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Aprendamos de las crisis ajenas

Betty Marroquin
12 de noviembre, 2015

Veamos lo que está sucediendo en nuestro hermano país, El Salvador. Luego de que Arena gobernara por tres períodos, con toda la corrupción y los errores que quieran, toca admitir que El Salvador logró desarrollar una economía más pujante, las maras no circulaban feliz de la vida por absolutamente todas las áreas del país, la inversión extranjera llegaba, y el futuro en general parecía prometedor, con todo y los retos. El pueblo, escuchando a los mismos resentidos de siempre, eligió al FMLN para dirigir sus destinos y no contentos con un período, los reeligieron para uno consecutivo. Hoy día, se encuentran afrontando la peor crisis socio-económica de sus tiempos modernos, y el futuro parece bastante empedrado y cuesta arriba. La pregunta es si el pueblo estará aprendiendo la lección y como en Argentina, voltearán hacia nuevos horizontes menos izquierdistas, o continuarán como en Venezuela y Bolivia, hundiéndose en arena movediza.

Lo que nos lleva a ese caso tan triste que es la Venezuela caótica de hoy. Un escenario tan complejo, que justo cuando uno piensa que ya tocó fondo sucede algo más que demuestra que aún puede empeorar. La situación es desesperada. Las instituciones del Estado es también una verdadera mafia, el sector productivo tiene anemia crónica, la crisis social es profunda, el malestar generalizado se prolonga por un temor latente. Me pregunto cuanto tiempo más soportará el pueblo venezolano vivir en semejantes condiciones. Y para mientras, un país que era exportador de carne, con una sana industria ovípara, hoy día importa carne, pollo, leche, huevos, etc. y su petróleo ya no vale gran cosa.

Volviendo a Centroamérica, me viene en mente el caso de Honduras. Es un país tan fértil y tan verde que podría tener una agro-industria aún más próspera (especialmente porque tienen una excelsa fuente de conocimiento en el ramo como lo es la famosa Escuela Agrícola Panamericana el Zamorano). Con una población en torno a los 8 millones y valiosos recursos naturales, debiera estar en una situación muchísima más estable y holgada. Sin embargo, abriga una de las ciudades más violentas del mundo: San Pedro Sula. Como si todos los retos económicos que enfrenta, de sus problemas institucionales y la crisis política típicos de la región no fuesen suficientes, actualmente se ha visto sacudida por un verdadero sisma a nivel empresarial. Me refiero a las acusaciones de lavado de dinero y narcotráfico que enfrenta una de las familias pilares de la economía hondureña: la familia Rosenthal. El caso Rosenthal es un shock y un ejemplo que confirma que nadie está sobre la Ley y que tarde o temprano, quienes abusan de su poder tienden a caer, pero es importante darles el beneficio de la duda y la presunción de inocencia. Cuando suceden estas situaciones que otrora parecieran imposibles de acontecer, sobran los comentarios en contra del sector privado en general, y normalmente provenientes de todos los que ven a quienes tienen ese poder como enemigos, culpándolos de males sociales y demás. A esas personas les pregunto si se han puesto a pensar cuantas familias en nuestros países llevan pan a su mesa gracias a los empleos estables que el sector productivo genera, y si fueran tan malos empleadores, como explican que los trabajadores se quedan décadas trabajando para las mismas empresas.

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Con esto, sólo quiero subrayar que la crisis está en todos los sectores, en todas las sociedades de todas las corrientes ideológicas, con el denominador común de la corrupción, la ignorancia e instituciones raquíticas.

Nuestra Guatemala, tomó ejemplo de lo que está sucediendo en El Salvador, en Venezuela y en Honduras dándole la oportunidad a un hombre no político ni de aparente tendencia ideológica extrema para que nos dirija y debiéramos darle el beneficio de la duda. Sin embargo, el futuro Presidente no debe ni siquiera considerar el imitar políticas fallidas de estos países, y más bien copiar las fórmulas que funcionan aún con imperfecciones, de países como Colombia o Chile, donde las instituciones son fuertes, el combate a la corrupción evidente, y el compromiso con la nación es firme. El futuro gobierno debe ser lo suficientemente hábil para distinguir las minas antes de pararse en ellas, buscar los mecanismos adecuados para resolver, cambiar, modificar y crear políticas coherentes y lógicas que sienten las bases sobre las cuales deseamos edificar esta nueva Guatemala. Pero no lograremos mayor cosa si no aprendemos de los errores ajenos, y tiramos todos para diferente lado, pensando únicamente en nuestra nariz, sin visión de nación y de largo plazo.

El compromiso es con sus hijos, a quienes debemos heredar una Guatemala mejor.

Aprendamos de las crisis ajenas

Betty Marroquin
12 de noviembre, 2015

Veamos lo que está sucediendo en nuestro hermano país, El Salvador. Luego de que Arena gobernara por tres períodos, con toda la corrupción y los errores que quieran, toca admitir que El Salvador logró desarrollar una economía más pujante, las maras no circulaban feliz de la vida por absolutamente todas las áreas del país, la inversión extranjera llegaba, y el futuro en general parecía prometedor, con todo y los retos. El pueblo, escuchando a los mismos resentidos de siempre, eligió al FMLN para dirigir sus destinos y no contentos con un período, los reeligieron para uno consecutivo. Hoy día, se encuentran afrontando la peor crisis socio-económica de sus tiempos modernos, y el futuro parece bastante empedrado y cuesta arriba. La pregunta es si el pueblo estará aprendiendo la lección y como en Argentina, voltearán hacia nuevos horizontes menos izquierdistas, o continuarán como en Venezuela y Bolivia, hundiéndose en arena movediza.

Lo que nos lleva a ese caso tan triste que es la Venezuela caótica de hoy. Un escenario tan complejo, que justo cuando uno piensa que ya tocó fondo sucede algo más que demuestra que aún puede empeorar. La situación es desesperada. Las instituciones del Estado es también una verdadera mafia, el sector productivo tiene anemia crónica, la crisis social es profunda, el malestar generalizado se prolonga por un temor latente. Me pregunto cuanto tiempo más soportará el pueblo venezolano vivir en semejantes condiciones. Y para mientras, un país que era exportador de carne, con una sana industria ovípara, hoy día importa carne, pollo, leche, huevos, etc. y su petróleo ya no vale gran cosa.

Volviendo a Centroamérica, me viene en mente el caso de Honduras. Es un país tan fértil y tan verde que podría tener una agro-industria aún más próspera (especialmente porque tienen una excelsa fuente de conocimiento en el ramo como lo es la famosa Escuela Agrícola Panamericana el Zamorano). Con una población en torno a los 8 millones y valiosos recursos naturales, debiera estar en una situación muchísima más estable y holgada. Sin embargo, abriga una de las ciudades más violentas del mundo: San Pedro Sula. Como si todos los retos económicos que enfrenta, de sus problemas institucionales y la crisis política típicos de la región no fuesen suficientes, actualmente se ha visto sacudida por un verdadero sisma a nivel empresarial. Me refiero a las acusaciones de lavado de dinero y narcotráfico que enfrenta una de las familias pilares de la economía hondureña: la familia Rosenthal. El caso Rosenthal es un shock y un ejemplo que confirma que nadie está sobre la Ley y que tarde o temprano, quienes abusan de su poder tienden a caer, pero es importante darles el beneficio de la duda y la presunción de inocencia. Cuando suceden estas situaciones que otrora parecieran imposibles de acontecer, sobran los comentarios en contra del sector privado en general, y normalmente provenientes de todos los que ven a quienes tienen ese poder como enemigos, culpándolos de males sociales y demás. A esas personas les pregunto si se han puesto a pensar cuantas familias en nuestros países llevan pan a su mesa gracias a los empleos estables que el sector productivo genera, y si fueran tan malos empleadores, como explican que los trabajadores se quedan décadas trabajando para las mismas empresas.

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Nuestra Guatemala, tomó ejemplo de lo que está sucediendo en El Salvador, en Venezuela y en Honduras dándole la oportunidad a un hombre no político ni de aparente tendencia ideológica extrema para que nos dirija y debiéramos darle el beneficio de la duda. Sin embargo, el futuro Presidente no debe ni siquiera considerar el imitar políticas fallidas de estos países, y más bien copiar las fórmulas que funcionan aún con imperfecciones, de países como Colombia o Chile, donde las instituciones son fuertes, el combate a la corrupción evidente, y el compromiso con la nación es firme. El futuro gobierno debe ser lo suficientemente hábil para distinguir las minas antes de pararse en ellas, buscar los mecanismos adecuados para resolver, cambiar, modificar y crear políticas coherentes y lógicas que sienten las bases sobre las cuales deseamos edificar esta nueva Guatemala. Pero no lograremos mayor cosa si no aprendemos de los errores ajenos, y tiramos todos para diferente lado, pensando únicamente en nuestra nariz, sin visión de nación y de largo plazo.

El compromiso es con sus hijos, a quienes debemos heredar una Guatemala mejor.

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