El clima de negocios está enrarecido, la economía estancada, la confianza de los inversionistas locales y el IMAE a la baja. Necesitamos más producción, más inversión para la reducción de la pobreza por medio de la creación de empleo. Las causas, varias: la inversión del gobierno es baja, como en cualquier año de inicio de gobierno, los controles con la Nueva Ley de Compras y Contrataciones del Estado son difíciles y no agilizan los procedimientos sino los estancan, los funcionarios públicos, en medio de las investigaciones surgidas, se vuelven meticulosos y con miedo o alguna otra razón no toman decisiones de compra, varios empresarios que “extorsionados” por el sistema de compra se ven amenazados por investigaciones en ciernes, etc.
Además, un ciclo a la desaceleración en nuestra economía, aunado a una situación global que nunca terminó de salir de la gran crisis financiera de 2008, que repercutió en Europa y Asia sobre todo en 2011, no hacen sentir que la economía local se traslade en crecimiento a los hogares guatemaltecos.
Es de suponer que la captura de varios no-empresarios, (y hago la distinción de empresarios a aquellos que compiten en el sistema cumpliendo las reglas de juego, aunque a veces sean complicadas…) hace suponer que aquellos tan “honorables” personajes, no lo eran tanto, y que otros competidores y sus empresas se vean amenazados por haberse plegado al “sistema” de corrupción envés de abstenerse, al haber sucumbido a ganancias temporales con excusas como “así es el sistema”, o “así se ha hecho antes”, e incluso comparándose con competidores.
Conozco el sistema porque trabajé con una empresa que vendía material médico quirúrgico que se negó a hacer el juego y que finalmente quebró. Y no fue en el gobierno del Partido Patriota… Cada paso, cada persona que influía en la compra o pago pedía algo. El sistema era ultrajante, voraz, y por tratarse del ramo de la salud, indignante hasta el cielo.
Por eso las teorías contra la corrupción pretenden que la mayoría de los bienes y servicios se hagan entre la iniciativa privada, para que el sistema de precios funcionen, ofreciendo el mejor producto y servicio, al mejor precio. Así como funciona el servicio de comida, usted escoge según sus preferencias de gusto, calidad, precio, disponibilidad, tipo de servicio, etc. Como diría mi hijo, la palabra clave es: “usted escoge”.
Cuando un país pretende que el gobierno haga más cosas, la economía depende de la ejecución del presupuesto del gobierno, y en cada procedimiento que hay que tomar, hay un incentivo de alguien de ser corrupto. Por ejemplo, usted quiere vender un equipo médico, usted debe hacer una cita con los médicos que pueden utilizar el equipo, para convencerlos a veces le podrán pedir un seminario local o internacional, si hay un comité que evalúe, el problema se multiplica, luego pasa con el director del hospital, con el departamento de compras, con personal del ministerio para que lo incluya en el presupuesto del año, y así, hasta con las personas que firman de aprobado órdenes de compra o licitaciones, recepción de los equipos o materiales, encargados de pago y personal de finanzas públicas que priorizará, o no, su pago.
El sistema debe analizar el poder de decisión de los distintos pasos para eliminar su discrecionalidad y así los incentivos perversos que alimentan el sistema corrupto. Se necesita definir mejores procedimientos, quizá durante una década, que estudie los diferentes tipos de compras y busque soluciones en sistemas que funcionen, en países desarrollados.
No podemos seguir así como estamos, quedarnos así puede ser el peor escenario porque un sistema fracasado es el alimento ideal a gobiernos populistas corruptos que terminan de destruir los países con mentiras, con saqueos al erario público, etc.
En medio de todo este panorama gris, que nos tiene detenidos, hay una esperanza. Para los que creemos en el Estado de Derecho, y no de legalidad, cuando la competencia es justa, con normas claras, cuando no existe corrupción para hacer negocios, se genera confianza, y esto atrae la inversión. No de balde las calificadoras de riesgo han aumentado ya las calificaciones de Guatemala. Esto es un gran paso. Claro, para mientras, hay que pasar el Niagara en virula…
El clima de negocios está enrarecido, la economía estancada, la confianza de los inversionistas locales y el IMAE a la baja. Necesitamos más producción, más inversión para la reducción de la pobreza por medio de la creación de empleo. Las causas, varias: la inversión del gobierno es baja, como en cualquier año de inicio de gobierno, los controles con la Nueva Ley de Compras y Contrataciones del Estado son difíciles y no agilizan los procedimientos sino los estancan, los funcionarios públicos, en medio de las investigaciones surgidas, se vuelven meticulosos y con miedo o alguna otra razón no toman decisiones de compra, varios empresarios que “extorsionados” por el sistema de compra se ven amenazados por investigaciones en ciernes, etc.
Además, un ciclo a la desaceleración en nuestra economía, aunado a una situación global que nunca terminó de salir de la gran crisis financiera de 2008, que repercutió en Europa y Asia sobre todo en 2011, no hacen sentir que la economía local se traslade en crecimiento a los hogares guatemaltecos.
Es de suponer que la captura de varios no-empresarios, (y hago la distinción de empresarios a aquellos que compiten en el sistema cumpliendo las reglas de juego, aunque a veces sean complicadas…) hace suponer que aquellos tan “honorables” personajes, no lo eran tanto, y que otros competidores y sus empresas se vean amenazados por haberse plegado al “sistema” de corrupción envés de abstenerse, al haber sucumbido a ganancias temporales con excusas como “así es el sistema”, o “así se ha hecho antes”, e incluso comparándose con competidores.
Conozco el sistema porque trabajé con una empresa que vendía material médico quirúrgico que se negó a hacer el juego y que finalmente quebró. Y no fue en el gobierno del Partido Patriota… Cada paso, cada persona que influía en la compra o pago pedía algo. El sistema era ultrajante, voraz, y por tratarse del ramo de la salud, indignante hasta el cielo.
Por eso las teorías contra la corrupción pretenden que la mayoría de los bienes y servicios se hagan entre la iniciativa privada, para que el sistema de precios funcionen, ofreciendo el mejor producto y servicio, al mejor precio. Así como funciona el servicio de comida, usted escoge según sus preferencias de gusto, calidad, precio, disponibilidad, tipo de servicio, etc. Como diría mi hijo, la palabra clave es: “usted escoge”.
Cuando un país pretende que el gobierno haga más cosas, la economía depende de la ejecución del presupuesto del gobierno, y en cada procedimiento que hay que tomar, hay un incentivo de alguien de ser corrupto. Por ejemplo, usted quiere vender un equipo médico, usted debe hacer una cita con los médicos que pueden utilizar el equipo, para convencerlos a veces le podrán pedir un seminario local o internacional, si hay un comité que evalúe, el problema se multiplica, luego pasa con el director del hospital, con el departamento de compras, con personal del ministerio para que lo incluya en el presupuesto del año, y así, hasta con las personas que firman de aprobado órdenes de compra o licitaciones, recepción de los equipos o materiales, encargados de pago y personal de finanzas públicas que priorizará, o no, su pago.
El sistema debe analizar el poder de decisión de los distintos pasos para eliminar su discrecionalidad y así los incentivos perversos que alimentan el sistema corrupto. Se necesita definir mejores procedimientos, quizá durante una década, que estudie los diferentes tipos de compras y busque soluciones en sistemas que funcionen, en países desarrollados.
No podemos seguir así como estamos, quedarnos así puede ser el peor escenario porque un sistema fracasado es el alimento ideal a gobiernos populistas corruptos que terminan de destruir los países con mentiras, con saqueos al erario público, etc.
En medio de todo este panorama gris, que nos tiene detenidos, hay una esperanza. Para los que creemos en el Estado de Derecho, y no de legalidad, cuando la competencia es justa, con normas claras, cuando no existe corrupción para hacer negocios, se genera confianza, y esto atrae la inversión. No de balde las calificadoras de riesgo han aumentado ya las calificaciones de Guatemala. Esto es un gran paso. Claro, para mientras, hay que pasar el Niagara en virula…