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Acciones concretas

Redacción República
18 de marzo, 2017

Han pasado ya varios días desde el 8 de marzo. Marcó un día triste en el calendario. La ciudadanía guatemalteca aún resiente la muerte de aquellas niñas y jóvenes a quienes les fue arrebatado su futuro. Mientras más pasa el tiempo y más información sale a la luz, más nos duele haber sido tan indiferentes con la situación en el pasado.

Medios de comunicación han tratado de informar a las personas y han sido vetados con tal de que las verdaderas razones de sus muertes no salgan a la luz. Parece que detrás de la muerte de 40 niñas no hubo un descuido, un accidente o algo que no se esperara; o al menos eso es lo que uno tiene ganas de pensar después de ver el afán con el que el Estado intenta ocultar la información.

La semana pasada esta columna sirvió para darles honor y una disculpa a esas niñas. Y a pesar de querer recordar sus nombres, de hablar sobre ellas e intentar poner en manifiesto el dolor de nuestra pérdida, también la columna habló acerca de cómo todos nosotros les fallamos. Recibí entonces muchos cuestionamientos acerca de qué hacer, ¿cuál sería una buena manera de actuar? Y si les soy sincera, yo también quería preguntarle a alguien: ¿qué puedo hacer?

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Así que gracias al impacto que tuvo esta noticia en nuestra sociedad, me propuse ser más consciente de aquellos que me rodeaban y lo que hablaban sobre el tema. Escuché puntos de vista, criterios, propuestas… y aunque creo firmemente en el duelo y en el recordar a aquellas niñas de una manera digna, también creo que una buena manera de honrarlas es decidirnos a actuar. Pero la intención siempre termina en lo mismo: ¿cómo?

Sé que ustedes también se preguntan: ¿qué hago? Sentimos la culpa, la podemos experimentar cuando leemos las atrocidades que estas niñas vivieron en sus últimos momentos; las injusticias, el maltrato… pero realmente no sabemos qué hacer. No somos un Congreso de la República, ni el Presidente, ni el procurador de los Derechos Humanos. Así que cuando concebimos la idea de ayudar o actuar, realmente lo hacemos desde una perspectiva sin enfoque y valor. Creemos que no podemos hacer nada.

Lo cierto  es que quizá mi sugerencia no sea el secreto mágico o la única solución, es simplemente una idea. Después de analizar mi posición en medio de esto, yo encontré una manera de actuar que me hace sentido y que quiero compartirles. Se trata acerca nuestro día a día, estamos muy ocupados tratando de conseguir el éxito que dejamos de prestarle atención al mundo necesitado que nos rodea. Pienso que en muchas de las instituciones del gobierno, ésta trastornada idea del éxito y de la acumulación de dinero se enraizó lo suficiente como para dejar la productividad de lado. Si somos sinceros, todos conocemos a alguien que trabaja en el gobierno. Conocemos a alguien que sabemos que no tiene las capacidades de trabajar en el puesto que desempeña pero que aún así la plaza le fue entregada “por cuello”. Nos mofamos de este tipo de situaciones, son tan clásicas que dejamos de verlas mal. Pero lo cierto es que por cosas como éstas, tragedias como las del 8 de marzo suceden.

No podemos pretender tener un Estado funcional si la mayoría de las personas que laboran en él no tienen ni la mitad de las aptitudes para desempeñar sus cargos. No podemos esperar que “el cuello” que llevó a un servidor público a su empleo, sea el mismo que ilumine a este personaje para que actúe de una manera honesta y correcta ante las situaciones serias por las que atraviesa el país. Lo que pasa es que de cuello en cuello, terminamos nombrando en puestos importantes a personas que escasamente saben de la ley, de la Constitución o tan siquiera de ciudadanía.

Así que mi propuesta es: si sabemos cómo funcionan los cuellos y conocemos a personas que tienen trabajo en instituciones del Estado gracias a ello… ¿por qué no lo denunciamos? Dejemos de hacer que parezca un acto común y aceptable. Promovamos la crítica y el cuestionamiento de cada una de las contrataciones del Estado para que podamos garantizar que cada persona que tiene un espacio ahí, sabe lo que está haciendo y está capacitada además para hacerlo de la mejor manera.

Si queremos hacer esto colectivo, entonces movilicémonos para exigir una evaluación masiva de nuestras autoridades para que se nos garantice como ciudadanos que éstas personas saben lo que están haciendo y tienen la capacidad de manejar los retos que se les presentan. Dejemos de ser aquellos que aceptan frente a sus narices el descaro y denunciemos incansablemente hasta tener un Estado honesto, liderado por personas calificadas.

Y si todavía puedo darles un consejo más práctico, seamos aquellos que no promueven el famoso “cuello”, esmerémonos en escoger a las personas por su inteligencia, su dominio de saberes y su correcto proceder, hasta que un día conseguir empleo “por cuello” ya no sea una opción y no nos quede otra más que esmerarnos en todo lo que hacemos para que por fin podamos decir: ¡en Guatemala tenemos gente que trabaja honestamente y que en medio de cualquier circunstancia nos pueden explicar lo que pasa mientras ya actúan por mejorar la situación! Y nos olvidemos así de las excusas que hasta hoy son el pan diario que recibimos de los responsables de estas situaciones.

Se me ocurre, pues, que es una manera de empezar. ¿A ustedes qué acciones concretas se les ocurren para ayudar al país y dejar de ser indiferentes?

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Acciones concretas

Redacción República
18 de marzo, 2017

Han pasado ya varios días desde el 8 de marzo. Marcó un día triste en el calendario. La ciudadanía guatemalteca aún resiente la muerte de aquellas niñas y jóvenes a quienes les fue arrebatado su futuro. Mientras más pasa el tiempo y más información sale a la luz, más nos duele haber sido tan indiferentes con la situación en el pasado.

Medios de comunicación han tratado de informar a las personas y han sido vetados con tal de que las verdaderas razones de sus muertes no salgan a la luz. Parece que detrás de la muerte de 40 niñas no hubo un descuido, un accidente o algo que no se esperara; o al menos eso es lo que uno tiene ganas de pensar después de ver el afán con el que el Estado intenta ocultar la información.

La semana pasada esta columna sirvió para darles honor y una disculpa a esas niñas. Y a pesar de querer recordar sus nombres, de hablar sobre ellas e intentar poner en manifiesto el dolor de nuestra pérdida, también la columna habló acerca de cómo todos nosotros les fallamos. Recibí entonces muchos cuestionamientos acerca de qué hacer, ¿cuál sería una buena manera de actuar? Y si les soy sincera, yo también quería preguntarle a alguien: ¿qué puedo hacer?

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Así que gracias al impacto que tuvo esta noticia en nuestra sociedad, me propuse ser más consciente de aquellos que me rodeaban y lo que hablaban sobre el tema. Escuché puntos de vista, criterios, propuestas… y aunque creo firmemente en el duelo y en el recordar a aquellas niñas de una manera digna, también creo que una buena manera de honrarlas es decidirnos a actuar. Pero la intención siempre termina en lo mismo: ¿cómo?

Sé que ustedes también se preguntan: ¿qué hago? Sentimos la culpa, la podemos experimentar cuando leemos las atrocidades que estas niñas vivieron en sus últimos momentos; las injusticias, el maltrato… pero realmente no sabemos qué hacer. No somos un Congreso de la República, ni el Presidente, ni el procurador de los Derechos Humanos. Así que cuando concebimos la idea de ayudar o actuar, realmente lo hacemos desde una perspectiva sin enfoque y valor. Creemos que no podemos hacer nada.

Lo cierto  es que quizá mi sugerencia no sea el secreto mágico o la única solución, es simplemente una idea. Después de analizar mi posición en medio de esto, yo encontré una manera de actuar que me hace sentido y que quiero compartirles. Se trata acerca nuestro día a día, estamos muy ocupados tratando de conseguir el éxito que dejamos de prestarle atención al mundo necesitado que nos rodea. Pienso que en muchas de las instituciones del gobierno, ésta trastornada idea del éxito y de la acumulación de dinero se enraizó lo suficiente como para dejar la productividad de lado. Si somos sinceros, todos conocemos a alguien que trabaja en el gobierno. Conocemos a alguien que sabemos que no tiene las capacidades de trabajar en el puesto que desempeña pero que aún así la plaza le fue entregada “por cuello”. Nos mofamos de este tipo de situaciones, son tan clásicas que dejamos de verlas mal. Pero lo cierto es que por cosas como éstas, tragedias como las del 8 de marzo suceden.

No podemos pretender tener un Estado funcional si la mayoría de las personas que laboran en él no tienen ni la mitad de las aptitudes para desempeñar sus cargos. No podemos esperar que “el cuello” que llevó a un servidor público a su empleo, sea el mismo que ilumine a este personaje para que actúe de una manera honesta y correcta ante las situaciones serias por las que atraviesa el país. Lo que pasa es que de cuello en cuello, terminamos nombrando en puestos importantes a personas que escasamente saben de la ley, de la Constitución o tan siquiera de ciudadanía.

Así que mi propuesta es: si sabemos cómo funcionan los cuellos y conocemos a personas que tienen trabajo en instituciones del Estado gracias a ello… ¿por qué no lo denunciamos? Dejemos de hacer que parezca un acto común y aceptable. Promovamos la crítica y el cuestionamiento de cada una de las contrataciones del Estado para que podamos garantizar que cada persona que tiene un espacio ahí, sabe lo que está haciendo y está capacitada además para hacerlo de la mejor manera.

Si queremos hacer esto colectivo, entonces movilicémonos para exigir una evaluación masiva de nuestras autoridades para que se nos garantice como ciudadanos que éstas personas saben lo que están haciendo y tienen la capacidad de manejar los retos que se les presentan. Dejemos de ser aquellos que aceptan frente a sus narices el descaro y denunciemos incansablemente hasta tener un Estado honesto, liderado por personas calificadas.

Y si todavía puedo darles un consejo más práctico, seamos aquellos que no promueven el famoso “cuello”, esmerémonos en escoger a las personas por su inteligencia, su dominio de saberes y su correcto proceder, hasta que un día conseguir empleo “por cuello” ya no sea una opción y no nos quede otra más que esmerarnos en todo lo que hacemos para que por fin podamos decir: ¡en Guatemala tenemos gente que trabaja honestamente y que en medio de cualquier circunstancia nos pueden explicar lo que pasa mientras ya actúan por mejorar la situación! Y nos olvidemos así de las excusas que hasta hoy son el pan diario que recibimos de los responsables de estas situaciones.

Se me ocurre, pues, que es una manera de empezar. ¿A ustedes qué acciones concretas se les ocurren para ayudar al país y dejar de ser indiferentes?

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

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