Por: María José Aresti
José Manuel “Moyo” Contreras forjó su camino al fútbol profesional entre juegos de barrio y la pasión heredada por Comunicaciones. Lo que comenzó como tardes de diversión con amigos terminó convirtiéndose en una carrera marcada por títulos y un profundo amor por el balón. La figura de su madre, quien lo acompañó en cada paso tras la ausencia temprana de su padre, se convirtió en un pilar de su historia.
Con la madurez de los años, Contreras repasa los retos de jugar en el extranjero, la presión de vestir la camiseta nacional y el cariño recibido en el fútbol nacional. Consciente de que el retiro está más cerca que una nueva renovación, el “Moyo” comparte su deseo de seguir ligado al fútbol para transmitir a las nuevas generaciones el amor por un deporte que marcó su vida.
¿Cumpliste tu sueño de niño?
— En mi época de niño se jugaba mucho en el barrio. Era la diversión principal: después del colegio hacíamos deberes y luego salíamos al parque o a la calle con los amigos.
El fútbol siempre fue el deporte más accesible. Bastaba una pelota de plástico para ser feliz. Hoy la tecnología ha cambiado todo; antes no hacía falta obligar a los niños a salir de casa. Desde pequeño tuve claro mi sueño: ser futbolista.
¿Por qué decidiste empezar en las fuerzas básicas de Comunicaciones?
— Siempre fui aficionado crema. Mi tío jugó en Comunicaciones y mi papá nos llevaba seguido al estadio. Mi hermano es rojo, entonces siempre existía esa pelea. En el barrio la mayoría eran rojos, y muy pocos éramos cremas.
Cuando tenía 14 o 15 años, un primo le habló a mi mamá para llevarme a realizar una prueba en el Campo Marte. Yo no quería porque era feliz jugando todas las tardes en la calle en Nimajuyú. Decía: “No, si voy a entrenar, ya no voy a estar con mis amigos”.
Al final fui y quedé seleccionado para la Sub-17, pero aún tenía edad para la Sub-15. Me mandaron a Amatitlán, hice la prueba y me quedé. Ahí empezó mi historia con Comunicaciones.
¿Eras consciente de que no querías ir a esa primera prueba?
— Sí. Le decía a mi mamá que no quería, pero mi primo insistía: “Tía, usted no lo deja ir”. Ella respondía: “Sí, yo sí quiero, pero él no quiere”. Al final me convencieron, y fue la mejor decisión de mi vida.
¿Qué rol ha jugado tu mamá en tu carrera?
— Ha sido la número uno en todo. Perdí a mi papá cuando tenía cuatro años y ella se quedó sola con tres hijos. Todo lo que logré es mérito suyo. Cuando volvía enojado de los entrenos y decía “ya no quiero ir”, ella me animaba: “Tranquilo, vos seguí, luchá por tu sueño”.
Se sacrificó económicamente a pesar de las carencias. Hasta hoy me llama antes de cada partido para desearme suerte y luego hablamos. Gracias a ella tuve la carrera que tengo.
¿Cómo fue tu experiencia en el extranjero?
— Ir a Argentina marcó mi vida. No solo en lo deportivo, sino en lo personal. Vivía con mi mamá y no hacía nada en casa. Allá aprendí a cocinar, lavar, pagar cuentas… entendí el esfuerzo de mi mamá.
En lo futbolístico llegué a una liga muy competitiva. El primer día en el camerino todos me miraban como “la nueva competencia”. Algunos ni sabían dónde quedaba Guatemala. Eso te endurece, pero también abre puertas. Con los días, la convivencia y el trabajo, se me abrieron las puertas. Me conocieron y me gané su respeto.
¿Se puede comparar la presión del camerino con la de la afición?
— Es distinta. A los 23 años fue duro dejar a mi familia. En Argentina los referentes se hacen sentir y hay reglas claras en el grupo. La presión en la cancha ya la conocía, aunque allá se vive con mucha más intensidad. Eso me ayudó a crecer como jugador y persona.
¿Cómo fue la decisión de dejar Comunicaciones e irte a Antigua GFC?
— No fue mi decisión. Había firmado por tres años y a los seis meses me dijeron que ya no estaba en los planes. Fue doloroso porque quería quedarme, además acababa de nacer mi hija.
En Antigua me costó adaptarme, pero fueron dos años y medio hermosos. Es una ciudad preciosa, la gente me recibió muy bien. Estoy muy agradecido con la gente, directivos, aficionados y compañeros.
Ganamos dos torneos y formamos un grupo unido. Allá la convivencia era fácil: en diez minutos estabas en casa de un compañero. Siempre le tendré cariño a Antigua porque me abrió la puerta en un momento difícil.
¿Cómo viviste tu regreso a Comunicaciones?
— Fue complicado por todo lo que se decía cuando me fui y cuando volví. Algunos en Antigua pensaron que había jugado con ellos, pero no fue así.
Volver a Comunicaciones me hizo feliz. Era mi reto personal regresar y retirarme donde todo empezó. Me sentí feliz al tener la oportunidad de volver.
¿Está más cerca otra renovación o el retiro?
— Firmé un año más: este torneo y seis meses adicionales. Pero sé que estoy más cerca del retiro que de otra renovación.
Aún disfruto entrenar, no me gusta perder y quiero títulos, pero llegará el momento de dar un paso al costado.
¿Te ves jugando en 2027?
— Mi retiro está cerca… no llego al 2027.
¿Crees que se logrará clasificar al Mundial?
— Hace unos meses nadie esperaba nada, pero ahora la Selección volvió a emocionar. Sin embargo, cuando las cosas no salen, la crítica es durísima y en redes sociales incluso llegan las amenazas. Eso afecta mucho a los jugadores y sus familias.
Aun así, tengo fe en que estaremos en el Mundial. Es fútbol y puede pasar cualquier cosa, pero hay que apoyar, estar positivos y enviar buena energía.
¿Cómo se vive desde adentro de la Selección no llegar al Mundial?
— Jugar en la Selección es como graduarse de futbolista, es lo más grande. Vivimos buenos y malos momentos, pero lastimosamente ninguna generación ha logrado el objetivo de ir al Mundial. Eso duele.
Después de la Copa Oro, la nueva camada nos devolvió la ilusión. Desde fuera, como aficionado, también quiero que la Selección llegue al Mundial.
¿Cuál ha sido tu momento más frustrante en un camerino?
— El final de las eliminatorias, cuando quedamos fuera. Ese último partido dolió mucho. Entrar al camerino era como un funeral: silencio, lágrimas, frustración. Cuesta reponerse, porque después vuelves al club y la gente aún te recrimina por lo ocurrido. Ojalá ahora sea distinto y podamos celebrar.
¿Cómo fue la experiencia de jugar contra Messi en 2014?
— Lo que genera una persona como él es impresionante. Tal vez jugó a un 20 % de lo que normalmente hace, pero, aun así, se nota la diferencia y el nivel. Han pasado años y sigue estando arriba, siempre se habla de él.
No solo impresiona en la cancha, sino también fuera de ella. Estar frente a Messi fue increíble.
Cuando jugamos en 2014, le pedí la camiseta y me respondió: “Sí, ahora en el camerino te la doy”. Yo pensé que era mentira. Entré al túnel del Mateo Flores, y él me estaba esperando con la camisa en la mano. Eso habla mucho de él como persona. Fui afortunado de haberla obtenido.
¿Pensaste alguna vez que serías referente para nuevas generaciones?
— No. Yo me siento una persona normal. A veces me sorprende que aficionados cremas se pongan a llorar al verme, y no sé cómo reaccionar.
Es bonito cuando niños y aficionados me dicen que me admiran. Lo disfruto y trato de siempre de convivir con la gente. Sé que un día eso se acabará porque los referentes cambian, pero mientras dure, lo vivo intensamente.
¿Cómo asumes ser referente dentro del camerino de Comunicaciones?
— Con responsabilidad. Hay que transmitir a las nuevas generaciones lo que implica estar en este club. Trato de mostrar disciplina: venir temprano, entrenar fuerte, alimentarse bien. Que vean que esas cosas se reflejan el domingo en los partidos.
Además, el apoyo de los compañeros con trayectoria también es importante para que ellos continúen transmitiendo esos valores cuando uno ya no esté.
¿Cómo recibes el comentario de “liga granjera”?
— Pasa en muchas ligas, pero aquí solemos dar más importancia al amarillismo que a lo positivo.
Es cierto que falta infraestructura y estadios dignos. Centroamérica ha avanzado y nosotros nos hemos quedado. Duele porque convivimos en eso a diario, pero también hay mejoras que no se reconocen.
¿El fútbol guatemalteco es profesional?
— Ha cambiado, aunque falta mucho. Aquí todos estamos involucrados: jugadores, directivos, árbitros y aficionados. Un atleta te dirá que no tiene recursos, un árbitro también, y los futbolistas lo mismo. Los que salieron al extranjero vieron ligas mucho más avanzadas. Por eso decimos que estamos estancados, sin dar el salto necesario.
¿Qué va a pasar después de tu retiro?
— Mi idea es seguir ligado al fútbol. Me gustaría continuar en el club, compartir y transmitir a las nuevas generaciones. Quiero ser técnico. Ya hice el curso teórico, me faltan las prácticas. Todo será un proceso de quemar etapas hasta, ojalá, llegar a dirigir a Comunicaciones.