Por Cecelia Marie Heffron
Con una economía emergente y una deuda pública que conforma el 24.73% del PIB, podemos, por ahora, entonar la primera frase de nuestro himno nacional.
Guatemala posee una macroeconomía sólida, dominada por el sector privado, quien genera el 85% de la producción total, y es quien realiza el 75% de las exportaciones a México, Estados Unidos, países del Istmo Centro Americano y la Unión Europea. Además, cuenta con una tasa de crecimiento positivo de 3.3 a 3.8% y un porcentaje de competitividad de 4.05 al año 2016, lo que nos ha colocado en el puesto 78 de 142 países, según el reporte del Banco Mundial y el World Economic Forum (WEF).
Hasta aquí todo bien, pero actualmente tenemos una deuda externa de $20,954.60 millones y una interna de Q66,892 millones, lo que impone una carga de Q7,838.20 per cápita, según reporte del Banguat, y una tasa de endeudamiento del 7% anual. También, en los últimos 16 años nuestra deuda ha subido 386%.
Nuestro país ha adquirido deudas por la necesidad de ejecutar proyectos de infraestructura, de servicios públicos y de salud, también por emergencias provocadas debido a catástrofes naturales, lo malo es que después de obtener un préstamo, el dinero no se utiliza para lo que se planificó y no beneficia a nadie, pero la deuda hay que pagarla. Guatemala ha tenido problemas tanto con la transparencia del origen de los préstamos como con el destino que se le da a los mismos, y por esta razón estamos en el puesto 110 de 138 países, referente a corrupción (WEF).
En la categoría de deuda interna, por emisión de bonos, notas del tesoro o letras de cambio, lo trágico es cuando esta se convierte en la única opción por no poder acceder a capital extranjero, como fue el caso de nuestro país el año pasado por razones de inestabilidad política. Lo negativo de esta opción es que las tasas de interés que se manejan son elevadas (7% en vez de 3%), que sumado a la poca recaudación de impuestos y a la baja inversión extranjera debido al aumento de la inseguridad, poca certeza jurídica y una pesada burocracia, nos crea un déficit fiscal inquietante.
¿Cómo entonces podemos mantener nuestro optimismo y ayudar a mejorar la economía? Nuestra deuda externa es importante, pero la interna es preocupante porque muchas veces la información no es clara, es difícil de rastrear y no cuenta con el respaldo del gobierno.
Patricia Miranda, economista independiente, opina que cuando la deuda interna se incrementa lo que ayuda es que el estado se convierta en garante de última instancia. Sin esta protección se genera un riesgo de quiebras corporativas, riesgo que según el FMI, veremos en el futuro.
Aunque hay optimismo por la calificación emitida por el FMI y porque Guatemala forma parte de la lista de los 7 países con economías pujantes, debemos mantenernos siempre vigilantes cumpliendo con el pago de impuestos, tratando de ser emprendedores para crear fuentes de trabajo con buenos esquemas de estructura y financiamiento, y siempre, siempre fiscalizar para disminuir la corrupción.
República es ajena a la opinión expresada en este artículo
Por Cecelia Marie Heffron
Con una economía emergente y una deuda pública que conforma el 24.73% del PIB, podemos, por ahora, entonar la primera frase de nuestro himno nacional.
Guatemala posee una macroeconomía sólida, dominada por el sector privado, quien genera el 85% de la producción total, y es quien realiza el 75% de las exportaciones a México, Estados Unidos, países del Istmo Centro Americano y la Unión Europea. Además, cuenta con una tasa de crecimiento positivo de 3.3 a 3.8% y un porcentaje de competitividad de 4.05 al año 2016, lo que nos ha colocado en el puesto 78 de 142 países, según el reporte del Banco Mundial y el World Economic Forum (WEF).
Hasta aquí todo bien, pero actualmente tenemos una deuda externa de $20,954.60 millones y una interna de Q66,892 millones, lo que impone una carga de Q7,838.20 per cápita, según reporte del Banguat, y una tasa de endeudamiento del 7% anual. También, en los últimos 16 años nuestra deuda ha subido 386%.
Nuestro país ha adquirido deudas por la necesidad de ejecutar proyectos de infraestructura, de servicios públicos y de salud, también por emergencias provocadas debido a catástrofes naturales, lo malo es que después de obtener un préstamo, el dinero no se utiliza para lo que se planificó y no beneficia a nadie, pero la deuda hay que pagarla. Guatemala ha tenido problemas tanto con la transparencia del origen de los préstamos como con el destino que se le da a los mismos, y por esta razón estamos en el puesto 110 de 138 países, referente a corrupción (WEF).
En la categoría de deuda interna, por emisión de bonos, notas del tesoro o letras de cambio, lo trágico es cuando esta se convierte en la única opción por no poder acceder a capital extranjero, como fue el caso de nuestro país el año pasado por razones de inestabilidad política. Lo negativo de esta opción es que las tasas de interés que se manejan son elevadas (7% en vez de 3%), que sumado a la poca recaudación de impuestos y a la baja inversión extranjera debido al aumento de la inseguridad, poca certeza jurídica y una pesada burocracia, nos crea un déficit fiscal inquietante.
¿Cómo entonces podemos mantener nuestro optimismo y ayudar a mejorar la economía? Nuestra deuda externa es importante, pero la interna es preocupante porque muchas veces la información no es clara, es difícil de rastrear y no cuenta con el respaldo del gobierno.
Patricia Miranda, economista independiente, opina que cuando la deuda interna se incrementa lo que ayuda es que el estado se convierta en garante de última instancia. Sin esta protección se genera un riesgo de quiebras corporativas, riesgo que según el FMI, veremos en el futuro.
Aunque hay optimismo por la calificación emitida por el FMI y porque Guatemala forma parte de la lista de los 7 países con economías pujantes, debemos mantenernos siempre vigilantes cumpliendo con el pago de impuestos, tratando de ser emprendedores para crear fuentes de trabajo con buenos esquemas de estructura y financiamiento, y siempre, siempre fiscalizar para disminuir la corrupción.
República es ajena a la opinión expresada en este artículo