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"No pudieron tocar mi alma", la historia no contada de María Tuyuc

"Pueden haber tomado mi cuerpo, tendré cicatrices, pero hay algo que no le pertenece a nadie: mil alma", relató María Tuyuc.
Luis Gonzalez
19 de noviembre, 2024

Solo recordar lo sucedido en los primeros años de su vida, le rompe el corazón a María Tuyuc. No puede contener las lágrimas cuando empieza a rememorar y a narrar lo que vivió durante nueve años. Las cicatrices de los abusos emocionales y físicos están su mente. En su cuerpo lleva marcado los golpes sufridos trabajando desde los cinco años cuidando a otros niños.

"Fue la etapa más difícil", dice con palabras entrecortadas. Pasó de cuidar niños a lavar y planchar ropa ajena en condiciones que la llevaron al extremo de pensar en terminar con su vida. "Pensé en quitarme la vida, en no seguir, pero mi mamá y mis hermanos estaban muriendo de hambre", dice, mientras seca sus lágrimas y agrega el otro dolor de su vida: el secuestro y desaparición de su padre, Francisco Tuyuc.

"Me voy a salir del trabajo, renuncio y me voy", pensó muchas veces. Era "trabajar -bajo los abusos- o morir de hambre". Aunque lo que le pagaban ya era un "sueldo de hambre": 25 centavos al mes.

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Sus tres hermanos mayores escaparon o intentaron abandonar esta triste realidad de pobreza y abusos vividos en su natal San Juan Comalapa, de Chimaltenango. Ella y sus otros hermanos menores se quedaron, mientras sus padres, inmersos en una lucha por los derechos humanos, batallaban contra condiciones que los golpeaban una y otra vez durante el conflicto armado interno que afectó Guatemala.

Sus agresores la llevaron al extremo emocional y físico, pero María no permitió que tocaran su alma. Su alma quedó intacta y le permitió levantarse. "Pueden haber tomado mi cuerpo, tendré cicatrices, pero hay algo que no le pertenece a nadie: mil alma. Y con eso me quedé. Nadie ha tenido control de esa parte", dice con total certeza María, mientras sigue contando cómo sobrevivió al maltrato y abusos de sus infancia.

"Intenté apoyo emocional psicológico y psiquiátrico, pero al final la decisión es de uno. Cuando ya no hay condiciones ni fuerzas, quedan dos cosas: quedarte tirado y morir de tristeza, o levantar la cabeza y seguir adelante y eso fue lo que hice, me levanté", comenta, mientras las asistentes al congreso "República Mujer, emprendimientos escalables, sociedades libres", aplauden y le muestran su apoyo.

Hace una pausa, agradece con gestos y continúa diciendo que en muchas ocasiones cierra los ojos y piensa "que no ha pasado nada y sigo adelante. He llorado. Lloré muchos años y sigo llorando de vez en cuando", agrega, porque en algún tiempo se sintió sola, sin apoyo de su pareja. "No entendieron mi pasado", relata, pero luego esto cambió porque su actual esposo es el hombro donde se apoya todos los días.

Venció muchos obstáculos. Los médicos le diagnosticaron que no podría ser madre, pero, de nuevo, no se dio por vencida y "pude controlar mi cuerpo". Con mucha alegría comenta que tiene cuatro hijos que son su ilusión y la sostienen para continuar. 

"Aprendí que se tiene que aprender a sobrevivir, Darse cuenta que uno no es la única. Que hay muchas personas con historias similares, que necesitan apoyo, Ojalá no hubieran, pero sí  hay".

Todo ese sufrimiento llevó a María a otra necesidad en su vida. Que no podía quedarse quieta mientras veía a otras mujeres sin oportunidad. Al ver a las familias que desintegraban porque la migración era la única opción.

Y emprendió de nuevo, como lo ha hecho toda su vida. Empezó a organizar a las mujeres de su comunidad y hoy, miles han logrado que sus voces se escuchen. La Red Mundial de Negocios y Empresarios Indígenas que preside, es una entidad reconocida dentro y fuera de Guatemala.

"Tal vez no es la única solución, pero sí una opción para hacer realidad nuestros sueños", explica con bastante modestia, quien en mayo de 2024 asumió como coordinadora de CACIF Mujer.

"Tenemos que apoyar para impulsar el cambio de las condiciones que llevan a emigrar. Ya no debemos tolerar la violencia y los daños emocionales. No debemos aceptar las condiciones denigrantes. Debemos creer en nosotras. Nadie tiene el derecho de quitarnos nada, no debemos ser víctimas. Debemos reforzar esa fuerza que tenemos para levantarnos y salir adelante", repite con mucha emoción al ver el rostro y escuchar los aplausos del público, entre quienes, algunas, no pueden evitar las lágrimas.

Escuchar todos los días las historias del grupo de emprendedoras que dirige, también le inyecta fuerzas. "Sueño que mis nietos y los hijos de mis nietos puedan tener condiciones diferentes de las que viví. Necesitamos triunfar, necesitamos ser el cambio político y social que requiere el país", es su mensaje.

"Valoro el hecho que me estén escuchando, valoro enormemente que, cuando vean a una persona que lo necesita, que le digan que puede levantarse, que no se quede ahí. Que lo más importante es creer en nosotras. Tenemos que creer. Creo que indígenas o no indígenas, empresas grandes o no, podemos generar ese cambio que necesitamos. Debemos dejar un legado para las generaciones venideras. Que esto sirva de inspiración para seguir adelante", concluyó María Tuyuc, la niña abusada y golpeada que supo levantarse para formar una familia, crear una red de mujeres empresarias y graduarse de abogada, en medio de tantas adversidades.

Rodrigo Arenas, presidente editor de República, reconoce el valor de María Tuyuc para sobreponerse al sufrimiento.

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