Política
Política
Empresa
Empresa
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial
Videos
Videos

Collages con memoria, pupilas con historia

.
Alicia Utrera
03 de julio, 2025

Alan Benchoam no se considera solo un artista: se define como un cazador de puertas y un retratista del alma. Su camino no fue lineal: empezó en psicología, coqueteó con la publicidad y descubrió su pasión en la fotografía.  

Desde entonces, su trabajo se ha dedicado a dar nueva vida a lo que muchos ven como objetos inertes, construyendo una carrera profundamente original, íntima y visualmente poderosa. 

La serie que lo posicionó como una figura única en el arte visual es su trabajo con puertas: estructuras recolectadas de nueve países que transforma en retratos colosales. No son collages comunes; cada rostro puede componerse de más de mil puertas distintas, seleccionadas una a una y ensambladas con precisión quirúrgica.  

SUSCRÍBASE A NUESTRO NEWSLETTER

“No sé si yo capturaba puertas o ellas me capturaron a mí”, explica el artista. Para él, las puertas no son objetos, sino símbolos de lo que se abre y se cierra en la vida, fragmentos de historias que se reencarnan en nuevas formas. 

En paralelo, su proyecto Ventanas del Alma capta el iris humano y lo convierte en joyas o cuadros personalizados. Inspirado por una imagen que le envió un primo desde Madrid, se obsesionó con lograr la técnica perfecta. Durante la pandemia, abrió su estudio y desde entonces ha retratado cientos de ojos humanos —y también de mascotas—.  

Cada iris se convierte en una huella visual única, un testimonio emocional. Una de las historias que más lo marcó fue el regalo que le dio a su madre con los ojos suyos y de su hermano; ella pidió ser enterrada con ese dije sobre el corazón. 

Detrás de su obra hay rigor, paciencia y una memoria fotográfica prodigiosa: recuerda cada puerta que ha fotografiado y en qué parte del mundo la encontró.  

Su técnica se basa en la intuición. También en una minuciosidad casi matemática. Sus collages no repiten una sola puerta, y sus diseños se arman con mapas de ensamblaje numerados. 

Benchoam no teme a la tecnología, pero la usa solo como herramienta, nunca como creadora. Cree que el arte nace de las manos, del tiempo y del corazón. Hoy sigue creando desde Guatemala con la mirada puesta en el mundo. Sus obras no solo se miran; se sienten, se heredan y se recuerdan. En su universo, una puerta no se cierra jamás sin abrir otra.

Collages con memoria, pupilas con historia

.
Alicia Utrera
03 de julio, 2025

Alan Benchoam no se considera solo un artista: se define como un cazador de puertas y un retratista del alma. Su camino no fue lineal: empezó en psicología, coqueteó con la publicidad y descubrió su pasión en la fotografía.  

Desde entonces, su trabajo se ha dedicado a dar nueva vida a lo que muchos ven como objetos inertes, construyendo una carrera profundamente original, íntima y visualmente poderosa. 

La serie que lo posicionó como una figura única en el arte visual es su trabajo con puertas: estructuras recolectadas de nueve países que transforma en retratos colosales. No son collages comunes; cada rostro puede componerse de más de mil puertas distintas, seleccionadas una a una y ensambladas con precisión quirúrgica.  

SUSCRÍBASE A NUESTRO NEWSLETTER

“No sé si yo capturaba puertas o ellas me capturaron a mí”, explica el artista. Para él, las puertas no son objetos, sino símbolos de lo que se abre y se cierra en la vida, fragmentos de historias que se reencarnan en nuevas formas. 

En paralelo, su proyecto Ventanas del Alma capta el iris humano y lo convierte en joyas o cuadros personalizados. Inspirado por una imagen que le envió un primo desde Madrid, se obsesionó con lograr la técnica perfecta. Durante la pandemia, abrió su estudio y desde entonces ha retratado cientos de ojos humanos —y también de mascotas—.  

Cada iris se convierte en una huella visual única, un testimonio emocional. Una de las historias que más lo marcó fue el regalo que le dio a su madre con los ojos suyos y de su hermano; ella pidió ser enterrada con ese dije sobre el corazón. 

Detrás de su obra hay rigor, paciencia y una memoria fotográfica prodigiosa: recuerda cada puerta que ha fotografiado y en qué parte del mundo la encontró.  

Su técnica se basa en la intuición. También en una minuciosidad casi matemática. Sus collages no repiten una sola puerta, y sus diseños se arman con mapas de ensamblaje numerados. 

Benchoam no teme a la tecnología, pero la usa solo como herramienta, nunca como creadora. Cree que el arte nace de las manos, del tiempo y del corazón. Hoy sigue creando desde Guatemala con la mirada puesta en el mundo. Sus obras no solo se miran; se sienten, se heredan y se recuerdan. En su universo, una puerta no se cierra jamás sin abrir otra.

¿Quiere recibir notificaciones de alertas?