El Departamento de Estado de EE.UU anunció la revocatoria de la visa del presidente Gustavo Petro tras su intervención en una protesta en Nueva York. El mandatario minimizó la medida en X y dijo que puede viajar con autorización ESTA, además de apelar a una noción de “libertad sin fronteras”.
Es noticia. Washington atribuyó la decisión a “acciones imprudentes e incendiarias” durante una marcha propalestina coincidente con la Asamblea General de la ONU. Petro respondió que la medida viola el derecho internacional y afirmó que no necesita visa para ingresar a EE. UU.
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El anuncio se difundió en la cuenta oficial del Departamento de Estado en X, citando como detonante el llamado del presidente colombiano a la desobediencia de órdenes militares.
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Petro replicó que “EE. UU. no respeta el derecho internacional” y que viajaría con ESTA por su “ciudadanía europea”, postura que reiteró al llegar a Bogotá.
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Se destaca la revocatoria y el señalamiento de “desobediencia” como causa central, acercando el caso al público regional.
En el radar. El episodio es inusual en la diplomacia hemisférica y revive tensiones históricas: el antecedente más cercano fue la cancelación de visa al expresidente Ernesto Samper en 1996. La discusión legal gira en torno a inmunidades vinculadas a actividades ante la ONU.
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EE. UU. vinculó la revocatoria al exhorto de Petro a militares estadounidenses en el contexto de Gaza; el gobierno lo calificó de “incendiario”.
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Se sostiene que la decisión desconoce protecciones asociadas a eventos de la ONU; Washington no precisó efectos para futuras visitas oficiales.
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Sobre sale el argumento del presidente sobre “violación de inmunidad diplomática” y su narrativa de “dignidad” frente a la medida.
Punto de fricción. Las reacciones se partieron en dos orillas: apoyo político al presidente en Colombia y críticas desde sectores opositores y voces en EE. UU. La controversia escala el pulso Bogotá-Washington.
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Afines a Petro defendieron la postura: Daniel Quintero publicó “Mejor la vida que una visa”, alineando respaldo interno a la narrativa de dignidad.
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Desde EE. UU., la congresista María Elvira Salazar celebró la decisión y la describió como “merecida”, reforzando el ángulo de seguridad y orden.
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En la Casa de Nariño, el secretario jurídico Augusto Ocampo renunció voluntariamente a su visa como gesto simbólico de respaldo.
Ahora que. Se abren interrogantes sobre logística de eventuales viajes y trato en foros multilateral(es). La relación bilateral, clave en comercio y seguridad, suma un foco de tensión que Latinoamérca observa con atención.
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No está claro cómo impactará la revocatoria en futuras visitas: persisten dudas sobre invitaciones y accesos en EE. UU.
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Hay quienes conectan el caso con la agenda regional y los vínculos Washington-Bogotá.
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Observadores advierten que gestos públicos —de ambas partes— condicionarán la temperatura diplomática en las próximas semanas.
El Departamento de Estado de EE.UU anunció la revocatoria de la visa del presidente Gustavo Petro tras su intervención en una protesta en Nueva York. El mandatario minimizó la medida en X y dijo que puede viajar con autorización ESTA, además de apelar a una noción de “libertad sin fronteras”.
Es noticia. Washington atribuyó la decisión a “acciones imprudentes e incendiarias” durante una marcha propalestina coincidente con la Asamblea General de la ONU. Petro respondió que la medida viola el derecho internacional y afirmó que no necesita visa para ingresar a EE. UU.
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El anuncio se difundió en la cuenta oficial del Departamento de Estado en X, citando como detonante el llamado del presidente colombiano a la desobediencia de órdenes militares.
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Petro replicó que “EE. UU. no respeta el derecho internacional” y que viajaría con ESTA por su “ciudadanía europea”, postura que reiteró al llegar a Bogotá.
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Se destaca la revocatoria y el señalamiento de “desobediencia” como causa central, acercando el caso al público regional.
En el radar. El episodio es inusual en la diplomacia hemisférica y revive tensiones históricas: el antecedente más cercano fue la cancelación de visa al expresidente Ernesto Samper en 1996. La discusión legal gira en torno a inmunidades vinculadas a actividades ante la ONU.
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EE. UU. vinculó la revocatoria al exhorto de Petro a militares estadounidenses en el contexto de Gaza; el gobierno lo calificó de “incendiario”.
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Se sostiene que la decisión desconoce protecciones asociadas a eventos de la ONU; Washington no precisó efectos para futuras visitas oficiales.
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Sobre sale el argumento del presidente sobre “violación de inmunidad diplomática” y su narrativa de “dignidad” frente a la medida.
Punto de fricción. Las reacciones se partieron en dos orillas: apoyo político al presidente en Colombia y críticas desde sectores opositores y voces en EE. UU. La controversia escala el pulso Bogotá-Washington.
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Afines a Petro defendieron la postura: Daniel Quintero publicó “Mejor la vida que una visa”, alineando respaldo interno a la narrativa de dignidad.
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Desde EE. UU., la congresista María Elvira Salazar celebró la decisión y la describió como “merecida”, reforzando el ángulo de seguridad y orden.
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En la Casa de Nariño, el secretario jurídico Augusto Ocampo renunció voluntariamente a su visa como gesto simbólico de respaldo.
Ahora que. Se abren interrogantes sobre logística de eventuales viajes y trato en foros multilateral(es). La relación bilateral, clave en comercio y seguridad, suma un foco de tensión que Latinoamérca observa con atención.
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No está claro cómo impactará la revocatoria en futuras visitas: persisten dudas sobre invitaciones y accesos en EE. UU.
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Hay quienes conectan el caso con la agenda regional y los vínculos Washington-Bogotá.
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Observadores advierten que gestos públicos —de ambas partes— condicionarán la temperatura diplomática en las próximas semanas.