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La crítica de Miguel, tercera parte

Warren Orbaugh
23 de agosto, 2017

Vimos en mi columna anterior, “La Crítica de Miguel, Segunda Parte”, que Miguel Roldán afirma que digo en mi artículo “El Hombre es lo que Hace” que cuestiono que el conocimiento solo tiene sentido para vivir, que según él, equivale a pretender demostrar que uno mismo existe y a dudar de la propia existencia, o a que uno no es consciente. Y que digo que el hombre es cuerpo, lo que afirma es puro materialismo, y además que digo que el hombre es fundamentalmente acción divorciada de valores.

Como puede verificarse leyendo mi artículo original “El Hombre es lo que Hace” y el artículo “La Crítica de Miguel, Segunda Parte”, no digo nada de eso.

Miguel continúa descontextualizando mis términos y luego haciendo una serie de inferencias non sequitur: “Cuerpo consciente es una contradicción. ¿Es consciente mi estómago?” obviando el hecho que el estómago no es un cuerpo humano sino que una de las partes materiales que componen su organismo.

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Nuevamente crea un hombre de paja, porque lo que yo pongo en mi artículo es: «soy y tú eres aquí, ahora, consciente. Consciente de que no eres un intelecto separado del cuerpo, y menos solamente una mente que habita un cuerpo. Eres un organismo, una entidad viviente que es consciente, capaz de auto-regular y auto-dirigir su acción. Eres un cuerpo animado consciente autónomo, una persona real. Y sólo como persona puedes relacionarte efectivamente con el mundo, y sólo si eres una realidad integrada, real para ti misma. Sólo si eres una persona integrada en pensamiento, sentimiento, y acción.»

Y con respecto a cómo se influencian unos filósofos a otros, moviéndolos a actuar de una forma u otra, recordemos que la filosofía, desde la antigua Grecia, ha consistido en un diálogo entre pensadores que pretenden describir la realidad. Uno pronuncia una teoría, otro la acepta parcialmente corrigiendo lo que considera errado o la rechaza y propone otra. Las teorías filosóficas, si son importantes, pueden ser revividas en una forma nueva después de haber sido refutadas en su forma original. Así, por ejemplo en teorías de percepción, Hume criticó como un error la afirmación de Locke de que nos formamos una imagen mental que corresponde al objeto percibido, señalando que lo que en realidad conocemos es nuestra imagen del objeto pero no sabemos si en verdad corresponde a éste o no. Kant pretendió resolver el problema planteado por Hume, pero su teoría concluye en que no podemos conocer la realidad en sí (noumeno), porque nuestra estructura perceptual o cognitiva nos impide conocer la cosa en sí por ser parte integral de la experiencia (fenómeno). El problema con esta postura es que el establecer una línea firme entre el mundo interno de lo que aparece al sujeto, y el mundo externo que existe objetivamente fuera de nosotros, conduce a una desconexión radical. Heidegger abordó este problema de sujeto/objeto, mundo interior/exterior, y ofreció una respuesta radical indicando que la existencia humana es fundamentalmente “en el mundo”, no simplemente en el sentido de estar en un área espacial, sino que en el sentido de estar siempre involucrado o interrelacionado en un mundo. Así pavimentó –a pesar de sus errores– el camino a la solución que dio Rand. Al comprender que el universo es una vasta red, entrelazada, de identidades interrelacionadas, o sea de patrones causales compuesto de entidades actuando como deben, Rand plantea que la pregunta de dónde está la cualidad percibida– ¿está el color en el ojo o en el objeto?– es errónea, pues lo que sucede es que ésta es producto de la interacción con el mundo –en este caso, con la luz que ilumina al objeto, con la absorción y reflexión de diversas frecuencias de ondas electromagnéticas y la forma en que nuestro sistema sensorial óptico percibe las frecuencias reflejadas que lo impactan. El color es la forma en que percibimos la interrelación de todos estos existentes en el mundo, y esa es la realidad objetiva. De tal manera que al contrario de lo que creyó Kant, nuestros ojos no son quienes impiden que sepamos cómo son las cosas en sí, sino que por el contrario nos muestran como es el mundo al registrar cambios en éste. Locke diría que el rojo del rubí que percibo está en el rubí; Hume diría que está en mi mente, pero que no puedo saber si existe en el rubí; Kant dice que está en mi experiencia, pero que de ninguna forma puedo saber algo del  rubí; y Rand dice que el rojo es la forma en que percibo la interacción de la luz, el rubí y mi sistema óptico.

Otro ejemplo: Locke afirmó que los derechos individuales fueron concedidos al hombre por “el omnipotente e infinitamente sabio Creador”. [John Locke. Segundo Tratado de Gobierno. Cap. II]. Los padres fundadores de los Estados Unidos de América sostuvieron esta misma tesis. Fue Kant quien se dio cuenta de este error y propuso que los “derechos” son un principio moral, una  condición a priori para la constitución de la sociedad o el estado, que para Kant es una unión de hombres bajo la ley, una ley que se deriva de lo que es moralmente correcto. El problema con la definición de Kant es su concepto de lo que es una acción moral, que debe hacerse tan sólo por el deber, sin ningún interés personal alguno. La acción moral según Kant, sigue leyes morales, que son un conjunto de órdenes a priori que la razón del hombre hace para sí mismo y que con el fin de ser imperativos categóricos deben ser: universales; considerar al hombre como un fin en sí mismo; y que puedan ser ley para todos. El “imperativo categórico” es un mandamiento incondicional que Kant distingue del “imperativo hipotético” que consiste simplemente en consejos de prudencia asesorando una mejor forma de lograr uno su bienestar propio: “la renuncia de todos los intereses es la marca específica del imperativo categórico, distinguiéndola de la hipotética”. [Emanuel Kant. Fundamentos Metafísicos de la Moral]

Rand toma este principio y lo corrige, sustituyendo la moral de Kant por la moral Objetivista, y afirma que: «”Derechos” son un concepto moral – el concepto que proporciona una transición lógica de los principios que guían las acciones de un individuo al principio orientado a sus relaciones con los demás – el concepto que conserva y protege la moral individual en un contexto social – el vínculo entre el código moral de un hombre y el código legal de una sociedad, entre ética y política. Los derechos individuales son los medios de subordinación de la sociedad a la ley moral. » [Ayn Rand. La Virtud del Egoísmo. Cap.12, “Los Derechos del Hombre”]

Veamos los siguientes valores: Es bueno tener una sana autoestima; la riqueza es buena, porque le permite a uno vivir como uno quiera; hay que ser ambicioso y valiente, y buscar uno su sueño más alto; nunca aceptar tonterías de otros, y tratar a los otros con justicia, es decir, de acuerdo a cómo se merecen; buscar mejorar uno su propia vida y dedicarse sólo a aquellas cosas que lo benefician a uno, no desperdiciar tiempo ni recursos; seguir uno su camino  independiente en la vida; y cuando uno hace algo grandioso, admirarse uno mismo por lo hecho y sentir satisfacción en el premio que merece la grandeza. ¿Resuena esta lista contigo? ¿Crees que si más gente viviera de acuerdo a estos valores, tendrían una vida más activa y plena? ¿Son estos valores de Rand? Sí, lo son. Pero la lista proviene de la GENEALOGÍA DE LA MORAL de Nietzsche. Describe los valores del hombre noble.

En sus escritos, Nietzsche reverencia todo lo grande, noble y heroico. Habla directa y apasionadamente a lo mejor dentro de nosotros: « ¡No expulses al héroe que hay en tu alma! ¡Conserva santa tu más alta esperanza!» [Friedrich Nietzsche. Así habló Zarathustra. “Del Árbol de la Montaña”]. Y: «El alma noble se reverencia a sí misma.» [Friedrich Nietzsche. Más allá del bien y del mal]. Ésta última la incluye Ayn Rand en la introducción de su novela EL MANANTIAL, donde explica sus diferencias con Nietzsche: «Eso es especialmente cierto para la cita que elegí. No podría adherir a su significado literal, porque proclama un principio imperdonable de determinismo psicológico. Pero si uno toma el fragmento como la proyección poética de una experiencia emocional (y si, intelectualmente, uno sustituye el concepto con una “premisa básica” adquirida del concepto de “certeza fundamental”), entonces esta cita comunica el estado interior de una autoestima exaltada y resume las consecuencias emocionales para las cuales El manantial provee la base racional, filosófica».

Ayn Rand respondía con profundo respeto, admiración y gratitud ante una idea básica que consideraba verdadera –que describía la realidad racionalmente, como lo hacen muchos principios Aristotélicos. Para ella las ideas no eran un juego. Consideraba a las ideas como la forma de captar el mundo de los humanos, y por tanto esenciales para la acción y supervivencia humana. Así que para ella las ideas verdaderas eran un recurso invaluable para el hombre, y las falsas un desastre potencial. El gran crédito de Rand es que pudo limpiar las ideas contradictorias y las  monstruosidades éticas del discurso filosófico, y conservar lo que era bueno al construir el Objetivismo.

Dicho lo anterior considero que la crítica de Miguel tiene una serie de errores derivados del error básico que consiste en adolecer de objetividad. No se enfoca en los hechos de la realidad, que en este caso, son el texto en mi artículo  “El Hombre es lo que Hace”. Sustituye arbitrariamente lo que digo por lo que él dice que digo, creando así una “realidad paralela” que procede a juzgar. No se ciñe a lo que dice el texto, no identifica mis términos como los defino, y sustituye los suyos propios por los míos, creando así un argumento propio, que no es el mío, (falacia del hombre de paja) al que procede a criticar. Descontextualiza mis términos y distorsiona su significado mediante el artilugio: “lo que quiere decir”, haciendo una inferencia non sequitur para llegar  a un argumento que procede a descalificar. Es el mismo error que comete quien critica la virtud del egoísmo de Rand porque, en lugar de acercarse a la definición de egoísmo racional de la autora, arremete con su propia definición de egoísmo como un vicio depredador.

El segundo error, variante del primero, es que procede a hacer una generalización apresurada, pues a partir de un término que tengo en común con otro pensador, supone que sostengo toda la teoría del otro, lo que no se encuentra en el texto.

El tercer error consiste en que se apresura a calificar de irracional la por él supuesta intención del autor (“un ejemplo de eclecticismo irracional… Un intento de combinar el Objetivismo con la irracionalidad del materialismo de Nieztsche”), sin demostrar que realmente exista una intención de conciliar diversas doctrinas, ni demostrar que el materialismo de Nietzsche es irracional. (No corregí el error del original de la cita con respecto al nombre de Nietzsche).

El cuarto error consiste en considerar lícito afirmar que Rand tiene tal influencia de Aristóteles que prácticamente es aristotélica, siendo selectivo con las ideas que toma de Aristóteles y obviando las que no, mientras que es ilícito hacer lo mismo con otros pensadores –por ejemplo Nietzsche. Sin embargo, Rand era selectiva con las ideas que adoptaba y las que rechazaba o corregía de otros filósofos. Por ejemplo, a pesar de lo importante que era para ella Aristóteles, no estaba de acuerdo con su postura respecto a los esclavos y a la justificación de la guerra para obtenerlos: «Por tanto la pericia en la guerra será también en algún sentido una forma natural de pericia adquirida; por una parte es pericia en la caza, que debiera ser usada respecta a bestias y a aquellos seres humanos quienes por naturaleza es apropiado que sean regidos pero que no desean  -este tipo de guerra es por naturaleza justa.» [Aristóteles. Política. Libro 1. Capítulo 8] Lo mismo hace con Nietzsche y los demás.

El quinto error consiste en apresurarse a criticar y a estar en desacuerdo con el artículo antes de poder decir: “lo entiendo.” Para ello debe comprender los términos como los uso, no como Miguel quisiera que yo los usara. El artículo en cuestión es sobre la decisión de responsabilizarse uno por su vida, punto ignorado totalmente por Miguel.

El sexto error consiste  en estar en desacuerdo en forma contenciosa por el deseo de ganar un argumento, pensando que esto es lo importante y no el descubrir la verdad y aclararse las ideas. Al  examinar la evidencia, no lo hace sin prejuicios, no considera los hechos, y pone su deseo de mostrar que está en “lo correcto” por encima de la verdad.

Para evitar estos errores recomiendo el libro de Mortimer Adler HOW TO READ A BOOK, donde nos dice que un buen escritor hace lo más que puede para llegar a nosotros a través de la barrera inevitable que nos plantea el lenguaje. Sin embargo, no debemos esperar que él haga todo el trabajo por sí mismo. Debemos tratar de encontrarlo a medio camino. El que dos mentes se encuentren por medio del lenguaje depende que ambos, el escritor y el lector, trabajen juntos. De la misma manera que la enseñanza no se da a menos que haya una actividad recíproca de aprender, así ningún autor, independientemente de su habilidad como escritor, puede lograr la comunicación sin una habilidad recíproca del lector.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

La crítica de Miguel, tercera parte

Warren Orbaugh
23 de agosto, 2017

Vimos en mi columna anterior, “La Crítica de Miguel, Segunda Parte”, que Miguel Roldán afirma que digo en mi artículo “El Hombre es lo que Hace” que cuestiono que el conocimiento solo tiene sentido para vivir, que según él, equivale a pretender demostrar que uno mismo existe y a dudar de la propia existencia, o a que uno no es consciente. Y que digo que el hombre es cuerpo, lo que afirma es puro materialismo, y además que digo que el hombre es fundamentalmente acción divorciada de valores.

Como puede verificarse leyendo mi artículo original “El Hombre es lo que Hace” y el artículo “La Crítica de Miguel, Segunda Parte”, no digo nada de eso.

Miguel continúa descontextualizando mis términos y luego haciendo una serie de inferencias non sequitur: “Cuerpo consciente es una contradicción. ¿Es consciente mi estómago?” obviando el hecho que el estómago no es un cuerpo humano sino que una de las partes materiales que componen su organismo.

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Nuevamente crea un hombre de paja, porque lo que yo pongo en mi artículo es: «soy y tú eres aquí, ahora, consciente. Consciente de que no eres un intelecto separado del cuerpo, y menos solamente una mente que habita un cuerpo. Eres un organismo, una entidad viviente que es consciente, capaz de auto-regular y auto-dirigir su acción. Eres un cuerpo animado consciente autónomo, una persona real. Y sólo como persona puedes relacionarte efectivamente con el mundo, y sólo si eres una realidad integrada, real para ti misma. Sólo si eres una persona integrada en pensamiento, sentimiento, y acción.»

Y con respecto a cómo se influencian unos filósofos a otros, moviéndolos a actuar de una forma u otra, recordemos que la filosofía, desde la antigua Grecia, ha consistido en un diálogo entre pensadores que pretenden describir la realidad. Uno pronuncia una teoría, otro la acepta parcialmente corrigiendo lo que considera errado o la rechaza y propone otra. Las teorías filosóficas, si son importantes, pueden ser revividas en una forma nueva después de haber sido refutadas en su forma original. Así, por ejemplo en teorías de percepción, Hume criticó como un error la afirmación de Locke de que nos formamos una imagen mental que corresponde al objeto percibido, señalando que lo que en realidad conocemos es nuestra imagen del objeto pero no sabemos si en verdad corresponde a éste o no. Kant pretendió resolver el problema planteado por Hume, pero su teoría concluye en que no podemos conocer la realidad en sí (noumeno), porque nuestra estructura perceptual o cognitiva nos impide conocer la cosa en sí por ser parte integral de la experiencia (fenómeno). El problema con esta postura es que el establecer una línea firme entre el mundo interno de lo que aparece al sujeto, y el mundo externo que existe objetivamente fuera de nosotros, conduce a una desconexión radical. Heidegger abordó este problema de sujeto/objeto, mundo interior/exterior, y ofreció una respuesta radical indicando que la existencia humana es fundamentalmente “en el mundo”, no simplemente en el sentido de estar en un área espacial, sino que en el sentido de estar siempre involucrado o interrelacionado en un mundo. Así pavimentó –a pesar de sus errores– el camino a la solución que dio Rand. Al comprender que el universo es una vasta red, entrelazada, de identidades interrelacionadas, o sea de patrones causales compuesto de entidades actuando como deben, Rand plantea que la pregunta de dónde está la cualidad percibida– ¿está el color en el ojo o en el objeto?– es errónea, pues lo que sucede es que ésta es producto de la interacción con el mundo –en este caso, con la luz que ilumina al objeto, con la absorción y reflexión de diversas frecuencias de ondas electromagnéticas y la forma en que nuestro sistema sensorial óptico percibe las frecuencias reflejadas que lo impactan. El color es la forma en que percibimos la interrelación de todos estos existentes en el mundo, y esa es la realidad objetiva. De tal manera que al contrario de lo que creyó Kant, nuestros ojos no son quienes impiden que sepamos cómo son las cosas en sí, sino que por el contrario nos muestran como es el mundo al registrar cambios en éste. Locke diría que el rojo del rubí que percibo está en el rubí; Hume diría que está en mi mente, pero que no puedo saber si existe en el rubí; Kant dice que está en mi experiencia, pero que de ninguna forma puedo saber algo del  rubí; y Rand dice que el rojo es la forma en que percibo la interacción de la luz, el rubí y mi sistema óptico.

Otro ejemplo: Locke afirmó que los derechos individuales fueron concedidos al hombre por “el omnipotente e infinitamente sabio Creador”. [John Locke. Segundo Tratado de Gobierno. Cap. II]. Los padres fundadores de los Estados Unidos de América sostuvieron esta misma tesis. Fue Kant quien se dio cuenta de este error y propuso que los “derechos” son un principio moral, una  condición a priori para la constitución de la sociedad o el estado, que para Kant es una unión de hombres bajo la ley, una ley que se deriva de lo que es moralmente correcto. El problema con la definición de Kant es su concepto de lo que es una acción moral, que debe hacerse tan sólo por el deber, sin ningún interés personal alguno. La acción moral según Kant, sigue leyes morales, que son un conjunto de órdenes a priori que la razón del hombre hace para sí mismo y que con el fin de ser imperativos categóricos deben ser: universales; considerar al hombre como un fin en sí mismo; y que puedan ser ley para todos. El “imperativo categórico” es un mandamiento incondicional que Kant distingue del “imperativo hipotético” que consiste simplemente en consejos de prudencia asesorando una mejor forma de lograr uno su bienestar propio: “la renuncia de todos los intereses es la marca específica del imperativo categórico, distinguiéndola de la hipotética”. [Emanuel Kant. Fundamentos Metafísicos de la Moral]

Rand toma este principio y lo corrige, sustituyendo la moral de Kant por la moral Objetivista, y afirma que: «”Derechos” son un concepto moral – el concepto que proporciona una transición lógica de los principios que guían las acciones de un individuo al principio orientado a sus relaciones con los demás – el concepto que conserva y protege la moral individual en un contexto social – el vínculo entre el código moral de un hombre y el código legal de una sociedad, entre ética y política. Los derechos individuales son los medios de subordinación de la sociedad a la ley moral. » [Ayn Rand. La Virtud del Egoísmo. Cap.12, “Los Derechos del Hombre”]

Veamos los siguientes valores: Es bueno tener una sana autoestima; la riqueza es buena, porque le permite a uno vivir como uno quiera; hay que ser ambicioso y valiente, y buscar uno su sueño más alto; nunca aceptar tonterías de otros, y tratar a los otros con justicia, es decir, de acuerdo a cómo se merecen; buscar mejorar uno su propia vida y dedicarse sólo a aquellas cosas que lo benefician a uno, no desperdiciar tiempo ni recursos; seguir uno su camino  independiente en la vida; y cuando uno hace algo grandioso, admirarse uno mismo por lo hecho y sentir satisfacción en el premio que merece la grandeza. ¿Resuena esta lista contigo? ¿Crees que si más gente viviera de acuerdo a estos valores, tendrían una vida más activa y plena? ¿Son estos valores de Rand? Sí, lo son. Pero la lista proviene de la GENEALOGÍA DE LA MORAL de Nietzsche. Describe los valores del hombre noble.

En sus escritos, Nietzsche reverencia todo lo grande, noble y heroico. Habla directa y apasionadamente a lo mejor dentro de nosotros: « ¡No expulses al héroe que hay en tu alma! ¡Conserva santa tu más alta esperanza!» [Friedrich Nietzsche. Así habló Zarathustra. “Del Árbol de la Montaña”]. Y: «El alma noble se reverencia a sí misma.» [Friedrich Nietzsche. Más allá del bien y del mal]. Ésta última la incluye Ayn Rand en la introducción de su novela EL MANANTIAL, donde explica sus diferencias con Nietzsche: «Eso es especialmente cierto para la cita que elegí. No podría adherir a su significado literal, porque proclama un principio imperdonable de determinismo psicológico. Pero si uno toma el fragmento como la proyección poética de una experiencia emocional (y si, intelectualmente, uno sustituye el concepto con una “premisa básica” adquirida del concepto de “certeza fundamental”), entonces esta cita comunica el estado interior de una autoestima exaltada y resume las consecuencias emocionales para las cuales El manantial provee la base racional, filosófica».

Ayn Rand respondía con profundo respeto, admiración y gratitud ante una idea básica que consideraba verdadera –que describía la realidad racionalmente, como lo hacen muchos principios Aristotélicos. Para ella las ideas no eran un juego. Consideraba a las ideas como la forma de captar el mundo de los humanos, y por tanto esenciales para la acción y supervivencia humana. Así que para ella las ideas verdaderas eran un recurso invaluable para el hombre, y las falsas un desastre potencial. El gran crédito de Rand es que pudo limpiar las ideas contradictorias y las  monstruosidades éticas del discurso filosófico, y conservar lo que era bueno al construir el Objetivismo.

Dicho lo anterior considero que la crítica de Miguel tiene una serie de errores derivados del error básico que consiste en adolecer de objetividad. No se enfoca en los hechos de la realidad, que en este caso, son el texto en mi artículo  “El Hombre es lo que Hace”. Sustituye arbitrariamente lo que digo por lo que él dice que digo, creando así una “realidad paralela” que procede a juzgar. No se ciñe a lo que dice el texto, no identifica mis términos como los defino, y sustituye los suyos propios por los míos, creando así un argumento propio, que no es el mío, (falacia del hombre de paja) al que procede a criticar. Descontextualiza mis términos y distorsiona su significado mediante el artilugio: “lo que quiere decir”, haciendo una inferencia non sequitur para llegar  a un argumento que procede a descalificar. Es el mismo error que comete quien critica la virtud del egoísmo de Rand porque, en lugar de acercarse a la definición de egoísmo racional de la autora, arremete con su propia definición de egoísmo como un vicio depredador.

El segundo error, variante del primero, es que procede a hacer una generalización apresurada, pues a partir de un término que tengo en común con otro pensador, supone que sostengo toda la teoría del otro, lo que no se encuentra en el texto.

El tercer error consiste en que se apresura a calificar de irracional la por él supuesta intención del autor (“un ejemplo de eclecticismo irracional… Un intento de combinar el Objetivismo con la irracionalidad del materialismo de Nieztsche”), sin demostrar que realmente exista una intención de conciliar diversas doctrinas, ni demostrar que el materialismo de Nietzsche es irracional. (No corregí el error del original de la cita con respecto al nombre de Nietzsche).

El cuarto error consiste en considerar lícito afirmar que Rand tiene tal influencia de Aristóteles que prácticamente es aristotélica, siendo selectivo con las ideas que toma de Aristóteles y obviando las que no, mientras que es ilícito hacer lo mismo con otros pensadores –por ejemplo Nietzsche. Sin embargo, Rand era selectiva con las ideas que adoptaba y las que rechazaba o corregía de otros filósofos. Por ejemplo, a pesar de lo importante que era para ella Aristóteles, no estaba de acuerdo con su postura respecto a los esclavos y a la justificación de la guerra para obtenerlos: «Por tanto la pericia en la guerra será también en algún sentido una forma natural de pericia adquirida; por una parte es pericia en la caza, que debiera ser usada respecta a bestias y a aquellos seres humanos quienes por naturaleza es apropiado que sean regidos pero que no desean  -este tipo de guerra es por naturaleza justa.» [Aristóteles. Política. Libro 1. Capítulo 8] Lo mismo hace con Nietzsche y los demás.

El quinto error consiste en apresurarse a criticar y a estar en desacuerdo con el artículo antes de poder decir: “lo entiendo.” Para ello debe comprender los términos como los uso, no como Miguel quisiera que yo los usara. El artículo en cuestión es sobre la decisión de responsabilizarse uno por su vida, punto ignorado totalmente por Miguel.

El sexto error consiste  en estar en desacuerdo en forma contenciosa por el deseo de ganar un argumento, pensando que esto es lo importante y no el descubrir la verdad y aclararse las ideas. Al  examinar la evidencia, no lo hace sin prejuicios, no considera los hechos, y pone su deseo de mostrar que está en “lo correcto” por encima de la verdad.

Para evitar estos errores recomiendo el libro de Mortimer Adler HOW TO READ A BOOK, donde nos dice que un buen escritor hace lo más que puede para llegar a nosotros a través de la barrera inevitable que nos plantea el lenguaje. Sin embargo, no debemos esperar que él haga todo el trabajo por sí mismo. Debemos tratar de encontrarlo a medio camino. El que dos mentes se encuentren por medio del lenguaje depende que ambos, el escritor y el lector, trabajen juntos. De la misma manera que la enseñanza no se da a menos que haya una actividad recíproca de aprender, así ningún autor, independientemente de su habilidad como escritor, puede lograr la comunicación sin una habilidad recíproca del lector.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

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