“Hay cosas que te deben hacer perder la razón, a menos que no tengas ninguna razón para perder”. Estas palabras de Lessing citadas por Viktor Frankl se adaptan muy bien a la situación de perpetua crisis que vivimos en Guatemala. Una respuesta anormal en una situación anormal es la conducta normal, es por eso que ya no nos extrañamos por las cosas que vemos pasar a nuestro alrededor. Es por eso que ya no nos inmutamos ante los asaltos, secuestros o asesinatos. Es por eso que no se nos mueve un pelo al escuchar las cifras millonarias de los casos de corrupción del estados. Cualquier diría que estamos locos, y es verdad, ya no nos queda más razón que perder.
Esto, a pesar de ser una conducta normal, no deja de ser lamentable. Huir del conformismo, de la respuesta habitual ante las situaciones anormales, es una lucha constante que la vida exige, más cuando vivimos en un país como el nuestro. Para lograr esto, como todo en el arte de vivir, no queda otra que la prueba y el error, y el error vuelto a cometer y vuelto a corregir. Esto, con su consecuente inversión en tiempo, parece largo y costoso, además de muy difícil de aceptar para nosotros millenials y demás tribus que preferimos las respuestas rápidas y sin dolor. Explica Alejandro Llano: “para quienes la única regla del saber vivir es la espontaneidad inmediata. si algo me apetece, me brota, lo siento, me sale, si algo es libre y auténtico, entonces es bueno y sano. Lástima que el resultado suele ser engordar y suspender casi todas las asignaturas del curso. Y es que lo decisivo no es sentir. Lo decisivo es pensar”.
Y aquí, me parece, está la clave para la respuesta personal y social que hemos de dar si queremos alcanzar la plenitud vital. En el momento en el que comprendemos que nadie puede sustituirnos en nuestra respuesta existencial, otros podrán hacerlo mejor, pero no podrán hacerlo por mi, en ese momento dejo de vivir por cuenta ajena y empiezo realmente a ocuparme de mi vida, y también de lo que me rodea. Por eso, y aunque lo normal sea la respuesta anestesiada ante situaciones a las que ya estamos demasiado acostumbrados, tenemos que recuperar la capacidad de vivir en primera persona, de vivir todo como si fuera la primera vez, porque de hecho siempre es la primera vez. Esto también vale para sufrir, para dolerse por las cosas que no están como nos gustaría. Hemos de renovar la sensibilidad, no por un sentimentalismo exacerbado, sino porque después de pensar, de reflexionar sobre las situaciones personales o sociales, somos capaces de dar una respuesta única a cada situación, una respuesta que pueda ir dando sentido a nuestra existencia. Hemos de hacer del pensamiento un hábito, una segunda naturaleza que me mantenga en constante alerta y prevención ante el apalancamiento de la respuesta cómoda. En la vida, como solo en ella, me la juego de la manera más involucrante que sea pueda, de mi depende tener una vida empobrecida o una existencia llena de sustancia vital.
“Hay cosas que te deben hacer perder la razón, a menos que no tengas ninguna razón para perder”. Estas palabras de Lessing citadas por Viktor Frankl se adaptan muy bien a la situación de perpetua crisis que vivimos en Guatemala. Una respuesta anormal en una situación anormal es la conducta normal, es por eso que ya no nos extrañamos por las cosas que vemos pasar a nuestro alrededor. Es por eso que ya no nos inmutamos ante los asaltos, secuestros o asesinatos. Es por eso que no se nos mueve un pelo al escuchar las cifras millonarias de los casos de corrupción del estados. Cualquier diría que estamos locos, y es verdad, ya no nos queda más razón que perder.
Esto, a pesar de ser una conducta normal, no deja de ser lamentable. Huir del conformismo, de la respuesta habitual ante las situaciones anormales, es una lucha constante que la vida exige, más cuando vivimos en un país como el nuestro. Para lograr esto, como todo en el arte de vivir, no queda otra que la prueba y el error, y el error vuelto a cometer y vuelto a corregir. Esto, con su consecuente inversión en tiempo, parece largo y costoso, además de muy difícil de aceptar para nosotros millenials y demás tribus que preferimos las respuestas rápidas y sin dolor. Explica Alejandro Llano: “para quienes la única regla del saber vivir es la espontaneidad inmediata. si algo me apetece, me brota, lo siento, me sale, si algo es libre y auténtico, entonces es bueno y sano. Lástima que el resultado suele ser engordar y suspender casi todas las asignaturas del curso. Y es que lo decisivo no es sentir. Lo decisivo es pensar”.
Y aquí, me parece, está la clave para la respuesta personal y social que hemos de dar si queremos alcanzar la plenitud vital. En el momento en el que comprendemos que nadie puede sustituirnos en nuestra respuesta existencial, otros podrán hacerlo mejor, pero no podrán hacerlo por mi, en ese momento dejo de vivir por cuenta ajena y empiezo realmente a ocuparme de mi vida, y también de lo que me rodea. Por eso, y aunque lo normal sea la respuesta anestesiada ante situaciones a las que ya estamos demasiado acostumbrados, tenemos que recuperar la capacidad de vivir en primera persona, de vivir todo como si fuera la primera vez, porque de hecho siempre es la primera vez. Esto también vale para sufrir, para dolerse por las cosas que no están como nos gustaría. Hemos de renovar la sensibilidad, no por un sentimentalismo exacerbado, sino porque después de pensar, de reflexionar sobre las situaciones personales o sociales, somos capaces de dar una respuesta única a cada situación, una respuesta que pueda ir dando sentido a nuestra existencia. Hemos de hacer del pensamiento un hábito, una segunda naturaleza que me mantenga en constante alerta y prevención ante el apalancamiento de la respuesta cómoda. En la vida, como solo en ella, me la juego de la manera más involucrante que sea pueda, de mi depende tener una vida empobrecida o una existencia llena de sustancia vital.