Actualidad
Actualidad
Política
Política
Empresa
Empresa
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial
Videos
Videos

Eva Sáenz-Diez: "Hay que diferenciar el mundo árabe del mundo musulmán"

Foto: Diego Cabrera / República
Luis Gonzalez
02 de noviembre, 2025

La doctora Eva Sáenz-Diez es investigadora especializada en el mundo árabe contemporáneo. Forma parte del Grupo de Estudios e Investigaciones sobre el Mundo Árabe Contemporáneo de la Universidad de Lovaina y del Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos de la Universidad Autónoma de Madrid. Es autora de numerosos artículos académicos y de libros. Estos días visitó Guatemala para disertar en el marco del República Summit Mujer 2025. 

Una de sus áreas de expertise es el mundo árabe, un tema fascinante y poco conocido en América Latina. Para comenzar, ¿cómo definiría lo que entendemos como “mundo árabe”? ¿Es una unión de idioma, religión, cultura?
—A ver, hay que diferenciar el mundo árabe del mundo musulmán. El mundo árabe se entiende como los países o los pueblos de habla y de cultura árabe. Es decir, que lo que les reúne es el idioma árabe y la cultura árabe. A diferencia de los países musulmanes, que son mucho más amplios, de los más conocidos, que no son árabes per se, hay Turquía e Irán, por ejemplo, más cercanos al mundo árabe, y Pakistán e Indonesia. Entonces, el mundo árabe va más o menos desde Mauritania hasta Irak, pasando por todo el Magreb.

¿Cuál es la diferencia fundamental entre lo que se conoce como el mundo árabe y el Medio Oriente?
— Medio Oriente se centra más en la parte Israel, Palestina, Jordania, Egipto, en algunos casos, y quizás es una definición que nos viene más de Estados Unidos, de oriente próximo, medio oriente. Egipto sería más bien oriente próximo, pero que no se utiliza mucho en español. Entonces, diría que es más bien la parte de Líbano, Israel, Palestina.

SUSCRÍBASE A NUESTRO NEWSLETTER

Usted mencionaba que hay que separar el mundo árabe del mundo musulmán. ¿Pero se puede realmente entender la cultura árabe sin el islam?
— Es muy difícil, van muy vinculados. Entonces, hay cultura árabe, no musulmana, cristiana, por ejemplo, hay autores cristianos. De hecho, hubo un movimiento a finales del siglo diecinueve, principios del siglo veinte, de modernización del idioma árabe, del teatro, la implantación de la prensa, que fue llevada a cabo mayoritariamente por cristianos árabes que venían del Líbano y de Siria. Pero, efectivamente, es difícil desvincular el Islam o el mundo musulmán del idioma árabe, porque el Corán, que es la palabra divina para los musulmanes, revelada a Mahoma, ha sido en árabe. Y el Corán se aprende en árabe, se memoriza en árabe, y por lo tanto sigue habiendo un vínculo muy importante entre ambos aspectos, entre religión e idioma.

.

Entonces, ¿qué tan homogéneo es el mundo árabe? Porque desde América Latina se percibe como algo uniforme, unificado por religión y cultura.
— A nivel religioso, es verdad que hay una diversidad bastante importante. Incluso en el seno del Islam hay varias familias. Las más conocidas son el sunismo y el chiismo, pero incluso dentro del sunismo hay varias corrientes. Después, hay cristianos en la parte oriental del mundo árabe, es decir, a partir de Egipto. En el Mashreq ya no quedan cristianos o hay muy pocos cristianos autóctonos. En cambio, Egipto es el país que cuenta la más importante población cristiana, los coptos, que representan entre el diez y el doce por ciento de la población, en un país de más de ciento veinte millones de habitantes. Y el Líbano es el país que tiene la mayor proporción de cristianos, alrededor de un treinta por ciento. Después, aparte de los países del Golfo, donde hay algunas poblaciones todavía cristianas, pero mínimas, hay comunidades en Irak, en Siria y en Jordania. Lo que pasa es que, a raíz del dos mil diez, dos mil once, con las revueltas que hubo en el mundo árabe, los cambios de regímenes, el Estado Islámico, la inseguridad, muchas de esas comunidades han emigrado mayoritariamente a Occidente. Uno de los casos más notorios es Irak, que se ha despoblado de sus comunidades cristianas en estos últimos quince años.

¿Y en cuanto al idioma? ¿Es realmente un factor de unidad?
— Hay un tema lingüístico, y es que el árabe, efectivamente, está hablado en todos estos países, pero no es el mismo árabe. Había un ejemplo que yo daba en mis clases de una entrevista que hacía un periodista saudí a un futbolista marroquí, y necesitaron un intérprete que era libanés. Eso revela bastante bien las diferencias de idiomas. Bien es verdad que tienen un idioma escrito común, pero que no es asequible a toda la población, porque hay un tal desfase entre el idioma escrito y el oral que gran parte de la población no tiene acceso al idioma escrito. Después, cuando se reúnen en la Liga Árabe, en El Cairo, no necesitan intérpretes, porque son reuniones de alto nivel y se entienden. Y para leer la prensa, también tienen este idioma común. Es interesante ver la influencia que han tenido países como Egipto y el Líbano con sus producciones culturales.

¿Contaría a Israel como parte del mundo árabe?
— A ver, Israel no, porque no es un país de cultura árabe. Bien es verdad que tiene una minoría bastante importante, árabe, arabófona, pero no la consideraría parte del mundo árabe.

.

Hablemos de política. ¿Cómo ha cambiado la identidad árabe en el siglo XXI a raíz de las primaveras árabes? ¿Queda un deseo de transformación política o fue más un episodio esporádico?
— Diría que sí que existe un deseo de cambios políticos, de apertura, de buena gobernanza, etcétera, pero creo que las poblaciones de los países que han vivido las revoluciones de manera más brutal no están necesariamente dispuestas a pagar el precio que pagaron en muchos casos para llegar a esta meta. Bien es verdad que cuando hubo los levantamientos en Túnez, la democratización venía en tercer o cuarto lugar. Las primeras reivindicaciones eran poder adquisitivo, empleo, sanidad, etcétera. Y después venía el tema de la democratización. Es una población muy joven, con alta tasa de desempleo juvenil, sistemas educativos y servicios de sanidad que no están adecuados. Quizás este sea el primer problema: llegar a fin de mes, poder formar una familia, mandar a sus hijos a un colegio digno. Por lo que vemos, siguen prevaleciendo los temas sociales y cotidianos.

¿Cómo oscilan los jóvenes, hoy en día, en países más autocráticos, entre la reivindicación de sus derechos y los preceptos religiosos ideologizados dentro del Estado?
— Tienen un margen de maniobra relativamente estrecho. Irán, paradójicamente, ha tenido cierto juego democrático en las últimas dos décadas, dentro de un marco muy estrecho. Se podía elegir entre un candidato u otro, pero el abanico era limitado. Es interesante porque siempre se presenta a Irán como el país más represivo, pero sí ha tenido cierta alternancia. Ahora bien, lo que es interesante en todos estos países, y fue confirmado después de las revueltas del dos mil diez, dos mil once, es que la democracia no acaba en las urnas. Llegar a las urnas es un primer paso, pero no es el último. Eso se mostró de manera bastante clara en estos últimos quince años.

¿Existe una incompatibilidad cultural con la democracia liberal?
— Yo creo que está ligado en gran parte a la religión. Hay países asiáticos que han logrado cierto juego democrático, como Indonesia o Pakistán con sus altibajos. Pero no hay que fijarse solo en el proceso electoral, sino en la implementación de los resultados. Hubo una voluntad de democratización en la década pasada, pero hoy no es central en las reivindicaciones juveniles.

.

¿Es posible una coexistencia pacífica entre la cultura occidental y la árabe en Europa?
— Sí que es compatible, pero hay reglas del juego que hay que conocer y aplicar. En Europa hay marcos políticos y sociales derivados de su historia que no siempre son respetados por ciertas comunidades musulmanas. Pero la mayoría convive de manera pacífica.

¿Cuál es la peor mala concepción que se tiene sobre el mundo árabe en Occidente?
— Que árabe y musulmán son sinónimos. América Latina lo sabe bien, porque recibió migraciones de cristianos árabes a finales del siglo XIX y principios del XX, sobre todo de Líbano, Siria y Palestina. Estas comunidades prosperaron en Brasil, Chile, Argentina, y sus descendientes siguen arraigados a sus raíces mediterráneas.

¿Qué momento histórico marcó el flujo migratorio hacia América Latina?
— Fue sobre todo a finales del siglo XIX y principios del XX. En algunos casos eran pueblos enteros que partían buscando oportunidades, huyendo del Imperio Otomano. Brasil, Chile y Argentina fueron los principales destinos. Hoy vemos descendientes en política, economía y cultura.

¿Hacia dónde se dirige ahora la migración árabe y musulmana?
— Depende de las leyes. Lo más fácil para los migrantes árabes es Europa, por proximidad y contactos. Para Estados Unidos o Canadá es más complicado. La mayoría de las migraciones actuales son africanas y llegan a Europa de manera ilegal.

La Dra. Sáenz-Díez concluye que América Latina sigue siendo un “punto blanco” para muchos países árabes, pero cada vez más atractivo por razones políticas, culturales y económicas. Desde inversiones agroalimentarias hasta la influencia cultural de Turquía con sus series televisivas, la región se perfila como un espacio de oportunidades y vínculos históricos que merecen ser explorados.

 

Eva Sáenz-Diez: "Hay que diferenciar el mundo árabe del mundo musulmán"

Foto: Diego Cabrera / República
Luis Gonzalez
02 de noviembre, 2025

La doctora Eva Sáenz-Diez es investigadora especializada en el mundo árabe contemporáneo. Forma parte del Grupo de Estudios e Investigaciones sobre el Mundo Árabe Contemporáneo de la Universidad de Lovaina y del Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos de la Universidad Autónoma de Madrid. Es autora de numerosos artículos académicos y de libros. Estos días visitó Guatemala para disertar en el marco del República Summit Mujer 2025. 

Una de sus áreas de expertise es el mundo árabe, un tema fascinante y poco conocido en América Latina. Para comenzar, ¿cómo definiría lo que entendemos como “mundo árabe”? ¿Es una unión de idioma, religión, cultura?
—A ver, hay que diferenciar el mundo árabe del mundo musulmán. El mundo árabe se entiende como los países o los pueblos de habla y de cultura árabe. Es decir, que lo que les reúne es el idioma árabe y la cultura árabe. A diferencia de los países musulmanes, que son mucho más amplios, de los más conocidos, que no son árabes per se, hay Turquía e Irán, por ejemplo, más cercanos al mundo árabe, y Pakistán e Indonesia. Entonces, el mundo árabe va más o menos desde Mauritania hasta Irak, pasando por todo el Magreb.

¿Cuál es la diferencia fundamental entre lo que se conoce como el mundo árabe y el Medio Oriente?
— Medio Oriente se centra más en la parte Israel, Palestina, Jordania, Egipto, en algunos casos, y quizás es una definición que nos viene más de Estados Unidos, de oriente próximo, medio oriente. Egipto sería más bien oriente próximo, pero que no se utiliza mucho en español. Entonces, diría que es más bien la parte de Líbano, Israel, Palestina.

SUSCRÍBASE A NUESTRO NEWSLETTER

Usted mencionaba que hay que separar el mundo árabe del mundo musulmán. ¿Pero se puede realmente entender la cultura árabe sin el islam?
— Es muy difícil, van muy vinculados. Entonces, hay cultura árabe, no musulmana, cristiana, por ejemplo, hay autores cristianos. De hecho, hubo un movimiento a finales del siglo diecinueve, principios del siglo veinte, de modernización del idioma árabe, del teatro, la implantación de la prensa, que fue llevada a cabo mayoritariamente por cristianos árabes que venían del Líbano y de Siria. Pero, efectivamente, es difícil desvincular el Islam o el mundo musulmán del idioma árabe, porque el Corán, que es la palabra divina para los musulmanes, revelada a Mahoma, ha sido en árabe. Y el Corán se aprende en árabe, se memoriza en árabe, y por lo tanto sigue habiendo un vínculo muy importante entre ambos aspectos, entre religión e idioma.

.

Entonces, ¿qué tan homogéneo es el mundo árabe? Porque desde América Latina se percibe como algo uniforme, unificado por religión y cultura.
— A nivel religioso, es verdad que hay una diversidad bastante importante. Incluso en el seno del Islam hay varias familias. Las más conocidas son el sunismo y el chiismo, pero incluso dentro del sunismo hay varias corrientes. Después, hay cristianos en la parte oriental del mundo árabe, es decir, a partir de Egipto. En el Mashreq ya no quedan cristianos o hay muy pocos cristianos autóctonos. En cambio, Egipto es el país que cuenta la más importante población cristiana, los coptos, que representan entre el diez y el doce por ciento de la población, en un país de más de ciento veinte millones de habitantes. Y el Líbano es el país que tiene la mayor proporción de cristianos, alrededor de un treinta por ciento. Después, aparte de los países del Golfo, donde hay algunas poblaciones todavía cristianas, pero mínimas, hay comunidades en Irak, en Siria y en Jordania. Lo que pasa es que, a raíz del dos mil diez, dos mil once, con las revueltas que hubo en el mundo árabe, los cambios de regímenes, el Estado Islámico, la inseguridad, muchas de esas comunidades han emigrado mayoritariamente a Occidente. Uno de los casos más notorios es Irak, que se ha despoblado de sus comunidades cristianas en estos últimos quince años.

¿Y en cuanto al idioma? ¿Es realmente un factor de unidad?
— Hay un tema lingüístico, y es que el árabe, efectivamente, está hablado en todos estos países, pero no es el mismo árabe. Había un ejemplo que yo daba en mis clases de una entrevista que hacía un periodista saudí a un futbolista marroquí, y necesitaron un intérprete que era libanés. Eso revela bastante bien las diferencias de idiomas. Bien es verdad que tienen un idioma escrito común, pero que no es asequible a toda la población, porque hay un tal desfase entre el idioma escrito y el oral que gran parte de la población no tiene acceso al idioma escrito. Después, cuando se reúnen en la Liga Árabe, en El Cairo, no necesitan intérpretes, porque son reuniones de alto nivel y se entienden. Y para leer la prensa, también tienen este idioma común. Es interesante ver la influencia que han tenido países como Egipto y el Líbano con sus producciones culturales.

¿Contaría a Israel como parte del mundo árabe?
— A ver, Israel no, porque no es un país de cultura árabe. Bien es verdad que tiene una minoría bastante importante, árabe, arabófona, pero no la consideraría parte del mundo árabe.

.

Hablemos de política. ¿Cómo ha cambiado la identidad árabe en el siglo XXI a raíz de las primaveras árabes? ¿Queda un deseo de transformación política o fue más un episodio esporádico?
— Diría que sí que existe un deseo de cambios políticos, de apertura, de buena gobernanza, etcétera, pero creo que las poblaciones de los países que han vivido las revoluciones de manera más brutal no están necesariamente dispuestas a pagar el precio que pagaron en muchos casos para llegar a esta meta. Bien es verdad que cuando hubo los levantamientos en Túnez, la democratización venía en tercer o cuarto lugar. Las primeras reivindicaciones eran poder adquisitivo, empleo, sanidad, etcétera. Y después venía el tema de la democratización. Es una población muy joven, con alta tasa de desempleo juvenil, sistemas educativos y servicios de sanidad que no están adecuados. Quizás este sea el primer problema: llegar a fin de mes, poder formar una familia, mandar a sus hijos a un colegio digno. Por lo que vemos, siguen prevaleciendo los temas sociales y cotidianos.

¿Cómo oscilan los jóvenes, hoy en día, en países más autocráticos, entre la reivindicación de sus derechos y los preceptos religiosos ideologizados dentro del Estado?
— Tienen un margen de maniobra relativamente estrecho. Irán, paradójicamente, ha tenido cierto juego democrático en las últimas dos décadas, dentro de un marco muy estrecho. Se podía elegir entre un candidato u otro, pero el abanico era limitado. Es interesante porque siempre se presenta a Irán como el país más represivo, pero sí ha tenido cierta alternancia. Ahora bien, lo que es interesante en todos estos países, y fue confirmado después de las revueltas del dos mil diez, dos mil once, es que la democracia no acaba en las urnas. Llegar a las urnas es un primer paso, pero no es el último. Eso se mostró de manera bastante clara en estos últimos quince años.

¿Existe una incompatibilidad cultural con la democracia liberal?
— Yo creo que está ligado en gran parte a la religión. Hay países asiáticos que han logrado cierto juego democrático, como Indonesia o Pakistán con sus altibajos. Pero no hay que fijarse solo en el proceso electoral, sino en la implementación de los resultados. Hubo una voluntad de democratización en la década pasada, pero hoy no es central en las reivindicaciones juveniles.

.

¿Es posible una coexistencia pacífica entre la cultura occidental y la árabe en Europa?
— Sí que es compatible, pero hay reglas del juego que hay que conocer y aplicar. En Europa hay marcos políticos y sociales derivados de su historia que no siempre son respetados por ciertas comunidades musulmanas. Pero la mayoría convive de manera pacífica.

¿Cuál es la peor mala concepción que se tiene sobre el mundo árabe en Occidente?
— Que árabe y musulmán son sinónimos. América Latina lo sabe bien, porque recibió migraciones de cristianos árabes a finales del siglo XIX y principios del XX, sobre todo de Líbano, Siria y Palestina. Estas comunidades prosperaron en Brasil, Chile, Argentina, y sus descendientes siguen arraigados a sus raíces mediterráneas.

¿Qué momento histórico marcó el flujo migratorio hacia América Latina?
— Fue sobre todo a finales del siglo XIX y principios del XX. En algunos casos eran pueblos enteros que partían buscando oportunidades, huyendo del Imperio Otomano. Brasil, Chile y Argentina fueron los principales destinos. Hoy vemos descendientes en política, economía y cultura.

¿Hacia dónde se dirige ahora la migración árabe y musulmana?
— Depende de las leyes. Lo más fácil para los migrantes árabes es Europa, por proximidad y contactos. Para Estados Unidos o Canadá es más complicado. La mayoría de las migraciones actuales son africanas y llegan a Europa de manera ilegal.

La Dra. Sáenz-Díez concluye que América Latina sigue siendo un “punto blanco” para muchos países árabes, pero cada vez más atractivo por razones políticas, culturales y económicas. Desde inversiones agroalimentarias hasta la influencia cultural de Turquía con sus series televisivas, la región se perfila como un espacio de oportunidades y vínculos históricos que merecen ser explorados.

 

¿Quiere recibir notificaciones de alertas?