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Ciudadanos armados

María Dolores Arias
01 de septiembre, 2015

El jueves pasado -27 de agosto- miles de ciudadanos se reunieron en diferentes puntos del país para exigir la renuncia del presidente Otto Pérez Molina, esto como respuesta al mensaje transmitido el domingo pasado en el cual anunciaba que no renunciaría

Ese día, miles de personas utilizaron pancartas para expresar su descontento por la situación. Muchas de ellas mostraron el ingenio chapín que aún ante la indignación extraen el humor que nos permite sobrellevar las situaciones adversas. Unas de ellas decía “A ‘los hijos de papi’ también nos importa Guatemala. #TeAmamosGuate”, otra decía “Peligro. Joven, estudiante, parada y armada con una pancarta”.

Ésta última me hizo reflexionar en varios aspectos que hoy les comparto. A través de la historia las Constituciones en el mundo han protegido los derechos individuales de la vida, la libertad y la propiedad. Es por ello que protegen –entre otros- el derecho a expresar libremente el pensamiento y el derecho a tener y portar armas. La Constitución de Guatemala no es la excepción y protege estos derechos en el artículo 35 y 38 respectivamente.

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El derecho a tener y portar armas fue el resultado de intensos debates en los cuales filósofos, estudiosos del derecho y líderes de esa época concluyeron era necesario para garantizar, en situaciones extremas, la legítima defensa del ciudadano frente a criminales o tiranos. Mientras que la libertad de emisión del pensamiento fue otra manera -que los constitucionalistas reconocieron- de limitar el poder de los gobernantes y proteger la vida mediante la protección de la creatividad, ingenio y productividad del ser humano.

Es precisamente el artículo que defiende la libertad de expresión uno de los más poderosos en las Constituciones del mundo, ya que a través de este derecho podemos, en principio, inventar, crear, y desarrollar diversas formas lícitas que nos permitan sostener nuestra vida y la de nuestros seres queridos. Es decir, a través de la libertad de expresión podemos materializar nuestras ideas y desarrollar desde recetas de granizadas, tamales o tostadas hasta aplicaciones para celulares como Duolingo.

Pero la libertad de expresión no tendría sentido sin el componente de fondo, las ideas. Son precisamente estas ideas las que nos permiten desarrollarnos o hundirnos aún más –aunque creamos que eso ya no es posible-.

Es por eso, que el mensaje de Dani -la joven, estudiante, parada y armada con una pancarta- y la de Óscar y Ximena -“los hijos de papi”-, le da hoy título a mi artículo. Ya que ellos son una muestra de los “ciudadanos armados”, armados con pancartas pero lo más importante, lo que nunca debemos perder de vista, es que son ciudadanos armados con ideas claras.

El ciudadano armado con ideas claras sabe que de poco sirve enjuiciar a políticos corruptos si no se cambia el sistema, sabe que estamos enfrentando las consecuencias de un gobierno colapsado por parásitos y saqueadores que viven en un estado benefactor-mercantilista.

El ciudadano armado con ideas claras sabe que no es con más controles como se combate la corrupción sino a través de eliminar las trabas y quitarle poder a los burócratas, es decir, mediante la reducción de la intervención del gobierno en su vida diaria.

Ahora más que nunca la trascendencia de la frase “las ideas tienen consecuencias” es casi palpable. Tenemos el arma más poderosa que cualquier político teme, la capacidad de pensar y expresar libremente nuestros razonamientos. Las ideas que hay detrás de cada pancarta, de cada consigna tienen consecuencias. La calidad de esas ideas determinará si son favorables o desfavorables para establecer las bases de un mejor país, de una República.

Es por eso que el próximo domingo -día de las elecciones generales- cuando los ciudadanos ejerzan su poder con el voto, deberán ir armados con ideas claras. Saben que si quieren un mejor país esto es solo el comienzo y que deberán seguir atentos a las reformas que cambien el sistema benefactor-mercantilista por una República.

Los ciudadanos armados con pancartas son poderosos porque más allá de las pancartas, hay ideas que cambian el mundo.

@Md30

Facebook.com/mda30

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01 de septiembre, 2015

El jueves pasado -27 de agosto- miles de ciudadanos se reunieron en diferentes puntos del país para exigir la renuncia del presidente Otto Pérez Molina, esto como respuesta al mensaje transmitido el domingo pasado en el cual anunciaba que no renunciaría

Ese día, miles de personas utilizaron pancartas para expresar su descontento por la situación. Muchas de ellas mostraron el ingenio chapín que aún ante la indignación extraen el humor que nos permite sobrellevar las situaciones adversas. Unas de ellas decía “A ‘los hijos de papi’ también nos importa Guatemala. #TeAmamosGuate”, otra decía “Peligro. Joven, estudiante, parada y armada con una pancarta”.

Ésta última me hizo reflexionar en varios aspectos que hoy les comparto. A través de la historia las Constituciones en el mundo han protegido los derechos individuales de la vida, la libertad y la propiedad. Es por ello que protegen –entre otros- el derecho a expresar libremente el pensamiento y el derecho a tener y portar armas. La Constitución de Guatemala no es la excepción y protege estos derechos en el artículo 35 y 38 respectivamente.

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El derecho a tener y portar armas fue el resultado de intensos debates en los cuales filósofos, estudiosos del derecho y líderes de esa época concluyeron era necesario para garantizar, en situaciones extremas, la legítima defensa del ciudadano frente a criminales o tiranos. Mientras que la libertad de emisión del pensamiento fue otra manera -que los constitucionalistas reconocieron- de limitar el poder de los gobernantes y proteger la vida mediante la protección de la creatividad, ingenio y productividad del ser humano.

Es precisamente el artículo que defiende la libertad de expresión uno de los más poderosos en las Constituciones del mundo, ya que a través de este derecho podemos, en principio, inventar, crear, y desarrollar diversas formas lícitas que nos permitan sostener nuestra vida y la de nuestros seres queridos. Es decir, a través de la libertad de expresión podemos materializar nuestras ideas y desarrollar desde recetas de granizadas, tamales o tostadas hasta aplicaciones para celulares como Duolingo.

Pero la libertad de expresión no tendría sentido sin el componente de fondo, las ideas. Son precisamente estas ideas las que nos permiten desarrollarnos o hundirnos aún más –aunque creamos que eso ya no es posible-.

Es por eso, que el mensaje de Dani -la joven, estudiante, parada y armada con una pancarta- y la de Óscar y Ximena -“los hijos de papi”-, le da hoy título a mi artículo. Ya que ellos son una muestra de los “ciudadanos armados”, armados con pancartas pero lo más importante, lo que nunca debemos perder de vista, es que son ciudadanos armados con ideas claras.

El ciudadano armado con ideas claras sabe que de poco sirve enjuiciar a políticos corruptos si no se cambia el sistema, sabe que estamos enfrentando las consecuencias de un gobierno colapsado por parásitos y saqueadores que viven en un estado benefactor-mercantilista.

El ciudadano armado con ideas claras sabe que no es con más controles como se combate la corrupción sino a través de eliminar las trabas y quitarle poder a los burócratas, es decir, mediante la reducción de la intervención del gobierno en su vida diaria.

Ahora más que nunca la trascendencia de la frase “las ideas tienen consecuencias” es casi palpable. Tenemos el arma más poderosa que cualquier político teme, la capacidad de pensar y expresar libremente nuestros razonamientos. Las ideas que hay detrás de cada pancarta, de cada consigna tienen consecuencias. La calidad de esas ideas determinará si son favorables o desfavorables para establecer las bases de un mejor país, de una República.

Es por eso que el próximo domingo -día de las elecciones generales- cuando los ciudadanos ejerzan su poder con el voto, deberán ir armados con ideas claras. Saben que si quieren un mejor país esto es solo el comienzo y que deberán seguir atentos a las reformas que cambien el sistema benefactor-mercantilista por una República.

Los ciudadanos armados con pancartas son poderosos porque más allá de las pancartas, hay ideas que cambian el mundo.

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