Guatemala, alguna vez pionera en la aviación centroamericana, hoy lamenta el abandono de su Aeropuerto Internacional La Aurora (AILA). Lejos de ser la puerta de entrada que el país merece, se convirtió en un reflejo de desatención, falta de inversión e indiferencia que amenaza su estatus. Las frustradas voces de los viajeros exponen sus graves deficiencias y la urgente necesidad de un cambio radical.
Lo indispensable. Un año ha transcurrido desde que el presidente, Bernardo Arévalo, habló de una Alianza Público-Privada (APP) para rescatar el AILA. Sin embargo, lo dicho por el mandatario solo quedó en un anuncio. En lugar de mejoras, el aeropuerto sigue siendo escenario de una serie de incidentes que evidencian su precario estado.
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El 13 de enero, dos aviones casi colisionan en la pista, revelando graves fallas de seguridad.
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Las escaleras eléctricas y elevadores, adjudicados en mayo de 2023 —durante el gobierno de Alejandro Giammattei—, no funcionaron hasta febrero de 2025.
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El reciente cierre temporal de la pista, el 7 de junio, por problemas en el sistema de luces, reconfirma la falta de mantenimiento preventivo y la vulnerabilidad de la infraestructura.
Voces. La experiencia de los usuarios es un reflejo de la decadencia del AILA. Lo que antes era motivo de orgullo regional, ahora es fuente de vergüenza y frustración. Los pasajeros son unánimes en su percepción: el aeropuerto se desmorona, contrastando drásticamente con otras terminales de la región.
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“Guatemala era la potencia de Centroamérica y años de corrupción han hecho que el país se quede atrás”, lamenta un viajero, comparando negativamente el AILA con los aeropuertos de El Salvador y Panamá.
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Otro viajero señala que “desde afuera se notaba que estaba mal y, si desde afuera se nota que está mal, ¿cómo desde adentro no va a estar mal?”. La infraestructura dañada, los baños sucios y la ausencia de amenidades básicas son una constante.
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“La imagen del aeropuerto claramente se nota que es de tercer mundo”, sentencia otro usuario, destacando la falta de limpieza y la carencia de voluntad para realizar mejoras.
Punto de fricción. Los problemas del AILA no se limitan a su infraestructura; se extienden al servicio y a una percepción generalizada de falta de voluntad. La normalización de las deficiencias por parte de los guatemaltecos contrasta con la sorpresa y desilusión de los visitantes extranjeros, quienes se encuentran con un aeropuerto que no cumple con los estándares internacionales.
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Una viajera frecuente critica la falta de innovación y la escasez de servicios básicos como agua potable o tomacorrientes, algo común en aeropuertos modernos.
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La ausencia de señalización clara, el desorden en las áreas de migración y aduanas, y la deficiente logística para el manejo de equipaje evidencian una gestión ineficiente que afecta directamente la experiencia del pasajero.
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“¿Qué confianza inspira un aeropuerto que ni siquiera cuida una jardinera?”, cuestiona un abogado que sufrió el retraso de su vuelo por el cierre de la pista, subrayando la preocupación por la seguridad aérea y el estatus internacional del aeropuerto.
Ahora qué. La situación del aeropuerto de La Aurora es crítica y plantea serias interrogantes sobre su futuro. República intentó contactar al gerente del aeropuerto para obtener su opinión sobre lo sucedido recientemente; no hubo respuesta.
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Para recuperar la Categoría 1 de la FAA y evitar la pérdida de su estatus “internacional”, es imperativo invertir en mantenimiento, modernización y capacitación del personal. La viabilidad de la APP es crucial para atraer la inversión privada necesaria, pero los constantes fallos y retrasos ponen en duda su concreción.
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El aeropuerto se encuentra en una encrucijada, donde la inacción podría significar la pérdida definitiva de su relevancia regional, afectando la imagen del país y su potencial turístico.
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El camino es incierto y dependerá de la voluntad política y una acción decidida para revertir años de abandono.
Guatemala, alguna vez pionera en la aviación centroamericana, hoy lamenta el abandono de su Aeropuerto Internacional La Aurora (AILA). Lejos de ser la puerta de entrada que el país merece, se convirtió en un reflejo de desatención, falta de inversión e indiferencia que amenaza su estatus. Las frustradas voces de los viajeros exponen sus graves deficiencias y la urgente necesidad de un cambio radical.
Lo indispensable. Un año ha transcurrido desde que el presidente, Bernardo Arévalo, habló de una Alianza Público-Privada (APP) para rescatar el AILA. Sin embargo, lo dicho por el mandatario solo quedó en un anuncio. En lugar de mejoras, el aeropuerto sigue siendo escenario de una serie de incidentes que evidencian su precario estado.
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El 13 de enero, dos aviones casi colisionan en la pista, revelando graves fallas de seguridad.
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Las escaleras eléctricas y elevadores, adjudicados en mayo de 2023 —durante el gobierno de Alejandro Giammattei—, no funcionaron hasta febrero de 2025.
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El reciente cierre temporal de la pista, el 7 de junio, por problemas en el sistema de luces, reconfirma la falta de mantenimiento preventivo y la vulnerabilidad de la infraestructura.
Voces. La experiencia de los usuarios es un reflejo de la decadencia del AILA. Lo que antes era motivo de orgullo regional, ahora es fuente de vergüenza y frustración. Los pasajeros son unánimes en su percepción: el aeropuerto se desmorona, contrastando drásticamente con otras terminales de la región.
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“Guatemala era la potencia de Centroamérica y años de corrupción han hecho que el país se quede atrás”, lamenta un viajero, comparando negativamente el AILA con los aeropuertos de El Salvador y Panamá.
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Otro viajero señala que “desde afuera se notaba que estaba mal y, si desde afuera se nota que está mal, ¿cómo desde adentro no va a estar mal?”. La infraestructura dañada, los baños sucios y la ausencia de amenidades básicas son una constante.
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“La imagen del aeropuerto claramente se nota que es de tercer mundo”, sentencia otro usuario, destacando la falta de limpieza y la carencia de voluntad para realizar mejoras.
Punto de fricción. Los problemas del AILA no se limitan a su infraestructura; se extienden al servicio y a una percepción generalizada de falta de voluntad. La normalización de las deficiencias por parte de los guatemaltecos contrasta con la sorpresa y desilusión de los visitantes extranjeros, quienes se encuentran con un aeropuerto que no cumple con los estándares internacionales.
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Una viajera frecuente critica la falta de innovación y la escasez de servicios básicos como agua potable o tomacorrientes, algo común en aeropuertos modernos.
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La ausencia de señalización clara, el desorden en las áreas de migración y aduanas, y la deficiente logística para el manejo de equipaje evidencian una gestión ineficiente que afecta directamente la experiencia del pasajero.
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“¿Qué confianza inspira un aeropuerto que ni siquiera cuida una jardinera?”, cuestiona un abogado que sufrió el retraso de su vuelo por el cierre de la pista, subrayando la preocupación por la seguridad aérea y el estatus internacional del aeropuerto.
Ahora qué. La situación del aeropuerto de La Aurora es crítica y plantea serias interrogantes sobre su futuro. República intentó contactar al gerente del aeropuerto para obtener su opinión sobre lo sucedido recientemente; no hubo respuesta.
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Para recuperar la Categoría 1 de la FAA y evitar la pérdida de su estatus “internacional”, es imperativo invertir en mantenimiento, modernización y capacitación del personal. La viabilidad de la APP es crucial para atraer la inversión privada necesaria, pero los constantes fallos y retrasos ponen en duda su concreción.
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El aeropuerto se encuentra en una encrucijada, donde la inacción podría significar la pérdida definitiva de su relevancia regional, afectando la imagen del país y su potencial turístico.
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El camino es incierto y dependerá de la voluntad política y una acción decidida para revertir años de abandono.