El sonido del timbre del banco aún le da vueltas en la cabeza a Agustín. Ese día creyó que estaba dando el primer paso para amueblar su nuevo apartamento; en realidad, estaba cayendo en una de las trampas digitales más comunes del momento.
Había pasado semanas buscando el mueble perfecto para su sala. Recién independizado, su meta era tener un espacio cómodo sin gastar demasiado. Como tantos jóvenes, descubrió en Marketplace, a plataforma de compraventa de Facebook, un universo de oportunidades, ofertas y artículos de segunda mano. Lo que no imaginaba era que también estaba entrando en terreno minado.
Encontró lo que buscaba: un juego de sala moderno, color gris, de esos que se ven en revistas. El precio era irresistible. El vendedor, amable y convincente, le ofreció toda la información: medidas, fotos, descripción y, sobre todo, una supuesta garantía de confianza. El pago debía hacerse como anticipo a una cuenta bancaria local, a nombre de una mujer llamada María Fernanda Rodríguez Palma.
Agustín no dudó. Hizo la transferencia a la cuenta número 12991050250839 y esperó la confirmación. Pasaron los minutos, luego las horas. La conversación por teléfono se interrumpió y el número +1 (719) 512-0501 no volvió a contestar. Cuando acudió al banco para averiguar, ya era tarde: no era la primera persona en preguntar por esa cuenta. Había sido usada para recibir varios depósitos, vaciada en minutos y, aparentemente, bloqueada por el banco.
Agustín salió del banco con el estómago hecho un nudo. No solo había perdido el dinero, sino también la ilusión. “No lo podía creer”, contó después. “Sentí rabia, frustración, vergüenza. Y ya no quise denunciar. Solo quería olvidar”.
Su historia, sin embargo, se repite todos los días. De este número +1 (719) 512-0501, con posible ubicación en Estados Unidos, siguen estafando. Ofrecen los mismos productos y casi tienen cuentas registradas y activas en todos los bancos. Por ejemplo, al contactarlo y mostrar interés en la compra y pedirle una dirección para llegar por el producto, dio esta: casa 2, Planes de Bárcena, Eucaliptos, Eje 4 4a, Villa Nueva.
Además, casi de inmediato, facilitó otros números de cuentas bancarias que están vacías, pero activas: ahorros, número 04913608723656, a nombre de Brandon Montezuma; ahorro, número 32992085220714, a nombre de Edvin Orlando Montoya Folgar, monetaria, número 7172245750, a nombre de Saraí Cifuentes, y ahorro, número 1383390, a nombre de Weslin Veralí Hernández Morales. En una de las comunicaciones, que solo se hacen por WhatsApp, dio una cuenta sin apellido: monetaria, número 5370594136, solo identificada como Gloribeth.
Al consultar en los bancos, indicaron que están activas, pero vacías y que se deben denunciar para bloquearlas. A estos se les considera "prestanombres", y cómplices de una estructura criminal que opera en la impunidad, pero que ya está en la mira del Ministerio Público. Su forma de operar no cambia, ofrece los productos de siempre, que luego, cometida la estafa, son borrados de la plataforma.
El auge del engaño digital
El caso de Agustín no es una excepción. Facebook Marketplace, diseñado para facilitar el intercambio entre usuarios, se ha convertido también en un campo fértil para estafadores. Los criminales digitales se aprovechan de la confianza, la necesidad y, sobre todo, de la rapidez con la que hoy se hacen las compras en línea.
Según datos recientes de la BBC, en el Reino Unido las denuncias por estafas en Marketplace se cuadruplicaron entre 2019 y 2024, pasando de menos de cinco mil a más de veinte mil reportes. “Nadie está a salvo”, advirtió Action Fraud, la unidad británica encargada de combatir este tipo de delitos.
En Guatemala, el problema va en aumento, pero las posibilidades de rastrear a los responsables son escasas. La ausencia de una ley específica de comercio electrónico deja a los consumidores en una zona gris.
“Es un fenómeno global, pero aquí estamos más expuestos”, explica María Canahuí, coordinadora del Departamento de Comercio Electrónico de la Cámara de Comercio de Guatemala. “En otros países existen marcos legales que facilitan la denuncia y el castigo. Aquí todavía dependemos casi por completo del criterio y la precaución del comprador.”
Los fraudes en Marketplace adoptan muchas formas, pero todos tienen un punto en común: la manipulación de la confianza. Hay quienes publican artículos inexistentes y desaparecen en cuanto reciben el anticipo. Otros envían enlaces que parecen legítimos y en realidad redirigen a páginas falsas que roban datos bancarios o contraseñas.
También abundan los casos en los que los vendedores ofrecen productos defectuosos o falsificados, impidiendo que el comprador los revise antes del pago. En ocasiones, los delincuentes se hacen pasar por compradores, dicen haber depositado de más y piden que se les devuelva la diferencia. Y en los últimos meses, ha crecido el uso de mensajes con supuestas promociones, sorteos o envíos de paquetes que nunca existieron.
Los métodos cambian, pero la lógica es la misma: crear una historia creíble, jugar con la emoción y la urgencia, y desaparecer antes de que la víctima reaccione.
El papel del consumidor
Canahuí lo resume con claridad: “El consumidor debe convertirse en investigador. Es quien tiene el poder de decidir si compra o no compra, si cree o no cree”.
Para la experta, las precauciones más básicas suelen ser las más olvidadas. No abrir enlaces de procedencia dudosa, verificar los perfiles de los vendedores, desconfiar de precios demasiado bajos o de anuncios con fotos profesionales y sin comentarios. Y, sobre todo, nunca pagar sin haber visto el producto.
“Hoy en día hasta un mensaje de WhatsApp puede esconder una trampa. Nos llega un enlace que dice que nuestro paquete está en camino, pero es de una empresa con la que nunca pedimos nada. A veces basta un clic para perderlo todo”, advierte.
También recomienda que las compras presenciales se realicen con cautela: en lugares públicos, bien iluminados y, preferiblemente, en compañía. En el caso de vehículos, conviene cerrar los tratos en espacios vigilados o con cámaras de seguridad. Y cuando se trata de joyas o artículos de alto valor, lo mejor es acudir con un experto o valuador de confianza.
“El sentido común es nuestra mejor defensa”, insiste Canahuí. “Si algo parece demasiado barato o demasiado rápido, probablemente es falso”.
Las señales del engaño
La mayoría de las víctimas coincide en algo: los estafadores son convincentes. Hablan con seguridad, usan fotos atractivas, imitan la forma de escribir de negocios reales. Algunos incluso crean un sentido de urgencia para presionar al comprador: “ya hay otro interesado”, “la oferta es solo por hoy”, “si no deposita ahora, pierda la oportunidad”.
Son frases diseñadas para anular la reflexión. Y cuando el impulso gana, el fraude se consuma.
Los bancos y plataformas suelen advertir que ninguna entidad seria pedirá transferencias directas, códigos de verificación ni datos personales fuera de los canales oficiales. Si un vendedor o comprador lo hace, es una señal clara de alerta.
En caso de caer en una estafa, actuar rápido es fundamental. Lo primero es denunciar el perfil y el anuncio dentro de la misma plataforma, bloquear al usuario y guardar todas las pruebas: capturas de pantalla, mensajes y comprobantes de pago.
Luego, contactar al banco o proveedor del servicio de pago puede ayudar a rastrear la transacción, aunque en muchos casos la recuperación del dinero no está garantizada. Las autoridades recomiendan presentar denuncia ante el Ministerio Público, aunque el proceso sea largo, para evitar que más personas sean engañadas.
También es importante cambiar contraseñas y activar la verificación en dos pasos, especialmente si el fraude incluyó el intercambio de información personal.
Educación digital, el mejor antídoto
Desde la Cámara de Comercio, Canahuí lidera programas de formación para usuarios y pequeñas empresas. Su meta es enseñar que vender o comprar en línea no consiste solo en abrir una cuenta o subir una foto. “Hay que aprender sobre seguridad, servicio, reputación. Y como consumidores, debemos educarnos también. Es un esfuerzo compartido.”
El problema, explica, es que muchos usuarios aún creen que las redes sociales funcionan como mercados tradicionales, donde basta una palabra o una sonrisa para cerrar el trato. Pero el entorno digital es distinto: anónimo, veloz y sin fronteras. “El engaño está a un clic de distancia”, resume.
Agustín, hoy, ya no compra en línea sin revisar cada detalle. Aprendió a desconfiar de lo que brilla demasiado y a preguntar antes de pagar. “Me dolió perder el dinero, pero aprendí una lección que no se me olvida: en Internet, la confianza no se regala”, dice.
Su historia es un recordatorio de que detrás de cada pantalla hay alguien, pero no siempre alguien honesto. Marketplace, como cualquier mercado, está lleno de oportunidades, pero también de trampas.
Y aunque la tecnología avanza y las estafas se vuelven más sofisticadas, hay algo que nunca cambia: la prudencia. Esa sigue siendo la mejor herramienta para no caer.
Porque, al final, es mejor perder una ganga que perder tu dinero.
El sonido del timbre del banco aún le da vueltas en la cabeza a Agustín. Ese día creyó que estaba dando el primer paso para amueblar su nuevo apartamento; en realidad, estaba cayendo en una de las trampas digitales más comunes del momento.
Había pasado semanas buscando el mueble perfecto para su sala. Recién independizado, su meta era tener un espacio cómodo sin gastar demasiado. Como tantos jóvenes, descubrió en Marketplace, a plataforma de compraventa de Facebook, un universo de oportunidades, ofertas y artículos de segunda mano. Lo que no imaginaba era que también estaba entrando en terreno minado.
Encontró lo que buscaba: un juego de sala moderno, color gris, de esos que se ven en revistas. El precio era irresistible. El vendedor, amable y convincente, le ofreció toda la información: medidas, fotos, descripción y, sobre todo, una supuesta garantía de confianza. El pago debía hacerse como anticipo a una cuenta bancaria local, a nombre de una mujer llamada María Fernanda Rodríguez Palma.
Agustín no dudó. Hizo la transferencia a la cuenta número 12991050250839 y esperó la confirmación. Pasaron los minutos, luego las horas. La conversación por teléfono se interrumpió y el número +1 (719) 512-0501 no volvió a contestar. Cuando acudió al banco para averiguar, ya era tarde: no era la primera persona en preguntar por esa cuenta. Había sido usada para recibir varios depósitos, vaciada en minutos y, aparentemente, bloqueada por el banco.
Agustín salió del banco con el estómago hecho un nudo. No solo había perdido el dinero, sino también la ilusión. “No lo podía creer”, contó después. “Sentí rabia, frustración, vergüenza. Y ya no quise denunciar. Solo quería olvidar”.
Su historia, sin embargo, se repite todos los días. De este número +1 (719) 512-0501, con posible ubicación en Estados Unidos, siguen estafando. Ofrecen los mismos productos y casi tienen cuentas registradas y activas en todos los bancos. Por ejemplo, al contactarlo y mostrar interés en la compra y pedirle una dirección para llegar por el producto, dio esta: casa 2, Planes de Bárcena, Eucaliptos, Eje 4 4a, Villa Nueva.
Además, casi de inmediato, facilitó otros números de cuentas bancarias que están vacías, pero activas: ahorros, número 04913608723656, a nombre de Brandon Montezuma; ahorro, número 32992085220714, a nombre de Edvin Orlando Montoya Folgar, monetaria, número 7172245750, a nombre de Saraí Cifuentes, y ahorro, número 1383390, a nombre de Weslin Veralí Hernández Morales. En una de las comunicaciones, que solo se hacen por WhatsApp, dio una cuenta sin apellido: monetaria, número 5370594136, solo identificada como Gloribeth.
Al consultar en los bancos, indicaron que están activas, pero vacías y que se deben denunciar para bloquearlas. A estos se les considera "prestanombres", y cómplices de una estructura criminal que opera en la impunidad, pero que ya está en la mira del Ministerio Público. Su forma de operar no cambia, ofrece los productos de siempre, que luego, cometida la estafa, son borrados de la plataforma.
El auge del engaño digital
El caso de Agustín no es una excepción. Facebook Marketplace, diseñado para facilitar el intercambio entre usuarios, se ha convertido también en un campo fértil para estafadores. Los criminales digitales se aprovechan de la confianza, la necesidad y, sobre todo, de la rapidez con la que hoy se hacen las compras en línea.
Según datos recientes de la BBC, en el Reino Unido las denuncias por estafas en Marketplace se cuadruplicaron entre 2019 y 2024, pasando de menos de cinco mil a más de veinte mil reportes. “Nadie está a salvo”, advirtió Action Fraud, la unidad británica encargada de combatir este tipo de delitos.
En Guatemala, el problema va en aumento, pero las posibilidades de rastrear a los responsables son escasas. La ausencia de una ley específica de comercio electrónico deja a los consumidores en una zona gris.
“Es un fenómeno global, pero aquí estamos más expuestos”, explica María Canahuí, coordinadora del Departamento de Comercio Electrónico de la Cámara de Comercio de Guatemala. “En otros países existen marcos legales que facilitan la denuncia y el castigo. Aquí todavía dependemos casi por completo del criterio y la precaución del comprador.”
Los fraudes en Marketplace adoptan muchas formas, pero todos tienen un punto en común: la manipulación de la confianza. Hay quienes publican artículos inexistentes y desaparecen en cuanto reciben el anticipo. Otros envían enlaces que parecen legítimos y en realidad redirigen a páginas falsas que roban datos bancarios o contraseñas.
También abundan los casos en los que los vendedores ofrecen productos defectuosos o falsificados, impidiendo que el comprador los revise antes del pago. En ocasiones, los delincuentes se hacen pasar por compradores, dicen haber depositado de más y piden que se les devuelva la diferencia. Y en los últimos meses, ha crecido el uso de mensajes con supuestas promociones, sorteos o envíos de paquetes que nunca existieron.
Los métodos cambian, pero la lógica es la misma: crear una historia creíble, jugar con la emoción y la urgencia, y desaparecer antes de que la víctima reaccione.
El papel del consumidor
Canahuí lo resume con claridad: “El consumidor debe convertirse en investigador. Es quien tiene el poder de decidir si compra o no compra, si cree o no cree”.
Para la experta, las precauciones más básicas suelen ser las más olvidadas. No abrir enlaces de procedencia dudosa, verificar los perfiles de los vendedores, desconfiar de precios demasiado bajos o de anuncios con fotos profesionales y sin comentarios. Y, sobre todo, nunca pagar sin haber visto el producto.
“Hoy en día hasta un mensaje de WhatsApp puede esconder una trampa. Nos llega un enlace que dice que nuestro paquete está en camino, pero es de una empresa con la que nunca pedimos nada. A veces basta un clic para perderlo todo”, advierte.
También recomienda que las compras presenciales se realicen con cautela: en lugares públicos, bien iluminados y, preferiblemente, en compañía. En el caso de vehículos, conviene cerrar los tratos en espacios vigilados o con cámaras de seguridad. Y cuando se trata de joyas o artículos de alto valor, lo mejor es acudir con un experto o valuador de confianza.
“El sentido común es nuestra mejor defensa”, insiste Canahuí. “Si algo parece demasiado barato o demasiado rápido, probablemente es falso”.
Las señales del engaño
La mayoría de las víctimas coincide en algo: los estafadores son convincentes. Hablan con seguridad, usan fotos atractivas, imitan la forma de escribir de negocios reales. Algunos incluso crean un sentido de urgencia para presionar al comprador: “ya hay otro interesado”, “la oferta es solo por hoy”, “si no deposita ahora, pierda la oportunidad”.
Son frases diseñadas para anular la reflexión. Y cuando el impulso gana, el fraude se consuma.
Los bancos y plataformas suelen advertir que ninguna entidad seria pedirá transferencias directas, códigos de verificación ni datos personales fuera de los canales oficiales. Si un vendedor o comprador lo hace, es una señal clara de alerta.
En caso de caer en una estafa, actuar rápido es fundamental. Lo primero es denunciar el perfil y el anuncio dentro de la misma plataforma, bloquear al usuario y guardar todas las pruebas: capturas de pantalla, mensajes y comprobantes de pago.
Luego, contactar al banco o proveedor del servicio de pago puede ayudar a rastrear la transacción, aunque en muchos casos la recuperación del dinero no está garantizada. Las autoridades recomiendan presentar denuncia ante el Ministerio Público, aunque el proceso sea largo, para evitar que más personas sean engañadas.
También es importante cambiar contraseñas y activar la verificación en dos pasos, especialmente si el fraude incluyó el intercambio de información personal.
Educación digital, el mejor antídoto
Desde la Cámara de Comercio, Canahuí lidera programas de formación para usuarios y pequeñas empresas. Su meta es enseñar que vender o comprar en línea no consiste solo en abrir una cuenta o subir una foto. “Hay que aprender sobre seguridad, servicio, reputación. Y como consumidores, debemos educarnos también. Es un esfuerzo compartido.”
El problema, explica, es que muchos usuarios aún creen que las redes sociales funcionan como mercados tradicionales, donde basta una palabra o una sonrisa para cerrar el trato. Pero el entorno digital es distinto: anónimo, veloz y sin fronteras. “El engaño está a un clic de distancia”, resume.
Agustín, hoy, ya no compra en línea sin revisar cada detalle. Aprendió a desconfiar de lo que brilla demasiado y a preguntar antes de pagar. “Me dolió perder el dinero, pero aprendí una lección que no se me olvida: en Internet, la confianza no se regala”, dice.
Su historia es un recordatorio de que detrás de cada pantalla hay alguien, pero no siempre alguien honesto. Marketplace, como cualquier mercado, está lleno de oportunidades, pero también de trampas.
Y aunque la tecnología avanza y las estafas se vuelven más sofisticadas, hay algo que nunca cambia: la prudencia. Esa sigue siendo la mejor herramienta para no caer.
Porque, al final, es mejor perder una ganga que perder tu dinero.
EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE: