Los ataques terroristas del viernes en París, nos dejan en claro que no existe tal cosa como un país exento del terrorismo, en todo el planeta, y que no realizamos lo que esta amenaza mundial significa hasta que no tiene lugar en un escenario que consideramos “nuestro”, en el Hemisferio Occidental. Bombas fueron usadas por Hezbollah y ISIS en Beirut y Bagdad, respectivamente, el día antes, dejando múltiples víctimas entre muertos y heridos. En lo que va del 2015 hemos visto ataques en todos los continentes, sin excepción. Siendo todos y cada uno deplorables, era de esperarse que el tema se tornara candente en Europa dadas las condiciones sociales en un ambiente que se está demostrando propicio para este tipo de episodios. ISIS ya emitió amenazas creíbles contra Londres y Moscú, y se están poniendo en alerta en otras ciudades europeas. El terrorismo es hoy por hoy una realidad latente en una Europa sumida en el extremo de lo políticamente correcto, terreno fértil para el fanatismo que lleva al odio que alimenta el terrorismo. Esa mentalidad le ha impedido imponer medidas más drásticas a la inmigración, proteger su identidad nacional en pro de la tolerancia, recordando que si bien es un continente pequeño, cada país posee una identidad nacional propia y bien definida. Y por la así llamada protección de los derechos individuales, terminamos respetando los de esos asesinos psicopáticos también. Todo por la famosa tolerancia.
Si damos un vistazo a la historia de ataques terroristas en Francia veremos que lo sucedido el viernes no es nuevo. Entre muchos otros, les enumero los más significativos por el número de víctimas. El 18 de junio de 1961 estalló una bomba en un tren de Viltry-Le-Francois por la Organisación de la Armada Secreta, que causó 28 muertos y más de 100 heridos. Carlos el Chacal dejó 34 heridos y 2 muertos en un ataque con granadas el 15 de septiembre de 1974 y 24 heridos sin muertos entre el 13 y el 19 de enero de 1975 en una serie de ataques en el Aeropuerto de Orly. El 27 de marzo de 1979 una bomba de un grupo anti Semita dejó 32 heridos en un hostal de estudiantes judíos. El 3 de octubre de 1980 hubo 2 muertos y 34 heridos en un ataque a una sinagoga. El 15 de julio de 1983 hubo 8 muertos y 56 heridos en otro ataque en Orly. Entre el 5 y el 15 de septiembre de 1986 hubo 131 heridos y 5 muertos por 4 bombas en diversos puntos de la ciudad atribuidos a Hezbollah y sus amigos. Entre Julio y Octubre de 1995 hubo más de 140 heridos y 8 fallecidos a raíz de 8 ataques con bombas en el Metro de París, de nuevo un grupo extremista islámico. Y el 3 de diciembre de 1996 hubo otra bomba que dejó 170 heridos y 4 muertos, de nuevo por un grupo extremista islámico. Estos son sólo unos pocos de los más de 54 (si, cincuenta y cuatro) ataques sólo en el Siglo XX.
En el Siglo XXI lleva 14 ataques siendo los peores los del 7 al 9 de enero del 2015 contra Charlie Hebdo que dejaron 20 muertos y 22 heridos y el del viernes que ha sido una carnicería realizada en restaurantes, centros de diversión musical y en un partido de fútbol. Cualquiera pensaría que los más de 60 muertos y más de 70 heridos por ataques terroristas sufridos en Francia sólo en el 2015 las autoridades y la sociedad francesa restringirían en algo sus medidas de seguridad. Según reportajes en diversos medios del 11 de enero del 2015, varias células terorristas están activas en Francia. Las autoridades en Francia pidieron a los miembros de las fuerzas de seguridad que eliminaran su información de las redes sociales y salieran armados siempre. Varias colaboraciones con servicios secretos de diversos países incluyendo Estados Unidos e Israel fueron redoblados. Sin embargo, si bien varios líderes del Mundo Árabe se mostraran solidarios y protestaran contra los ataques terroristas, es obvio que a los extremistas esto no les podría importar menos. Mientras los pueblos de donde se originan los extremistas mismos no reaccionen y hagan algo para eliminar esas manzanas podridas, el problema persistirá. El problema no radica en las religiones en sí, sino más bien en las interpretaciones que se dan de las mismas. Sea cual sea la creencia religiosa, es el extremismo y la mala interpretación que arbitrariamente se da a los preceptos lo que contamina la mentes y el alma del individuo. Si un niño crezca viendo caricaturas de un ratón que asemeja a Mickey Mouse que le dice “muerte a Israel” y “tienes que matar a todos los judíos” el cáncer del terrorismo seguirá creciendo alimentado por la desesperación de un futuro incierto, de la pobreza, la ignorancia y la injusticia.
La xenofobia no es buena, ningún extremo lo es, incluyendo la tolerancia ante exigencias absurdas de quienes llegan a nuestros países buscando nuevos horizontes. Me parece injusto que a nosotros los turistas occidentales nos exijan cosas que luego no están dispuestos a reciprocar en el mundo islámico. Un visitante, un huésped no tiene porqué imponer su forma de vivir, de vestir, y de pensar en el país que le abrió las puertas. Lo que haga en su casa, en privado, es asunto suyo, pero deben respetar las leyes, asimilar la cultura, el idioma y respetar las costumbres del país anfitrión. Quizás suene pesimista, pero me temo que sea algo tarde para tratar de dar marcha atrás a esta ola de violencia que no es más que una creciente. El mes pasado desmantelaron una célula terrorista en Milán. Cuantos ejemplos hemos visto en Londres, en Dinamarca, en Suecia, en Grecia y en España. Y lo peor es que estos atacantes han resultado ser, como los del 11 de septiembre, gente educada en Occidente, gente que inclusive ha nacido en nuestro lado del mundo. No precisamente jóvenes sin presente y sin futuro como los que pululan en Medio Oriente y sueñan con sus vírgenes y con convertirse en “héroes”. ¿Qué hace entonces a estos jóvenes odiar su país de nacimiento o residencia tanto? O bien, ¿Qué o quién y porqué se les llena el alma de odio?
Los únicos que pueden realmente controlar a estos monstruos terroristas son sus mismos coetáneos. Los buenos son más en Medio Oriente, espero. Es hora que alcen la voz y ayuden a neutralizar a estos pocos fanáticos y con ello, no sólo pondrían orden en su propia tierra, sino que además lograrían dar estabilidad al mundo. Si no hacen algo pronto en Medio Oriente, las palabras proféticas de Gaddafi se harán realidad. Y en Occidente, creo que el peligro es balancear libertad individual con las prácticas de inteligencia indispensables para continuar desmantelando células y previniendo ataques.
Los ataques terroristas del viernes en París, nos dejan en claro que no existe tal cosa como un país exento del terrorismo, en todo el planeta, y que no realizamos lo que esta amenaza mundial significa hasta que no tiene lugar en un escenario que consideramos “nuestro”, en el Hemisferio Occidental. Bombas fueron usadas por Hezbollah y ISIS en Beirut y Bagdad, respectivamente, el día antes, dejando múltiples víctimas entre muertos y heridos. En lo que va del 2015 hemos visto ataques en todos los continentes, sin excepción. Siendo todos y cada uno deplorables, era de esperarse que el tema se tornara candente en Europa dadas las condiciones sociales en un ambiente que se está demostrando propicio para este tipo de episodios. ISIS ya emitió amenazas creíbles contra Londres y Moscú, y se están poniendo en alerta en otras ciudades europeas. El terrorismo es hoy por hoy una realidad latente en una Europa sumida en el extremo de lo políticamente correcto, terreno fértil para el fanatismo que lleva al odio que alimenta el terrorismo. Esa mentalidad le ha impedido imponer medidas más drásticas a la inmigración, proteger su identidad nacional en pro de la tolerancia, recordando que si bien es un continente pequeño, cada país posee una identidad nacional propia y bien definida. Y por la así llamada protección de los derechos individuales, terminamos respetando los de esos asesinos psicopáticos también. Todo por la famosa tolerancia.
Si damos un vistazo a la historia de ataques terroristas en Francia veremos que lo sucedido el viernes no es nuevo. Entre muchos otros, les enumero los más significativos por el número de víctimas. El 18 de junio de 1961 estalló una bomba en un tren de Viltry-Le-Francois por la Organisación de la Armada Secreta, que causó 28 muertos y más de 100 heridos. Carlos el Chacal dejó 34 heridos y 2 muertos en un ataque con granadas el 15 de septiembre de 1974 y 24 heridos sin muertos entre el 13 y el 19 de enero de 1975 en una serie de ataques en el Aeropuerto de Orly. El 27 de marzo de 1979 una bomba de un grupo anti Semita dejó 32 heridos en un hostal de estudiantes judíos. El 3 de octubre de 1980 hubo 2 muertos y 34 heridos en un ataque a una sinagoga. El 15 de julio de 1983 hubo 8 muertos y 56 heridos en otro ataque en Orly. Entre el 5 y el 15 de septiembre de 1986 hubo 131 heridos y 5 muertos por 4 bombas en diversos puntos de la ciudad atribuidos a Hezbollah y sus amigos. Entre Julio y Octubre de 1995 hubo más de 140 heridos y 8 fallecidos a raíz de 8 ataques con bombas en el Metro de París, de nuevo un grupo extremista islámico. Y el 3 de diciembre de 1996 hubo otra bomba que dejó 170 heridos y 4 muertos, de nuevo por un grupo extremista islámico. Estos son sólo unos pocos de los más de 54 (si, cincuenta y cuatro) ataques sólo en el Siglo XX.
En el Siglo XXI lleva 14 ataques siendo los peores los del 7 al 9 de enero del 2015 contra Charlie Hebdo que dejaron 20 muertos y 22 heridos y el del viernes que ha sido una carnicería realizada en restaurantes, centros de diversión musical y en un partido de fútbol. Cualquiera pensaría que los más de 60 muertos y más de 70 heridos por ataques terroristas sufridos en Francia sólo en el 2015 las autoridades y la sociedad francesa restringirían en algo sus medidas de seguridad. Según reportajes en diversos medios del 11 de enero del 2015, varias células terorristas están activas en Francia. Las autoridades en Francia pidieron a los miembros de las fuerzas de seguridad que eliminaran su información de las redes sociales y salieran armados siempre. Varias colaboraciones con servicios secretos de diversos países incluyendo Estados Unidos e Israel fueron redoblados. Sin embargo, si bien varios líderes del Mundo Árabe se mostraran solidarios y protestaran contra los ataques terroristas, es obvio que a los extremistas esto no les podría importar menos. Mientras los pueblos de donde se originan los extremistas mismos no reaccionen y hagan algo para eliminar esas manzanas podridas, el problema persistirá. El problema no radica en las religiones en sí, sino más bien en las interpretaciones que se dan de las mismas. Sea cual sea la creencia religiosa, es el extremismo y la mala interpretación que arbitrariamente se da a los preceptos lo que contamina la mentes y el alma del individuo. Si un niño crezca viendo caricaturas de un ratón que asemeja a Mickey Mouse que le dice “muerte a Israel” y “tienes que matar a todos los judíos” el cáncer del terrorismo seguirá creciendo alimentado por la desesperación de un futuro incierto, de la pobreza, la ignorancia y la injusticia.
La xenofobia no es buena, ningún extremo lo es, incluyendo la tolerancia ante exigencias absurdas de quienes llegan a nuestros países buscando nuevos horizontes. Me parece injusto que a nosotros los turistas occidentales nos exijan cosas que luego no están dispuestos a reciprocar en el mundo islámico. Un visitante, un huésped no tiene porqué imponer su forma de vivir, de vestir, y de pensar en el país que le abrió las puertas. Lo que haga en su casa, en privado, es asunto suyo, pero deben respetar las leyes, asimilar la cultura, el idioma y respetar las costumbres del país anfitrión. Quizás suene pesimista, pero me temo que sea algo tarde para tratar de dar marcha atrás a esta ola de violencia que no es más que una creciente. El mes pasado desmantelaron una célula terrorista en Milán. Cuantos ejemplos hemos visto en Londres, en Dinamarca, en Suecia, en Grecia y en España. Y lo peor es que estos atacantes han resultado ser, como los del 11 de septiembre, gente educada en Occidente, gente que inclusive ha nacido en nuestro lado del mundo. No precisamente jóvenes sin presente y sin futuro como los que pululan en Medio Oriente y sueñan con sus vírgenes y con convertirse en “héroes”. ¿Qué hace entonces a estos jóvenes odiar su país de nacimiento o residencia tanto? O bien, ¿Qué o quién y porqué se les llena el alma de odio?
Los únicos que pueden realmente controlar a estos monstruos terroristas son sus mismos coetáneos. Los buenos son más en Medio Oriente, espero. Es hora que alcen la voz y ayuden a neutralizar a estos pocos fanáticos y con ello, no sólo pondrían orden en su propia tierra, sino que además lograrían dar estabilidad al mundo. Si no hacen algo pronto en Medio Oriente, las palabras proféticas de Gaddafi se harán realidad. Y en Occidente, creo que el peligro es balancear libertad individual con las prácticas de inteligencia indispensables para continuar desmantelando células y previniendo ataques.