La respuesta que ofrece el Intuicionismo, del cual es padre el Obispo y filósofo del siglo XVIII Joseph Butler, es que los humanos poseen conocimiento directo de lo bueno y lo malo. El sentido de obligación para hacer lo correcto es absolutamente inmediato y no derivado. La misma respuesta ofrecen David Hume, Adam Smith, William David Ross y Harold Arthur Prichard.
Según Butler, este conocimiento inmediato de lo bueno y lo malo se localiza en una facultad particular: la conciencia. Así como tenemos ojos para ver y oídos para oír, tenemos conciencia para distinguir lo bueno de lo malo, dice. La conciencia es un “principio superior de reflexión”, una facultad que examina, aprueba o desaprueba, las diversas repercusiones de nuestra mente y actos. Sabemos, dice, que tenemos esta facultad, simplemente por observación de nuestra propia experiencia y la ajena.
Prichard sostiene que nuestra apreciación de la moralidad de una acción es inmediata. Nuestro sentido de lo correcto de una acción no es una conclusión de nuestra apreciación de su bondad o de ninguna otra cosa. La convicción de que ciertos actos son obligaciones, son inmediatos.
El intuicionismo sostiene que como la obligación moral es evidente, la razón de por qué ser moral es también evidente. La conciencia nos dicta lo que es correcto, lo que es bueno, cómo debemos actuar. Las convicciones morales de gente reflexiva y bien educada son los datos de la ética.
¿A qué exactamente se refieren los intuicionistas con intuición? En sentido estricto, la intuición es la visión directa de un existente que se muestra de un modo inmediato y concreto, es decir, sin intervención de otros conocimientos. Pero las verdades morales no son evidentes, no se perciben directamente, como lo prueban las posiciones antagónicas de europeos e islámicos. No son evidentes como es el rojo, o lo seco, o lo frio.
El intuicionista piensa que su conciencia le muestra la autoridad de sus intuiciones. ¿Pero cuál es la diferencia entre conciencia y consciencia? Pues conciencia es aquella autoridad interior que manifiesta al humano de manera enteramente personal y forzosamente perceptible lo que debe hacer o dejar de hacer. Y consciencia, con “s”, es la facultad de percibir y conocer la realidad. En los seres humanos es racional, es decir, capaz de conceptualizar. Por tanto el humano puede reflexionar sobre sus acciones, sobre asuntos morales, sobre que debe uno hacer y que no, censurándose o no, aprobando la propia acción o no, o la de otros.
Pero la habilidad de razonar o reflexionar sobre asuntos morales, carece por completo de las características que lo intuicionistas le atribuyen a dicha facultad. Ciertamente no es universal. Cuando se emplea dicha facultad, no siempre se hace razonando bien. Y las personas no llegan a las mismas respuestas o convicciones. Ni tampoco adquirimos conocimiento moral, de verdades morales obvias, simplemente abriendo nuestros “ojos morales”.
La habilidad de pensar sobre asuntos morales no opera automáticamente, depende de la voluntad de cada persona. El que razone bien o no, depende del principio que emplee y la información que considere. La lógica de sus conclusiones depende de las inferencias que haga y la objetividad con que las haga. Un error en cualquier paso de la cadena de inferencias invalida las conclusiones. Además no nacemos con ideas innatas de verdades morales, pues si las tuviéramos, habría más uniformidad en las opiniones morales de la gente. Evidente se refiere a nuestra forma de darnos cuenta de algo, de conocer algo. Lo evidente es lo que se puede conocer directamente, sin referencia a otra cosa, hechos, información o conocimiento. Lo evidente es lo que se presenta disponible a los sentidos.
¿Es cierto que las verdades morales son evidentes? Veamos algunos ejemplos: Es malo engañar; es malo ser polígamo; es malo andar desnudo; es malo no obedecer al marido; es malo abortar; es malo matar; es malo ser desleal; es malo ser orgulloso; es malo ser humilde; es malo ser infiel; es malo ser deshonesto. ¿Son las anteriores verdades evidentes? Lo único obvio de estas afirmaciones es que no son aceptadas por todos. Lo que los intuicionistas afirman que es evidente no es evidente para todos. Los intuicionistas podrían tratar de defender su postura alegando que la mitad de la población mundial, sufre de una conciencia defectuosa que deteriora la habilidad de apreciar lo evidente. Pero este argumento es francamente inverosímil, y destruye el argumento de que todos sabemos lo que es correcto y lo que no. Y si no todos sabemos lo que es correcto y lo que no, entonces se cae el argumento de la conciencia.
Tenemos pues, muchas razones para rechazar la teoría de los intuicionistas, que es una forma de subjetivismo emocional y afirmar con certeza que: Las verdades morales no son evidentes.
Los intuicionistas no pueden explicar la diferencia entre “lo sé por intuición” de “lo creo” o “lo siento”. Por lo tanto las razones que los intuicionistas dan de por qué una persona debe ser moral son totalmente arbitrarias.
La respuesta que ofrece el Intuicionismo, del cual es padre el Obispo y filósofo del siglo XVIII Joseph Butler, es que los humanos poseen conocimiento directo de lo bueno y lo malo. El sentido de obligación para hacer lo correcto es absolutamente inmediato y no derivado. La misma respuesta ofrecen David Hume, Adam Smith, William David Ross y Harold Arthur Prichard.
Según Butler, este conocimiento inmediato de lo bueno y lo malo se localiza en una facultad particular: la conciencia. Así como tenemos ojos para ver y oídos para oír, tenemos conciencia para distinguir lo bueno de lo malo, dice. La conciencia es un “principio superior de reflexión”, una facultad que examina, aprueba o desaprueba, las diversas repercusiones de nuestra mente y actos. Sabemos, dice, que tenemos esta facultad, simplemente por observación de nuestra propia experiencia y la ajena.
Prichard sostiene que nuestra apreciación de la moralidad de una acción es inmediata. Nuestro sentido de lo correcto de una acción no es una conclusión de nuestra apreciación de su bondad o de ninguna otra cosa. La convicción de que ciertos actos son obligaciones, son inmediatos.
El intuicionismo sostiene que como la obligación moral es evidente, la razón de por qué ser moral es también evidente. La conciencia nos dicta lo que es correcto, lo que es bueno, cómo debemos actuar. Las convicciones morales de gente reflexiva y bien educada son los datos de la ética.
¿A qué exactamente se refieren los intuicionistas con intuición? En sentido estricto, la intuición es la visión directa de un existente que se muestra de un modo inmediato y concreto, es decir, sin intervención de otros conocimientos. Pero las verdades morales no son evidentes, no se perciben directamente, como lo prueban las posiciones antagónicas de europeos e islámicos. No son evidentes como es el rojo, o lo seco, o lo frio.
El intuicionista piensa que su conciencia le muestra la autoridad de sus intuiciones. ¿Pero cuál es la diferencia entre conciencia y consciencia? Pues conciencia es aquella autoridad interior que manifiesta al humano de manera enteramente personal y forzosamente perceptible lo que debe hacer o dejar de hacer. Y consciencia, con “s”, es la facultad de percibir y conocer la realidad. En los seres humanos es racional, es decir, capaz de conceptualizar. Por tanto el humano puede reflexionar sobre sus acciones, sobre asuntos morales, sobre que debe uno hacer y que no, censurándose o no, aprobando la propia acción o no, o la de otros.
Pero la habilidad de razonar o reflexionar sobre asuntos morales, carece por completo de las características que lo intuicionistas le atribuyen a dicha facultad. Ciertamente no es universal. Cuando se emplea dicha facultad, no siempre se hace razonando bien. Y las personas no llegan a las mismas respuestas o convicciones. Ni tampoco adquirimos conocimiento moral, de verdades morales obvias, simplemente abriendo nuestros “ojos morales”.
La habilidad de pensar sobre asuntos morales no opera automáticamente, depende de la voluntad de cada persona. El que razone bien o no, depende del principio que emplee y la información que considere. La lógica de sus conclusiones depende de las inferencias que haga y la objetividad con que las haga. Un error en cualquier paso de la cadena de inferencias invalida las conclusiones. Además no nacemos con ideas innatas de verdades morales, pues si las tuviéramos, habría más uniformidad en las opiniones morales de la gente. Evidente se refiere a nuestra forma de darnos cuenta de algo, de conocer algo. Lo evidente es lo que se puede conocer directamente, sin referencia a otra cosa, hechos, información o conocimiento. Lo evidente es lo que se presenta disponible a los sentidos.
¿Es cierto que las verdades morales son evidentes? Veamos algunos ejemplos: Es malo engañar; es malo ser polígamo; es malo andar desnudo; es malo no obedecer al marido; es malo abortar; es malo matar; es malo ser desleal; es malo ser orgulloso; es malo ser humilde; es malo ser infiel; es malo ser deshonesto. ¿Son las anteriores verdades evidentes? Lo único obvio de estas afirmaciones es que no son aceptadas por todos. Lo que los intuicionistas afirman que es evidente no es evidente para todos. Los intuicionistas podrían tratar de defender su postura alegando que la mitad de la población mundial, sufre de una conciencia defectuosa que deteriora la habilidad de apreciar lo evidente. Pero este argumento es francamente inverosímil, y destruye el argumento de que todos sabemos lo que es correcto y lo que no. Y si no todos sabemos lo que es correcto y lo que no, entonces se cae el argumento de la conciencia.
Tenemos pues, muchas razones para rechazar la teoría de los intuicionistas, que es una forma de subjetivismo emocional y afirmar con certeza que: Las verdades morales no son evidentes.
Los intuicionistas no pueden explicar la diferencia entre “lo sé por intuición” de “lo creo” o “lo siento”. Por lo tanto las razones que los intuicionistas dan de por qué una persona debe ser moral son totalmente arbitrarias.