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Muerto el perro…

Betty Marroquin
10 de febrero, 2016

Hablar de pena de muerte viene siendo controversial desde que los derechos humanos existen, y se volvió políticamente incorrecto apoyarla. Tema casi tan tabú como hablar de religión o política en la mesa, hoy he decidió abordarlo por varias razones. Primero, porque creo que para cierto tipo de criminal, no existe corrección. Es un árbol torcido que de adulto no se endereza. No estoy proponiendo implementar un Código de Hamurabi, si bien la Historia nos dice que había mucha más seguridad ya que se delinquía menos. Si se implementa, la idea no es pues “ojo por ojo, diente por diente” sino que fuese aplicada para quienes han cometido actos extremos. Es así que veo la propuesta por las ex diputadas, Licenciadas Zury Ríos y Lucrecia vda. de Palomo, dirigida específicamente a sicarios y secuestradores. En Guatemala el problema del sicariato y el secuestro están a la orden del día. Según la Dirección de Investigaciones Criminalísticas (DICRI) de 6 mil muertes que acontecieran en el primer trimestre del 2015 un 38% son cometidos por sicarios. Libertópolis reporta que de 10 asesinatos, 6 son cometidos por sicarios en moto. Personalmente, por mi profunda aversión a la pedofilia, agregaría pena de muerte también para los pedófilos, ya que desafortunadamente este tipo de asqueroso crimen ha sucedido en Guatemala.

Como ejemplo, hablemos de estadísticas en el país del políticamente correcto: los Estados Unidos. De acuerdo al Centro de Información sobre la Pena de Muerte, de Washington-DC, de 1998 a la fecha, su aplicación ha decrecido en más o menos el 90%, pasando de 98 casos en 1998 a 28 en el 2015. Se aplica en 31 de los 50 estados de la unión americana. Indican que de los condenados a pena de muerte el 76% son blancos, el 15% negros, el 7% hispanos y el 2% otros. De los que han sido ejecutados, el 55.4% son blancos, el 34.6% negros, el 8.3% hispanos y 1.7% otros. Verle trasfondo racista a la pena de muerte es un tema complejo. De los condenados y ejecutados por crímenes inter-raciales la vasta mayoría son negros. En algunos estados se ha visto que el jurado es más proclive a pedir la pena de muerte para un asesino negro que para uno blanco, y especialmente si la víctima es blanca. Se cree que existe un patrón de condena entre jurados de discriminación en base a la raza de la víctima o a la raza del acusado. Los estados con mayor aplicación de la pena son California, Florida, Texas y Alabama (del mayor al menor). Un 56% de los estadounidenses apoya la pena de muerte. La ironía es que según las estadísticas, la estadística de crímenes en estados sin pena de muerte no ha variado en años, mientras que en los que la aplican ha subido. Como si el saber que pueden ser ejecutados no les importara.

En Guatemala, donde la gran mayoría de la población es indígena y con un sistema legal distinto del derecho anglicano, y una sociedad menos homogénea que la nuestra, el tema no es racial. La última vez que la pena de muerte fue aplicada en Guatemala fue en el año 2000, por total falta de coraje del tribunal. Ahora bien, el otro día un repartidor de agua fue descuartizado DENTRO del Preventivo de la Z 18, por mareros del Barrio 18. Si bien en algunos casos, contaditos, ha sucedido que un marero se arrepienta “vea la luz” y cambie dirección a su nefasta existencia, la gran mayoría de ellos son psicópatas sin control, que lo único que saben es matar y violar, y se lo gozan. Quizás si supieran que en lugar de unos años de cárcel les toca la inyección letal a sumamente corto plazo luego de ser condenados, los jóvenes pensarían dos veces antes de sucumbir ante la presión para entrar a la mara.

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Es obvio que el problema fundamental, más allá de sentimentalismos o temas religiosos, es que un inocente podría ser condenado a muerte. Para evitar eso, el llegar a la condena debiera ser más que comprobado irrefutablemente, no condenar a alguien con base a osamentas sacadas de la manga, testigos falsos, espiritistas o similares como está sucediendo en Guatemala.

En cuanto a los secuestros, según el tanque de pensamiento y análisis del crimen InSight Crime (Centro de Investigación de Crimen Organizado), en su informe de Agosto 2015 indica que para entonces se habían reportado únicamente 17 secuestros. Una significativa baja dado el promedio entre 2008 y 2011 de 118 secuestros (no encontré datos del 2011 al 2015). La entidad aduce que la baja podría deberse primero a la efectividad de la Fuerza de Tarea contra Secuestros de la Policía Nacional, y a que quizás también se deba al alza en las extorciones por ser éstas consideradas mucho más lucrativas, menos dificultosas y más difíciles de comprobar que el secuestro.

Para quienes son muy religiosos, La ley en el Antiguo Testamento ordenaba la pena de muerte para varios actos: asesinato (Éxodo 21:12), secuestro (Éxodo 21:16); bestialidad (Éxodo 22:19); adulterio (Levítico 20:10); homosexualidad (Levítico 20:13); ser un falso profeta (Deuteronomio 13:5); prostitución y violación (Deuteronomio 22:23-25) y muchos otros crímenes. Con frecuencia Dios mostraba misericordia. En estos dorados tiempos, en que se supone que la humanidad ha “avanzado” y es más “civilizada” que en los tiempos en que Jesús fue hombre, obviamente no se aplicaría por todas esas cosas. En estos dorados tiempos, hablamos de asesinato, de sicariato y de secuestro.

El tema de la pena de muerte es difícil, pero vivimos en una nación donde el pueblo (rico, clase media o pobre) está harto de tanta violencia e inseguridad. Las patojas quieren salir a la tienda de la esquina sin temor, y los padres saber que sus hijas irán a comprar las tortillas o las aguas y volverán sanas y salvas. Los estudiantes salir de la universidad sin miedo. Y los actores involucrados en casos de alto impacto hacer su parte sin temor a ser asesinados mientras hacen compras en el supermercado. Los sicarios no conocen límites para cometer sus fechorías. Matan a cualquier hora del día, delante de quien sea, sin importar si hieren o matan a gente inocente. Sin tener que sufrir acoso por patanes con las peores intenciones, o ser secuestradas por mareros, violadas etc. La gente quiere poder salir de su casa sabiendo que volverá de su trabajo en una pieza y con vida. Tenemos cárceles infestadas de criminales, especialmente las de alta peligrosidad, como la del Preventivo de la zona 18. Esos reos no están ahí por casualidad, ni por ser unas mansas palomitas. Esa gente con lágrimas pintadas en la mejilla por cada asesinato cometido, cual tatuaje conmemorativo de su hazaña, dudo que conozcan el arrepentimiento. Están tras las rejas porque para ellos, cortarle un dedo a un ser humano es como cortar zanahorias. Para esos seres, que ya no son hombres porque ser hombre implica humanidad y ellos no la tienen, matar es un placer. Entonces, me parece lógico que implementen la pena de muerte al menos para los casos mencionados. Afrontar las consecuencias de sus horrendas acciones es lo menos que pueden hacer.

Muerto el perro…

Betty Marroquin
10 de febrero, 2016

Hablar de pena de muerte viene siendo controversial desde que los derechos humanos existen, y se volvió políticamente incorrecto apoyarla. Tema casi tan tabú como hablar de religión o política en la mesa, hoy he decidió abordarlo por varias razones. Primero, porque creo que para cierto tipo de criminal, no existe corrección. Es un árbol torcido que de adulto no se endereza. No estoy proponiendo implementar un Código de Hamurabi, si bien la Historia nos dice que había mucha más seguridad ya que se delinquía menos. Si se implementa, la idea no es pues “ojo por ojo, diente por diente” sino que fuese aplicada para quienes han cometido actos extremos. Es así que veo la propuesta por las ex diputadas, Licenciadas Zury Ríos y Lucrecia vda. de Palomo, dirigida específicamente a sicarios y secuestradores. En Guatemala el problema del sicariato y el secuestro están a la orden del día. Según la Dirección de Investigaciones Criminalísticas (DICRI) de 6 mil muertes que acontecieran en el primer trimestre del 2015 un 38% son cometidos por sicarios. Libertópolis reporta que de 10 asesinatos, 6 son cometidos por sicarios en moto. Personalmente, por mi profunda aversión a la pedofilia, agregaría pena de muerte también para los pedófilos, ya que desafortunadamente este tipo de asqueroso crimen ha sucedido en Guatemala.

Como ejemplo, hablemos de estadísticas en el país del políticamente correcto: los Estados Unidos. De acuerdo al Centro de Información sobre la Pena de Muerte, de Washington-DC, de 1998 a la fecha, su aplicación ha decrecido en más o menos el 90%, pasando de 98 casos en 1998 a 28 en el 2015. Se aplica en 31 de los 50 estados de la unión americana. Indican que de los condenados a pena de muerte el 76% son blancos, el 15% negros, el 7% hispanos y el 2% otros. De los que han sido ejecutados, el 55.4% son blancos, el 34.6% negros, el 8.3% hispanos y 1.7% otros. Verle trasfondo racista a la pena de muerte es un tema complejo. De los condenados y ejecutados por crímenes inter-raciales la vasta mayoría son negros. En algunos estados se ha visto que el jurado es más proclive a pedir la pena de muerte para un asesino negro que para uno blanco, y especialmente si la víctima es blanca. Se cree que existe un patrón de condena entre jurados de discriminación en base a la raza de la víctima o a la raza del acusado. Los estados con mayor aplicación de la pena son California, Florida, Texas y Alabama (del mayor al menor). Un 56% de los estadounidenses apoya la pena de muerte. La ironía es que según las estadísticas, la estadística de crímenes en estados sin pena de muerte no ha variado en años, mientras que en los que la aplican ha subido. Como si el saber que pueden ser ejecutados no les importara.

En Guatemala, donde la gran mayoría de la población es indígena y con un sistema legal distinto del derecho anglicano, y una sociedad menos homogénea que la nuestra, el tema no es racial. La última vez que la pena de muerte fue aplicada en Guatemala fue en el año 2000, por total falta de coraje del tribunal. Ahora bien, el otro día un repartidor de agua fue descuartizado DENTRO del Preventivo de la Z 18, por mareros del Barrio 18. Si bien en algunos casos, contaditos, ha sucedido que un marero se arrepienta “vea la luz” y cambie dirección a su nefasta existencia, la gran mayoría de ellos son psicópatas sin control, que lo único que saben es matar y violar, y se lo gozan. Quizás si supieran que en lugar de unos años de cárcel les toca la inyección letal a sumamente corto plazo luego de ser condenados, los jóvenes pensarían dos veces antes de sucumbir ante la presión para entrar a la mara.

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Es obvio que el problema fundamental, más allá de sentimentalismos o temas religiosos, es que un inocente podría ser condenado a muerte. Para evitar eso, el llegar a la condena debiera ser más que comprobado irrefutablemente, no condenar a alguien con base a osamentas sacadas de la manga, testigos falsos, espiritistas o similares como está sucediendo en Guatemala.

En cuanto a los secuestros, según el tanque de pensamiento y análisis del crimen InSight Crime (Centro de Investigación de Crimen Organizado), en su informe de Agosto 2015 indica que para entonces se habían reportado únicamente 17 secuestros. Una significativa baja dado el promedio entre 2008 y 2011 de 118 secuestros (no encontré datos del 2011 al 2015). La entidad aduce que la baja podría deberse primero a la efectividad de la Fuerza de Tarea contra Secuestros de la Policía Nacional, y a que quizás también se deba al alza en las extorciones por ser éstas consideradas mucho más lucrativas, menos dificultosas y más difíciles de comprobar que el secuestro.

Para quienes son muy religiosos, La ley en el Antiguo Testamento ordenaba la pena de muerte para varios actos: asesinato (Éxodo 21:12), secuestro (Éxodo 21:16); bestialidad (Éxodo 22:19); adulterio (Levítico 20:10); homosexualidad (Levítico 20:13); ser un falso profeta (Deuteronomio 13:5); prostitución y violación (Deuteronomio 22:23-25) y muchos otros crímenes. Con frecuencia Dios mostraba misericordia. En estos dorados tiempos, en que se supone que la humanidad ha “avanzado” y es más “civilizada” que en los tiempos en que Jesús fue hombre, obviamente no se aplicaría por todas esas cosas. En estos dorados tiempos, hablamos de asesinato, de sicariato y de secuestro.

El tema de la pena de muerte es difícil, pero vivimos en una nación donde el pueblo (rico, clase media o pobre) está harto de tanta violencia e inseguridad. Las patojas quieren salir a la tienda de la esquina sin temor, y los padres saber que sus hijas irán a comprar las tortillas o las aguas y volverán sanas y salvas. Los estudiantes salir de la universidad sin miedo. Y los actores involucrados en casos de alto impacto hacer su parte sin temor a ser asesinados mientras hacen compras en el supermercado. Los sicarios no conocen límites para cometer sus fechorías. Matan a cualquier hora del día, delante de quien sea, sin importar si hieren o matan a gente inocente. Sin tener que sufrir acoso por patanes con las peores intenciones, o ser secuestradas por mareros, violadas etc. La gente quiere poder salir de su casa sabiendo que volverá de su trabajo en una pieza y con vida. Tenemos cárceles infestadas de criminales, especialmente las de alta peligrosidad, como la del Preventivo de la zona 18. Esos reos no están ahí por casualidad, ni por ser unas mansas palomitas. Esa gente con lágrimas pintadas en la mejilla por cada asesinato cometido, cual tatuaje conmemorativo de su hazaña, dudo que conozcan el arrepentimiento. Están tras las rejas porque para ellos, cortarle un dedo a un ser humano es como cortar zanahorias. Para esos seres, que ya no son hombres porque ser hombre implica humanidad y ellos no la tienen, matar es un placer. Entonces, me parece lógico que implementen la pena de muerte al menos para los casos mencionados. Afrontar las consecuencias de sus horrendas acciones es lo menos que pueden hacer.

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