Empiezo el día viernes, es decir, no termino el jueves y en la noticias está ya el resultado del referéndum británico sobre su permanencia (REMAIN) o su salida (LEAVE) de la Unión Europea llamada muy inteligentemente y mercadológicamente el BREXIT. Los resultados ya indicaban que la ciudadanía de la Gran Bretaña en su conjunto había votado por el “LEAVE”. Los ciudadanos registrados en Inglaterra y el país de Gales habían votado mayoritariamente por la salida de la Unión Europea, mientras los ciudadanos de Irlanda del Norte y de Escocia habían votado por la permanencia dentro de la Unión Europea. El resultado oficial indicaba una diferencia entre la SALIDA y la PERMANENCIA del 51.11% y el 48.89%, que en términos políticos es una diferencia de 1.11% de la población (no matemáticamente).
Empiezan las repercusiones y la libra esterlina ya se había desplomado en su valor respecto al dólar americano en un 11%, cotizándose a su nivel más bajo desde 1985, más de 30 años atrás. Las bolsas del mundo tambalean, algunas con repercusiones reales y otras de pura histeria, especulación y terror. Debemos esperar unas semanas antes de poder conocer las verdaderas repercusiones económicas, sociales y todas las consecuencias políticas de tan osada decisión.
La Gran Bretaña, que incluye los países de Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte y varios territorios de ultramar como Falkland Islands o como las conocemos nosotros, Las Malvinas. Es decir, dentro de su unión política, la Gran Bretaña ya es un territorio que funciona como una federación, o la unión de varios países. Sumado a eso, mantiene un permanente contacto con sus antiguas colonias a través de la unión de países bajo el Commonwealth, que incluye varios países alrededor del mundo, desde Australia, hasta los países del Caribe de habla inglesa y Belice.
Es decir, mantiene una gran capacidad de comercio libre, ya definido durante décadas con sus excolonias. Esta unión no se pone en duda, se mantiene como ha funcionado, que ha sido favorable para ellos, y no supone ningún riesgo o imposición. Los beneficios de las uniones de comercio y más allá del comercio se conocen claramente por ejemplos como éste.
La Unión Europea, que empezó como la Comunidad Europea, siendo apenas una unión comercial entre varios países, ha llevado a la tradicional súper nacionalista Europa, con constantes guerras a través de la historia, a un periodo de paz que marcó la segunda mitad del siglo XX. Se cambió de una mentalidad de conquista, de arrebatar, de poderío a una de fraternidad, construcción, paz y cooperación.
Se aspira a un mundo sin fronteras, con un comercio entre todos, con oportunidades iguales para todos, y la globalización llevaba algunos pasos importantes con ese rumbo. El comercio global nos hace alejar las guerras, nos hace colaboradores, premia la competencia, la productividad, la eficiencia y efectividad, pero tiene sus costos. En la globalización era obvio que los países con más desarrollo iban a perder puestos de trabajo hacia los de mano de obra más barata, y que estos debían desenvolverse en la nueva economía de la creatividad, de la innovación. Esto no puede ser completamente verdad, pues las personas se han especializado, han adquirido conocimiento, habilidades que no se pueden cambiar de la noche a la mañana. Además, están las que a consecuencia de la globalización pasan a formar parte del cuarto mundo, los marginados, los excluidos de la globalización, de la información, de este mundo nuevo.
La globalización se instaló y trajo con ello la exacerbación del capitalismo, pero con privilegios. Privilegió a las multinacionales y transnacionales por encima de los estados nacionales. El señor Warren Buffet se jactó de poder mover el valor de la libra esterlina con sus movimientos corporativos y financieros. En medio de esta globalización, la crisis bancaria del año 2008 dejó evidencias de los errores, de los privilegios que se habían enquistado en nuestras democracias. Entonces hoy, a 8 años de la Gran Crisis, cuando se evidencian indicadores macroeconómicos esperanzadores, que no se han reflejado del todo en la vida de los ciudadanos del mundo desarrollado, y menos de los de “en vías” de mantenerse subdesarrollados… tenemos “crisis institucionales” que van desde protestas en España, en el mundo árabe, Wall Street o Brasil; intentos de secesión como en Cataluña o Escocia, hasta llegar al BREXIT que hoy nos acapara.
Debemos regresar a los principios. Volver a las sendas antiguas que hicieron que el mundo se desarrollara. No es un asunto meramente económico, es un asunto del valor de la persona, de su dignidad, y del poder para que se desarrolle y encuentre su felicidad. Las democracias están en peligro, porque las democracias necesitan el componente de la racionalidad, del respeto a los valores del individuo, y las personas votan emocionalmente. Las democracias pueden hacer que los individuos se equivoquen sobre sus destinos. Las democracias responden hoy a las inconsistencias de sistemas de justicia acaparadas por los privilegios. Debemos regresar a esos valores universales de igualdad ante la justicia, de limitar el poder de quienes nos gobiernan, de protegernos de los gobiernos en nuestros derechos individuales, a respetar nuestra vida, nuestras libertades y nuestra propiedad ante todo. Solo así volveremos los pasos a recomponer los sistemas de justicia y las democracias republicanas que han sido cuna para el desarrollo, el comercio libre, la cooperación y la paz.
Empiezo el día viernes, es decir, no termino el jueves y en la noticias está ya el resultado del referéndum británico sobre su permanencia (REMAIN) o su salida (LEAVE) de la Unión Europea llamada muy inteligentemente y mercadológicamente el BREXIT. Los resultados ya indicaban que la ciudadanía de la Gran Bretaña en su conjunto había votado por el “LEAVE”. Los ciudadanos registrados en Inglaterra y el país de Gales habían votado mayoritariamente por la salida de la Unión Europea, mientras los ciudadanos de Irlanda del Norte y de Escocia habían votado por la permanencia dentro de la Unión Europea. El resultado oficial indicaba una diferencia entre la SALIDA y la PERMANENCIA del 51.11% y el 48.89%, que en términos políticos es una diferencia de 1.11% de la población (no matemáticamente).
Empiezan las repercusiones y la libra esterlina ya se había desplomado en su valor respecto al dólar americano en un 11%, cotizándose a su nivel más bajo desde 1985, más de 30 años atrás. Las bolsas del mundo tambalean, algunas con repercusiones reales y otras de pura histeria, especulación y terror. Debemos esperar unas semanas antes de poder conocer las verdaderas repercusiones económicas, sociales y todas las consecuencias políticas de tan osada decisión.
La Gran Bretaña, que incluye los países de Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte y varios territorios de ultramar como Falkland Islands o como las conocemos nosotros, Las Malvinas. Es decir, dentro de su unión política, la Gran Bretaña ya es un territorio que funciona como una federación, o la unión de varios países. Sumado a eso, mantiene un permanente contacto con sus antiguas colonias a través de la unión de países bajo el Commonwealth, que incluye varios países alrededor del mundo, desde Australia, hasta los países del Caribe de habla inglesa y Belice.
Es decir, mantiene una gran capacidad de comercio libre, ya definido durante décadas con sus excolonias. Esta unión no se pone en duda, se mantiene como ha funcionado, que ha sido favorable para ellos, y no supone ningún riesgo o imposición. Los beneficios de las uniones de comercio y más allá del comercio se conocen claramente por ejemplos como éste.
La Unión Europea, que empezó como la Comunidad Europea, siendo apenas una unión comercial entre varios países, ha llevado a la tradicional súper nacionalista Europa, con constantes guerras a través de la historia, a un periodo de paz que marcó la segunda mitad del siglo XX. Se cambió de una mentalidad de conquista, de arrebatar, de poderío a una de fraternidad, construcción, paz y cooperación.
Se aspira a un mundo sin fronteras, con un comercio entre todos, con oportunidades iguales para todos, y la globalización llevaba algunos pasos importantes con ese rumbo. El comercio global nos hace alejar las guerras, nos hace colaboradores, premia la competencia, la productividad, la eficiencia y efectividad, pero tiene sus costos. En la globalización era obvio que los países con más desarrollo iban a perder puestos de trabajo hacia los de mano de obra más barata, y que estos debían desenvolverse en la nueva economía de la creatividad, de la innovación. Esto no puede ser completamente verdad, pues las personas se han especializado, han adquirido conocimiento, habilidades que no se pueden cambiar de la noche a la mañana. Además, están las que a consecuencia de la globalización pasan a formar parte del cuarto mundo, los marginados, los excluidos de la globalización, de la información, de este mundo nuevo.
La globalización se instaló y trajo con ello la exacerbación del capitalismo, pero con privilegios. Privilegió a las multinacionales y transnacionales por encima de los estados nacionales. El señor Warren Buffet se jactó de poder mover el valor de la libra esterlina con sus movimientos corporativos y financieros. En medio de esta globalización, la crisis bancaria del año 2008 dejó evidencias de los errores, de los privilegios que se habían enquistado en nuestras democracias. Entonces hoy, a 8 años de la Gran Crisis, cuando se evidencian indicadores macroeconómicos esperanzadores, que no se han reflejado del todo en la vida de los ciudadanos del mundo desarrollado, y menos de los de “en vías” de mantenerse subdesarrollados… tenemos “crisis institucionales” que van desde protestas en España, en el mundo árabe, Wall Street o Brasil; intentos de secesión como en Cataluña o Escocia, hasta llegar al BREXIT que hoy nos acapara.
Debemos regresar a los principios. Volver a las sendas antiguas que hicieron que el mundo se desarrollara. No es un asunto meramente económico, es un asunto del valor de la persona, de su dignidad, y del poder para que se desarrolle y encuentre su felicidad. Las democracias están en peligro, porque las democracias necesitan el componente de la racionalidad, del respeto a los valores del individuo, y las personas votan emocionalmente. Las democracias pueden hacer que los individuos se equivoquen sobre sus destinos. Las democracias responden hoy a las inconsistencias de sistemas de justicia acaparadas por los privilegios. Debemos regresar a esos valores universales de igualdad ante la justicia, de limitar el poder de quienes nos gobiernan, de protegernos de los gobiernos en nuestros derechos individuales, a respetar nuestra vida, nuestras libertades y nuestra propiedad ante todo. Solo así volveremos los pasos a recomponer los sistemas de justicia y las democracias republicanas que han sido cuna para el desarrollo, el comercio libre, la cooperación y la paz.