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Erick Kammerath: “Las ideas ya existían en Argentina, pero nadie las comunicaba como Javier Milei”

Fotos: Diego Cabrera / República
Braulio Palacios
11 de agosto, 2025

El analista político Erick Kammerath defendió en esta entrevista exclusiva con República la estrategia confrontativa de Javier Milei con la casta política argentina. Subrayó que la popularidad del presidente se sostiene gracias a las redes sociales, luego de que los medios tradicionales lo excluyeran de sus espacios.

Durante su visita a Guatemala —donde Kammerath asistió al Festival de la Libertad— aseguró que el sindicalismo argentino está perdiendo poder, que sus prácticas coercitivas han disminuido. Por último, que es clave lograr que las ideas impulsadas por Milei trasciendan más allá de un solo liderazgo, para garantizar que “el proyecto de Milei se sostenga y trascienda”.

En sus reflexiones recientes ha dicho que “para modificar la economía hay que hacer política”. ¿Cómo explicar esa relación entre economía y política desde una perspectiva liberal?

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— Históricamente, y yo te voy a hablar un poco de la perspectiva de lo que ha pasado en Argentina, porque me parece que es un buen ejemplo.

Milei llama la atención en ese sentido de todo el mundo hoy en día, y es un ejemplo que, por suerte, se está tomando en distintos países. Obviamente, el liberalismo en Argentina y en otros países ha sido muy elitista, muy puro, y ha sido una expresión vinculada con la lógica liberal: “yo me dedico a lo privado, yo produzco, yo trabajo, yo genero empleo”, mientras que la izquierda se ha dedicado justamente a la política, a militar, a destinar recursos a eso y a ocuparse de las cuestiones culturales para luego modificar las económicas.

Esto último es algo que el liberalismo nunca entendió, que la derecha nunca entendió, quedándose siempre discutiendo sobre economía y tratando de refutarla, mientras la izquierda —desde (Antonio) Gramsci en adelante— comprendió la importancia de tomar el terreno político y, sobre todo, la cultura.

.

Lo que pasa hoy con Milei en Argentina es que está bajando al pueblo, al llano, al vulgo, las ideas liberales o libertarias que siempre fueron una discusión de élites. Tomo como ejemplo a José Luis Espert, economista que forma parte de La Libertad Avanza, militante de estas ideas desde hace mucho y ahora integrante del gobierno de Milei.

Espert era conocido incluso antes que Milei y probablemente llegue a ser gobernador de Buenos Aires. En una entrevista, contaba que no entendía cómo en Argentina siempre se discuten los mismos temas. Decía: “Hace 20 o 30 años que escribo columnas sobre inflación y no aprendemos más; Argentina vive crisis cíclicas”.

Eso, para mí, implicaba una autocrítica: si llevas décadas escribiendo sobre lo mismo y nada cambia, hay que probar otra estrategia, comunicar distinto, llegar a otras personas, simplificar el mensaje. Eso hizo Milei, y lo logró. Las ideas ya existían en Argentina, pero nadie las comunicaba como él (Javier Milei). Fíjate que lo que más se le critica desde la oposición son sus formas.

¿Fue premeditado hacer más accesible el discurso y estilo para alcanzar al pueblo?

— Yo creo que no. Obviamente, una vez que se mete en la política, tiene una estrategia y hay aspectos claros que no son improvisados. Pero si uno ve al Milei de 2015 o 2016, cuando no pensaba entrar a la política, lo encontraba en programas de televisión enfrentando a diez panelistas de izquierda o progresistas.

Era auténtico: discutía, se enojaba, se levantaba y se iba, sin cálculo ni asesor detrás. Por eso, quienes hoy creen que levanta la voz o responde en redes por estrategia, en realidad ven al mismo Milei de entonces, solo que ahora es presidente.

¿Valió la pena ampliar la audiencia?

— Sí, claro. Está a la vista. Sin esas formas, no habría llegado a la gente que llegó.

En las últimas elecciones lo votaron personas de estratos sociales bajos, muchos de ellos votantes históricos del peronismo. Eso significa que no fue por ideología —porque el peronismo y Milei no comparten ideas—, sino porque les llegó con otro mensaje y supo llamar su atención con sus formas.

La mayoría de la gente está desideologizada, no sigue la política y muchas veces ni conoce las diferencias entre ideologías. Que un votante histórico de Perón apoye a Milei habla de una conexión más allá de las ideas.

¿Milei e inflación: es viable la “motosierra” del gasto o solo es un eslogan?

— En Argentina, eso que mencionás también pasa. Lo estamos viendo hoy: la casta política, como la llama Milei —la política tradicional, el status quo, el establishment—, está intentando frenar sus reformas, recortes y desregulaciones desde el Congreso.

Es una lucha contra estructuras enquistadas en el Estado, donde hay “cajas” intocables asociadas a temas sensibles como la educación pública. Se las blinda como si no se pudiera debatir, pero la discusión debería ser: ¿en qué se gasta? ¿Se gasta bien? ¿Puede el Estado hacerlo más eficiente?

Lo mismo pasa con jubilaciones y otros temas donde esas “cajas” están protegidas. Esta es la lucha de Milei en Argentina, y creo que podría darse en otros países.

El gobierno de Milei ha apostado por desregular la economía y reducir la intervención estatal. ¿Esas políticas han tenido un efecto en el clima de inversión y en la confianza empresarial?

— Hasta ahora, el impacto es positivo en la visión externa. Los grandes medios internacionales hablan de las reformas de Milei, mientras que los medios argentinos muchas veces operan en su contra.

En el plano empresarial, hay indicadores que muestran mejoras, aunque todavía no está en niveles altos. El gran momento para enviar un mensaje al empresariado será en las elecciones legislativas de octubre. Si Milei obtiene buenos resultados, tendrá más apoyo parlamentario y menos necesidad de negociar con sus opositores.

A pesar del ajuste y medidas impopulares, su aprobación sigue entre 40 y el 50 %. Esto, en un contexto tan difícil, sería una señal fuerte para inversores internacionales.

¿Cómo van los números recientes de inversión extranjera directa que recibe Argentina?

— No los tengo de forma específica.

.

¿Qué dicen las cámaras empresariales argentinas y cómo perciben a Milei?

— Como en muchos países intervencionistas y estatistas de Latinoamérica, hay grandes empresas que han crecido gracias a vínculos directos con el Estado, haciendo negocios a través de él. Hoy, en Argentina, eso genera una división entre los actores económicos más tradicionales y los nuevos negocios.

¿Cómo se explica el respaldo de algunos empresarios argentinos al gobierno de Milei?

— Por ejemplo, la empresa más valiosa de Sudamérica, Mercado Libre, cuyo CEO es Marcos Galperin, apoya explícitamente al gobierno. Él tuitea de una manera insólita para el empresariado argentino, tanto por su estilo como por lo arriesgado de su postura.

Creo que esto se debe a que hizo su empresa sin depender de contratos con el Estado. En cambio, dentro del establishment están los “empresaurios” —como les llama Milei— que crecieron gracias a privilegios otorgados por el Estado, contratos monopólicos y regulaciones que les evitaron competir. Esas empresas, con la llegada de un gobierno que busca desregular, no quieren salir a competir y reniegan de este modelo.

¿Es reciente que el empresariado se involucre políticamente en Argentina?

— Sí, y a mí me pone muy contento. Nosotros, desde los veinte años, tenemos una fundación en Argentina y buscábamos financiamiento y apoyo de empresarios. Ya en ese entonces chocábamos con una pared: había empresarios que sabían que les convenía un gobierno más liberal y abierto, pero tenían miedo de jugarse políticamente.

Eso ha sido histórico. Ahora vemos empresas que se animan a participar, decir lo que piensan sin temer que el próximo gobierno perjudique sus negocios por esa postura. Me parece que es parte de su responsabilidad.

¿Podría mencionar otros casos además de Mercado Libre?

— Sí. Está Ualá, de Pierpaolo Barbieri, que compite con Mercado Pago. Es una empresa joven y su fundador estuvo reunido la semana pasada con Milei y con Niall Ferguson, reconocido historiador económico. También se pronuncia a favor de este gobierno, sabiendo que un futuro gobierno podría perjudicarlo por sus posturas.

¿Cómo sostiene el discurso “anticasta” mientras, al mismo tiempo, es asesor en la legislatura cordobesa?

— Eso fue algo que salió en los medios de la ciudad donde vivo. Es un cuestionamiento válido. Yo respondo que, bajo esa lógica, Milei no podría hoy ser presidente. Nuestra idea no es mantenernos siempre al margen de la política, porque entonces no podríamos tener diputados, funcionarios o incluso a Milei.

Esto mío fue espontáneo. Agustín Laje me presentó en enero a un amigo suyo, legislador de Córdoba, que había renunciado a su partido por ponerse en contra de Milei. Nos pusimos a trabajar juntos y él me nombró asesor. Es el único legislador de mi provincia que defiende estas ideas.

En estos seis meses aprendí muchísimo de política práctica. Es muy distinto al trabajo cultural: la lógica de quien lleva 15 años en política es diferente a la nuestra, pero complementaria.

¿La manera de comunicarse cambia en la política respecto a las redes sociales?

— Sí, mucho. En la batalla cultural uno tiene más libertad. En política hay que cuidar las palabras porque los medios pueden usarlas para titular y dañar al gobierno. Hay temas en los que, si se pronuncian, se manipula el mensaje para golpear políticamente.

Pese a su discurso contra “la casta”, Milei ha debido negociar con sectores políticos tradicionales para aprobar leyes. ¿Es una contradicción o una necesidad política inevitable?

— Es política. La Ley Bases, primer gran proyecto de este gobierno, fue recortada para aprobarse porque no hay mayoría en el Congreso. Hubo que negociar incluso con supuestos aliados que hoy votan con el kirchnerismo. Y en algunos casos, exponerlos públicamente fue la única forma de presionar.

¿Las redes sociales son decisivas para el proyecto de Milei?

—Totalmente. Sin redes sociales, Milei no habría llegado. Cuando los medios tradicionales dejaron de invitarlo, las redes fueron la vía para exponer a la casta política. Hoy sigue siendo su arma fundamental, aunque como presidente ya tiene cobertura mediática inevitable.

En América Latina, ¿cuál es la mayor amenaza a la propiedad privada?

—El avance del Estado a través de impuestos cada vez más altos. En Argentina, algunos sectores trabajan hasta el 70 % del año solo para pagar impuestos. La clave es controlar el gasto estatal: si se reduce, se puede bajar la carga impositiva.

El sindicalismo argentino es visto como un “intocable”, incluso con influencia. ¿Ese modelo es reformable o debe desmontarse de raíz?

— Sí. El peronismo le dio mucho poder, pero hoy el sindicalismo pierde fuerza. El paro general más rápido de la historia, que le hicieron a Milei, dejó claro que defienden intereses propios, no al trabajador. La gente ve que hay dirigentes sindicales que llevan 40 años en el cargo sin democracia interna.

.

En Guatemala, el sindicalismo es mucho menos influyente que en Argentina… ¿Cree que es una variable decisiva?

— Creo que sí es una variable decisiva. El problema surge cuando el Estado otorga monopolios a ciertos sindicatos, obliga a pertenecerles y los usa políticamente. En Argentina, al quitarles el control de recursos y la capacidad de movilizar por coerción, se redujeron drásticamente las protestas.

¿Es estratégica o espontánea la confrontación de Milei con ciertos sectores?

— En gran parte, espontánea. Desde 1983 hubo un consenso democrático estatista que benefició a la casta política, sindical y empresarial. Ese consenso se rompió con Milei, y para romperlo hay que confrontar. La grieta siempre existió y existirá; la política está para lidiar con las diferencias.

¿Quién es Eric Kammerath y qué ideas quiere que se conozcan en Guatemala?

— Soy alguien que defiende ideas de derecha cuando pocos lo hacían en Argentina. Creo en la batalla cultural: escribir, dar conferencias, influir en la opinión pública.

Hace seis meses entré en política práctica como asesor legislativo, pero mi objetivo es que el proyecto de Milei se sostenga y trascienda. Argentina no puede depender de un solo líder. Las ideas —como las de Milei— deben legitimarse para que otros las continúen.

¿Te ves acercándote más a la política o volviendo a la trinchera cultural?

— Me siento más cómodo en la batalla cultural, pero no descarto entrar en política si es necesario para defender las ideas. Hoy apoyo a este gobierno porque coincide en un 90 % con lo que creo. Mantendré mi canal de YouTube y buscaré crecer desde ahí, sin cerrar la puerta a una eventual participación política.

Erick Kammerath: “Las ideas ya existían en Argentina, pero nadie las comunicaba como Javier Milei”

Fotos: Diego Cabrera / República
Braulio Palacios
11 de agosto, 2025

El analista político Erick Kammerath defendió en esta entrevista exclusiva con República la estrategia confrontativa de Javier Milei con la casta política argentina. Subrayó que la popularidad del presidente se sostiene gracias a las redes sociales, luego de que los medios tradicionales lo excluyeran de sus espacios.

Durante su visita a Guatemala —donde Kammerath asistió al Festival de la Libertad— aseguró que el sindicalismo argentino está perdiendo poder, que sus prácticas coercitivas han disminuido. Por último, que es clave lograr que las ideas impulsadas por Milei trasciendan más allá de un solo liderazgo, para garantizar que “el proyecto de Milei se sostenga y trascienda”.

En sus reflexiones recientes ha dicho que “para modificar la economía hay que hacer política”. ¿Cómo explicar esa relación entre economía y política desde una perspectiva liberal?

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— Históricamente, y yo te voy a hablar un poco de la perspectiva de lo que ha pasado en Argentina, porque me parece que es un buen ejemplo.

Milei llama la atención en ese sentido de todo el mundo hoy en día, y es un ejemplo que, por suerte, se está tomando en distintos países. Obviamente, el liberalismo en Argentina y en otros países ha sido muy elitista, muy puro, y ha sido una expresión vinculada con la lógica liberal: “yo me dedico a lo privado, yo produzco, yo trabajo, yo genero empleo”, mientras que la izquierda se ha dedicado justamente a la política, a militar, a destinar recursos a eso y a ocuparse de las cuestiones culturales para luego modificar las económicas.

Esto último es algo que el liberalismo nunca entendió, que la derecha nunca entendió, quedándose siempre discutiendo sobre economía y tratando de refutarla, mientras la izquierda —desde (Antonio) Gramsci en adelante— comprendió la importancia de tomar el terreno político y, sobre todo, la cultura.

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Lo que pasa hoy con Milei en Argentina es que está bajando al pueblo, al llano, al vulgo, las ideas liberales o libertarias que siempre fueron una discusión de élites. Tomo como ejemplo a José Luis Espert, economista que forma parte de La Libertad Avanza, militante de estas ideas desde hace mucho y ahora integrante del gobierno de Milei.

Espert era conocido incluso antes que Milei y probablemente llegue a ser gobernador de Buenos Aires. En una entrevista, contaba que no entendía cómo en Argentina siempre se discuten los mismos temas. Decía: “Hace 20 o 30 años que escribo columnas sobre inflación y no aprendemos más; Argentina vive crisis cíclicas”.

Eso, para mí, implicaba una autocrítica: si llevas décadas escribiendo sobre lo mismo y nada cambia, hay que probar otra estrategia, comunicar distinto, llegar a otras personas, simplificar el mensaje. Eso hizo Milei, y lo logró. Las ideas ya existían en Argentina, pero nadie las comunicaba como él (Javier Milei). Fíjate que lo que más se le critica desde la oposición son sus formas.

¿Fue premeditado hacer más accesible el discurso y estilo para alcanzar al pueblo?

— Yo creo que no. Obviamente, una vez que se mete en la política, tiene una estrategia y hay aspectos claros que no son improvisados. Pero si uno ve al Milei de 2015 o 2016, cuando no pensaba entrar a la política, lo encontraba en programas de televisión enfrentando a diez panelistas de izquierda o progresistas.

Era auténtico: discutía, se enojaba, se levantaba y se iba, sin cálculo ni asesor detrás. Por eso, quienes hoy creen que levanta la voz o responde en redes por estrategia, en realidad ven al mismo Milei de entonces, solo que ahora es presidente.

¿Valió la pena ampliar la audiencia?

— Sí, claro. Está a la vista. Sin esas formas, no habría llegado a la gente que llegó.

En las últimas elecciones lo votaron personas de estratos sociales bajos, muchos de ellos votantes históricos del peronismo. Eso significa que no fue por ideología —porque el peronismo y Milei no comparten ideas—, sino porque les llegó con otro mensaje y supo llamar su atención con sus formas.

La mayoría de la gente está desideologizada, no sigue la política y muchas veces ni conoce las diferencias entre ideologías. Que un votante histórico de Perón apoye a Milei habla de una conexión más allá de las ideas.

¿Milei e inflación: es viable la “motosierra” del gasto o solo es un eslogan?

— En Argentina, eso que mencionás también pasa. Lo estamos viendo hoy: la casta política, como la llama Milei —la política tradicional, el status quo, el establishment—, está intentando frenar sus reformas, recortes y desregulaciones desde el Congreso.

Es una lucha contra estructuras enquistadas en el Estado, donde hay “cajas” intocables asociadas a temas sensibles como la educación pública. Se las blinda como si no se pudiera debatir, pero la discusión debería ser: ¿en qué se gasta? ¿Se gasta bien? ¿Puede el Estado hacerlo más eficiente?

Lo mismo pasa con jubilaciones y otros temas donde esas “cajas” están protegidas. Esta es la lucha de Milei en Argentina, y creo que podría darse en otros países.

El gobierno de Milei ha apostado por desregular la economía y reducir la intervención estatal. ¿Esas políticas han tenido un efecto en el clima de inversión y en la confianza empresarial?

— Hasta ahora, el impacto es positivo en la visión externa. Los grandes medios internacionales hablan de las reformas de Milei, mientras que los medios argentinos muchas veces operan en su contra.

En el plano empresarial, hay indicadores que muestran mejoras, aunque todavía no está en niveles altos. El gran momento para enviar un mensaje al empresariado será en las elecciones legislativas de octubre. Si Milei obtiene buenos resultados, tendrá más apoyo parlamentario y menos necesidad de negociar con sus opositores.

A pesar del ajuste y medidas impopulares, su aprobación sigue entre 40 y el 50 %. Esto, en un contexto tan difícil, sería una señal fuerte para inversores internacionales.

¿Cómo van los números recientes de inversión extranjera directa que recibe Argentina?

— No los tengo de forma específica.

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¿Qué dicen las cámaras empresariales argentinas y cómo perciben a Milei?

— Como en muchos países intervencionistas y estatistas de Latinoamérica, hay grandes empresas que han crecido gracias a vínculos directos con el Estado, haciendo negocios a través de él. Hoy, en Argentina, eso genera una división entre los actores económicos más tradicionales y los nuevos negocios.

¿Cómo se explica el respaldo de algunos empresarios argentinos al gobierno de Milei?

— Por ejemplo, la empresa más valiosa de Sudamérica, Mercado Libre, cuyo CEO es Marcos Galperin, apoya explícitamente al gobierno. Él tuitea de una manera insólita para el empresariado argentino, tanto por su estilo como por lo arriesgado de su postura.

Creo que esto se debe a que hizo su empresa sin depender de contratos con el Estado. En cambio, dentro del establishment están los “empresaurios” —como les llama Milei— que crecieron gracias a privilegios otorgados por el Estado, contratos monopólicos y regulaciones que les evitaron competir. Esas empresas, con la llegada de un gobierno que busca desregular, no quieren salir a competir y reniegan de este modelo.

¿Es reciente que el empresariado se involucre políticamente en Argentina?

— Sí, y a mí me pone muy contento. Nosotros, desde los veinte años, tenemos una fundación en Argentina y buscábamos financiamiento y apoyo de empresarios. Ya en ese entonces chocábamos con una pared: había empresarios que sabían que les convenía un gobierno más liberal y abierto, pero tenían miedo de jugarse políticamente.

Eso ha sido histórico. Ahora vemos empresas que se animan a participar, decir lo que piensan sin temer que el próximo gobierno perjudique sus negocios por esa postura. Me parece que es parte de su responsabilidad.

¿Podría mencionar otros casos además de Mercado Libre?

— Sí. Está Ualá, de Pierpaolo Barbieri, que compite con Mercado Pago. Es una empresa joven y su fundador estuvo reunido la semana pasada con Milei y con Niall Ferguson, reconocido historiador económico. También se pronuncia a favor de este gobierno, sabiendo que un futuro gobierno podría perjudicarlo por sus posturas.

¿Cómo sostiene el discurso “anticasta” mientras, al mismo tiempo, es asesor en la legislatura cordobesa?

— Eso fue algo que salió en los medios de la ciudad donde vivo. Es un cuestionamiento válido. Yo respondo que, bajo esa lógica, Milei no podría hoy ser presidente. Nuestra idea no es mantenernos siempre al margen de la política, porque entonces no podríamos tener diputados, funcionarios o incluso a Milei.

Esto mío fue espontáneo. Agustín Laje me presentó en enero a un amigo suyo, legislador de Córdoba, que había renunciado a su partido por ponerse en contra de Milei. Nos pusimos a trabajar juntos y él me nombró asesor. Es el único legislador de mi provincia que defiende estas ideas.

En estos seis meses aprendí muchísimo de política práctica. Es muy distinto al trabajo cultural: la lógica de quien lleva 15 años en política es diferente a la nuestra, pero complementaria.

¿La manera de comunicarse cambia en la política respecto a las redes sociales?

— Sí, mucho. En la batalla cultural uno tiene más libertad. En política hay que cuidar las palabras porque los medios pueden usarlas para titular y dañar al gobierno. Hay temas en los que, si se pronuncian, se manipula el mensaje para golpear políticamente.

Pese a su discurso contra “la casta”, Milei ha debido negociar con sectores políticos tradicionales para aprobar leyes. ¿Es una contradicción o una necesidad política inevitable?

— Es política. La Ley Bases, primer gran proyecto de este gobierno, fue recortada para aprobarse porque no hay mayoría en el Congreso. Hubo que negociar incluso con supuestos aliados que hoy votan con el kirchnerismo. Y en algunos casos, exponerlos públicamente fue la única forma de presionar.

¿Las redes sociales son decisivas para el proyecto de Milei?

—Totalmente. Sin redes sociales, Milei no habría llegado. Cuando los medios tradicionales dejaron de invitarlo, las redes fueron la vía para exponer a la casta política. Hoy sigue siendo su arma fundamental, aunque como presidente ya tiene cobertura mediática inevitable.

En América Latina, ¿cuál es la mayor amenaza a la propiedad privada?

—El avance del Estado a través de impuestos cada vez más altos. En Argentina, algunos sectores trabajan hasta el 70 % del año solo para pagar impuestos. La clave es controlar el gasto estatal: si se reduce, se puede bajar la carga impositiva.

El sindicalismo argentino es visto como un “intocable”, incluso con influencia. ¿Ese modelo es reformable o debe desmontarse de raíz?

— Sí. El peronismo le dio mucho poder, pero hoy el sindicalismo pierde fuerza. El paro general más rápido de la historia, que le hicieron a Milei, dejó claro que defienden intereses propios, no al trabajador. La gente ve que hay dirigentes sindicales que llevan 40 años en el cargo sin democracia interna.

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En Guatemala, el sindicalismo es mucho menos influyente que en Argentina… ¿Cree que es una variable decisiva?

— Creo que sí es una variable decisiva. El problema surge cuando el Estado otorga monopolios a ciertos sindicatos, obliga a pertenecerles y los usa políticamente. En Argentina, al quitarles el control de recursos y la capacidad de movilizar por coerción, se redujeron drásticamente las protestas.

¿Es estratégica o espontánea la confrontación de Milei con ciertos sectores?

— En gran parte, espontánea. Desde 1983 hubo un consenso democrático estatista que benefició a la casta política, sindical y empresarial. Ese consenso se rompió con Milei, y para romperlo hay que confrontar. La grieta siempre existió y existirá; la política está para lidiar con las diferencias.

¿Quién es Eric Kammerath y qué ideas quiere que se conozcan en Guatemala?

— Soy alguien que defiende ideas de derecha cuando pocos lo hacían en Argentina. Creo en la batalla cultural: escribir, dar conferencias, influir en la opinión pública.

Hace seis meses entré en política práctica como asesor legislativo, pero mi objetivo es que el proyecto de Milei se sostenga y trascienda. Argentina no puede depender de un solo líder. Las ideas —como las de Milei— deben legitimarse para que otros las continúen.

¿Te ves acercándote más a la política o volviendo a la trinchera cultural?

— Me siento más cómodo en la batalla cultural, pero no descarto entrar en política si es necesario para defender las ideas. Hoy apoyo a este gobierno porque coincide en un 90 % con lo que creo. Mantendré mi canal de YouTube y buscaré crecer desde ahí, sin cerrar la puerta a una eventual participación política.

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