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Padre Abelardo Pérez Ruiz: “Tenemos más brujos que perros en la calle”

.
Gérman Gómez
26 de octubre, 2025

El sacerdote español y exorcista, Abelardo Pérez Ruiz, advirtió sobre el auge de la brujería en Guatemala. En especial, alrededor de la figura mística de Maximón. Muchas personas acuden a él en búsqueda de soluciones espirituales fuera de la fe cristiana. Afirmó que estas prácticas abren las puertas al demonio y dañan la vida moral y espiritual. En este sentido, enfatizó que los casos de posesión demoníaca han aumentado y que el exorcismo es el medio más eficaz para enfrentarlos. La oración, la fe y la prudencia del exorcista son esenciales para vencer al mal.

¿Cómo vino a Guatemala?

—Vine de España a colaborar con un querido obispo de la diócesis de Sololá. Él me pidió ayuda para formar a los sacerdotes de la región. Tristemente, murió hace muchos años. Ahora, allí sigo, aunque con menor dedicación. La vida es compleja y, al mismo tiempo, muy rica para un sacerdote que ve tantísimas necesidades.

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¿Cuándo empezó su labor de exorcista?

—Cuando menos lo pensaba, se presentó la oportunidad, por no decir la necesidad, de atender a este tipo de personas [poseídas]. Descubrimos que efectivamente sufrían de trastornos en la salud física. También un poquito en la psíquica. Ellas necesitaban una atención espiritual urgente. Al estudiar el fenómeno, enseguida descubrimos —por qué había olor a azufre, como suele decirse, por utilizar una expresión muy gráfica y significativa— que era el demonio el que trastornaba la tranquilidad de esas personas.

¿Cómo actúa el maligno?

—En mi experiencia, provocaba cambios de personalidad, hablaba por sus bocas y decía cosas fuera de lugar. Manifestaba un rechazo a todo lo religioso. Eso es muy típico del demonio. Y claro, había que atender a esas personas: niños, jovencitos, personas maduras, ancianos. Eran hombres y mujeres. Las mujeres eran más afectadas que los hombres. Así descubrí, poco a poco, todo un mundo. Empezó por un caso. Pensamos que era el único que podíamos encontrar, pero al poco tiempo aparecieron otros, de distintas características. En todos se adivinaba que el causante de esas enfermedades, trastornos de personalidad y sufrimiento era el demonio.

¿Qué tipo de manifestaciones hay?

—Me adentré en conocer las mañas del demonio y cómo es capaz de poseer a una persona. Entra en su órbita de tal modo que manipula despóticamente los miembros del cuerpo, por ejemplo, la boca. Habla a través de ella. También da manadas con las manos. Es violento, se burla y se ríe vulgarmente. Hay manifestaciones en menor grado, o menos espectaculares. Muchas personas sufren molestias en su salud o en su cuerpo. Las llevan con los médicos del cuerpo y la mente, pero no obtienen ningún resultado positivo. Al buscar una respuesta espiritual, se descubre que son producto de una identidad diabólica.

¿Algunas experiencias que recuerde?

—A veces, muchas personas han pasado por distintas pruebas médicas, resonancias magnéticas, y no encuentran la solución a su enfermedad. Experimentan una presencia molesta, prolongada, mientras se someten a tratamientos médicos sin éxito. Y eso ya suele ser sospechoso: el causante de esos trastornos no es natural, sino que tiene un origen que va más allá. Es el demonio. La sociedad está muy contaminada de estas prácticas. La experiencia [como exorcista] le lleva a uno a sospechar que muchos casos tienen origen diabólico. Hay padres que me dicen: “Ya no sé qué hacer, estoy desesperado, he gastado miles de quetzales y no me curo”. Puede ser una enfermedad crónica, pero muchas veces se demuestra que el origen es el diablo.

¿Cómo logra discernir un exorcista cuándo es necesario practicar un exorcismo?

—Aquí entra la práctica y la experiencia del exorcista. En mi caso, comencé sin experiencia ni maestros. Nadie me enseñó, porque no conocía a nadie que lo hiciera. Tuve que partir de cero. Sin embargo, la Iglesia, que tiene experiencia de siglos, ya dispone de un ritual de exorcismo y oraciones elaboradas desde hace mucho tiempo. En esos libros litúrgicos está recogida la sabiduría de siglos sobre cómo actúa el demonio en un proceso. Con esa experiencia de la Iglesia y con la atención del exorcista, uno debe discernir. A veces no hay certeza de si se trata de una posesión o no. En algunos casos es muy claro; en otros, no. Entonces se requiere intuición, estudio y olfato espiritual. El exorcista debe identificar si un paciente está poseído o simplemente maltratado o vejado por el demonio. Hay distintas formas en las que él trastorna la vida de las personas, sin poseerlas por completo. Eso lo da la experiencia.

¿Qué caracteriza a un exorcista?

—El sacerdote que enfrenta al demonio debe hacerlo con oración y autoridad. Tiene que ser una persona prudente, experimentada y madura. La Iglesia confía al obispo la decisión de quién puede dedicarse a estas tareas. No todos los sacerdotes se comprometen en este ministerio. Además, muchos no se sienten preparados o incluso no creen en ello. Algunos obispos también lo atribuyen a trastornos mentales o frustraciones humanas, sin aceptar la dimensión espiritual del problema. No obstante, muchos de los casos llegan al exorcista después de pasar por médicos, psiquiatras y psicólogos sin solución. He conocido casos así, como el de una joven mujer que, tras múltiples tratamientos médicos y psiquiátricos, solo encontró alivio en la oración. Desde que oramos por ella, está feliz y muchísimo mejor.

¿Hay otros sacerdotes en Guatemala dedicados a este ministerio de exorcismo?

—Sí. Le contaré el caso de otros dos sacerdotes en la diócesis de Sololá, con quienes trabajo estrechamente. Ellos también dedican tiempo y energías a esta tarea, con total convencimiento. La experiencia los ha llevado a conocer más este mundo, al punto de que con pocas palabras pueden identificar a un poseído. Sin embargo, en Guatemala no hay muchos sacerdotes exorcistas. Es un trabajo muy delicado, y la Iglesia lo sabe. Por eso tiene normas y leyes para que se realice con prudencia. No hay que pensar que todos los casos son posesiones, ni confundir uno real con uno falso.

¿Qué enseña la Iglesia católica sobre la naturaleza y el origen del demonio?

—El demonio, sabemos todos los cristianos, católicos o no católicos con formación básica, que es lo que siempre ha dicho la Iglesia: es un ángel. Un ángel creado por Dios en un primer momento, creado con toda su maravillosa belleza, sabiduría y fortaleza, pero que en un determinado momento se rebeló contra Dios. Dios les puso una prueba para medir su fidelidad, y no la superaron. Entonces se convirtieron en demonios. La palabra demonio viene del griego daimon, y designa a esos ángeles caídos. Están totalmente corrompidos y sin posibilidad de redención, porque las decisiones de los ángeles son irrevocables.

¿Cómo son los demonios?

—Están llenos de odio contra Dios y de soberbia. Se han empeñado en declararle la guerra y lo hacen al intentar corromper al ser humano. El demonio quiere que los hombres se rebelen contra Dios, lo ofendan y le vuelvan la espalda. En la historia de la humanidad hay muchas tragedias tras las cuales está Satanás.

Además, con el poder superior al del hombre, trata, en cuanto se le abre una puerta —y la brujería es una de ellas—, de llegar hasta las personas y afectar su salud corporal o mental. Odian a Dios y a la criatura humana a la que Él ama y ha redimido.

¿Cómo se manifiesta el demonio en distintas regiones del país?

—En el interior del país se le da diferentes nombres al demonio. La mal llamada “santa” Muerte acapara los titulares de las noticias de la prensa cuando la policía descubre a un grupo de mareros que tienen un altar de veneración. Ellos trabajan y les dan la fe a esas prácticas. Hacen sus cosas con ayuda del demonio. No son todos, pero al menos algunos, por lo que aparece en la prensa. En las imágenes que se difunden se pueden ver algunas figuritas de un esqueleto —es la santa Muerte— y otro tipo de objetos. Todos significativos de las prácticas supersticiosas y disparatadas que practican muchas personas.

¿Cómo varía el fenómeno de la muerte en Guatemala?

—Se sabe que, en México, por ejemplo, está muy extendido el culto a la santa Muerte. Lo hacen a través de diversos ritos. Todo esto le sirve al demonio. Aquí el fenómeno más conocido es el de Maximón, que tiene sus templos en el país. Esto es una corrupción de la verdadera religión. Espantosa. Hace mucho daño a la fe y a las buenas costumbres, evidentemente.

¿Por qué hay tantas personas que acuden a los brujos?

—Los pobres son las primeras víctimas. Arruinan su vida espiritual y moralmente por pedir un favor a cambio. Tienen que pagar un precio al brujo por el “servicio que hace”. El monto varía, pero está entre los GTQ 500 y los GTQ 1500. Algunos espiritistas indican que el “donativo” debe ser según su voluntad. Sin embargo, el que va a pedir un servicio no deja de ofrecerle al brujo su buen donativo o buena ofrenda. Es una cosa dramática todo esto. Da tristeza ver cómo a estas alturas, en pleno siglo XXI, todavía es tan activa la brujería.

¿Cómo se vence al demonio?

—Al diablo no se le puede vencer con medicinas, con pastillas, ni con tratamientos, sino con la oración. La oración del paciente y, de un modo especial, la oración de la Iglesia. El exorcismo tiene una fuerza extraordinaria para golpear al demonio.

¿Cómo entra el demonio en una persona y qué sucede durante una posesión?

—Es difícil e imposible de describir, porque el demonio es un espíritu, puro espíritu. No tiene cuerpo. Cuando decimos que “entra”, es una forma de hablar. Dios creó a los ángeles con una naturaleza superior a la humana, y aunque se corrompieron, mantienen sus poderes sobre la naturaleza humana. Pueden manipular el organismo de una persona y los órganos del habla, como la boca del poseso, a veces con claridad, otras casi sin entenderse. Es evidente que es el demonio. Se ríe, se burla, y es el mismísimo demonio quien habla.

¿Qué experimenta el poseído?

—Es un misterio. No se puede explicar como una enfermedad médica. Es algo que va más allá de los sentidos. Sin embargo, a veces se percibe: el poseso se retuerce, convulsiona, da patadas. El demonio suplanta su conciencia. Cuando el demonio cesa su acción, el poseso se recupera y no recuerda lo que ha pasado. No sabe que el demonio ha hablado por su boca. Se da cuenta después, por el cambio que siente o porque se lo dicen.

¿Considera que el fenómeno del mal crece en América Latina?

—Sí. Esta sociedad latinoamericana vive un drama oculto, soterrado. No solo en Centroamérica, también en Colombia, México, EE. UU., Nicaragua, Honduras, Perú. Pero gracias a Dios, en las últimas décadas ha habido un despertar de la conciencia. Aparecen sacerdotes exorcistas —se supone que con permiso de los obispos— en muchas regiones. Los medios de comunicación nos traen noticias de exorcistas que hablan abiertamente de lo que sucede. Incluso en España, donde pensé que no ocurría. Ahora hay cada vez más sacerdotes exorcistas. En los últimos decenios, el número ha crecido en toda la Iglesia, especialmente en Italia. Esto se explica por la pérdida de la fe y de las buenas costumbres. En la medida en que la fe se debilita, el demonio se hace fuerte y se mete en muchas vidas.

¿Cómo reacciona la Iglesia ante sus advertencias sobre este fenómeno?

—Cuando hablo del tema en la conferencia episcopal, muchos obispos me toman por loco. Solo unos pocos me creen y me conocen. Otros dicen: “Este padre exagera”. Yo les pido que lo estudien, que se acerquen a la realidad. No se puede dar un diagnóstico a distancia. Estamos rodeados de demonios, porque tenemos más brujos que perros en la calle. Cada brujo es una tentación para mucha gente que acude a él como profesional de la brujería. Lo hacen para conseguir lo que quieran a través del demonio.

¿Qué papel juegan las redes sociales en la difusión del ocultismo?

—Hoy, con toda la tecnología, se nos inyecta contenido que no es cristiano. Hay una avalancha de mensajes e imágenes que fomentan la caída en manos de brujos. Antes no se veía tanto. Ahora, con las redes, abundan anuncios y videos de centros dedicados a la veneración del enemigo, del diablo, de demonios.

¿Cómo podemos contrarrestar esta influencia y qué mensaje tiene para quienes no creen?

—A los cristianos les digo que hay que fortalecer la oración y la vida de fe. A los que no son cristianos, no sé cómo llegar a ellos. A los cristianos los tenemos en misa, en la iglesia, en reuniones, en asambleas, con los padres de los colegios. A través de los medios de comunicación —como este que estamos usando— podemos hablar y difundir el mensaje. Pero el combate contra el mal exige compromiso, oración y fe constante.

Padre Abelardo Pérez Ruiz: “Tenemos más brujos que perros en la calle”

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Gérman Gómez
26 de octubre, 2025

El sacerdote español y exorcista, Abelardo Pérez Ruiz, advirtió sobre el auge de la brujería en Guatemala. En especial, alrededor de la figura mística de Maximón. Muchas personas acuden a él en búsqueda de soluciones espirituales fuera de la fe cristiana. Afirmó que estas prácticas abren las puertas al demonio y dañan la vida moral y espiritual. En este sentido, enfatizó que los casos de posesión demoníaca han aumentado y que el exorcismo es el medio más eficaz para enfrentarlos. La oración, la fe y la prudencia del exorcista son esenciales para vencer al mal.

¿Cómo vino a Guatemala?

—Vine de España a colaborar con un querido obispo de la diócesis de Sololá. Él me pidió ayuda para formar a los sacerdotes de la región. Tristemente, murió hace muchos años. Ahora, allí sigo, aunque con menor dedicación. La vida es compleja y, al mismo tiempo, muy rica para un sacerdote que ve tantísimas necesidades.

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¿Cuándo empezó su labor de exorcista?

—Cuando menos lo pensaba, se presentó la oportunidad, por no decir la necesidad, de atender a este tipo de personas [poseídas]. Descubrimos que efectivamente sufrían de trastornos en la salud física. También un poquito en la psíquica. Ellas necesitaban una atención espiritual urgente. Al estudiar el fenómeno, enseguida descubrimos —por qué había olor a azufre, como suele decirse, por utilizar una expresión muy gráfica y significativa— que era el demonio el que trastornaba la tranquilidad de esas personas.

¿Cómo actúa el maligno?

—En mi experiencia, provocaba cambios de personalidad, hablaba por sus bocas y decía cosas fuera de lugar. Manifestaba un rechazo a todo lo religioso. Eso es muy típico del demonio. Y claro, había que atender a esas personas: niños, jovencitos, personas maduras, ancianos. Eran hombres y mujeres. Las mujeres eran más afectadas que los hombres. Así descubrí, poco a poco, todo un mundo. Empezó por un caso. Pensamos que era el único que podíamos encontrar, pero al poco tiempo aparecieron otros, de distintas características. En todos se adivinaba que el causante de esas enfermedades, trastornos de personalidad y sufrimiento era el demonio.

¿Qué tipo de manifestaciones hay?

—Me adentré en conocer las mañas del demonio y cómo es capaz de poseer a una persona. Entra en su órbita de tal modo que manipula despóticamente los miembros del cuerpo, por ejemplo, la boca. Habla a través de ella. También da manadas con las manos. Es violento, se burla y se ríe vulgarmente. Hay manifestaciones en menor grado, o menos espectaculares. Muchas personas sufren molestias en su salud o en su cuerpo. Las llevan con los médicos del cuerpo y la mente, pero no obtienen ningún resultado positivo. Al buscar una respuesta espiritual, se descubre que son producto de una identidad diabólica.

¿Algunas experiencias que recuerde?

—A veces, muchas personas han pasado por distintas pruebas médicas, resonancias magnéticas, y no encuentran la solución a su enfermedad. Experimentan una presencia molesta, prolongada, mientras se someten a tratamientos médicos sin éxito. Y eso ya suele ser sospechoso: el causante de esos trastornos no es natural, sino que tiene un origen que va más allá. Es el demonio. La sociedad está muy contaminada de estas prácticas. La experiencia [como exorcista] le lleva a uno a sospechar que muchos casos tienen origen diabólico. Hay padres que me dicen: “Ya no sé qué hacer, estoy desesperado, he gastado miles de quetzales y no me curo”. Puede ser una enfermedad crónica, pero muchas veces se demuestra que el origen es el diablo.

¿Cómo logra discernir un exorcista cuándo es necesario practicar un exorcismo?

—Aquí entra la práctica y la experiencia del exorcista. En mi caso, comencé sin experiencia ni maestros. Nadie me enseñó, porque no conocía a nadie que lo hiciera. Tuve que partir de cero. Sin embargo, la Iglesia, que tiene experiencia de siglos, ya dispone de un ritual de exorcismo y oraciones elaboradas desde hace mucho tiempo. En esos libros litúrgicos está recogida la sabiduría de siglos sobre cómo actúa el demonio en un proceso. Con esa experiencia de la Iglesia y con la atención del exorcista, uno debe discernir. A veces no hay certeza de si se trata de una posesión o no. En algunos casos es muy claro; en otros, no. Entonces se requiere intuición, estudio y olfato espiritual. El exorcista debe identificar si un paciente está poseído o simplemente maltratado o vejado por el demonio. Hay distintas formas en las que él trastorna la vida de las personas, sin poseerlas por completo. Eso lo da la experiencia.

¿Qué caracteriza a un exorcista?

—El sacerdote que enfrenta al demonio debe hacerlo con oración y autoridad. Tiene que ser una persona prudente, experimentada y madura. La Iglesia confía al obispo la decisión de quién puede dedicarse a estas tareas. No todos los sacerdotes se comprometen en este ministerio. Además, muchos no se sienten preparados o incluso no creen en ello. Algunos obispos también lo atribuyen a trastornos mentales o frustraciones humanas, sin aceptar la dimensión espiritual del problema. No obstante, muchos de los casos llegan al exorcista después de pasar por médicos, psiquiatras y psicólogos sin solución. He conocido casos así, como el de una joven mujer que, tras múltiples tratamientos médicos y psiquiátricos, solo encontró alivio en la oración. Desde que oramos por ella, está feliz y muchísimo mejor.

¿Hay otros sacerdotes en Guatemala dedicados a este ministerio de exorcismo?

—Sí. Le contaré el caso de otros dos sacerdotes en la diócesis de Sololá, con quienes trabajo estrechamente. Ellos también dedican tiempo y energías a esta tarea, con total convencimiento. La experiencia los ha llevado a conocer más este mundo, al punto de que con pocas palabras pueden identificar a un poseído. Sin embargo, en Guatemala no hay muchos sacerdotes exorcistas. Es un trabajo muy delicado, y la Iglesia lo sabe. Por eso tiene normas y leyes para que se realice con prudencia. No hay que pensar que todos los casos son posesiones, ni confundir uno real con uno falso.

¿Qué enseña la Iglesia católica sobre la naturaleza y el origen del demonio?

—El demonio, sabemos todos los cristianos, católicos o no católicos con formación básica, que es lo que siempre ha dicho la Iglesia: es un ángel. Un ángel creado por Dios en un primer momento, creado con toda su maravillosa belleza, sabiduría y fortaleza, pero que en un determinado momento se rebeló contra Dios. Dios les puso una prueba para medir su fidelidad, y no la superaron. Entonces se convirtieron en demonios. La palabra demonio viene del griego daimon, y designa a esos ángeles caídos. Están totalmente corrompidos y sin posibilidad de redención, porque las decisiones de los ángeles son irrevocables.

¿Cómo son los demonios?

—Están llenos de odio contra Dios y de soberbia. Se han empeñado en declararle la guerra y lo hacen al intentar corromper al ser humano. El demonio quiere que los hombres se rebelen contra Dios, lo ofendan y le vuelvan la espalda. En la historia de la humanidad hay muchas tragedias tras las cuales está Satanás.

Además, con el poder superior al del hombre, trata, en cuanto se le abre una puerta —y la brujería es una de ellas—, de llegar hasta las personas y afectar su salud corporal o mental. Odian a Dios y a la criatura humana a la que Él ama y ha redimido.

¿Cómo se manifiesta el demonio en distintas regiones del país?

—En el interior del país se le da diferentes nombres al demonio. La mal llamada “santa” Muerte acapara los titulares de las noticias de la prensa cuando la policía descubre a un grupo de mareros que tienen un altar de veneración. Ellos trabajan y les dan la fe a esas prácticas. Hacen sus cosas con ayuda del demonio. No son todos, pero al menos algunos, por lo que aparece en la prensa. En las imágenes que se difunden se pueden ver algunas figuritas de un esqueleto —es la santa Muerte— y otro tipo de objetos. Todos significativos de las prácticas supersticiosas y disparatadas que practican muchas personas.

¿Cómo varía el fenómeno de la muerte en Guatemala?

—Se sabe que, en México, por ejemplo, está muy extendido el culto a la santa Muerte. Lo hacen a través de diversos ritos. Todo esto le sirve al demonio. Aquí el fenómeno más conocido es el de Maximón, que tiene sus templos en el país. Esto es una corrupción de la verdadera religión. Espantosa. Hace mucho daño a la fe y a las buenas costumbres, evidentemente.

¿Por qué hay tantas personas que acuden a los brujos?

—Los pobres son las primeras víctimas. Arruinan su vida espiritual y moralmente por pedir un favor a cambio. Tienen que pagar un precio al brujo por el “servicio que hace”. El monto varía, pero está entre los GTQ 500 y los GTQ 1500. Algunos espiritistas indican que el “donativo” debe ser según su voluntad. Sin embargo, el que va a pedir un servicio no deja de ofrecerle al brujo su buen donativo o buena ofrenda. Es una cosa dramática todo esto. Da tristeza ver cómo a estas alturas, en pleno siglo XXI, todavía es tan activa la brujería.

¿Cómo se vence al demonio?

—Al diablo no se le puede vencer con medicinas, con pastillas, ni con tratamientos, sino con la oración. La oración del paciente y, de un modo especial, la oración de la Iglesia. El exorcismo tiene una fuerza extraordinaria para golpear al demonio.

¿Cómo entra el demonio en una persona y qué sucede durante una posesión?

—Es difícil e imposible de describir, porque el demonio es un espíritu, puro espíritu. No tiene cuerpo. Cuando decimos que “entra”, es una forma de hablar. Dios creó a los ángeles con una naturaleza superior a la humana, y aunque se corrompieron, mantienen sus poderes sobre la naturaleza humana. Pueden manipular el organismo de una persona y los órganos del habla, como la boca del poseso, a veces con claridad, otras casi sin entenderse. Es evidente que es el demonio. Se ríe, se burla, y es el mismísimo demonio quien habla.

¿Qué experimenta el poseído?

—Es un misterio. No se puede explicar como una enfermedad médica. Es algo que va más allá de los sentidos. Sin embargo, a veces se percibe: el poseso se retuerce, convulsiona, da patadas. El demonio suplanta su conciencia. Cuando el demonio cesa su acción, el poseso se recupera y no recuerda lo que ha pasado. No sabe que el demonio ha hablado por su boca. Se da cuenta después, por el cambio que siente o porque se lo dicen.

¿Considera que el fenómeno del mal crece en América Latina?

—Sí. Esta sociedad latinoamericana vive un drama oculto, soterrado. No solo en Centroamérica, también en Colombia, México, EE. UU., Nicaragua, Honduras, Perú. Pero gracias a Dios, en las últimas décadas ha habido un despertar de la conciencia. Aparecen sacerdotes exorcistas —se supone que con permiso de los obispos— en muchas regiones. Los medios de comunicación nos traen noticias de exorcistas que hablan abiertamente de lo que sucede. Incluso en España, donde pensé que no ocurría. Ahora hay cada vez más sacerdotes exorcistas. En los últimos decenios, el número ha crecido en toda la Iglesia, especialmente en Italia. Esto se explica por la pérdida de la fe y de las buenas costumbres. En la medida en que la fe se debilita, el demonio se hace fuerte y se mete en muchas vidas.

¿Cómo reacciona la Iglesia ante sus advertencias sobre este fenómeno?

—Cuando hablo del tema en la conferencia episcopal, muchos obispos me toman por loco. Solo unos pocos me creen y me conocen. Otros dicen: “Este padre exagera”. Yo les pido que lo estudien, que se acerquen a la realidad. No se puede dar un diagnóstico a distancia. Estamos rodeados de demonios, porque tenemos más brujos que perros en la calle. Cada brujo es una tentación para mucha gente que acude a él como profesional de la brujería. Lo hacen para conseguir lo que quieran a través del demonio.

¿Qué papel juegan las redes sociales en la difusión del ocultismo?

—Hoy, con toda la tecnología, se nos inyecta contenido que no es cristiano. Hay una avalancha de mensajes e imágenes que fomentan la caída en manos de brujos. Antes no se veía tanto. Ahora, con las redes, abundan anuncios y videos de centros dedicados a la veneración del enemigo, del diablo, de demonios.

¿Cómo podemos contrarrestar esta influencia y qué mensaje tiene para quienes no creen?

—A los cristianos les digo que hay que fortalecer la oración y la vida de fe. A los que no son cristianos, no sé cómo llegar a ellos. A los cristianos los tenemos en misa, en la iglesia, en reuniones, en asambleas, con los padres de los colegios. A través de los medios de comunicación —como este que estamos usando— podemos hablar y difundir el mensaje. Pero el combate contra el mal exige compromiso, oración y fe constante.

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