“No hay grandeza donde no haya sencillez, bondad y verdad”
Leo Tolstoy.
Fue con un gozo profundo leer de las acciones del “Chef de los damnificados”, José Ramón Andrés, reconocido mundialmente como chef de una excelencia marcada, que dentro de su organización que fundó para apoyar en momentos de crisis, World Central Kitchen, alimentó a centenares de personas pos tragedia volcánica, con extraordinaria bondad y alegría, y si , con inmensa humildad, pues no fue campaña mediática para promover sus restaurantes y empresas, sino que con la entrega de apoyar a las personas que necesitaban de su talento. https://elperiodico.com.gt/nacion/2018/06/22/un-chef-para-los-damnificados-del-volcan-de-fuego/
Además de su entrega sin egocentrismo, que dice más que una entrega generosa, aunque son conceptos complementarios, impresionó la sencillez con que simplemente se presentó la persona, se organizó, y trabajó, sin llamar la atención a lo que hace, únicamente cumpliendo con su llamado, su vocación, de ayudar a la persona que necesita de su ayuda. Esa humildad reconoce, enfatiza, la dignidad del otro, y que indistintamente de su posiciónsocial, económica o la que fuese, es por su calidad de ser humano que merece respeto y consideración.
En esta época de selfies, los cambios constantes de auto retratos en los medios de comunicación social, de la centrada preocupación en si mismo, se corre el riesgo de padecer de la soberbia, y olvidar que una parte significativa del quehacer sobre la tierra es apoyar al prójimo.
Mario Vargas Llosa, en su libro La civilización del espectáculo, siendo escrito en 2012, aún tiene vigencia, y comparte en una oración cargada con contexto y connotación…”La desaparición de lo privado, el que nadie respeta la intimidad ajena el que ella se haya convertido en una parodia que excita el interés general y haya una industria informativa que alimente sin tregua y sin limites ese voyerismo universal, es una manifestación de barbarie.” Pareciera que ni la vida ni las acciones no tuvieran sentido si no fueran compartidas para que el mundo admirara de lo hecho. La modestia pareciera ser una cualidad menospreciada.
Retomando la indescriptible tragedia del Volcán; hubo aportes en insumos, inconmensurables; algunos reciamente privados, otros reciamente públicos, otros reciamente ajenos. Lo importante es que llegaron al necesitado, indistintamente de quien lo haya donado. Es semejante de los valores que los padres pasan a los hijos, los docentes a los alumnos, hay que hacer el bien sin estar preocupados de quién los esté observando, pues el valor de una donación es la sincera generosidad, sin importar si fuera observada la acción o no. Es el hecho solidario que cuenta.
El valor de la caridad, aunado al servicio que se presta al beneficiado, es la altruismo en el alma, sincera grandeza, no pendiente de la cámara, de la publicación, del beneficio tributario, del reconocimiento público, de quien lo verá.
Sin duda alguna, se comprende el deseo natural de querer compartir el profundo gozo de convivencia y satisfacción; lo que es importante enfatizar que eso no es el final, el compartir humano si lo es. El espíritu de servicio, amar al prójimo, apoyar al par; y es observable, no porque se promueva mercadológicamente, sino que con el deseo de contagiar la vocación de servicio, como el ejemplo de la organización Rotary, y otras afines, que tienen como misión y visión, y dentro de sus preceptos entrañables, “Como socios de Rotary asumimos la responsabilidad de tomar acción, a fin de abordar los problemas más perniciosos que afectan a la humanidad.” Y en silencio, en unión, en total entrega.
Estas reflexiones pretenden llamar a la consciencia la observación de cómo es el actuar humano. Sin duda, es natural querer ser reconocido por lo hecho, pero no es la razón principal. En este momento de inmediatez comunicativa, las acciones llegan a la velocidad de la luz, y su reacción, su respuesta, es inmediata, y el resultante gozo del reconocimiento, satisfactorio.
Es imperante reconocer que las bondades se efectúan porque es lo correcto, se hacen porque se deben hacer, por calidad humana. La auto publicación puede restarle sinceridad a las acciones, pues ¿será que se hace porque se está viendo que lo estoy haciendo? ¡No! Que los demás reconozcan lo hecho, y si no lo reconocen, ¡no hace falta! La validez de lo actuado es la sinceridad con que se efectúa!
El Chef Andrés ha impartido una cátedra de elegante humanismo, es de aprender de su sencillez, su sincero gozo de compartir, sin la observación de alguna cámara alrededory no recibir más que un profundo gracias de las personas beneficiadas. Extraordinario ejemplo.
República es ajena a la opinión expresada en este artículo
“No hay grandeza donde no haya sencillez, bondad y verdad”
Leo Tolstoy.
Fue con un gozo profundo leer de las acciones del “Chef de los damnificados”, José Ramón Andrés, reconocido mundialmente como chef de una excelencia marcada, que dentro de su organización que fundó para apoyar en momentos de crisis, World Central Kitchen, alimentó a centenares de personas pos tragedia volcánica, con extraordinaria bondad y alegría, y si , con inmensa humildad, pues no fue campaña mediática para promover sus restaurantes y empresas, sino que con la entrega de apoyar a las personas que necesitaban de su talento. https://elperiodico.com.gt/nacion/2018/06/22/un-chef-para-los-damnificados-del-volcan-de-fuego/
Además de su entrega sin egocentrismo, que dice más que una entrega generosa, aunque son conceptos complementarios, impresionó la sencillez con que simplemente se presentó la persona, se organizó, y trabajó, sin llamar la atención a lo que hace, únicamente cumpliendo con su llamado, su vocación, de ayudar a la persona que necesita de su ayuda. Esa humildad reconoce, enfatiza, la dignidad del otro, y que indistintamente de su posiciónsocial, económica o la que fuese, es por su calidad de ser humano que merece respeto y consideración.
En esta época de selfies, los cambios constantes de auto retratos en los medios de comunicación social, de la centrada preocupación en si mismo, se corre el riesgo de padecer de la soberbia, y olvidar que una parte significativa del quehacer sobre la tierra es apoyar al prójimo.
Mario Vargas Llosa, en su libro La civilización del espectáculo, siendo escrito en 2012, aún tiene vigencia, y comparte en una oración cargada con contexto y connotación…”La desaparición de lo privado, el que nadie respeta la intimidad ajena el que ella se haya convertido en una parodia que excita el interés general y haya una industria informativa que alimente sin tregua y sin limites ese voyerismo universal, es una manifestación de barbarie.” Pareciera que ni la vida ni las acciones no tuvieran sentido si no fueran compartidas para que el mundo admirara de lo hecho. La modestia pareciera ser una cualidad menospreciada.
Retomando la indescriptible tragedia del Volcán; hubo aportes en insumos, inconmensurables; algunos reciamente privados, otros reciamente públicos, otros reciamente ajenos. Lo importante es que llegaron al necesitado, indistintamente de quien lo haya donado. Es semejante de los valores que los padres pasan a los hijos, los docentes a los alumnos, hay que hacer el bien sin estar preocupados de quién los esté observando, pues el valor de una donación es la sincera generosidad, sin importar si fuera observada la acción o no. Es el hecho solidario que cuenta.
El valor de la caridad, aunado al servicio que se presta al beneficiado, es la altruismo en el alma, sincera grandeza, no pendiente de la cámara, de la publicación, del beneficio tributario, del reconocimiento público, de quien lo verá.
Sin duda alguna, se comprende el deseo natural de querer compartir el profundo gozo de convivencia y satisfacción; lo que es importante enfatizar que eso no es el final, el compartir humano si lo es. El espíritu de servicio, amar al prójimo, apoyar al par; y es observable, no porque se promueva mercadológicamente, sino que con el deseo de contagiar la vocación de servicio, como el ejemplo de la organización Rotary, y otras afines, que tienen como misión y visión, y dentro de sus preceptos entrañables, “Como socios de Rotary asumimos la responsabilidad de tomar acción, a fin de abordar los problemas más perniciosos que afectan a la humanidad.” Y en silencio, en unión, en total entrega.
Estas reflexiones pretenden llamar a la consciencia la observación de cómo es el actuar humano. Sin duda, es natural querer ser reconocido por lo hecho, pero no es la razón principal. En este momento de inmediatez comunicativa, las acciones llegan a la velocidad de la luz, y su reacción, su respuesta, es inmediata, y el resultante gozo del reconocimiento, satisfactorio.
Es imperante reconocer que las bondades se efectúan porque es lo correcto, se hacen porque se deben hacer, por calidad humana. La auto publicación puede restarle sinceridad a las acciones, pues ¿será que se hace porque se está viendo que lo estoy haciendo? ¡No! Que los demás reconozcan lo hecho, y si no lo reconocen, ¡no hace falta! La validez de lo actuado es la sinceridad con que se efectúa!
El Chef Andrés ha impartido una cátedra de elegante humanismo, es de aprender de su sencillez, su sincero gozo de compartir, sin la observación de alguna cámara alrededory no recibir más que un profundo gracias de las personas beneficiadas. Extraordinario ejemplo.
República es ajena a la opinión expresada en este artículo