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Reflexionemos…para llegar a una Guatemala mejor

Diana Brown
05 de junio, 2018

“Haced el bien a cuantos más podáis, y os sucederá frecuentemente hallaros con caras que os infundan alegría”.                                                                                                          Alessandro Manzoni

Hay fechas que quedan grabadas en la memoria, por distintos motivos y razones. Se recuerda generalmente de los eventos maravillosamente bellos, o los sucesos profundamente sentidos y tristes. Ambas modalidades de eventos pueden llegar a la vida por responsabilidad propia o ajena. Algunos cargarán con culpabilidad, otros gozarán de buena fortuna. Lo que define la persona, su desarrollo interno que se refleja por la conducta externa, es su filosofía de vida, su integridad de alma, la tenacidad de espíritu, la generosidad con que se comparte en el momento que se recibe.  

Eventos naturales, como el desastre recién sufrido por Guatemala, en el entendimiento que un país es el cúmulo de sus ciudadanos, proveen la coyuntura de demostrar el temple humano de su población. La oportunidad del terremoto de 1976 dió lugar a una integración jamás visto; se observó una formación espontánea de equipos, el olvido de los egos personales, y floreció la preocupación por la persona ajena, que sufría sin ser por causa propia. El que apoyó, con tremenda generosidad en esfuerzos, tiempos y recursos de todo tipo, ganó experiencia humana, un crecimiento que no se puede adquirir de otra manera si no es viviéndola.

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El valor de la solidaridad, la importancia de la calidad humana, la empatía con el par no es materia de una asignatura académica. Estos valores emanen de la vida familiar, el entorno cultural, el vivo ejemplo de modelos de carne y hueso, y las ponderadas palabras de filósofos de antaño y presente que provocan al examen de la condición humana propia, el alma y el espíritu.  

El diccionario de la Real Academia Española define solidaridad como “Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros.Las evidentes muestras de ahora de compromiso con el próximo es digno ejemplo de solidaridad. Pero esta no debe ser una actitud temporal, debe formar parte de la misión y visión de vida, de familia de nación.

La impresionante destrucción que se ha presenciado y sufrido debe provocar un cambio de fondo, un cambio de ruta política, un cambio de actuar ciudadano, obviando el egoísmo, prevaleciendo el porvenir de todos. En este momento de sentida preocupación, es cuando se debe cambiar el cómo actuar.

Una opción política que exige el bienestar humano como eje de gestión, con la solidaridad como directriz inamovible es la economía social del mercado. Como cualquier propuesta política tiene sus pros y sus contras; su aplicación no ha sido sin tropiezos; lo sobresaliente es la filosofía del eje de su ejecución, el principio fundamental de la primicia de la persona humana como centro de la sociedad, satisfaciendo todas sus necesidades. Dentro de sus principios están la operativa social y la operativa económica.  Eje importante: la libertad con responsabilidad persona comunitaria.  ¿Qué quiere decir? La jerarquía de la sociedad debe arrancar desde la persona humana, la familia, el barrio, la ciudad, la nación, y así en círculo concéntrico abarcando al país en su totalidad.  Se aplica la solidaridad en apoyar a las personas que no están en condiciones de ayudarse a si mismo, hasta el momento cuando ella misma diga que puede prescindir de un apoyo oficial, el cual no debe instituirse en forma permanente ni desplazar la responsabilidad de contribuir con un aporte propio posterior. El modelo vela por la protección de los sectores económicamente más débiles; asegura la ejecución de programas económicos de interés público; impide que alguna monopolización pueda aprovecharse de la situación y privilegia la liberalización de precios. Los instrumentos de participación para asegurar esta solidaridad, acompañada por la subsidiaridad, descansan en los indicadores de descentralización, desconcentración y una democracia participativa por todos los sectores, iniciando y afianzándose en el nivel comunitario.

Sin duda alguna, no es el momento para hablar de política.  El sufrimiento humano es agudo, compartido por todos los ciudadanos. Las carencias estatales son dolorosamente evidentes, y después de resolver las crisis inmediatas, la visión tiene que ser por un cambio proactivo en protección del ciudadano, con su propia participación, no para crear un estado que esté atendiendo a dependientes, sino que un estado proactivo, que con su ejemplo guía a la formación de ciudadanos que se cuidan entre si, prestos a velar por el transparente desarrollo de su patria, enfatizando un sentido de responsabilidad por la persona que necesita, y que esta misma renunciará al apoyo cuando no lo necesite.

Estos momentos tormentosos deben demostrar el camino para que no se repliquen, que no continúan las carencias. Los desastres naturales siempre estarán presentes, la preparación es imperativa, el sentido de responsabilidad mutua creará un ambiente de integración y patriotismo, imperativo para la formación ciudadana. Y siendo próximo el periodo electoral, es el momento ideal para un reenfoque de filosofía política de fondo, tomando la visión del bienestar de la persona como eje primordial

Las visiones de angustia deben impulsar a los actores políticos tomar otro sendero; es posible estar preparados para enfrentar los imprevistos con la visión permanente del bienestar de la persona.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Reflexionemos…para llegar a una Guatemala mejor

Diana Brown
05 de junio, 2018

“Haced el bien a cuantos más podáis, y os sucederá frecuentemente hallaros con caras que os infundan alegría”.                                                                                                          Alessandro Manzoni

Hay fechas que quedan grabadas en la memoria, por distintos motivos y razones. Se recuerda generalmente de los eventos maravillosamente bellos, o los sucesos profundamente sentidos y tristes. Ambas modalidades de eventos pueden llegar a la vida por responsabilidad propia o ajena. Algunos cargarán con culpabilidad, otros gozarán de buena fortuna. Lo que define la persona, su desarrollo interno que se refleja por la conducta externa, es su filosofía de vida, su integridad de alma, la tenacidad de espíritu, la generosidad con que se comparte en el momento que se recibe.  

Eventos naturales, como el desastre recién sufrido por Guatemala, en el entendimiento que un país es el cúmulo de sus ciudadanos, proveen la coyuntura de demostrar el temple humano de su población. La oportunidad del terremoto de 1976 dió lugar a una integración jamás visto; se observó una formación espontánea de equipos, el olvido de los egos personales, y floreció la preocupación por la persona ajena, que sufría sin ser por causa propia. El que apoyó, con tremenda generosidad en esfuerzos, tiempos y recursos de todo tipo, ganó experiencia humana, un crecimiento que no se puede adquirir de otra manera si no es viviéndola.

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El valor de la solidaridad, la importancia de la calidad humana, la empatía con el par no es materia de una asignatura académica. Estos valores emanen de la vida familiar, el entorno cultural, el vivo ejemplo de modelos de carne y hueso, y las ponderadas palabras de filósofos de antaño y presente que provocan al examen de la condición humana propia, el alma y el espíritu.  

El diccionario de la Real Academia Española define solidaridad como “Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros.Las evidentes muestras de ahora de compromiso con el próximo es digno ejemplo de solidaridad. Pero esta no debe ser una actitud temporal, debe formar parte de la misión y visión de vida, de familia de nación.

La impresionante destrucción que se ha presenciado y sufrido debe provocar un cambio de fondo, un cambio de ruta política, un cambio de actuar ciudadano, obviando el egoísmo, prevaleciendo el porvenir de todos. En este momento de sentida preocupación, es cuando se debe cambiar el cómo actuar.

Una opción política que exige el bienestar humano como eje de gestión, con la solidaridad como directriz inamovible es la economía social del mercado. Como cualquier propuesta política tiene sus pros y sus contras; su aplicación no ha sido sin tropiezos; lo sobresaliente es la filosofía del eje de su ejecución, el principio fundamental de la primicia de la persona humana como centro de la sociedad, satisfaciendo todas sus necesidades. Dentro de sus principios están la operativa social y la operativa económica.  Eje importante: la libertad con responsabilidad persona comunitaria.  ¿Qué quiere decir? La jerarquía de la sociedad debe arrancar desde la persona humana, la familia, el barrio, la ciudad, la nación, y así en círculo concéntrico abarcando al país en su totalidad.  Se aplica la solidaridad en apoyar a las personas que no están en condiciones de ayudarse a si mismo, hasta el momento cuando ella misma diga que puede prescindir de un apoyo oficial, el cual no debe instituirse en forma permanente ni desplazar la responsabilidad de contribuir con un aporte propio posterior. El modelo vela por la protección de los sectores económicamente más débiles; asegura la ejecución de programas económicos de interés público; impide que alguna monopolización pueda aprovecharse de la situación y privilegia la liberalización de precios. Los instrumentos de participación para asegurar esta solidaridad, acompañada por la subsidiaridad, descansan en los indicadores de descentralización, desconcentración y una democracia participativa por todos los sectores, iniciando y afianzándose en el nivel comunitario.

Sin duda alguna, no es el momento para hablar de política.  El sufrimiento humano es agudo, compartido por todos los ciudadanos. Las carencias estatales son dolorosamente evidentes, y después de resolver las crisis inmediatas, la visión tiene que ser por un cambio proactivo en protección del ciudadano, con su propia participación, no para crear un estado que esté atendiendo a dependientes, sino que un estado proactivo, que con su ejemplo guía a la formación de ciudadanos que se cuidan entre si, prestos a velar por el transparente desarrollo de su patria, enfatizando un sentido de responsabilidad por la persona que necesita, y que esta misma renunciará al apoyo cuando no lo necesite.

Estos momentos tormentosos deben demostrar el camino para que no se repliquen, que no continúan las carencias. Los desastres naturales siempre estarán presentes, la preparación es imperativa, el sentido de responsabilidad mutua creará un ambiente de integración y patriotismo, imperativo para la formación ciudadana. Y siendo próximo el periodo electoral, es el momento ideal para un reenfoque de filosofía política de fondo, tomando la visión del bienestar de la persona como eje primordial

Las visiones de angustia deben impulsar a los actores políticos tomar otro sendero; es posible estar preparados para enfrentar los imprevistos con la visión permanente del bienestar de la persona.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

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