En pleno corazón del Centro Histórico, entre las sombras antiguas y los pasillos que conservan el pulso de otra época, se encuentra El Portalito, un restaurante-bar que ha logrado trascender generaciones. Ubicado en el Pasaje Rubio, este espacio abrió sus puertas en 1932 y desde entonces se ha convertido en un símbolo vivo de la Zona 1 capitalina. A siete años de cumplir un siglo, sigue siendo un punto de encuentro donde la memoria, la tradición y el sabor conviven sin prisa.
Quien entra a El Portalito descubre, casi de inmediato, que el tiempo sigue un ritmo distinto. Las notas de la marimba llenan el ambiente con melodías que recuerdan celebraciones familiares y esa esencia profundamente guatemalteca que aún se resiste a desaparecer del centro de la ciudad. Mesas de madera, fotografías antiguas y un ir y venir de clientes habituales construyen un escenario que invita a quedarse, conversar y, sobre todo, disfrutar.
La oferta culinaria, sencilla pero emblemática, mantiene la fidelidad de quienes lo visitan desde hace años. Las tortillas con carne recién hecha, las boquitas tradicionales y el ambiente relajado son parte de su sello. No falta, por supuesto, la chibola —esa cerveza de barril que puede pedirse clara, oscura o mixta— que acompaña cualquier conversación sin necesidad de formalidades. Para quienes buscan algo distinto, el tradicional “ojo rojo” sigue siendo una de las bebidas más solicitadas.
El horario habitual del local va de lunes a sábado, de 10:30 de la mañana a 9:30 de la noche. Sin embargo, para responder a la afluencia de visitantes durante la época de fin de año, El Portalito abrirá también los domingos de diciembre, de 11:00 de la mañana a 6:00 de la tarde. Una oportunidad adicional para quienes desean conocer o redescubrir este rincón del Centro Histórico.
Uno de los mayores atractivos del lugar son sus paredes. En ellas cuelgan fotografías que narran una historia casi centenaria: rostros conocidos, momentos irrepetibles y escenas que muestran cómo este espacio ha sido parte del tejido cotidiano de la ciudad. Entre las imágenes más valiosas destaca la del premio Nobel de Literatura Miguel Ángel Asturias. Se cuenta que el escritor visitaba el local, un testigo silencioso de tertulias y noches de inspiración.
Con casi cien años de vida, El Portalito no es solo un restaurante-bar. Es un pequeño museo vivo, un respiro en medio del ruido urbano y un recordatorio de que la tradición todavía tiene un lugar firme en la Ciudad de Guatemala.
En pleno corazón del Centro Histórico, entre las sombras antiguas y los pasillos que conservan el pulso de otra época, se encuentra El Portalito, un restaurante-bar que ha logrado trascender generaciones. Ubicado en el Pasaje Rubio, este espacio abrió sus puertas en 1932 y desde entonces se ha convertido en un símbolo vivo de la Zona 1 capitalina. A siete años de cumplir un siglo, sigue siendo un punto de encuentro donde la memoria, la tradición y el sabor conviven sin prisa.
Quien entra a El Portalito descubre, casi de inmediato, que el tiempo sigue un ritmo distinto. Las notas de la marimba llenan el ambiente con melodías que recuerdan celebraciones familiares y esa esencia profundamente guatemalteca que aún se resiste a desaparecer del centro de la ciudad. Mesas de madera, fotografías antiguas y un ir y venir de clientes habituales construyen un escenario que invita a quedarse, conversar y, sobre todo, disfrutar.
La oferta culinaria, sencilla pero emblemática, mantiene la fidelidad de quienes lo visitan desde hace años. Las tortillas con carne recién hecha, las boquitas tradicionales y el ambiente relajado son parte de su sello. No falta, por supuesto, la chibola —esa cerveza de barril que puede pedirse clara, oscura o mixta— que acompaña cualquier conversación sin necesidad de formalidades. Para quienes buscan algo distinto, el tradicional “ojo rojo” sigue siendo una de las bebidas más solicitadas.
El horario habitual del local va de lunes a sábado, de 10:30 de la mañana a 9:30 de la noche. Sin embargo, para responder a la afluencia de visitantes durante la época de fin de año, El Portalito abrirá también los domingos de diciembre, de 11:00 de la mañana a 6:00 de la tarde. Una oportunidad adicional para quienes desean conocer o redescubrir este rincón del Centro Histórico.
Uno de los mayores atractivos del lugar son sus paredes. En ellas cuelgan fotografías que narran una historia casi centenaria: rostros conocidos, momentos irrepetibles y escenas que muestran cómo este espacio ha sido parte del tejido cotidiano de la ciudad. Entre las imágenes más valiosas destaca la del premio Nobel de Literatura Miguel Ángel Asturias. Se cuenta que el escritor visitaba el local, un testigo silencioso de tertulias y noches de inspiración.
Con casi cien años de vida, El Portalito no es solo un restaurante-bar. Es un pequeño museo vivo, un respiro en medio del ruido urbano y un recordatorio de que la tradición todavía tiene un lugar firme en la Ciudad de Guatemala.
EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE: