Padmanabhan Anandan: “La IA abrió una nueva frontera para países con pocos recursos humanos”
El fundador y ex managing director de Microsoft Research India, Padmanabhan Anandan, conversó con República 30 minutos antes de su ponencia “Designing AI for impact in global health, principles and techniques” en el IA SUMMIT LATAM 2025, organizado por la Universidad Galileo y Microsoft.
Sus ojos se iluminan cuando habla del pasado y del futuro. Recordó cómo, hace 45 años, tareas hoy rutinarias —como identificar un rostro o interpretar una radiografía— eran desafíos casi filosóficos para la computación.
Con un tono reflexivo, explicó que la IA no solo resolvió esos problemas: también abrió una frontera completamente nueva para países con pocos recursos humanos. Y aunque reconoce que esta tecnología transformará empleos y rutinas, insiste en que expande las capacidades humanas.
¿Qué le motivó a trabajar en que las máquinas “entiendan” lo que ven?
—Diría que comencé trabajando en esto hace 45 años, cuando empecé mi doctorado, y muchos de los problemas que enfrentábamos en ese momento eran muy difíciles. Por ejemplo, el reconocimiento de rostros, de objetos y de señas. Parecía casi imposible. Ahora es sencillo —no sorprende—, pero en ese momento era uno de los desafíos más complejos.
La otra área en la que trabajo es el análisis de películas y videos. Hicimos grandes avances en los 80 y 90. Y lo que veo hoy es que muchas de las ideas siguen ahí, aunque implementadas de manera diferente.
Es bueno saber que algunas cosas no cambian, pero son mejores porque contamos con computadoras más potentes. Procesos que antes tomaban un día ahora se resuelven en segundos.
Creo que una de las áreas donde más he contribuido es en imágenes médicas. Muchos problemas —como analizar X-rays y MRIs, o detectar condiciones difíciles— pueden ser resueltos por máquinas de forma mucho más eficiente que por cualquier ser humano. Podemos enseñarles casos complejos, y eso marcará una gran diferencia en el futuro.
¿Cuál es un ejemplo de cómo la IA simplifica la vida diaria en países como Guatemala?
—Principalmente en salud y medicina. Una enorme parte de la población mundial —quizá la mitad— no tiene buen acceso a servicios médicos porque no hay suficientes doctores. Ese es un problema universal.
Y creo que la IA puede ayudar a personas que no necesariamente son médicos muy calificados, pero que entienden lo básico para ofrecer atención. Puede ampliar el acceso a servicios que antes eran imposibles. Permite que los médicos apoyen a comunidades a las que nunca llegarían solos.
Pero cualquier profesión necesitará IA para facilitar su trabajo. Especialmente en sectores donde no hay suficientes expertos, como la agricultura. Y países como Guatemala dependen profundamente de esta industria.
¿Qué les diría a quienes creen que la IA tomará sus trabajos?
—Sí, va a reemplazar algunos trabajos. Pero no estoy seguro de cómo se acomodará todo, porque es más complejo que experiencias anteriores. La tecnología suele absorber tareas porque las hace más fáciles, y eso reduce la necesidad de personal. Pero las personas siempre encuentran nuevos trabajos. La tecnología crea oportunidades y se necesitan personas para aprovecharlas.
Además, la tecnología permite hacer mejor lo importante. Los humanos pueden concentrarse en las partes críticas de su trabajo y dejar de lado lo mundano. Siempre encontramos la manera de trabajar con ella porque, al final, es para nuestro beneficio.
¿Qué experiencia le convenció de que la IA puede ayudar a las personas de escasos recursos?
—Daré dos ejemplos. El primero es en salud. Cuando un bebé nace, es crucial medir su peso con exactitud. Si pesa menos de 2.5 kg, debe ir al hospital; si está por debajo de 1.8 kg, a emergencias. Pero pesar a un recién nacido no es sencillo: se necesita una balanza.
Ahora la IA permite estimar el peso con solo una foto del bebé. Eso puede transformar la atención.
El segundo ejemplo es la agricultura. Es vital detectar plagas antes de que dañen las plantaciones. El tiempo es crítico si hay infestación. Con IA podemos predecir si se trata de una amenaza real.
¿Cuál es una manera realista en que la IA puede ayudar a Guatemala sin la necesidad de gran inversión pública?
—En muchas clínicas hay largas filas de personas esperando. Y en la primera línea trabajan personas que no son médicos; a menudo visitan pueblos y hogares. Muchos ni siquiera tienen título de bachillerato.
En lugar de cambiar el sistema, la IA puede ayudarles a hacer mejor su labor. Puede permitir diagnósticos en casa, sin necesidad de ir a la clínica. Muchos análisis que hoy realizan médicos podrían ser ejecutados con pruebas apoyadas en IA. La persona no necesita entender los detalles del test: las máquinas pueden leer los resultados, aunque se requiere un humano para aplicarlo.
¿Qué le han enseñado médicos y comunidades sobre diseñar tecnología en la que las personas puedan confiar su salud?
—Es interesante: las personas más pobres y los trabajadores de primera línea confían más en la tecnología de lo que uno imagina. Y es porque no tienen otra opción.
Les interesa que el sistema aborde sus problemas reales: condiciones nutricionales, medicamentos disponibles o tratamientos posibles según su cultura. Hemos aprendido que necesitan y piden soluciones diseñadas desde su realidad.
¿Qué lecciones de India podrían inspirar a Guatemala en educación y tecnología?
—India es un país con características de nación desarrollada y en desarrollo al mismo tiempo. Tiene infraestructura tecnológica y capacidad para producir talento altamente calificado, pero también enormes niveles de pobreza.
Diría que la mayor inversión de India en los últimos años ha sido en educación profesional, especialmente en ingenierías y ciencias. Esa apuesta se hizo hace 70 años, cuando la población era joven. Hoy estamos viendo los beneficios. Esa inversión debe venir del gobierno por medio del sistema educativo.
¿Cómo deberían decidir los líderes si la adopción de IA es adecuada para su país?
—Igual que con cualquier tecnología. Los líderes ven una innovación, evalúan si debe adoptarse y consideran su impacto económico. La nueva tecnología crea oportunidades. Y así como se ha hecho con otras herramientas, así debe hacerse con la IA.
¿Qué creencias personales guían los trabajos que decide realizar ahora?
—Mi vida tiene dos etapas. En la primera, estaba muy interesado en la ciencia. Quería entender cómo funcionaba la IA y qué significaba. También el proceso del pensamiento y la inteligencia. Pero llegó un punto, en mis 50, donde comprendí que seguiría haciendo más de lo mismo. Quería hacer algo con impacto social, especialmente viniendo de India, donde los grandes cambios suelen pasar por la educación y la salud pública.
¿Recuerda el momento en que decidió estudiar la inteligencia artificial?
—Sí, en 1980. Trabajaba como ingeniero. Era divertido, pero no me satisfacía. Quería responder una pregunta científica profunda. Y sentí que la más importante —y desconocida— era “¿cómo pensamos?”. Eso despertó mi curiosidad. Por eso hice un doctorado. Entendíamos física, biología y ADN, pero sobre la mente sabíamos muy poco. Curiosamente, hoy veo mucha más conexión entre cómo pensamos en la física y cómo pensamos en la mente.
¿Cómo explicaría a un adolescente guatemalteco qué es y qué no es la IA?
—Diría que es muchas cosas. Una de las capacidades humanas más valiosas es responder a situaciones: entender por qué pasa algo, qué significa y qué ocurrirá si actuamos. Ese proceso es complejo. Lo que hacemos con las máquinas es enseñarles a hacer lo mismo: pensar y hablar como nosotros. Tendremos otro grupo de “amigos” que nos ayudará a resolver problemas.
¿Cómo la IA puede ayudar a las personas que viven en países que no destacan por alta adopción tecnológica?
—De nuevo: la salud es clave. Ahí la IA puede marcar diferencias porque los problemas son más difíciles. Simplifica diagnósticos, acceso, tratamiento y democratiza la atención médica.
También puede generar oportunidades para empresas y pymes. Les permite gestionar su negocio sin intermediarios, y eso los empodera.
Claro que existe riesgo porque la tecnología es compleja y requiere potencia informática. Pero en la práctica puede empoderar a mucha gente.
¿Qué mensaje quieres que la gente recuerde luego de ver tu ponencia?
—Que para lograr un impacto social real con la IA se necesita colaboración entre políticos, proveedores de tecnología y donantes. Sin esa cooperación, nada es posible.
La entrevista se realizó en inglés. Esta es una versión traducida.
Padmanabhan Anandan: “La IA abrió una nueva frontera para países con pocos recursos humanos”
El fundador y ex managing director de Microsoft Research India, Padmanabhan Anandan, conversó con República 30 minutos antes de su ponencia “Designing AI for impact in global health, principles and techniques” en el IA SUMMIT LATAM 2025, organizado por la Universidad Galileo y Microsoft.
Sus ojos se iluminan cuando habla del pasado y del futuro. Recordó cómo, hace 45 años, tareas hoy rutinarias —como identificar un rostro o interpretar una radiografía— eran desafíos casi filosóficos para la computación.
Con un tono reflexivo, explicó que la IA no solo resolvió esos problemas: también abrió una frontera completamente nueva para países con pocos recursos humanos. Y aunque reconoce que esta tecnología transformará empleos y rutinas, insiste en que expande las capacidades humanas.
¿Qué le motivó a trabajar en que las máquinas “entiendan” lo que ven?
—Diría que comencé trabajando en esto hace 45 años, cuando empecé mi doctorado, y muchos de los problemas que enfrentábamos en ese momento eran muy difíciles. Por ejemplo, el reconocimiento de rostros, de objetos y de señas. Parecía casi imposible. Ahora es sencillo —no sorprende—, pero en ese momento era uno de los desafíos más complejos.
La otra área en la que trabajo es el análisis de películas y videos. Hicimos grandes avances en los 80 y 90. Y lo que veo hoy es que muchas de las ideas siguen ahí, aunque implementadas de manera diferente.
Es bueno saber que algunas cosas no cambian, pero son mejores porque contamos con computadoras más potentes. Procesos que antes tomaban un día ahora se resuelven en segundos.
Creo que una de las áreas donde más he contribuido es en imágenes médicas. Muchos problemas —como analizar X-rays y MRIs, o detectar condiciones difíciles— pueden ser resueltos por máquinas de forma mucho más eficiente que por cualquier ser humano. Podemos enseñarles casos complejos, y eso marcará una gran diferencia en el futuro.
¿Cuál es un ejemplo de cómo la IA simplifica la vida diaria en países como Guatemala?
—Principalmente en salud y medicina. Una enorme parte de la población mundial —quizá la mitad— no tiene buen acceso a servicios médicos porque no hay suficientes doctores. Ese es un problema universal.
Y creo que la IA puede ayudar a personas que no necesariamente son médicos muy calificados, pero que entienden lo básico para ofrecer atención. Puede ampliar el acceso a servicios que antes eran imposibles. Permite que los médicos apoyen a comunidades a las que nunca llegarían solos.
Pero cualquier profesión necesitará IA para facilitar su trabajo. Especialmente en sectores donde no hay suficientes expertos, como la agricultura. Y países como Guatemala dependen profundamente de esta industria.
¿Qué les diría a quienes creen que la IA tomará sus trabajos?
—Sí, va a reemplazar algunos trabajos. Pero no estoy seguro de cómo se acomodará todo, porque es más complejo que experiencias anteriores. La tecnología suele absorber tareas porque las hace más fáciles, y eso reduce la necesidad de personal. Pero las personas siempre encuentran nuevos trabajos. La tecnología crea oportunidades y se necesitan personas para aprovecharlas.
Además, la tecnología permite hacer mejor lo importante. Los humanos pueden concentrarse en las partes críticas de su trabajo y dejar de lado lo mundano. Siempre encontramos la manera de trabajar con ella porque, al final, es para nuestro beneficio.
¿Qué experiencia le convenció de que la IA puede ayudar a las personas de escasos recursos?
—Daré dos ejemplos. El primero es en salud. Cuando un bebé nace, es crucial medir su peso con exactitud. Si pesa menos de 2.5 kg, debe ir al hospital; si está por debajo de 1.8 kg, a emergencias. Pero pesar a un recién nacido no es sencillo: se necesita una balanza.
Ahora la IA permite estimar el peso con solo una foto del bebé. Eso puede transformar la atención.
El segundo ejemplo es la agricultura. Es vital detectar plagas antes de que dañen las plantaciones. El tiempo es crítico si hay infestación. Con IA podemos predecir si se trata de una amenaza real.
¿Cuál es una manera realista en que la IA puede ayudar a Guatemala sin la necesidad de gran inversión pública?
—En muchas clínicas hay largas filas de personas esperando. Y en la primera línea trabajan personas que no son médicos; a menudo visitan pueblos y hogares. Muchos ni siquiera tienen título de bachillerato.
En lugar de cambiar el sistema, la IA puede ayudarles a hacer mejor su labor. Puede permitir diagnósticos en casa, sin necesidad de ir a la clínica. Muchos análisis que hoy realizan médicos podrían ser ejecutados con pruebas apoyadas en IA. La persona no necesita entender los detalles del test: las máquinas pueden leer los resultados, aunque se requiere un humano para aplicarlo.
¿Qué le han enseñado médicos y comunidades sobre diseñar tecnología en la que las personas puedan confiar su salud?
—Es interesante: las personas más pobres y los trabajadores de primera línea confían más en la tecnología de lo que uno imagina. Y es porque no tienen otra opción.
Les interesa que el sistema aborde sus problemas reales: condiciones nutricionales, medicamentos disponibles o tratamientos posibles según su cultura. Hemos aprendido que necesitan y piden soluciones diseñadas desde su realidad.
¿Qué lecciones de India podrían inspirar a Guatemala en educación y tecnología?
—India es un país con características de nación desarrollada y en desarrollo al mismo tiempo. Tiene infraestructura tecnológica y capacidad para producir talento altamente calificado, pero también enormes niveles de pobreza.
Diría que la mayor inversión de India en los últimos años ha sido en educación profesional, especialmente en ingenierías y ciencias. Esa apuesta se hizo hace 70 años, cuando la población era joven. Hoy estamos viendo los beneficios. Esa inversión debe venir del gobierno por medio del sistema educativo.
¿Cómo deberían decidir los líderes si la adopción de IA es adecuada para su país?
—Igual que con cualquier tecnología. Los líderes ven una innovación, evalúan si debe adoptarse y consideran su impacto económico. La nueva tecnología crea oportunidades. Y así como se ha hecho con otras herramientas, así debe hacerse con la IA.
¿Qué creencias personales guían los trabajos que decide realizar ahora?
—Mi vida tiene dos etapas. En la primera, estaba muy interesado en la ciencia. Quería entender cómo funcionaba la IA y qué significaba. También el proceso del pensamiento y la inteligencia. Pero llegó un punto, en mis 50, donde comprendí que seguiría haciendo más de lo mismo. Quería hacer algo con impacto social, especialmente viniendo de India, donde los grandes cambios suelen pasar por la educación y la salud pública.
¿Recuerda el momento en que decidió estudiar la inteligencia artificial?
—Sí, en 1980. Trabajaba como ingeniero. Era divertido, pero no me satisfacía. Quería responder una pregunta científica profunda. Y sentí que la más importante —y desconocida— era “¿cómo pensamos?”. Eso despertó mi curiosidad. Por eso hice un doctorado. Entendíamos física, biología y ADN, pero sobre la mente sabíamos muy poco. Curiosamente, hoy veo mucha más conexión entre cómo pensamos en la física y cómo pensamos en la mente.
¿Cómo explicaría a un adolescente guatemalteco qué es y qué no es la IA?
—Diría que es muchas cosas. Una de las capacidades humanas más valiosas es responder a situaciones: entender por qué pasa algo, qué significa y qué ocurrirá si actuamos. Ese proceso es complejo. Lo que hacemos con las máquinas es enseñarles a hacer lo mismo: pensar y hablar como nosotros. Tendremos otro grupo de “amigos” que nos ayudará a resolver problemas.
¿Cómo la IA puede ayudar a las personas que viven en países que no destacan por alta adopción tecnológica?
—De nuevo: la salud es clave. Ahí la IA puede marcar diferencias porque los problemas son más difíciles. Simplifica diagnósticos, acceso, tratamiento y democratiza la atención médica.
También puede generar oportunidades para empresas y pymes. Les permite gestionar su negocio sin intermediarios, y eso los empodera.
Claro que existe riesgo porque la tecnología es compleja y requiere potencia informática. Pero en la práctica puede empoderar a mucha gente.
¿Qué mensaje quieres que la gente recuerde luego de ver tu ponencia?
—Que para lograr un impacto social real con la IA se necesita colaboración entre políticos, proveedores de tecnología y donantes. Sin esa cooperación, nada es posible.
La entrevista se realizó en inglés. Esta es una versión traducida.
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