósitos que son medios para alcanzar su fin último. El orden es una manifestación de propósito. Basado en la lección de que la estructura o configuración es identidad, el hombre arregla o configura elementos para crear una identidad que sirva a un fin determinado. Supongamos que queremos filmar una película sobre terremotos y una escena será en el salón de cocina. ¿Cómo deberíamos ordenar o estructurar la posición de los muebles para cumplir con el propósito de que se vea como si hubiera sido sometido a un terremoto? Obviamente de forma que pareciera un caos. Pero este caos es en realidad un orden que obedece a un propósito específico. Sólo sería en realidad un desorden si el propósito fuera otro: cocinar y habitar en ese salón. Por otro lado, si quisiéramos tener una discusión socrática entre todos, ¿cómo deberíamos ordenar o estructurar ahora la posición de los muebles? En forma circular, para que todos nos veamos. Como se puede ver, la disposición formal, o estructuración de la posición de los muebles será distinta según el propósito que sirvan. El orden pues, es una configuración deliberada que obedece a un propósito.

El universo, no es ni ordenado ni caótico. Simplemente es.


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