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Valeria Sierra: “La disciplina me permite seguir y construir”

Sierra es estudiante de octavo semestre de Ingeniería Química en la Universidad del Valle, es la primera guatemalteca en obtener un curso de entrenamiento para astronautas.

Foto República: Diego Cabrera
Ana González
05 de octubre, 2025

Con apenas 21 años, Valeria Sierra está escribiendo una historia que inspira. Estudiante de Ingeniería Química en la Universidad del Valle, se convirtió en la primera guatemalteca en obtener una beca para cursar el programa Fundamentos de Astronáutica en el Instituto Internacional de Ciencias Aeronáuticas (IIAS), relacionado con la NASA. Detrás de este reconocimiento internacional no solo hay disciplina académica y liderazgo estudiantil, sino también una fortaleza nacida de la adversidad: la pérdida de tres seres queridos. Esta entrevista abre la puerta a su mundo, a sus sueños y a la resiliencia que la impulsa a mirar siempre hacia las estrellas.

¿Cómo obtuvo el curso en el Instituto Internacional de Ciencias Aeronáuticas?

—  Hace dos años inicié un proyecto de investigación para desarrollar un concreto elaborado solo con ceniza de bagazo de caña, cuya composición química es similar al regolito lunar. El objetivo es crear una metodología que permita fabricar concreto en el espacio y construir bases lunares, evitando transportar materiales desde la Tierra. Ganamos el primer lugar y una beca completa para el curso de Fundamentos de Astronáutica.

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¿Cuánto tiempo duró el curso y qué tipo de contenidos abordaron?

—  Primero llevé un mes de clases en línea, con teoría sobre hipoxia, nubes nacientes, simulación de microgravedad y reacciones del cuerpo en condiciones extremas. Luego tuve una semana intensiva en Estados Unidos, con tres entrenamientos principales. El primero fue en una cámara hiperbárica, que simula la altitud de una nave espacial: a mayor altura, menos oxígeno. El cuerpo reacciona con dolor de cabeza, mareos, visión borrosa o euforia; una compañera incluso reía sin control. En mi caso no sentí nada, lo más riesgoso, pues en una misión real no percibir la falta de oxígeno podría ser fatal.

¿Este curso es un paso previo para convertirse en astronauta?

—  Es un requisito esencial en el Instituto, pues brinda la base teórica necesaria para continuar estudios avanzados y aspirar a ser astronauta.

¿Es posible continuar o el costo es demasiado alto sin beca?

— Es alto el costo. Pero yo soy de esas personas que tienen fe, y de alguna u otra forma se puede conseguir lo que uno quiere.

¿Siempre fue disciplinada en tus estudios desde pequeña?

— Siempre he sido curiosa, y se lo debo a mi mamá. Nunca me exigió buenas notas; aprender era por gusto propio. Me enseñó a preguntar, aceptar y buscar alternativas. Apoyó todas mis etapas, incluso cuando elegí diseño gráfico, sugiriendo opciones sin descartar nada. Su guía ha sido clave.

¿Dónde estudió antes de la universidad? ¿Siempre fue su primera opción la Universidad del Valle?

— Estudié en el IGA. Y sí, la Universidad del Valle fue siempre mi primera opción.

¿Siempre se le hicieron fáciles las matemáticas o fue más por esfuerzo?

— De niña, los estudios me parecían fáciles, pero al llegar a básicos y bachillerato todo cambió. Descubrí que no todo es sencillo y necesitaba un esfuerzo extra. Desde preprimaria había sido aplicada, pero el nuevo ritmo del IGA, sin mis amigos y con miedo a lo desconocido, me obligó a adaptar mi metodología y estudiar por mi cuenta. Ese miedo se convirtió en motivación para esforzarme más y superar los desafíos.

¿Cuáles son sus aspiraciones profesionales ahora?

— Cada vez que me hacen esta pregunta no puedo dar una sola respuesta, porque me gustan muchas cosas. Por ejemplo, ahora que estudio Ingeniería Química, me gusta mucho la energía renovable. Actualmente tengo una empresa que es de biodiesel, se llama Biodelta. Esta parte de emprendimiento también me gusta, pero también pienso: “¿De qué voy a vivir?” Por eso es otra área que me apasiona y busco desarrollarme, porque no todo es color de rosas y no siempre voy a conseguir becas. Me gusta desarrollarme en esta área de emprendimiento. Somos actualmente cuatro socios, y los cuatro somos ingenieros químicos.

¿Se conocieron en la universidad para formar Biodelta?

— Nos conocimos en la universidad. Hace dos años me uní a un proyecto de biodiesel y lo innovamos, mejorando una metodología de 17 años. Participamos en la competencia de emprendimiento social Whole Price, ganamos en Guatemala y representamos al país en Dubái con Biodelta. Esto permitió que nuestro proyecto se convirtiera en spin-off de la universidad, incluso vinculándolo con la graduación.

¿Tiene algún pasatiempo o actividad en tus ratos libres?

— Ratos libres como tal no tengo. Pero siempre busco tiempo para lo que me gusta, o lo que me hace ser yo. Escribir, leer y hacer ejercicio son mis pilares para mantenerme viva.

¿Qué le gusta leer?

— Me gusta mucho la psicología y las finanzas. Estoy aprendiendo. Más que todo eso: la neurociencia y temas relacionados.

¿Conserva amistades de su época de colegio?

— Sí, del Castillo de Córdoba tengo tres personas con las que aún mantengo contacto. Si me hablan o necesitan algo, ahí estoy. Siento que son personas de vida, que conozco desde chiquita y ahí van a estar siempre. Son ese tipo de amistad.

¿Cómo es una semana típica en tu vida?

— Por ejemplo, lunes, miércoles y viernes entro a prácticas a las siete de la mañana y salgo a la una. Los martes y jueves también entró a prácticas.

¿Qué son las prácticas en tu carrera?

— Prácticas son como horas laborales que en mi carrera solicitan para que uno ponga en práctica lo que aprende en clase. Yo las hago en la universidad, en el laboratorio de operaciones unitarias.

¿Qué hacen en ese laboratorio?

— Como practicante, mi director de carrera funciona como mi jefe y me indica sus necesidades. Reviso diariamente proyectos de laboratorio y cristalería solicitados, además de colaborar con grupos de investigación. Tres proyectos se desarrollan en distintos horarios; por ejemplo, el de biodiesel se realiza martes, miércoles y jueves en diferentes turnos.

¿Qué realizan específicamente en el proyecto de biodiesel?

— El martes realizan la producción de biodiesel. Mezclan aceite con alcohol, a mediana escala, como 70 galones. Esto lleva casi dos horas de reacción. El miércoles hacen lo que llamamos lavado y secado, que sigue siendo parte de la producción. Eso también tarda unas dos horas. El jueves es solo control de calidad, para ver si salió bien o mal, y si hay que repetir. Esa es la organización del proyecto de biodiesel.

¿El proyecto de biodiesel es el más desarrollado de todos?

— Sí, es el más sonado. Pero hay muchos súper interesantes. Hay muchos temas que uno puede desarrollar, dependiendo del interés de cada estudiante.

¿Cómo se organiza su jornada diaria?

— Todos los días termino a la una. De una a dos almuerzo. Por ejemplo, los lunes de dos a tres tengo reuniones con mis socios de Biodelta. De tres a cuatro y media estudio responsabilidades académicas. Y de cuatro y media a nueve y media tengo clases.

¿Cómo disfruta los fines de semana?

— Sábado y domingo hago ejercicio por la mañana para desestresarme. Estudio, hago tareas y adelanto proyectos, ya que siempre hay parciales. A veces almuerzo con familia o amigos, pero solo un día para no atrasarme con la universidad.

¿Su agenda está bien estructurada? ¿Cómo se organiza?

— Uso una aplicación donde configuro mi página con actividades. Tengo mi calendario semanal. Me salen notificaciones de lo que tengo que hacer. Por ejemplo, si hoy tengo una reunión, la apunto de una vez y le pongo alarma. Eso me facilita todo.

¿Puede hablar más sobre su emprendimiento Biodelta?

— Hace dos años existía una metodología para hacer biodiesel. Nosotros la innovamos haciendo una mezcla de alcoholes. A nivel mundial se utiliza metanol, pero nosotros mezclamos etanol. La universidad aceptó que lo lleváramos a nivel de emprendimiento después de la competencia en Dubái. Allá conocimos al mayor productor de biodiesel en Medio Oriente. Él se ofreció a ser nuestro mentor y ayudarnos a conseguir más contactos.

¿De dónde es ese mentor?

— Él es de Londres, pero se mantiene en Medio Oriente. Tiene negocios también en España.

¿En qué fase está el producto?

— Ya lo estamos vendiendo. De momento lo utilizan personas individuales que lo solicitan. Estamos en conversaciones con empresas para que lo implementen en sus camiones de logística.

¿Cómo manejan la relación entre amistad y empresa dentro del equipo?

— Cuando estamos en reuniones entendemos que somos amigos, pero tener una empresa va más allá de la amistad. Hay que tener esa madurez emocional de saber: “Ok, es mi amigo, pero aquí hay que rendir cuentas”.

¿Cómo se distribuyen las acciones?

— Somos cuatro socios y buscamos que todo sea igual para todos. Cada quien tiene su parte, porque es lo más justo. Aunque todavía no lo tenemos formalizado en acciones, sí está dividido equitativamente.

¿Ya tienen empleados o sedes?

— No, todavía estamos en fase inicial. Estamos vendiendo, pero solo somos nosotros. Todos hacemos todo, porque somos estudiantes. Si fuéramos solo uno o dos, no saldría adelante. Necesitamos el apoyo del equipo.

¿Dónde producen el biodiesel? ¿Usted también participa en la producción?

— Sí, todos producimos. Depende del tiempo de cada uno. Yo también voy a la zona 12 a producir.

¿Cómo han financiado el proyecto?

— Todo lo hemos puesto entre nosotros. Siempre buscamos que todo sea igual.

¿Ya han tenido que decidir qué hacer con las ganancias?

— Todavía no. Estamos muy en etapa inicial. Aún no hemos llegado al punto de cerrar el primer mes con ganancias y decidir qué hacer con la plata.

¿Cuáles son sus metas para el próximo año?

— Aspiramos a tener una planta formal, generar empleo y demostrar que podemos producir sin contaminar. Queremos que más empresas se unan al cambio verde.

¿Qué espera lograr en los próximos años?

— Académicamente, seguir estudiando. Me veo con un doctorado a los 30 años.

¿Ha pensado en ser la primera astronauta guatemalteca?

— Sí, me gustaría. De hecho, ya hay otra chica guatemalteca en Estados Unidos, se llama Geraldinn Cortéz. No tengo todos los detalles, pero creo que tiene 27 años. Es otro gran ejemplo. Aunque en Guatemala mi nombre ha resonado bastante, yo la admiro mucho porque ella ya está allá.

Y en su vida privada, ¿cree en el matrimonio?

— Sí, sí creo. Pero tal vez como a los 30. Ahorita estoy enfocada en estudiar y construir mi vida.

¿En qué cree espiritualmente?

— Creo en Dios. En Jesús. Él me ha sacado de momentos oscuros y difíciles.

¿Puede compartir alguno de esos momentos difíciles?

— Un momento difícil fue en 2023, cuando mi hermano mayor Douglas falleció en un accidente de moto. Fue muy complicado. Él era una persona con la que me sentía segura. Lo que hago y lo que me motiva es poder decirle algún día: “Mira lo que logré”.

¿A qué se dedicaba Douglas?

— Estaba cursando una maestría en riesgos financieros y trabajaba en ese campo. Era admirable.

¿Qué edad tenía cuando falleció?

— Veinticinco. Yo tenía diecinueve. Ya han pasado dos años, pero se siente como si fuera ayer.

Antes nos comentó que sus papás se separaron cuando era pequeña, ¿esto le afectó tanto?

— Yo vivía con mi mamá, pero los fines de semana o de repente me iba con mi papá. Él también tenía su pareja, y al final ella fue una parte importante para mí, porque también, quiera que no, fue parte de mi crianza. Hace poco también falleció.

¿También falleció su abuelo recientemente?

— Sí. En los últimos tres años fallecieron mi hermano, la esposa de mi papá y mi abuelito. Han sido momentos que uno no entiende y creo que nunca va a entender, pero solo puedo decir que forman carácter. Según mis creencias, ellos están en una mejor vida.

¿Cuál es su religión?

— Cristiana. Actualmente no voy a una iglesia, pero siempre busco tener una relación con Dios. Es algo más íntimo entre Él y yo. Leo la Biblia y practico mi fe de forma personal.

¿Qué le han enseñado estos momentos difíciles?

— Disciplina. No todos los días estoy bien ni en mi mejor momento, pero la disciplina me permite seguir y construir. Estar ocupada no es distracción, sino tiempo para mí. Comer o viajar sola son momentos de introspección, para reflexionar sobre cómo estoy y qué siento. Disfruto esa intimidad conmigo misma, porque al final uno será su propio compañero de vida y el mejor amigo que siempre tendrá.

¿Vive sola con su mamá?

—Vivo con mi mamá y mi otro hermano.

¿Fue difícil crecer sin ambos padres en casa?

—La verdad no, porque hay una buena relación. Mi papá y mi mamá se separaron, pero se comunican para ver cómo estamos, qué necesitamos. Nunca sentí que me faltara algo.

¿Cómo cambió su vida tras la pérdida de su hermano?

— Antes de la pérdida de mi hermano me dejaba llevar por mis emociones. Fui al psicólogo y aprendí que la disciplina da libertad: al inicio es difícil, pero con práctica se vuelve estilo de vida. Todo, siempre con Dios.

¿Qué recuerdas de cada uno de ellos?

— De mi abuelo, disciplina: entrenó judo toda su vida y nunca se dejaba llevar por emociones; un referente admirable en Guatemala. De la pareja de mi papá, dulzura: siempre sonriente, amable y consentidora, incluso en momentos difíciles. De mi hermano, lealtad y amor: me enseñó que el amor se construye con acciones diarias; me abrazaba, me molestaba, me acompañaba y siempre estaba dispuesto a dar consejos o ayudarme.

¿Qué mensaje daría a los jóvenes, especialmente a las mujeres en Guatemala?

— Con fe, claridad y constancia, se puede luchar por lo que uno quiere. No solo hay que enfocarse en la meta, sino valorar el proceso y dar pequeños pasos diarios, como leer cinco minutos al día. La perseverancia y la fe nos llevan más allá de lo esperado.

Valeria Sierra: “La disciplina me permite seguir y construir”

Sierra es estudiante de octavo semestre de Ingeniería Química en la Universidad del Valle, es la primera guatemalteca en obtener un curso de entrenamiento para astronautas.

Foto República: Diego Cabrera
Ana González
05 de octubre, 2025

Con apenas 21 años, Valeria Sierra está escribiendo una historia que inspira. Estudiante de Ingeniería Química en la Universidad del Valle, se convirtió en la primera guatemalteca en obtener una beca para cursar el programa Fundamentos de Astronáutica en el Instituto Internacional de Ciencias Aeronáuticas (IIAS), relacionado con la NASA. Detrás de este reconocimiento internacional no solo hay disciplina académica y liderazgo estudiantil, sino también una fortaleza nacida de la adversidad: la pérdida de tres seres queridos. Esta entrevista abre la puerta a su mundo, a sus sueños y a la resiliencia que la impulsa a mirar siempre hacia las estrellas.

¿Cómo obtuvo el curso en el Instituto Internacional de Ciencias Aeronáuticas?

—  Hace dos años inicié un proyecto de investigación para desarrollar un concreto elaborado solo con ceniza de bagazo de caña, cuya composición química es similar al regolito lunar. El objetivo es crear una metodología que permita fabricar concreto en el espacio y construir bases lunares, evitando transportar materiales desde la Tierra. Ganamos el primer lugar y una beca completa para el curso de Fundamentos de Astronáutica.

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¿Cuánto tiempo duró el curso y qué tipo de contenidos abordaron?

—  Primero llevé un mes de clases en línea, con teoría sobre hipoxia, nubes nacientes, simulación de microgravedad y reacciones del cuerpo en condiciones extremas. Luego tuve una semana intensiva en Estados Unidos, con tres entrenamientos principales. El primero fue en una cámara hiperbárica, que simula la altitud de una nave espacial: a mayor altura, menos oxígeno. El cuerpo reacciona con dolor de cabeza, mareos, visión borrosa o euforia; una compañera incluso reía sin control. En mi caso no sentí nada, lo más riesgoso, pues en una misión real no percibir la falta de oxígeno podría ser fatal.

¿Este curso es un paso previo para convertirse en astronauta?

—  Es un requisito esencial en el Instituto, pues brinda la base teórica necesaria para continuar estudios avanzados y aspirar a ser astronauta.

¿Es posible continuar o el costo es demasiado alto sin beca?

— Es alto el costo. Pero yo soy de esas personas que tienen fe, y de alguna u otra forma se puede conseguir lo que uno quiere.

¿Siempre fue disciplinada en tus estudios desde pequeña?

— Siempre he sido curiosa, y se lo debo a mi mamá. Nunca me exigió buenas notas; aprender era por gusto propio. Me enseñó a preguntar, aceptar y buscar alternativas. Apoyó todas mis etapas, incluso cuando elegí diseño gráfico, sugiriendo opciones sin descartar nada. Su guía ha sido clave.

¿Dónde estudió antes de la universidad? ¿Siempre fue su primera opción la Universidad del Valle?

— Estudié en el IGA. Y sí, la Universidad del Valle fue siempre mi primera opción.

¿Siempre se le hicieron fáciles las matemáticas o fue más por esfuerzo?

— De niña, los estudios me parecían fáciles, pero al llegar a básicos y bachillerato todo cambió. Descubrí que no todo es sencillo y necesitaba un esfuerzo extra. Desde preprimaria había sido aplicada, pero el nuevo ritmo del IGA, sin mis amigos y con miedo a lo desconocido, me obligó a adaptar mi metodología y estudiar por mi cuenta. Ese miedo se convirtió en motivación para esforzarme más y superar los desafíos.

¿Cuáles son sus aspiraciones profesionales ahora?

— Cada vez que me hacen esta pregunta no puedo dar una sola respuesta, porque me gustan muchas cosas. Por ejemplo, ahora que estudio Ingeniería Química, me gusta mucho la energía renovable. Actualmente tengo una empresa que es de biodiesel, se llama Biodelta. Esta parte de emprendimiento también me gusta, pero también pienso: “¿De qué voy a vivir?” Por eso es otra área que me apasiona y busco desarrollarme, porque no todo es color de rosas y no siempre voy a conseguir becas. Me gusta desarrollarme en esta área de emprendimiento. Somos actualmente cuatro socios, y los cuatro somos ingenieros químicos.

¿Se conocieron en la universidad para formar Biodelta?

— Nos conocimos en la universidad. Hace dos años me uní a un proyecto de biodiesel y lo innovamos, mejorando una metodología de 17 años. Participamos en la competencia de emprendimiento social Whole Price, ganamos en Guatemala y representamos al país en Dubái con Biodelta. Esto permitió que nuestro proyecto se convirtiera en spin-off de la universidad, incluso vinculándolo con la graduación.

¿Tiene algún pasatiempo o actividad en tus ratos libres?

— Ratos libres como tal no tengo. Pero siempre busco tiempo para lo que me gusta, o lo que me hace ser yo. Escribir, leer y hacer ejercicio son mis pilares para mantenerme viva.

¿Qué le gusta leer?

— Me gusta mucho la psicología y las finanzas. Estoy aprendiendo. Más que todo eso: la neurociencia y temas relacionados.

¿Conserva amistades de su época de colegio?

— Sí, del Castillo de Córdoba tengo tres personas con las que aún mantengo contacto. Si me hablan o necesitan algo, ahí estoy. Siento que son personas de vida, que conozco desde chiquita y ahí van a estar siempre. Son ese tipo de amistad.

¿Cómo es una semana típica en tu vida?

— Por ejemplo, lunes, miércoles y viernes entro a prácticas a las siete de la mañana y salgo a la una. Los martes y jueves también entró a prácticas.

¿Qué son las prácticas en tu carrera?

— Prácticas son como horas laborales que en mi carrera solicitan para que uno ponga en práctica lo que aprende en clase. Yo las hago en la universidad, en el laboratorio de operaciones unitarias.

¿Qué hacen en ese laboratorio?

— Como practicante, mi director de carrera funciona como mi jefe y me indica sus necesidades. Reviso diariamente proyectos de laboratorio y cristalería solicitados, además de colaborar con grupos de investigación. Tres proyectos se desarrollan en distintos horarios; por ejemplo, el de biodiesel se realiza martes, miércoles y jueves en diferentes turnos.

¿Qué realizan específicamente en el proyecto de biodiesel?

— El martes realizan la producción de biodiesel. Mezclan aceite con alcohol, a mediana escala, como 70 galones. Esto lleva casi dos horas de reacción. El miércoles hacen lo que llamamos lavado y secado, que sigue siendo parte de la producción. Eso también tarda unas dos horas. El jueves es solo control de calidad, para ver si salió bien o mal, y si hay que repetir. Esa es la organización del proyecto de biodiesel.

¿El proyecto de biodiesel es el más desarrollado de todos?

— Sí, es el más sonado. Pero hay muchos súper interesantes. Hay muchos temas que uno puede desarrollar, dependiendo del interés de cada estudiante.

¿Cómo se organiza su jornada diaria?

— Todos los días termino a la una. De una a dos almuerzo. Por ejemplo, los lunes de dos a tres tengo reuniones con mis socios de Biodelta. De tres a cuatro y media estudio responsabilidades académicas. Y de cuatro y media a nueve y media tengo clases.

¿Cómo disfruta los fines de semana?

— Sábado y domingo hago ejercicio por la mañana para desestresarme. Estudio, hago tareas y adelanto proyectos, ya que siempre hay parciales. A veces almuerzo con familia o amigos, pero solo un día para no atrasarme con la universidad.

¿Su agenda está bien estructurada? ¿Cómo se organiza?

— Uso una aplicación donde configuro mi página con actividades. Tengo mi calendario semanal. Me salen notificaciones de lo que tengo que hacer. Por ejemplo, si hoy tengo una reunión, la apunto de una vez y le pongo alarma. Eso me facilita todo.

¿Puede hablar más sobre su emprendimiento Biodelta?

— Hace dos años existía una metodología para hacer biodiesel. Nosotros la innovamos haciendo una mezcla de alcoholes. A nivel mundial se utiliza metanol, pero nosotros mezclamos etanol. La universidad aceptó que lo lleváramos a nivel de emprendimiento después de la competencia en Dubái. Allá conocimos al mayor productor de biodiesel en Medio Oriente. Él se ofreció a ser nuestro mentor y ayudarnos a conseguir más contactos.

¿De dónde es ese mentor?

— Él es de Londres, pero se mantiene en Medio Oriente. Tiene negocios también en España.

¿En qué fase está el producto?

— Ya lo estamos vendiendo. De momento lo utilizan personas individuales que lo solicitan. Estamos en conversaciones con empresas para que lo implementen en sus camiones de logística.

¿Cómo manejan la relación entre amistad y empresa dentro del equipo?

— Cuando estamos en reuniones entendemos que somos amigos, pero tener una empresa va más allá de la amistad. Hay que tener esa madurez emocional de saber: “Ok, es mi amigo, pero aquí hay que rendir cuentas”.

¿Cómo se distribuyen las acciones?

— Somos cuatro socios y buscamos que todo sea igual para todos. Cada quien tiene su parte, porque es lo más justo. Aunque todavía no lo tenemos formalizado en acciones, sí está dividido equitativamente.

¿Ya tienen empleados o sedes?

— No, todavía estamos en fase inicial. Estamos vendiendo, pero solo somos nosotros. Todos hacemos todo, porque somos estudiantes. Si fuéramos solo uno o dos, no saldría adelante. Necesitamos el apoyo del equipo.

¿Dónde producen el biodiesel? ¿Usted también participa en la producción?

— Sí, todos producimos. Depende del tiempo de cada uno. Yo también voy a la zona 12 a producir.

¿Cómo han financiado el proyecto?

— Todo lo hemos puesto entre nosotros. Siempre buscamos que todo sea igual.

¿Ya han tenido que decidir qué hacer con las ganancias?

— Todavía no. Estamos muy en etapa inicial. Aún no hemos llegado al punto de cerrar el primer mes con ganancias y decidir qué hacer con la plata.

¿Cuáles son sus metas para el próximo año?

— Aspiramos a tener una planta formal, generar empleo y demostrar que podemos producir sin contaminar. Queremos que más empresas se unan al cambio verde.

¿Qué espera lograr en los próximos años?

— Académicamente, seguir estudiando. Me veo con un doctorado a los 30 años.

¿Ha pensado en ser la primera astronauta guatemalteca?

— Sí, me gustaría. De hecho, ya hay otra chica guatemalteca en Estados Unidos, se llama Geraldinn Cortéz. No tengo todos los detalles, pero creo que tiene 27 años. Es otro gran ejemplo. Aunque en Guatemala mi nombre ha resonado bastante, yo la admiro mucho porque ella ya está allá.

Y en su vida privada, ¿cree en el matrimonio?

— Sí, sí creo. Pero tal vez como a los 30. Ahorita estoy enfocada en estudiar y construir mi vida.

¿En qué cree espiritualmente?

— Creo en Dios. En Jesús. Él me ha sacado de momentos oscuros y difíciles.

¿Puede compartir alguno de esos momentos difíciles?

— Un momento difícil fue en 2023, cuando mi hermano mayor Douglas falleció en un accidente de moto. Fue muy complicado. Él era una persona con la que me sentía segura. Lo que hago y lo que me motiva es poder decirle algún día: “Mira lo que logré”.

¿A qué se dedicaba Douglas?

— Estaba cursando una maestría en riesgos financieros y trabajaba en ese campo. Era admirable.

¿Qué edad tenía cuando falleció?

— Veinticinco. Yo tenía diecinueve. Ya han pasado dos años, pero se siente como si fuera ayer.

Antes nos comentó que sus papás se separaron cuando era pequeña, ¿esto le afectó tanto?

— Yo vivía con mi mamá, pero los fines de semana o de repente me iba con mi papá. Él también tenía su pareja, y al final ella fue una parte importante para mí, porque también, quiera que no, fue parte de mi crianza. Hace poco también falleció.

¿También falleció su abuelo recientemente?

— Sí. En los últimos tres años fallecieron mi hermano, la esposa de mi papá y mi abuelito. Han sido momentos que uno no entiende y creo que nunca va a entender, pero solo puedo decir que forman carácter. Según mis creencias, ellos están en una mejor vida.

¿Cuál es su religión?

— Cristiana. Actualmente no voy a una iglesia, pero siempre busco tener una relación con Dios. Es algo más íntimo entre Él y yo. Leo la Biblia y practico mi fe de forma personal.

¿Qué le han enseñado estos momentos difíciles?

— Disciplina. No todos los días estoy bien ni en mi mejor momento, pero la disciplina me permite seguir y construir. Estar ocupada no es distracción, sino tiempo para mí. Comer o viajar sola son momentos de introspección, para reflexionar sobre cómo estoy y qué siento. Disfruto esa intimidad conmigo misma, porque al final uno será su propio compañero de vida y el mejor amigo que siempre tendrá.

¿Vive sola con su mamá?

—Vivo con mi mamá y mi otro hermano.

¿Fue difícil crecer sin ambos padres en casa?

—La verdad no, porque hay una buena relación. Mi papá y mi mamá se separaron, pero se comunican para ver cómo estamos, qué necesitamos. Nunca sentí que me faltara algo.

¿Cómo cambió su vida tras la pérdida de su hermano?

— Antes de la pérdida de mi hermano me dejaba llevar por mis emociones. Fui al psicólogo y aprendí que la disciplina da libertad: al inicio es difícil, pero con práctica se vuelve estilo de vida. Todo, siempre con Dios.

¿Qué recuerdas de cada uno de ellos?

— De mi abuelo, disciplina: entrenó judo toda su vida y nunca se dejaba llevar por emociones; un referente admirable en Guatemala. De la pareja de mi papá, dulzura: siempre sonriente, amable y consentidora, incluso en momentos difíciles. De mi hermano, lealtad y amor: me enseñó que el amor se construye con acciones diarias; me abrazaba, me molestaba, me acompañaba y siempre estaba dispuesto a dar consejos o ayudarme.

¿Qué mensaje daría a los jóvenes, especialmente a las mujeres en Guatemala?

— Con fe, claridad y constancia, se puede luchar por lo que uno quiere. No solo hay que enfocarse en la meta, sino valorar el proceso y dar pequeños pasos diarios, como leer cinco minutos al día. La perseverancia y la fe nos llevan más allá de lo esperado.

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