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1526 Días de una injusticia

Betty Marroquin
30 de agosto, 2016

Quiero compartirles una historia verídica. Les escribo sobre un amigo de la Universidad, un patojo sano, buena persona, con quién me reunía a estudiar, con quien salía a parrandear, a tomar café y con quien compartía buenas amistades, de esas que son de verdad. Alto, mucho más alto que la norma en Guatemala, pelirrojo de ojos azules, patojo guapo, le decíamos “vikingo” porque además se dejó bigote y en una ocasión hasta la barba. Si bien no era el mejor de la clase, era un estudiante promedio que contaba con una inteligencia natural, pero sobre todo, buena fe y muy correcto. Hijo de un Señor Embajador, con la “S” mayúscula, que representó a Guatemala por varios períodos ante la Organización Mundial de Comercio, y de una dama linda de nombre y de todo, una mujer realmente excepcional, temerosa de Dios y valiente. Mi amigo se llama Erwin Sperisen, y hoy Agosto 30 se cumplen 4 años, o sea 1526 días encerrado en una celda de 2 metros por 2 metros, confinado en solitario como si fuese un psicópata, por un encarcelamiento injusto y vergonzoso en Ginebra Suiza.

Con base a testimonios tan falsos (con declaraciones plagadas de contradicciones) como Carlos Bendfeld, que había matado a 4 policías, y Philippe Biret que fuera condenado a 30 años inconmutables por el asesinato de una pareja de Franceses, ahora libres. A Erwin lo acusaron éstos con apoyo de las autoridades de turno, de “ejecutar” un prisionero con un tiro en la cabeza, cuando una vez exhumado el cadáver se pudo constatar que no tenía ni un sólo disparo en la región del craneo. O con la declaración de una pobre mujer, humilde e ignorante, que fue llevada a las oficinas de la CICIG para firmar lo que pensó era un documento que le ayudaría a “recibir un dinerito” por la muerte de su hijo, cuando lo que firmaba o más bien ponía su huella era una declaración acusando a Erwin de asesinar a su hijo a sangre fría. Con esa farsa de documento se convirtió en la única acusadora, de algo que ignoraba completamente. Y de estos embustes grotescos está plagado este proceso digno del tercer mundo, no de los sacrosantos Suizos. Suena como de película, pero tristemente es realidad.

Pero a Guatemala no parece importarle este caso. Estamos tan agobiados con los que están candentes en nuestro territorio que no tenemos tiempo para detenernos a pensar en éste hombre que está dejando su vida en esa celda. Lo más irónico del caso es que el espíritu creyente y positivo del vikingo sigue vigente. Su esposa e hijos, a pesar de pasar todo tipo de penalidades materiales y emocionales, siguen firmes en su Fe que Erwin un día saldrá libre y esta pesadilla, esta payasada, esta burda farsa terminará y la verdad saldrá a flote como salió en Viena.

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Cuando Erwin se fue de Guatemala, por amenazas contra su esposa e hijos, pero siempre a la luz del día. Valiente, a diferencia de muchos, no huyó. Se fue de Guatemala por creer que aquí no enfrentaría un juicio justo. Que ironía que en la hipócrita Suiza fuera a encontrar una farsa de juicio a la Creom Paz.

Y como consecuencia de éste caso, nadie con dos gramos de honor quiere aventurarse así como así a trabajar en ningún órgano de nuestro más que enfermo aparato de justicia. Con cárceles fuera de control, sobrepobladas y cuasi gobernadas por reos convictos, con una policía que no tiene la autoridad de usar la fuerza porque si lo hacen los grupos de derechos humanos los acusan de violadores de los mismos, con retos enormes para lograr sanear décadas de corrupción rampante, ¿se animaría usted a tirarse en esas aguas turbulentas a tratar de sanearlas?

República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo

1526 Días de una injusticia

Betty Marroquin
30 de agosto, 2016

Quiero compartirles una historia verídica. Les escribo sobre un amigo de la Universidad, un patojo sano, buena persona, con quién me reunía a estudiar, con quien salía a parrandear, a tomar café y con quien compartía buenas amistades, de esas que son de verdad. Alto, mucho más alto que la norma en Guatemala, pelirrojo de ojos azules, patojo guapo, le decíamos “vikingo” porque además se dejó bigote y en una ocasión hasta la barba. Si bien no era el mejor de la clase, era un estudiante promedio que contaba con una inteligencia natural, pero sobre todo, buena fe y muy correcto. Hijo de un Señor Embajador, con la “S” mayúscula, que representó a Guatemala por varios períodos ante la Organización Mundial de Comercio, y de una dama linda de nombre y de todo, una mujer realmente excepcional, temerosa de Dios y valiente. Mi amigo se llama Erwin Sperisen, y hoy Agosto 30 se cumplen 4 años, o sea 1526 días encerrado en una celda de 2 metros por 2 metros, confinado en solitario como si fuese un psicópata, por un encarcelamiento injusto y vergonzoso en Ginebra Suiza.

Con base a testimonios tan falsos (con declaraciones plagadas de contradicciones) como Carlos Bendfeld, que había matado a 4 policías, y Philippe Biret que fuera condenado a 30 años inconmutables por el asesinato de una pareja de Franceses, ahora libres. A Erwin lo acusaron éstos con apoyo de las autoridades de turno, de “ejecutar” un prisionero con un tiro en la cabeza, cuando una vez exhumado el cadáver se pudo constatar que no tenía ni un sólo disparo en la región del craneo. O con la declaración de una pobre mujer, humilde e ignorante, que fue llevada a las oficinas de la CICIG para firmar lo que pensó era un documento que le ayudaría a “recibir un dinerito” por la muerte de su hijo, cuando lo que firmaba o más bien ponía su huella era una declaración acusando a Erwin de asesinar a su hijo a sangre fría. Con esa farsa de documento se convirtió en la única acusadora, de algo que ignoraba completamente. Y de estos embustes grotescos está plagado este proceso digno del tercer mundo, no de los sacrosantos Suizos. Suena como de película, pero tristemente es realidad.

Pero a Guatemala no parece importarle este caso. Estamos tan agobiados con los que están candentes en nuestro territorio que no tenemos tiempo para detenernos a pensar en éste hombre que está dejando su vida en esa celda. Lo más irónico del caso es que el espíritu creyente y positivo del vikingo sigue vigente. Su esposa e hijos, a pesar de pasar todo tipo de penalidades materiales y emocionales, siguen firmes en su Fe que Erwin un día saldrá libre y esta pesadilla, esta payasada, esta burda farsa terminará y la verdad saldrá a flote como salió en Viena.

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Cuando Erwin se fue de Guatemala, por amenazas contra su esposa e hijos, pero siempre a la luz del día. Valiente, a diferencia de muchos, no huyó. Se fue de Guatemala por creer que aquí no enfrentaría un juicio justo. Que ironía que en la hipócrita Suiza fuera a encontrar una farsa de juicio a la Creom Paz.

Y como consecuencia de éste caso, nadie con dos gramos de honor quiere aventurarse así como así a trabajar en ningún órgano de nuestro más que enfermo aparato de justicia. Con cárceles fuera de control, sobrepobladas y cuasi gobernadas por reos convictos, con una policía que no tiene la autoridad de usar la fuerza porque si lo hacen los grupos de derechos humanos los acusan de violadores de los mismos, con retos enormes para lograr sanear décadas de corrupción rampante, ¿se animaría usted a tirarse en esas aguas turbulentas a tratar de sanearlas?

República.gt es ajena a la opinión expresada en este artículo

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