Estuve lejos de mi terruño por poco más de veinte años, y ahora que la vida me ha traído a vivir en Guatemala, me he vuelto a enamorar de mi país. Tenemos una patria verde, como la describe Virgilio Rodríguez Macal con todo su Misterio y frondosa como su famosa Guayacán. Una patria con una historia rica y milenaria, que ha visto el esplendor de la civilización Maya antes de la venida de Jesucristo. Ya se que muchos ven “la conquista” como un período obscuro de nuestra Historia, pero saben que les digo, sin conquista, no tendríamos esa joya que llamamos Antigua Guatemala. Y así tantos y tantos lugares hermosos, los más regalo de Dios, los menos edificados por el hombre, pero en conjunto hacen de Guatemala un país especial y privilegiado. Cuando uno viaja por el altiplano, las vistas entre nubes, esa neblina densa, el verde profundo, las siembras ordenadas, los animales de corral, y las sonrisas de la gente que lo saluda a uno al pasar, hacen del interior un paisaje especial y único. Guatemala, decía mi tío Luis Alberto, es tan fértil, que “si uno tira una semilla al suelo sólo así, pega”. Tenía razón (excepto para el limón siciliano que no se da, no se porqué).
Nuestra Guatemala es tierra de enorme riqueza natural, flora y fauna bendecidas, vistas monumentales, lagos profundos, ríos potentes, volcanes majestuosos, selvas milenarias, y nosotros, los guatemaltecos debemos cuidar toda esa riqueza. Desde no tirar el chicle a la calle (mata las aves que se ahogan al comerlo) hasta no tirar basura en otro sitio que no sea el basurero (y a falta de, lleve su basura a su casa y la tira en SU basurero), es importante comprender que todos esos detalles, esas pequeñas acciones, hacen de nuestro país un lugar mejor para vivir, o peor.
Lo que quiero transmitirles con estas reflexiones sobre nuestra Guatemala es que son nuestras acciones las que hacen la diferencia. Es con hechos, con obras, que realmente mejoramos o empeoramos nuestra realidad, y a su vez, es con la ausencia de los mismos que la situación no cambia.
Esto me trae al punto medular de este pensamiento, las elecciones. El domingo elegiremos al próximo Presidente Constitucional de la República de Guatemala, nada más y nada menos. Debemos elegir entre dos opciones que muchos hubiéramos preferido fueran otras. Sin embargo, entre estas debemos elegir y votar nulo es correr un riesgo, si bien las encuestas marcan una tendencia clarísima. Espero tanto que el amor patrio, la lógica y la buena memoria imperen en el voto de la capital este domingo. Ya ni me molestaré en refrescarles las virtudes y defectos de ambos candidatos, creo que las tenemos presentes todos en la capital. Lo único que quisiera es hacer un llamado al voto. Demostremos nuevamente que el civismo ha finalmente entrado en nuestra psiquis y que estamos plenamente consientes que debemos ejercer ese derecho, que es a su vez, una responsabilidad ciudadana.
Así que a votar se ha dicho. Debemos acudir a las urnas el domingo y elegir la mejor de las dos opciones. Nosotros, los chapines que amamos el sueño de una Guatemala próspera, libre, soberana y donde las oportunidades sean mejores para la gran mayoría, tenemos ahora más que nunca la obligación de votar, y luego, continuar trabajando y vigilando que la nación vaya hacia adelante, porque para atrás, ¡ni para agarrar aviada!
Estuve lejos de mi terruño por poco más de veinte años, y ahora que la vida me ha traído a vivir en Guatemala, me he vuelto a enamorar de mi país. Tenemos una patria verde, como la describe Virgilio Rodríguez Macal con todo su Misterio y frondosa como su famosa Guayacán. Una patria con una historia rica y milenaria, que ha visto el esplendor de la civilización Maya antes de la venida de Jesucristo. Ya se que muchos ven “la conquista” como un período obscuro de nuestra Historia, pero saben que les digo, sin conquista, no tendríamos esa joya que llamamos Antigua Guatemala. Y así tantos y tantos lugares hermosos, los más regalo de Dios, los menos edificados por el hombre, pero en conjunto hacen de Guatemala un país especial y privilegiado. Cuando uno viaja por el altiplano, las vistas entre nubes, esa neblina densa, el verde profundo, las siembras ordenadas, los animales de corral, y las sonrisas de la gente que lo saluda a uno al pasar, hacen del interior un paisaje especial y único. Guatemala, decía mi tío Luis Alberto, es tan fértil, que “si uno tira una semilla al suelo sólo así, pega”. Tenía razón (excepto para el limón siciliano que no se da, no se porqué).
Nuestra Guatemala es tierra de enorme riqueza natural, flora y fauna bendecidas, vistas monumentales, lagos profundos, ríos potentes, volcanes majestuosos, selvas milenarias, y nosotros, los guatemaltecos debemos cuidar toda esa riqueza. Desde no tirar el chicle a la calle (mata las aves que se ahogan al comerlo) hasta no tirar basura en otro sitio que no sea el basurero (y a falta de, lleve su basura a su casa y la tira en SU basurero), es importante comprender que todos esos detalles, esas pequeñas acciones, hacen de nuestro país un lugar mejor para vivir, o peor.
Lo que quiero transmitirles con estas reflexiones sobre nuestra Guatemala es que son nuestras acciones las que hacen la diferencia. Es con hechos, con obras, que realmente mejoramos o empeoramos nuestra realidad, y a su vez, es con la ausencia de los mismos que la situación no cambia.
Esto me trae al punto medular de este pensamiento, las elecciones. El domingo elegiremos al próximo Presidente Constitucional de la República de Guatemala, nada más y nada menos. Debemos elegir entre dos opciones que muchos hubiéramos preferido fueran otras. Sin embargo, entre estas debemos elegir y votar nulo es correr un riesgo, si bien las encuestas marcan una tendencia clarísima. Espero tanto que el amor patrio, la lógica y la buena memoria imperen en el voto de la capital este domingo. Ya ni me molestaré en refrescarles las virtudes y defectos de ambos candidatos, creo que las tenemos presentes todos en la capital. Lo único que quisiera es hacer un llamado al voto. Demostremos nuevamente que el civismo ha finalmente entrado en nuestra psiquis y que estamos plenamente consientes que debemos ejercer ese derecho, que es a su vez, una responsabilidad ciudadana.
Así que a votar se ha dicho. Debemos acudir a las urnas el domingo y elegir la mejor de las dos opciones. Nosotros, los chapines que amamos el sueño de una Guatemala próspera, libre, soberana y donde las oportunidades sean mejores para la gran mayoría, tenemos ahora más que nunca la obligación de votar, y luego, continuar trabajando y vigilando que la nación vaya hacia adelante, porque para atrás, ¡ni para agarrar aviada!